Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2

  Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5  

Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8

Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11

Capítulo 12 || Capítulo 13

 

Capítulo Once

Lo que hay en mi corazón

“Hasta ahora todo ha sido inútil.” Se quejó Usagi, luego de tomar un trago de té, “¡He recorrido junto a Mamoru toda la ciudad y no hemos podido encontrar la famosa llave de plata! ¡Hasta el rastreo que hicieron Luna y Artemis en el centro de comando falló; no encontraron nada en ninguna ciudad del planeta!”

“Quizás la llave no es necesaria.” Opinó Setsuna, aún algo sorprendida por la repentina visita de Usagi, ya que ella nunca la había visitado tan temprano en su trabajo.

“Eso no lo sé.” Dijo la joven Tsukino, “Pero me gustaría encontrarla, sólo por si acaso.”

“Me parece que hay otra razón además de esa.”

“¿Acaso es tan obvio? Bueno, si la hay. Los guardianes existen Setsuna, y no quiero tener que enfrentarlos si puedo evitarlo. Bastante tenemos ya con los parásitos.”

Setsuna reposó su barbilla en la palma de su mano y respiró profundamente, “Ven a verme mañana por la noche.” Le dijo a Usagi, “Entonces podré decirte dónde está lo que buscas.”

Poco después de su conversación con Usagi, Setsuna, ahora transformada en  Sailor Pluto, abandonaba la seguridad de la zona cercara a la puerta del tiempo y dirigía sus pasos hacia un camino oculto que sólo ella conocía: El peligroso sendero diamante que la llevaría al castillo de Kronos. La Sailor Scout no deseaba mucho ir a ese lugar debido a algo que había visto en una ocasión en las ‘ventanas’ que mostraban distintos periodos del tiempo. Lo que había visto Pluto lo mantuvo siempre en secreto; pues sabía que esos eventos que cambiarían su vida y su futuro sólo llegarían a suceder si ella visitaba otra vez a Kronos, algo que había evitado hacer durante siglos. Sin embargo, para ayudar a Usagi, Sailor Pluto tendría que enfrentar ese destino.

Mientras avanzaba por el inestable sendero, Pluto se obligó a concentrarse para evitar que las ráfagas de energía la sacaran del camino y la lanzaran al flujo del tiempo, en donde quedaría atrapada por toda la eternidad. No era fácil, la fuerza de las corrientes aumentaba y cada paso se volvía más difícil. Para cuando divisó el castillo de Kronos, Pluto tuvo que apoyarse en su báculo para poder avanzar; había llegado al punto donde la corriente, similar a un huracán, alcanzaba su mayor intensidad y un error sería fatal. Ya estaba en la etapa final; sólo un poco más y...¡Entonces sucedió, un brusco cambio en la corriente la hizo perder el equilibrio! Pluto sabía que era el fin, no tenía forma de apoyarse; pero cuando ya había perdido la esperanza de salvarse, una fuerte mano se cerró sobre la suya y la ayudó a recuperar el balance.

“Fue una suerte que estuviera por aquí.” Dijo el desconocido cuando Sailor Pluto fue capaz de sostenerse ella misma. El extraño resultó ser un hombre de más o menos la misma edad que ella, “¿Estas bien?” Preguntó él.

“Sí. Gracias por ayudarme.” Dijo la Sailor Scout luego de recuperar el aliento y estudiar con atención al joven, “No sé quién eres, pero te has ganado mi gratitud eterna.”

“La eternidad es demasiado tiempo para ofrecer.” Respondió él mientras guiaba a Pluto hasta el castillo, “El que me des las gracias es suficiente recompensa. Ahora dime, ¿Qué es lo que buscas en este lugar?”

“Deseo hablar con Kronos.” Dijo Pluto.

“Entonces vayamos a verlo.” Dijo el extraño, que se encogió y terminó transformado en un niño y le pidió que lo siguiera. Sailor Pluto lo hizo; y pronto llegaron a una sala enorme llena de grandes relojes. Al fondo del salón había una silla y detrás, una enorme ventana mostraba el flujo del tiempo.

“Kronos no está aquí.” Dijo la Sailor Scout un poco decepcionada.

“¡Claro que estoy aquí!” Respondió el niño, convirtiéndose en un elegante anciano.

“¡Kronos!” Exclamó Pluto, “¿Por qué? Pudiste ayudarme sin hacer todo esto.”

“No Sailor Scout, la mejor forma de salvarte fue usando un cuerpo joven; para recorrer este castillo no hay nada mejor que la energía de un niño y para responder preguntas, lo mejor es la sabiduría del anciano.” Explicó Kronos, “Ahora siéntate.” Ordenó, y uno de sus enormes relojes se convirtió en un cómodo sillón que flotó veloz hasta ella.

Cuando Pluto tomó asiento, preguntó, “¿Podrías ayudarme a encontrar...?”

“La llave de plata.” Terminó Kronos, “Tu princesa la necesita. ¿Me equivoco?”

“No Kronos, esa es la razón por la cual he venido a verte.”

“No debería ayudarte.” El padre del tiempo se acomodó en su silla, “Pero en fin; escucha con atención: Lo que buscas está en la tumba congelada de una reina del pasado. Tu princesa sabrá dónde buscar. Es todo lo que puedo decirte. Ya puedes retirarte.”

Pluto pensó que sería un buen momento para investigar si lo que había visto acerca de ella y Kronos pasaría o no; así que preguntó, “Kronos, quisiera saber si nosotros...”

“Ahora no es el momento adecuado.” La interrumpió, “Te acompañaré hasta la puerta del tiempo y regresarás a tu mundo.”

Sailor Pluto parpadeó un poco molesta, eso no era lo que quería. Pero daba igual, podría hablarle sobre eso mientras caminaban.

Algo después, Pluto y Kronos, de nuevo un hombre joven, se detuvieron frente a la puerta del tiempo. Sailor Pluto miraba a Kronos con curiosidad, pues aún no hablaba con él sobre el asunto que le interesaba y no podía posponerlo más, “Disculpa Kronos...”

“¿Qué deseas ahora Sailor Scout? Te he dado pistas sólidas sobre lo que deseabas saber. No puedo hacer más por tu princesa.”

“No era eso...yo...sólo quiero agradecerte de nuevo por tu ayuda.” Contestó Pluto un poco sorprendida por la energía que despidió Kronos al responder.

“No tienes por qué hacerlo Setsuna.” Dijo él mientras le sonreía, “Después de todo, ¿Qué clase de persona sería si no ayudo a la futura madre de mi hija?”

Antes de que Pluto pudiera decir algo, Kronos desapareció entre la niebla que rodeaba la puerta del tiempo, “Por Dios... entonces sí va a suceder...” Murmuró, y sin más, la Sailor Scout cayó de rodillas y no se movió de allí por horas, tratando de asimilar lo que Kronos acababa de decirle sobre su futuro.

***

Ami Mizuno caminaba por entre los libreros de la biblioteca empujando un carrito lleno de libros; ocupada acomodando aquellos que habían sido devueltos el día anterior. Mientras hacía esto, la joven se mantenía ajena a casi todo lo que la rodeaba, pues tenía muchas cosas en que pensar: El evento de esa noche, el nuevo ciclo escolar que estaba por comenzar, el fin de su servicio como voluntaria en la biblioteca, la situación con el nuevo enemigo que no parecía tener para cuando resolverse y finalmente; él y el hecho de que por varios días había estado pensando en él mucho más de lo que le parecía adecuado: Kuro Kizuko.

Ami terminó con su trabajo y llevó el carrito hasta su lugar. Ahora ya no tenía nada que hacer pues el señor Yamada se había encerrado en su oficina luego de asignarle sólo esa tarea. A Kuro lo habían enviado a leerle un cuento a los niños, por lo que Ami pensó que su compañero estaría muy aburrido en ese momento. Andando sin rumbo por la biblioteca, Ami llegó hasta la sección infantil y se detuvo sin entrar. Kuro estaba allí, sentado en una silla muy pequeña para él y sostenía en una mano un libro del que leía la leyenda de Kintaro del monte Ashiagra. Doce niños, todos de entre cuatro y seis años, miraban y escuchaban con atención. Kuro leía la parte de la historia que explicaba cómo Kintaro luchaba con los osos de la montaña. Esa era una de las partes favoritas de Ami; que siempre se reía al imaginar a Kintaro derribar un oso.

Mientras escuchaba, Ami sintió que la voz de Kuro la atrapaba y no la dejaba ir. Sin hacer ruido, se recargó en el umbral de la puerta para escuchar mejor y cuando Kuro le preguntó a los pequeños si querían saber cómo fue la primera pelea de Kintaro con un oso, se encontró diciendo que sí junto con los niños.

“¡Miren, tenemos un invitado!” Exclamó Kuro, “Saluden a la señorita Ami Mizuno, niños.”

“¡Hola Señorita Mizuno!” Dijeron los pequeños a coro.

“¿La dejamos sentarse con nosotros?” Preguntó el joven Kizuko, a lo que ningún niño se negó. “Los niños han hablado Ami. Puedes quedarte con nosotros si quieres.”

“¿No te molesta?.” Dijo Ami, no muy segura de aceptar la invitación.

“Al contrario, sería un honor que nos acompañaras.” Respondió Kuro, que entonces miró a los chicos y aplaudió para recuperar su atención, “Muy bien, continuemos nuestra historia.”

“¡Sí!” Pidieron los niños, y Ami aprovechó ese momento para sentarse.

Kuro hizo una mueca que hizo reír a los pequeños, “Perdónenme pero...” Dijo mientras ponía cara de confundido, “Se me olvidó en qué estábamos, ¿alguien se acuerda?”

Una pequeña de unos seis años levantó la mano, “Estaba por contarnos la lucha de Kintaro con el oso, señor Kizuko.”

“¡Es verdad!” Respondió Kuro, que se puso de pie en el centro del círculo formado por Ami y los niños, “Pongan atención, que sólo lo haré una vez.” Entonces, Kuro comenzó a representar la escena y, cuando estaba del lado derecho, pretendía ser Kintaro y al pasar al lado izquierdo, tomaba el papel del oso. La actuación fue una locura de voces, caras, gestos y palmoteos y no hubo ningún niño que no terminara riendo a carcajadas. Ami no pudo evitar unirse a las risas de los pequeños cuando Kuro actuó la caída del oso al ser derrotado por Kintaro.

Al terminar, Kuro hizo una reverencia, se sentó y retomó la historia, contando el resto de las aventuras de Kintaro y cuando llegó al final, todos los niños estuvieron satisfechos. Las madres de los pequeños ya estaban allí para llevarse a sus hijos cuando el cuento terminó; habían llegado mientras Kuro leía la última parte. El joven Kizuko entregó a los niños y se despidió de cada uno de ellos llamándolos por su nombre. Finalmente, cuando ya sólo quedaban él y Ami, Kuro revisó el salón de lectura infantil, parecía que un tornado lo había atravesado varias veces, “¿Me ayudarías a limpiar un poco Ami?”

“Será un placer, Kuro. Por cierto, ¿De dónde sacaste la idea de actuar esa parte de la historia?” Preguntó Ami mientras recogía unos crayones.

“De mi viejo orfanato.” Dijo él, “Una vez a la semana Misao y yo lo visitamos para jugar con los niños. Siendo honesto, ésta es la única manera en que yo puedo entretenerlos; lo bueno es que parece que también funcionó aquí.”

“Sí, funcionó bastante bien, todos los pequeños se divirtieron mucho con lo que hiciste.”

“¿Y qué piensas tú?”

“¡Pienso que ha sido lo más divertido que he visto en días!” Dijo Ami riendo de nuevo.

“Me alegra escucharlo.” Contestó él, “Me gusta más tu compañía cuando estás contenta.”

Las mejillas de Ami se sonrosaron, “¿Hablas en serio, Kuro?”

“Claro que sí. Pero volvamos al trabajo, ¿no?”

Ami ayudaba recogiendo las hojas de papel que los niños usaron para dibujar y al terminar las colocó en una caja. Mientras limpiaba sus manos, Ami miró al misterioso joven que la acompañaba. Kuro era un enigma para ella, pues a pesar de lo mucho que había mejorado su relación con él en las últimas semanas, aún había cosas de las que no habían hablado. No es que quisiera saber más sobre él. En verdad no era importante para ella, para nada. Pero... cuando Ami miró de nuevo a Kuro, un suspiro escapó de sus labios. La joven siguió mirándolo y cuando hicieron contacto visual, tuvo que bajar la mirada para ocultar que se había ruborizado de nuevo, lo cual no era algo que le pareciera muy adecuado, “Supongo que no estaría mal conocerlo un poco más.” Pensó Ami, aceptando al fin que sí le gustaba estar cerca de él... pero eso no significaba nada. Nada de nada. Ami suspiró de nuevo. De cualquier modo, no podía concederle más. Tenía que ocuparse de sus estudios y de sus obligaciones con las demás Sailor Scouts; pensar en  asuntos del corazón no le dejaría nada productivo.

Mientras acomodaba las pequeñas sillas, Kuro miró de nuevo a la estudiosa joven que lo acompañaba y que había ocupado muchos de sus pensamientos en los últimos días. Al contrario de lo que él creyó cuando la vio por primera vez un mes y medio atrás, Ami era en realidad una persona muy amable y, poco a poco, se había ganado su admiración. Había algo más aparte de la inteligencia y el dulce carácter de la joven Mizuno que Kuro debía admitir: Ami era una de las mujeres más bellas que había conocido. Kuro miró las suaves líneas que trazaban el lindo rostro de Ami para luego detenerse en la parte de ella que más le agradaba mirar: sus ojos, hermosos y brillantes como dos invaluables zafiros. “De verdad es muy bonita.” Pensó él, regresando a su trabajo y dejando de lado lo que pensaba para no hacerse castillos en el aire. Había muchas razones por las que Kuro no podía permitirse pensar en esas cosas.

El trabajo estuvo casi terminado antes de lo que ambos esperaban y ya sólo faltaba recoger un montón de libros desparramados por el suelo, “Es una lástima que no tengamos libreros aquí.” Dijo Kuro, hincándose para tomar un par de libros y llevarlos a su lugar, “A los niños no les gusta tener que sacarlos de las cajas.”

“Desafortunadamente no podemos hacer nada al respecto.” Respondió Ami. Pronto, casi todos los libros estaban en su lugar y sólo quedaban tres en el suelo, Ami y Kuro se arrodillaron y tomaron un libro cada uno. Sin pensarlo, los dos trataron de tomar el tercero al mismo tiempo. Sus manos se tocaron un breve instante y el tiempo pareció detenerse para los dos. Ami trataba de pensar en qué decir, pero cuando su mirada se encontró con la de él, sintió algo muy potente que la asustó y retiró su mano con tal rapidez que parecía que algo la había mordido. La joven Mizuno no sabía cómo explicarlo, pero el simple contacto de los dedos de Kuro sobre los suyos había mandado una sensación muy agradable por todo su brazo y ahora no tenía idea de qué hacer.

Kuro deseó tomar su mano y sentir su suave piel nuevamente, pero cuando notó lo nerviosa que estaba Ami, cambió de opinión, “Lo siento mucho.” Dijo mientras le pasaba el último libro, “¿Te he asustado?”

“No...está bien...” Contestó ella sin levantar la vista, “Sólo me tomaste por sorpresa, eso es todo...no te preocupes.. sólo déjame poner esto en su caja y así ya terminamos, ¿sí?”

Kuro asintió y un silencio incómodo se alzó entre ellos, “Ya es algo tarde.” Comentó sólo por decir algo, “Mejor vamos con el señor Yamada para preguntarle si podemos irnos.”

“Sí, creo que será lo mejor.” Dijo Ami.

El señor Yamada permitió que Ami y Kuro salieran temprano, ya que no había más trabajo que pudiera darles. Poco después, Ami acompañaba a Kuro a la estación del tren, pero ninguno hablaba mucho.

“Kuro, ¿te has dado cuenta que mañana termina?” dijo Ami, con un tono casi imperceptible de melancolía en su voz.

“¿Qué termina mañana?” Preguntó Kuro.

Ami suspiró, “Mañana es nuestro último día juntos como voluntarios en la biblioteca.”

“Lo había olvidado. Supongo que será difícil que nos veamos de nuevo después.”

Ninguno de los dos dijo nada y así, en silencio, llegaron hasta la escalera que bajaba al metro. “Espera Ami.” Llamó Kuro mientras buscaba en su mochila hasta que al fin sacó su cámara, “¿Ahora sí me darás permiso de tomar tu fotografía?”

La joven Mizuno se congeló, “¿Ahora?” Preguntó, “¿Aquí? ¿Pero, por qué?

“Porque hoy estás más bonita que de costumbre.” Dijo él, guiñándole un ojo en plan de juego, “¿Qué dices? No tardaré mucho.”

Ami no acertaba a reaccionar de ninguna forma. Se sentía desconcertada, pero tal vez él dijo la verdad. “Está bien. Pero sólo una.” Aceptó.

“¡Te aseguro que estará perfecta; te la mostraré mañana!” Kuro tomó la fotografía y se despidió; dejando a Ami confundida, con las mejillas sonrojadas de nuevo y con una muy familiar comezón en sus brazos y cuello. Mientras trataba de controlar el torrente de emociones que la asaltaba, Ami recordó que tenía que verse con su madre para ir a comprar el vestido de noche que usaría en la cena de ese mismo día. “¡Ay, no!” se quejó, “¡Llegaré tarde!” Dejando por el momento a un lado lo que acababa de pasar entre ella y Kuro, la joven se apresuró a encontrarse con su madre.

La señora Mizuno ya estaba en el lugar donde habían acordado para cuando Ami llegó. Ami estaba visiblemente cansada y era obvio que se había apresurado.

“Perdón por retrasarme mamá, tuve que acompañar a Kuro a la estación del metro.” Se disculpó Ami mientras subía al auto.

“¿Seguro que sólo fue eso?” Preguntó su madre.

“Claro que sólo fue eso, ¿por qué lo preguntas?”

“Te ha vuelto a dar urticaria.” Respondió la señora Mizuno al encender el auto, “Espero que logres controlar tus nervios para hoy en la noche; si sigues así, no podrás ir al evento.”

Ami no respondió y se hundió en su asiento.

***

Minako caminaba por el Centro Comercial Tokio; curioseaba por el segundo nivel, que estaba casi todo ocupado por un gran centro de juegos de video llamado Coin Land; estaba por alejarse del local, pero una potente voz que salió de las bocinas en la entrada llamó su atención. “¡ESCUCHEN!” Gritó un anunciador que apareció en una pantalla colocada fuera de Coin Land, “¿TIENES RITMO? ¿TE ATREVES A ENFRENTAR UN DESAFÍO? ¡PUES INSCRÍBETE A NUESTRO CONCURSO DE BAILE!! ¡EL GANADOR TENDRÁ EL DERECHO DE COMPETIR CONTRA EL CAMPEÓN DE DANCE MEGAMIX: EIJI OKAMURA!!”

La foto de Eiji Okamura apareció seguida de los premios para los primeros tres lugares y dos anuncios de Jumperade, la bebida que patrocinaba la competencia.

“Si entras al concurso, te aseguro que podrás llegar a la final.”

“¡Maestra Sara!” Exclamó Minako, “¿Qué hace usted aquí?” Sara estaba acompañada de Naru, y la joven Osaka estaba ocupada mirando con atención a todos y cada uno de los empleados del local de videojuegos.

Sara, quien estaba en el centro comercial con el único objetivo de investigar un rumor sobre Coin Land que había descubierto en una de las muchas noches que había dedicado a buscar y exterminar parásitos, tuvo una idea fantástica que le permitiría no solo tener a alguien de su equipo investigando la competencia, sino también promocionar su escuela de talento. “¿Sabes qué sería interesante, Minako?” Dijo Sara, “Verlas a ti y a Naru participar en el concurso. Ustedes dos tendrían altas posibilidades de ganar.”

 “Si me permite una palabra maestra Sara...” Dijo Naru, “No es necesario que yo participe.”

“¡Tonterías, ustedes son las mejores alumnas de mi escuela!” Exclamó Sara, “¡Es hora de que demuestren lo que aprendieron durante el curso!”

“Pero...” Naru se detuvo para no revelar que no quería competir contra Minako, “Está bien.” Dijo resignada, “Entraré al concurso, pero no le garantizo nada.”

“Con eso me basta. Esperen aquí, iré a pagar sus inscripciones.” Ordenó la maestra y se adelantó hasta el escritorio donde se anotaban los participantes.

“¿Crees que esto sea buena idea?” Le preguntó Naru a Minako.

“¡Claro que sí!” Respondió Minako, “El concurso servirá para probar nuestras lecciones de baile; ¡creo que será muy divertido!”

“Ojalá pudiera ser tan optimista como tú.” Respondió Naru, que ya se imaginaba lo que Sara estaba planeando que ella hiciera.

“Listo, asegúrense de estar aquí mañana a mediodía para que no las dejen fuera.” Dijo Sara visiblemente feliz con su idea.

“¡Aquí estaré!” Prometió Minako.

“Igual yo.” Dijo Naru, mucho menos entusiasmada que Minako.

“Perfecto, las veré mañana.” Aseguró Sara, que se despidió y dejó a las chicas solas.

Minako y Naru no conversaron mucho, pues Naru tenía que ir a recoger a su hermana a otro lugar y no tardó en marcharse.

Una vez sola, Minako salió de Coin Land y se dirigió a la zona de comedores para esperar a cierta persona. Poco después, la joven Aino se entretenía mirando pasar a la gente; pero no tardó en desear haber traído a Artemis con ella. Al menos así habría tenido con quien hablar.

“Supongo que no todo podía ser perfecto.” Murmuró Minako, “Ojalá que sí venga.”

Diez minutos más tarde, Wakagi Toshio apareció; luchando para abrirse paso entre la multitud. “¡Por favor discúlpame Minako!” Pidió él, inclinándose frente a ella sin atreverse a mover ni un dedo, “No era mi intención llegar tarde.”

“No estoy enojada contigo.” Respondió Minako, feliz de ver que no la habían dejado plantada, “¿Tuviste problemas mientras arreglabas tus asuntos?”

“Bastantes.” Contestó el joven Toshio, “No creí que arreglar mis datos personales que no coinciden con mi nueva juventud me tomaría toda la mañana.”

“Pero ya terminaste con todo lo que tenías pendiente, ¿no?” Preguntó Minako.

“Sólo falta mi título de abogado. Pero eso lo arreglaré después”

“Espera, si eres abogado, ¿por qué te volviste policía?” Quiso saber Minako.

“Por accidente.” Dijo Wakagi, “Algún día te contaré esa larga y aburrida historia.”

“No olvidaré que lo prometiste.”

“Yo tampoco. Pero por ahora, ¿qué tal si comenzamos nuestra cita?” Preguntó Wakagi.

“Me encantaría.” Respondió ella, tomando la mano que él le ofrecía.

El centro comercial Tokio estaba lleno y los empleados atendían lo mejor posible a los clientes que entraban y salían. “¡Hay mucha gente!” Se quejó Wakagi.

“Es día de apertura.” Contestó ella, apretando la mano de su pareja para evitar que el torrente de personas los separara. Acercándose más a él, Minako se tomó de su brazo y así siguieron hasta llegar al tercer piso, que era en donde estaban los cines.

“¿Qué película quieres ver?” Preguntó el detective.

Minako leyó la cartelera y se decidió de inmediato, “Entremos a la sala ocho.”

“¿El castillo en el cielo?” Preguntó Wakagi, sorprendido de que Minako deseara ver esa película de anime, “¿Estás segura?”

“¡Por supuesto, la película es bastante buena! ¿no podemos entrar?”

“Claro que podemos entrar.” Respondió él, “Hace años que no veo anime en el cine.”

***

“¡Este vestido se te vería fantástico!”

Una linda joven de ojos azul profundo como el mar examinó la prenda en cuestión, “El escote es muy atrevido, ¿no mamá?” Dijo Ami, pensando que no podría usarlo frente a él.

La madre de Ami tomó de nuevo el vestido y no entendió por qué su hija se quejaba del escote, pues no era en verdad nada pronunciado y ni siquiera era revelador. La mujer no insistió, “Bueno, con este ya son diez vestidos de noche que rechazas, Ami. ¿Prefieres que vayamos a otra tienda?”

“No es necesario, estoy segura de poder encontrar algo aquí.” Dijo Ami, apenada por no poder decidirse, pero el pensar que Kuro estaría en la cena y la vería con alguno de esos vestidos no le permitía elegir, pues a todos les encontraba defectos. Afortunadamente; ya se había calmado y la urticaria se había desvanecido casi por completo, “Perdón mamá, pero en realidad no sé cuál me convendría llevar.”

“Debes escoger alguno pronto.” Exigió la señora Mizuno, masajeándose las sienes.

Ami miró de un lado a otro, buscando algo adecuado y, finalmente, lo logró: Era un vestido blanco, de corte muy elegante y sin mangas. El vestido le dejaría los brazos y hombros desnudos; pero fuera de eso, no revelaría mucho de su pecho y sólo un poco de su espalda. Sí, ése vestido era el adecuado para ella, “Creo que me llevaré el que está allá.”

La madre de Ami tomó el vestido que su hija mencionaba y lo estudió un poco, “No está nada mal. Me parece que te quedará muy bien ya que lo lleves puesto.” Dijo la señora Mizuno más entusiasmada, “Ven, preguntemos si tienen este modelo en tu talla.”

Ya en el probador, mientras se medía el vestido, Ami intentó convencerse de que el evento de esa noche no sería una experiencia tan mala como pensaba. La verdad era que sentía pánico sólo de pensar en quedar expuesta ante toda la gente importante que asistiría a la cena de los laboratorios Kenkoutai y, en especial, temía hacer o decir alguna tontería si llegaba a encontrarse con Kuro en un evento como ese. Eso la preocupaba un poco, pero cuando terminó de ponerse el vestido y se miró en el espejo de cuerpo entero, Ami se dio cuenta que se veía bastante bien, lo cual le hizo recuperar una parte de su confianza.

Mientras examinaba cómo le quedaba el vestido, Ami se preguntó qué pensaría Kuro al verla. La idea le llegó de repente y trató de apartarla; lo último que necesitaba era pensar en algo que la pusiera nerviosa, pero no podía evitar preguntarse qué diría él cuando la viera esa noche en la cena llevando ese vestido y eso se debía a que...

“¿Estás bien allí adentro hija?”

Ami parpadeó y regresó a la realidad, “Sí mamá, ya terminé de probarme el vestido y me queda bien; ahora salgo, sólo debo quitármelo y...”

“Espera, al menos déjame entrar a ver cómo te ha quedado.” Respondió la señora Mizuno y sin más, entró al vestidor, “¡Válgame!” Dijo sonriendo, “¡Creo que tendré que pasarme la cena cuidándote, hija! ¡Te ves fantástica!”

Ami se limitó a sonreír débilmente, “Gracias mamá.”

“Cámbiate de ropa para ir a pagarlo.” Indicó su madre.

En el camino a las cajas, la joven Mizuno divisó una botella de Aquarius; luego de dudar un momento, Ami tomó el perfume, planeando pagarlo con su propio dinero.

“¿No tenías pensado usar el mismo que yo?” Preguntó su madre.

“Sí, pero creo que el Aquarius es mejor.” Respondió Ami tímidamente, “Puedo devolverlo si eso quieres, no hay problema.”

“No, está bien.” Respondió la señora Mizuno.

Ami se alegró de poder conservar el perfume. Tenía pensado usarlo esa noche; y no lo hacía por lo que había dicho Kuro sobre que el Aquarius la hacía brillar. Claro que no, eso no tenía nada que ver...Ami simplemente lo había comprado porque ya no tenía perfume y necesitaba uno nuevo. Sí, eso era. O al menos, es lo que Ami se dijo a sí misma durante las siguientes cuatro horas.

***

La película había terminado y Minako y Wakagi habían decidido salir de la bulliciosa plaza comercial para encontrar un lugar más tranquilo, el cual resultó ser una fuente de sodas. Wakagi observaba a Minako y se sentía muy feliz con su compañía. Minako era una muchacha muy alegre y bonita; y aún tenía problemas para creer que aceptara a salir con él.

En ese momento, Mina estaba ocupada comiendo un helado de fresa; al levantar la mirada y  darse cuenta que él la observaba, ella sonrió y le ofreció un poco de su postre.

La joven Aino estaba muy a gusto en ese lugar, y al mirar la sonrisa del detective, su mente trajo el recuerdo del inocente beso que le había dado aquella ocasión ya varios años atrás.

“¿Qué es lo que sucede?” Dijo Wakagi luego de aceptar un poco de helado, “Te has puesto muy distante de repente.” 

Minako dudó un momento y esta vez sus ojos se detuvieron más largamente en los de Wakagi, “No es nada, sólo pensaba.”

“¿Puedo preguntar en qué?”

“Oh, en muchas cosas.” Dijo ella, “Cosas que seguramente no recuerdas ya.”

“¿Cómo estás tan segura? Mi memoria se ha recuperado casi totalmente.”

“¿Qué recuerdas de Sakurada?” Comentó ella luego de un momento.

“Para empezar, recuerdo sus vestidos rojos del mismo tono que su cabello, y no he olvidado sus abanicos, ¿recuerdas cómo solía comportarse cuando estabas cerca?”

“Desde luego.” Respondió Minako, que se enderezó, inclinó la mano como si sostuviera un abanico y levantó las cejas, “¡Por favor acepta la oferta!” Imitó, “¡Sailor V será una maravilla si se une a la policía!”

La risa de Wakagi se desparramó por todo el local. Varias personas se volvieron un segundo para mirarlo, “¡Perfecto! ¡Sólo que a mí solía amenazarme con enviarme a Rusia otra vez si no te convencía de trabajar con nosotros!”

Minako sonrió ampliamente, divertida al recordar esas cosas.

“Oye.” Dijeron ambos a coro, “¿Te acuerdas de...?”

Los dos se miraron, y otra vez los demás clientes se giraron para mirarlos al oír estallar las risas. Hasta la mesera, acostumbrada al escándalo, los miró con curiosidad.

Hablaron durante mucho tiempo antes de que salieran de la fuente de sodas y siguieran caminando juntos. La pareja caminó hasta que llegaron hasta un puente cercano a la casa de Minako, el cual subieron y se detuvieron a la mitad para poder observar pasar el tráfico debajo. El puente estaba vacío y la brisa del atardecer se deslizaba suavemente alrededor de ellos. Minako recargó los codos en el barandal. Wakagi se acercó a ella y pasó su brazo por su espalda, abrazándola con cuidado a la altura de la cadera.

“Me gustas, Wakagi. Me gustas mucho.” Dijo Minako mientras apoyaba su cabeza en su pecho. Minako temió haberse apresurado, pero de verdad necesitaba saber qué sentía él.

“Tú también me gustas mucho Minako;  y la verdad es que...me he enamorando de ti.”

Minako se enjugó una lágrima que se había deslizado por su mejilla.

“¿Estás bien?” Preguntó el detective, “¿Minako?”

“Sí. Estoy feliz. Al fin me has dicho esas palabras Wakagi...tal vez soy una tonta, pero he esperado escuchar eso desde que tenía trece años.” Dijo ella en voz baja, “Porque yo he estado enamorada de ti desde entonces.”

“Lamento haberme tardado tanto princesa; pero ahora que sé lo que siento por ti, ya no te dejaré sola nunca más.”

La joven Aino cerró el abrazo y murmuró, “Es extraño, todo esto es casi como... no sé, como una de esas viejas películas románticas...”

“Si es así; entonces ésta es una excelente película.” Wakagi la miró de nuevo y Minako le pareció más hermosa que antes, “¿Supongo que ahora es cuando debo besarte?”

“Sí, querido.” Asintió con seriedad Minako, “Creo que eso es lo más adecuado.

Wakagi se acercó y, con un lento movimiento, se inclinó para apoyar sus labios en los de Minako y no hizo el menor intento de hacer más profundo el beso. Sus labios eran suaves sobre los de ella, y poco a poco el contacto se hizo más y más íntimo, permitiendo que el calor de ambos se mezclara.

Minako sintió el leve movimiento de parte de Wakagi que convirtió el beso en algo nuevo,  algo que subía y bajaba, que era gentil y a la vez firme. “Esto es maravilloso.” Pensó Minako ante la nueva y envolvente sensación; la idea despertó en ella una emoción que la sorprendió ligeramente y la llevó a interrumpir el beso antes de que alguno de los dos decidiera llevarlo más lejos.

“...Fue perfecto Minako...” Suspiró Wakagi, sus ojos aún entrecerrados.

“...Sí...sí lo fue...” Murmuró ella, saboreando el hermoso beso que había compartido con su detective.

“¿Puedo pedirte algo, Wakagi?” Preguntó Minako, “Entraré a un concurso de baile en el centro comercial y me sentiría mejor si estás allí apoyándome. ¿Aceptarías ir a verme?” 

“Claro que sí, será un placer estar allí para ti, princesa.”

Minako se alegró, “Te lo agradezco, el concurso será a las doce, ¿sí puedes a esa hora?”

“Sí, tengo libre el mediodía. Y, ya que mencionaste la hora, creo que te llevaré a tu casa. Se hace algo tarde y no quiero problemas con tus padres en nuestra primera cita.”

Ella se limitó a darle una palmada en el pecho, “Está bien. Vayamos allá.”

“¿Prometes ir a verme mañana?” Preguntó ella cuando estuvieron a la puerta de su casa.

Wakagi le besó la punta de la nariz, “Te lo prometo. Nada impedirá que mañana antes del mediodía esté en el centro comercial.”

Minako le tomó la mano y sonrió, “Gracias Wakagi, esto es muy importante para mí.”

“No te preocupes, estaré puntual animándote. Hasta mañana.”

“Hasta mañana entonces.” Dijo Minako y caminó hasta su puerta, para después volverse y despedirse con la mano mientras él se alejaba. Esperó hasta que doblara la esquina y entró a su casa. No se sorprendió de que sus padres no estuvieran, ya que ha esa hora aún estaban ocupados en el restaurante de la familia ubicado a espaldas de la casa. Ya en su habitación, Minako se dejó caer en su cama, una enorme y cálida sonrisa adornando su lindo rostro.

“Imagino que te fue bien en tu cita, ¿no?” Comentó Artemis desde la cabecera.

Minako abrazó al gato, “¿Bien? Mi querido Artemis, ¡Fue un éxito!”

***

Ami Mizuno miraba por su ventana y trataba de darse confianza; su urticaria ya había desaparecido, pero aún estaba nerviosa. En la otra habitación, su madre estaba terminando de arreglarse. Ami ya estaba lista; el vestido que había comprado esa tarde le quedaba perfecto, y su mamá se lo había dicho. Pero eso no le hacía las cosas más fáciles.

*Knock* *Knock*

“Ami, el doctor Tanoshii ya está aquí; es hora de irnos.”

“Ahora voy mamá.” Ami suspiró, tomó su bolso y caminó a la puerta de su recamara, pero se detuvo de repente, casi lo olvidaba: El Aquarius. Ami regresó hasta su cómoda, tomó la botella de perfume y se roció un poco.

El doctor Tanoshii estaba muy serio; no hacía bromas como de costumbre y su único comentario memorable había sido el halago a la apariencia de las dos bellas damas que lo acompañarían esa noche a la cena de los laboratorios Kenkoutai

“Bien, aquí estamos, en el hotel Hallmark.” Anunció Tanoshii, “Justo a las 8:00 en punto.”

Ami nunca había estado antes en el Hallmark, el hotel más fino y caro de la ciudad; sus quince pisos eran en verdad imponentes. Una vez dentro, Ami tuvo que aceptar que la decoración de la recepción y la sala principal era extraordinaria.

Su madre, que iba unos pasos adelante junto a Tanoshii, se detuvo y esperó a que la alcanzara en el área de ascensores, “El evento es en el salón del octavo piso.” Avisó ella.

“Espero que no se prolongue demasiado.” Dijo Ami, no muy entusiasmada, “Mañana es mi último día de voluntaria en la biblioteca y no quiero llegar tarde.”

Mientras esperaban el ascensor, la madre de Ami y el doctor Tanoshii conversaron sobre el trabajo en el hospital, para después pasar a sus impresiones del nuevo antibiótico; la madre de Ami estaba bastante interesada en su desempeño en el mercado. Tanoshii simplemente asentía, él también estaba interesado en lo mismo. Ami escuchaba todo con atención. Había leído las especificaciones del antibiótico en una revista médica y le parecía difícil de creer que no causara efectos secundarios, iba a comentar algo, pero el elevador llegó y decidió guardar silencio. Mientras subían, Ami mantuvo sus ojos cerrados; intentaba respirar de manera calmada y profunda para combatir los nervios. Pero fue inútil, pues pronto se sorprendió pensando en él de nuevo, “Kuro, ¿Por qué no sales de mi mente?” Se preguntó.

“Ya llegamos.” Anuncio su madre, “No estés nerviosa hija, lo más seguro es que pases todo el evento sentada con nosotros.” Poco después, los tres entraban en un amplio salón.

Ami recorrió con la vista el lugar: había allí una veintena de mesas cubiertas con manteles blancos y adornadas con un hermoso cisne de cristal colocado en  una canasta de flores como centro de mesa. La mayoría de las mesas ya estaba ocupada y las personas eran atendidas por alrededor de cincuenta meseros. A la izquierda, hasta el fondo del salón, se elevaba una elegante plataforma en la que se había colocado un podio. Al otro extremo, un grupo de músicos se ocupaban en tocar una pieza muy agradable. Al fondo, el salón se habría en una amplia terraza.

“No te impresiones demasiado.” Le aconsejó su madre, “Los Morino siempre hacen esto.”

“¿Los dueños de los laboratorios Kenkoutai?” Preguntó Ami.

“Exacto. Les encanta exagerar.” Explicó la madre de Ami mientras le permitía a Tanoshii que la llevara a ella y a su hija hasta su mesa, “Si quieres mi opinión...” Continuó, ahora en voz baja, “Es de muy mal gusto que sean tan ostentosos.”

Ami estaba totalmente de acuerdo con su madre en este asunto.

Una vez en la mesa, Ami tomó el lugar entre su madre y el doctor Tanoshii. “Tu madre dijo la verdad.” Dijo Tanoshii mientras miraba los cubiertos, “Los Morino son muy ostentosos y algo presumidos.”

“¿Pero qué esto no es tirar el dinero?” Preguntó Ami.

“Los Morino tienen dinero como para quemar.” Respondió su madre, “Pero tienes razón, es una lástima que lo tiren en esto.”

“Podríamos no haber asistido para no formar parte de esto.” Dijo Ami.

“Los Morino no aceptan de buen modo ser defraudados.” Explicó la mamá de Ami, “Es por eso que recogieron los boletos en la entrada, para saber quién asistió o no.”

“El lado bueno es la comida, siempre es cocina de primer nivel.” Opinó Tanoshii.

“¿Y quieres que conozca a esta gente?” Peguntó Ami en voz baja.

“¿Por qué no? Izumi Morino es un chico inteligente. No te traje para que lo invites a salir. Pero pensé que sería mejor que lo conocieras.” Respondió su madre mientras leía la etiqueta del licor que había en la mesa, “Además, si vas a ser médico y a relacionarte con los laboratorios Kenkoutai; tendrás que aprender a enfrentar a ricos locos como los Morino de vez en cuando. Tómalo como un entrenamiento. Y por lo que veo allá...” Dijo la señora Mizuno apuntando a una mesa cercana, “...Tal vez no sea tan mala experiencia para ti después de todo.”

Ami miró en la dirección que su madre apuntaba y se encontró con Kuro, sentado junto a su hermana y un hombre de alrededor de sesenta años que Ami imaginó era el abuelo. Kuro, que tenía cara de estar aburridísimo, llevaba un traje negro, camisa blanca y una corbata carmesí; extrañamente, Kuro no usaba sus lentes de contacto verdes y en lugar de eso había llevado un par de lentes normales que dejaban ver el color negro de sus ojos. Ami sonrió al recordar cuando pensaba que Kuro tenía ojos color esmeralda. Sentada al lado de su hermano, Misao llevaba un elegante vestido color hueso que resaltaba su vívido y rojo cabello; la joven Kizuko parecía estar de muy buen humor. El abuelo, sentado junto a su nieta, llevaba un traje gris claro y se mantenía ocupado conversando con otra persona.

“¿No irás a saludarlo?” Preguntó su madre, “Su mesa no está tan lejos de la nuestra.”

Ami no pudo responder, pues el doctor Tanoshii les pidió que guardaran silencio, ya que su anfitrión estaba por iniciar su discurso.

El doctor Morino, un hombre bajito, flaco y ligeramente calvo, se acercó al podio, subió un escalón y saludó a los invitados. Les agradeció haber asistido a la cena y luego de dar una breve introducción, cedió el micrófono a su hijo: Izumi Morino. El joven Morino, un muchacho de unos dieciséis años y el vivo retrato de su padre, subió al podio entre aplausos y luego de saludar; comenzó su discurso, explicando en detalle cómo se desarrolló el nuevo antibiótico, a lo que siguió un largo etcétera sobre las cualidades del medicamento.

Cuarenta minutos después; Ami ya estaba aburrida y se arriesgó a mirar hacia la mesa de Kuro. Misao se veía tan aburrida come ella; el abuelo fingía interés y Kuro estaba haciendo origami con las servilletas. Ami entonces miró a su madre, era fácil ver que había miles de cosas que hubiera preferido hacer en ese momento. Tanoshii estaba igual, fingiendo poner atención. Al fin, Izumi terminó y cuando bajó del podio, la cena fue servida.

“¿Qué te parece, Ami?” Comentó su madre cuando por fin les sirvieron algo de comer.

“Huele muy bien.” Dijo ella, apreciando el aroma de la crema de espárragos con la que se abrió el menú de la noche.

“Espera a probarlo. Te aseguro que no lo olvidarás.” Prometió Tanoshii.

Mientras los invitados comían, los músicos comenzaron su repertorio con una pieza tranquila y agradable que Ami disfrutó bastante. El platillo principal, que consistía en verduras al ajonjolí acompañadas con un corte de lomo de cordero en salsa de hongos, fue bastante bueno y Ami tuvo que admitir que Tanoshii había tenido razón: La comida sí era de primer nivel. El postre, helado frito con frutas, fue también excelente y Ami estaba segura que Usagi y Minako lo habrían apreciado enormemente. Cuando la cena terminó, los invitados se concentraron en conversar y beber una copa de vino. Los Morino visitaban todas las mesas que podían, con  resultados más negativos que positivos. Algunas personas se habían levantado para estirar las piernas y conversar. Ami, que no tenía mucho que agregar a la plática de su madre y el doctor Tanoshii, pidió permiso para levantarse un poco.

La joven caminó por las orillas del salón tratando de pasar desapercibida, pero...

“¡Hola Ami!” Exclamó Misao Kizuko, “¡Me da gusto verte aquí!”

“Hola.” Respondió Ami, esperando que Kuro no se acercara de repente, “¿Cómo estás?”

“Bastante bien.” Dijo ella mirándola con atención, “Veo que escogiste un Vertuonse.”

“¿Acaso me veo mal?” Preguntó Ami al pensar que la marca de su vestido no era la adecuada para la ocasión, “Pero yo estaba segura que...”

“¡Cálmate Ami! Si te ves casi tan espléndida como yo.” Bromeó la joven Kizuko, riendo un poco y posando para mostrar su bella figura, “Ese vestido te queda perfecto.”

“Te lo agradezco.” Dijo Ami, “Por cierto...”

“¿Sí? ¿Qué pasa?” Preguntó Misao, “Si buscas a Kuro, lo vi salir a la terraza hace poco.”

“...Gracias, pero no es eso lo que quería.”

“No pareces muy segura, ¿sabes?” Interrumpió Misao. “Bueno, como quieras. Ahora si me disculpas, iré a saludar al doctor Yamashiro, tal vez hoy sí consiga que me invite a salir.”

“Adelante.” Respondió Ami, mirando cómo Misao se acercaba a un guapo joven de cabello castaño y comenzaba a hablar con él, “Se tiene mucha confianza.” Pensó.

Olvidando a Misao, Ami miró detrás suyo, hacia la salida a la terraza. Dio un paso en esa dirección, pero se detuvo al encontrarse con Izumi Morino, “Gusto en conocerte.” Saludó ella, “Me llamo Mizuno Ami.”

“Hola.” Respondió él luego de pasar un canapé, “¿Qué pasa? YO estoy ocupado ahora.”

“Tu nuevo antibiótico es increíble, felicidades por haberlo desarrollado. ¿Podría preguntar en qué consiste?” Insistió Ami, más que nada por cortesía.

“Sí, pero es secreto industrial.” Dijo Izumi, que entonces tomó una voz bastante pedante y presumida, “De cualquier modo, YO no creo que puedas entender cómo lo desarrollé aunque te lo explicara. Verás, el procedimiento es muy complicado y sólo un genio como YO pudo haberlo descubierto. Pienso que la gente no debería de sorprenderse, si mi IQ es de poco más de cuatrocientos, ¿no debería ser normal entonces que YO pudiera lograr ese triunfo médico? Porque debes saber que sólo YO podría haber hecho esto. Y fue algo muy simple en verdad: YO estaba un día en mi casa pensando que ya era hora de que alguien creara un antibiótico de especial y me di cuenta que sólo YO, que soy alguien...”

¿Bastante presumido? Pensó Ami mientras Izumi se alababa, “Esto es muy interesante, pero creo que necesito salir a respirar un poco.” Dijo en la primera oportunidad.

“...YO me di cuenta que YO era el más adecuado para ser el presidente de la clase, porque YO tengo la inteligencia, YO...¿qué? Ya entiendo, de seguro estar con alguien tan superior a ti como lo soy YO debe ser difícil, tal vez YO uso palabras muy complicadas. Adelante, YO estaré por aquí si quieres hablar.” Izumi entonces le dio la espalda, tomó unos canapés de una charola y se alejó.

Ami respiró profundo y se dirigió a la terraza, escuchar el monólogo de Izumi había sido agotador y le vendría bien un poco de aire fresco. Cuando salió, fue recibida por las luces de la ciudad, el cielo lleno de estrellas y por la luna que esparcía su plateado resplandor por el firmamento. Al fondo de la terraza, debajo de una de las lámparas que alumbraban el lugar y recargado en el barandal estaba Kuro, jugando con sus lentes y al parecer ajeno a todo. Ami se acercó, aún faltaba algo para que el evento terminara y no quería arriesgarse a otra ‘conversación’ con Izumi. “Hola Kuro. Buenas noches.”

Kuro se giró para mirarla, “Me alegra verte Ami, es lo mejor que me ha pasado esta noche.”

“Gracias.” Dijo ella, “¿Te pasa algo? Eres la única persona fuera del salón.”

“Ya no.” Respondió él con una sonrisa mientras guardaba sus lentes, “Ahora somos dos.”

“Eso es cierto.” Ami sonrió discretamente, “¿Disfrutas la velada?”

“Como si fuera posible.” Respondió Kuro, “Esto es una gran farsa, lo único rescatable es el antibiótico que desarrolló Izumi. Todo lo demás es un desperdicio de dinero.”

“¿Tú piensas lo mismo?” Preguntó Ami.

“¿Qué otra cosa podría pensar?” Kuro se mostró triste, “Lo que se ha gastado esta noche habría servido para alimentar una semana a todos los niños de mi antiguo orfanato. Es una lástima que los Morino hagan esto en vez de donar su dinero a una buena causa.”

Ami se acercó a él y se detuvo a su lado, “Estoy de acuerdo, una obra de caridad les daría más publicidad que este evento ”

Kuro y Ami conversaron un poco sobre la cena y otras cosas sin importancia y Ami descubrió que no estaba tan nerviosa como había temido, “No me has dicho qué hacías aquí afuera.” Dijo Ami para cambiar un poco de tema.

“¿Quieres que te diga la verdad?” Preguntó Kuro, acercándose un poco a ella.

Ami lo miró algo intrigada, “Sí, la verdad es siempre lo mejor.”

“Muy bien.” Kuro respiró profundamente, “Pensaba en ti, Ami. Pensaba en que después de mañana ya no nos veremos más.”

“¿Por qué pensarías en algo así?” Preguntó Ami, su corazón latiendo un poco más de prisa.

“Porque no quiero que nos separemos.” Confesó Kuro, “Me harías mucha falta Ami. Pero entiendo si tú piensas lo contrario.”

Ami dudó y guardó silencio, ¿debía decirle que ella también lo extrañaría mucho?

“Ami yo...” Kuro se interrumpió, “...Estoy diciendo tonterías, no me hagas caso.”

“No son tonterías Kuro. Termina lo que ibas a decir, por favor.”

“Sólo iba a decirte que el perfume que has usado esta noche es el complemento perfecto para ti, y que ese vestido te queda maravilloso.” Kuro pasó saliva, “Ami quiero decirte que...tú eres la mujer más hermosa que he conocido.”

La joven Mizuno volvió a guardar silencio. En el fondo, sabía que esas eran las palabras que deseaba escuchar; y ahora que él las había dicho, no sabía como debía responder. Si tan sólo fuera más fácil...si no tuviera que atender a otras obligaciones...si ella pudiera saber con exactitud qué era lo que sentía por él; si pudiera saberlo, entonces ella podría...

El silencio de Ami era terrible para él, pues no sabía si estaba molesta o no por lo que acababa de decirle; pero no podría saberlo si no intentaba obtener una respuesta. Conteniendo la respiración, acarició el rostro de Ami con el dorso de su mano derecha. “Ami, si te ofendí con lo que acabo de decirte, perdóname.” Dijo Kuro, su voz sólo un suspiro, “Pero no puedo evitar tener estos sentimientos por ti,  simplemente no puedo.”

La joven Mizuno tomó lentamente la mano de Kuro con la suya, la mantuvo sobre su mejilla un instante y después, entrelazó sus dedos con los de él. Ami posó sus ojos en los de Kuro y lo que sintió al hacerlo le causó miedo. Miedo porque al mirar en la profundidad de sus ojos, Ami había descubierto qué era lo que ella sentía por él. Miedo porque eso no era algo que debería sentir por él. Miedo porque era algo que Ami no había planeado.

“¿Qué ha pasado con nosotros, Kuro?” Preguntó Ami, su voz temblaba y su mano se cerraba con fuerza sobre la de él, “No se suponía que esto sucediera. Nunca pensé que pudiera sentir algo así...no...no sé que hacer...”

“Sólo déjate llevar Ami.” Le murmuró él al oído, abrazándola con lentitud, “Sólo déjate llevar por lo que sientes por mí.”

Ami aceptó su abrazo y cerró los ojos, olvidándose momentáneamente de todo, permitiendo que el calor de sus brazos la mantuviera segura y a salvo de todos sus miedos. Esos miedos que en ese momento, estando junto a él, parecían tan lejanos. ¿Acaso esto era lo que Usagi sentía cuando Mamoru la abrazaba de esta manera? Usagi. Sailor Moon. La princesa que debía proteger sobre todas las cosas. Ami se separó de Kuro y lo miró con tristeza. No podían seguir.

“Kuro, será mejor que esto quede aquí.” Dijo ella sin volver a mirarlo, ya que si lo hacía, no sabía si podría resistir el deseo de abrazarlo de nuevo y regresar a la cálida seguridad de sus brazos, “Los dos tenemos cosas que hacer y no podemos dejar a un lado nuestras responsabilidades...yo... perdóname, no puedo explicarte por qué debe ser así.”

Kuro dejó que Ami se alejara y escuchó lo que decía. Tenía razón. Había cosas que tenían que hacerse y hasta que no estuvieran terminadas, él no podía permitirse pensar en otra cosa; sin importar cuánto deseara lo contrario.

“No tienes que explicar nada. Supongo que es mejor que seamos sólo amigos.” Respondió Kuro, seguro de que ella no cambiaría de opinión.

Ami desvió la mirada hacia la ciudad, esas palabras le dolieron un poco, pues en lo más profundo de su corazón, deseaba que Kuro la convenciera de seguir adelante.

“Sí. Es mejor que sólo seamos amigos... siempre amigos, ¿no es así?” Dijo en voz baja. Todo había terminado antes de empezar, pero quizás era lo mejor para ambos.

Kuro no respondió y miró hacia el salón; Había sentido algo. Algo muy extraño que ella no había percibido, ¿pero cómo podría? Ella era una mujer normal.

“¿Pasa algo en el salón?” Preguntó Ami, siguiendo la mirada del joven Kizuko.

Kuro tomó suavemente a Ami por los hombros y ella no se resistió, pero pudo ver la duda en su rostro. Kuro la soltó y la llevó hacia una larga banca, en donde le pidió que se sentara.

“¿Qué sucede?” Quiso saber Ami, un poco de esperanza renaciendo en ella, ¿acaso sí trataría de hacerla cambiar de opinión?

“No te preocupes, no sucede nada malo.” Respondió él y comenzó a acariciar sus hombros con lentitud, “Dime, ¿Tienes sueño?”

“¿Sueño? No. Bueno sí, un poco.” Dijo Ami, que entonces bostezó profundamente, eso era extraño; un segundo antes no se había sentido así, pero ahora no tendría problemas para dormir un rato. Kuro ahora acariciaba sus brazos; su toque era suave y ligero, casi como si sus dedos fueran delicadas plumas de cisne. Ami se sentía en paz y sin darse cuenta, sus ojos se cerraron y un sueño tranquilo y profundo se apoderó de ella.

Kuro acostó a Ami en la banca, la cubrió con su saco y la besó en la frente, “Duerme tranquila mi querida Ami. Todo estará normal cuando despiertes.” Murmuró mientras se ponía de pie. Dedicándole una última mirada a la bella joven de la que se había enamorado, Kuro Kizuko regresó al salón de eventos, en donde la cena de los Morino había dado un giro definitivamente para peor.......

“Ami...Ami....¡Despierta!”

La joven Mizuno abrió lentamente los ojos, parpadeó y estiró los brazos.

“Ami, ¿porqué te quedaste dormida aquí?” Preguntó la señora Mizuno, “Si ya querías irte, deberías habernos dicho.”

“No recuerdo haberme dormido.” Dijo Ami levantándose, descubriendo que la cubría el saco del joven Kizuko, “¿Dónde está Kuro?”

“El y su familia ya se fueron.” Respondió la señora Mizuno, “Fue amable al cubrirte con su saco, está algo fresco aquí afuera.”

Mirando hacia el salón, Ami pudo darse cuenta de que los meseros ya estaban recogiendo las mesas, “Pero, ¿qué hora es?”

“Las dos de la mañana.” Respondió la señora Mizuno.

Ami no podía creerlo, ¿había dormido casi dos horas? Cuando habló con Kuro apenas estaba por dar la medianoche, “¿En serio es tan tarde?”

“Sí, la reunión terminó hace poco.” Dijo la mamá de Ami, “Ven, ya es hora de irse.”

“...Sí, está bien.” Respondió Ami levantándose y envolviéndose con el saco de Kuro. La joven estaba confundida, “Oye mamá, ¿qué han estado haciendo?” Preguntó mientras atravesaban el salón de eventos, que estaba bastante desordenado.

La señora Mizuno y el doctor Tanoshii se detuvieron un momento, “Pues hablar, supongo. No recuerdo bien las últimas dos horas de la cena, ¿no es de lo más raro?” Dijo la mamá de Ami, “Es como si hubiera estado dormida, o algo.”

Mas tarde, Ami Mizuno se revolvía inquieta entre sus sábanas. No podía quitarse de la cabeza la idea de que se había perdido de algo; si tan sólo no se hubiera quedado dormida. Pero en fin, ya no podía hacer nada. De cualquier modo, le había pasado algo que hacía que no le molestara no saber que pasó durante las dos horas que había dormido. La joven Mizuno se sentó, encendió la lámpara de su mesita de noche y miró el saco negro que colgaba en la perilla de la puerta. Sí, su responsabilidad como Sailor Scout no le permitiría llevar las cosas más adelante con Kuro. Pero no importaba, pues al fin había podido experimentar por sí misma lo que Usagi sentía al estar junto a Mamoru. Ami se recostó de nuevo y posó sus manos sobre su pecho para sentir los latidos de su corazón. Cerrando los ojos, se preparó para dormirse, “Tal vez algún día Kuro...” Murmuró Ami antes de caer dormida, “...Podré decirte lo que hay en mi corazón.”

***

“¡Maestro Sarnath!”

Sarnath se levantó de su cama y recibió al tercer general de los parásitos, el horrible Mongoro, encargado de las dos colmenas de América. Mongoro era una masa grasosa con forma humana, sin cabeza, con una boca de dientes podridos a la mitad del pecho y ojos en las palmas de las manos. Era el general que Sarnath detestaba más de los cuatro; afortunadamente, Reptylet y Tarabat estaban muertos, así que ya sólo tendría que lidiar con él y con Koranot, “¿Qué quieres Mongoro?” 

“El Gran Necromante quiere hablar con usted.” Anunció Mongoro, “Está esperando.”

“Ya me lo imaginaba.” Dijo Sarnath, saliendo de su habitación, “Con Kernath muerto, de seguro está más histérico que de costumbre. ¿Qué quiere esta vez?”

Mongoro se movía pesadamente por los pasillos, siguiendo a Sarnath, “Que le enviemos la luz blanca de una vez. Disculpe maestro Sarnath, sobre este nuevo sistema que está usando en mis colmenas, no estoy muy de acuerdo con usted.”

Sarnath siguió caminando en silencio, su nuevo sistema había probado ser muy efectivo: Cada noche enviaba a un grupo de parásitos a robar luz blanca a los humanos mientras dormían. Era mucho más fácil y rápido que secuestrar humanos y exprimirles la luz blanca hasta matarlos. El nuevo sistema evitaba muertes y eso era lo que Sarnath quería. La razón por la que había hecho eso era Hotaru Tomoe. Sarnath no podría verla de nuevo si no dejaba atrás las órdenes del Gran Necromante. Además, estaban los cuatro fantasmas que le habían hablado, ellos tuvieron razón, Sarnath ya no quería estar con el ejercito de los parásitos.

Mongoro se adelantó y abrió la puerta que daba al centro de control de la colmena. Sarnath avanzó hasta el pie de las máquinas; el resplandor del cristal era cegador, sí, todo estaba listo para enviar la luz blanca a la fortaleza; luego, caminó hasta las llamas en las que aparecía la imagen del Gran Necromante, “¿Qué puedo hacer por usted?”

“¿¡Dónde está mi Luz blanca!?” Preguntó el amo, “¡Debiste enviarla ayer!”

“No se preocupe, justo ahora estoy por enviarla.” Dijo Sarnath.

“Estás muy insolente.” Dijo el Gran Necromante, “Mejor cuídate. Podrías morir pronto.”

“Engreído.” Murmuró Sarnath cuando acabó la comunicación.

“¿Está listo?” Preguntó Mongoro,

“Por supuesto, activa el control de una vez Mongoro.”

El horrible general obedeció y las partes de la máquina aceleraron sus movimientos, el techo de la cámara se abrió y la luz blanca fue expulsada hacia el cielo. Afuera, en el bosque que rodeaba la colmena, la energía expulsada quemó toda la vegetación y el calor cristalizó el suelo, al día siguiente, cientos de reporteros reportarían ese fenómeno, sin saber qué había pasado. Sarnath apagó la máquina, pero cuando estaba por salir del cuarto de control, el suelo se sacudió y las paredes comenzaron a cuartearse, “¿Qué haces?” Gritó Sarnath, girándose y encontrándose con que Mongoro había activado el sistema de autodestrucción de la colmena, “¡¿Estás loco?!”

“Obedezco órdenes.” Respondió Mongoro, “Sé que planeas traicionarnos, por eso morirás.”

 “Déjame ir o tendré que acabar contigo.” Advirtió Sarnath.

“No lo creo. Haré lo que el Gran Necromante ordenó y moriremos juntos.” Gritó Mongoro.

“Ya se verá.” Dijo Sarnath, desenvainando su espada.

Mongoro gritó y se lanzó adelante con intención de matar. Sarnath esperó al último instante y lanzó un golpe de espada fatal que partió a Mongoro en dos. “Creo que le hice un favor a las Sailor Scout.” Murmuró mientras salía de la colmena, “Ya no tendrán que enfrentarse al asqueroso de Mongoro.” Sarnath salió justo a tiempo; la colmena se hundió detrás de él y lo más seguro era que la otra colmena de América también estuviera desplomándose. Bien, ya no podría volver a la fortaleza. Se había convertido en un traidor. Sólo le quedaba un lugar a donde ir: Tokio.

En otro lugar, una gigantesca masa de piedra flotaba sobre el océano. En las profundidades de esta fortaleza, un ser misterioso se regodea al mirar cómo una enorme cantidad de luz blanca llega a sus máquinas. Una vez que la energía es almacenada, el Gran Necromante camina de regreso a su trono. Como esperaba, alguien se le une en el camino. Es el último de los cuatro generales del ejército de los parásitos y el más poderoso de todos, casi tan fuerte como Sarnath o Kernath. Su nombre es Koranot.

“Mi amo, ¿para qué me ha mandado llamar?” Preguntó el general.

“Te tengo una misión. Irás a Japón.” Dijo el amo.

“¿Debo vengar al maestro Kernath?”

“No. Vigilarás a esas Sailor Scout; las seguirás y las matarás cuando estén vulnerables.”

“Lo haré, pero necesito información sobre mi objetivo.”

“Estudia el último reporte que envió Kernath.” Ordenó el Gran Necromante, “Allí hay información suficiente.”

“Como usted mande, amo.” Respondió Koranot con una reverencia.

Una vez solo, el Gran Necromante se sentó en su trono y tomó un sorbo de una copa de vino, no le importaba que tres de sus generales estuvieran muertos, pronto sus máquinas funcionarían y podría revivir a seres más fuertes que estarían a su servicio: Los antiguos.

----------------------------------------------------------------------------------------

La historia continuará en el capítulo doce.

Nota:

La historia de Kintaro es muy popular en Japón, de hecho, es raro el niño que no la haya escuchado. La leyenda narra la historia de un niño que logra llegar a ser un gran héroe. Los padres japoneses acostumbran colgar pinturas de Kintaro en la habitación de los bebés recién nacidos para que tengan buena suerte.

¿Tienes comentarios? Si es así, puedes enviarlos a este correo:

facer_dr@hotmail.com