Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2

  Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5  

Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8

Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11

Capítulo 12 || Capítulo 13

 

Capítulo Tres.

Luz Blanca

Mamoru se sentó tranquilo y despreocupado en una banca del parque donde acordó encontrarse con Usagi, quien le había llamado por teléfono la noche anterior; eso lo había sorprendido un poco, ya que hasta donde él sabía, Usagi y las otras chicas pasarían el fin de semana en la casa de campo del padre de Rei; en cierta forma se sentía algo intrigado por el hecho de que su novia hubiera regresado un día antes de lo previsto. Aún así, Mamoru no se sentía alarmado, para nada. El joven miró a su reloj, aún faltaban quince minutos para la hora en que él y Usagi habían fijado para verse y Mamoru se volvió a preguntar por qué había sentido la necesidad de llegar tan temprano a la cita.

Cinco minutos más tarde, Mamoru mataba el tiempo mirando a las pocas personas que pasaban caminando frente a él, casi todas deprisa y sin molestarse por los demás; fue entonces que algo llamó su atención, un ligero resplandor verdoso en la orilla de la fuente que estaba a unos cuantos pasos frente a él. Mamoru miró a quienes pasaban cerca de allí, pero parecía que solo él percibía ese extraño brillo; decidido a saber que era lo que veía, el joven miró fijamente hacia la fuente, hasta que poco a poco se le reveló la imagen de una mujer joven, rodeada por un débil halo de luz verde. Dicha mujer no parecía darse cuenta que él la observaba. Intrigado por la extraña vestimenta medieval de la mujer, el antifaz que usaba que le cubría casi todo el rostro y el brillo que la rodeaba, Mamoru se acercó y se detuvo exactamente frente a ella, el joven extendió su mano para intentar tocar a la desconocida, pero en vez de hacer contacto con algo sólido, sus dedos atravesaron la imagen.

Mamoru retrocedió un par de pasos, los dedos de la mano con la que había intentado tocar a la extraña mujer se le habían entumido, y un ligero calambre le recorría el brazo hasta el hombro.

“¿Deseas algo?” Escuchó dentro de su cabeza; el joven miró de nuevo a la mujer que solo él veía y se encontró con que ella lo miraba también, y no parecía estar de muy buen humor.

“Yo sé quién eres.” Dijo la mujer, nuevamente hablando directamente dentro de la mente de Mamoru, “Tú eres un protector de la tierra. Incluso hay quienes te consideran príncipe de este planeta.”

“Pero...” Murmuró el joven, “¿Cómo sabes eso?”

“He vivido mucho tiempo.” Respondió la mujer, “Ese ha sido mi castigo, y también mi misión.”

“¿Y quién eres tú?” Preguntó Mamoru, “¿Qué es lo que buscas?”

La mujer intentó contestar, pero su cuerpo se desvaneció por unos segundos, y por la expresión de su rostro, Mamoru detectó que era víctima de un fuerte dolor.

“Lo que yo busque no es algo que deba importarte.” Respondió fríamente la mujer, “Y aún si te importara, no podrías hacer nada para ayudarme.”

“Eso no es cierto, yo puedo ayudar, ¡sé que puedo!” Respondió Mamoru.

“No, no puedes. Y en el raro caso de que pudieras, no lo aceptaría.” Contestó la extraña, que en los últimos minutos se había puesto aparentemente muy nerviosa.

“¿Qué es lo que sucede?”

“Será mejor que te alejes de aquí muchacho.” Advirtió la mujer, “Si los parásitos te infectan, las cosas podrían ponerse muy feas.”

Mamoru no se movió, “Déjame ayudarte.” Ofreció él nuevamente.

“No te conviene meterte con los parásitos, te comerían vivo.” Sentenció la mujer,“Hazme caso y lárgate.”

Mamoru se mantuvo firme es su sitio, no habría forma en que la mujer lo convenciera de marcharse. A su alrededor, varias personas que pasaban lo miraban con curiosidad, pues pensaban que era una especie de actor o un poeta callejero que hablaba solo; un hombre incluso le arrojó un par de monedas, pero Mamoru no se inmutó y no prestaba atención a las personas que aún lo miraban.

“Ah, ¿no te vas?” Dijo la extraña mujer, “Pues entonces yo tendré que irme, lo último que necesito es que a un protector de la tierra le incuben un parásito.” Y dicho esto, la mujer se levantó, caminó unos pasos y en medio de una suave brisa que desarregló el peinado de varias de las personas que se habían reunido alrededor de Mamoru, ella se desvaneció.

Justo en el momento en que Mamoru estaba a punto de lanzarse en la dirección en que la desconocida se había desvanecido, un par de suaves brazos se cerraron alrededor de su pecho.

“Sé que no luzco bien por las mañanas, pero no es tan malo como para que trates de escapar de mí.” Dijo Usagi, abrazando a Mamoru por la espalda.

El joven se zafó del abrazo de su novia y caminó unos cuantos pasos al frente, abriéndose paso entre la multitud que se había reunido a su alrededor y que ya comenzaba a dispersarse, mientras lo hacía, volteaba de izquierda a derecha, pero no logró encontrar a nadie. Finalmente, retrocedió y besó a Usagi, disculpándose por no saludarla antes.

“¿Algún problema?” Preguntó Usagi, “¿Por qué te estaba mirando tan raro toda la gente?”

“¿No la viste?”

“¿A quién?”

“A una mujer; era algo así como un fantasma.”

Usagi miró fijamente a su novio.

“¿No me crees?”

“Sí te creo, pero no vi nada.” Respondió Usagi, “¿Esa es la razón por la que actuabas tan extraño?”

“Será mejor que te diga qué sucedió.” Dijo Mamoru y se sentó junto a Usagi al borde de la fuente, dispuesto a contarle lo que había pasado antes de que ella llegara.

“...Y eso fue lo que pasó.” Dijo Mamoru cuando terminó su corto relato.

Usagi respiró profundamente, “Creo que la mujer que viste podría estar relacionada con lo que nos pasó a mí y a las chicas ayer en Hakone.”

“¿Qué fue lo que les pasó?”

“Peleamos contra una cosa horrible.” Dijo Usagi, “Afortunadamente, Rei la destruyó, pero el monstruo sólo parecía interesado en hacerle algo extraño a varias personas; quizás se relacione con los parásitos que mencionaste, además, también mencionó algo a lo que llamó Luz Blanca. ¿Te suena familiar?”

“No.” Dijo Mamoru, “¿Crees que debamos investigar esto? Tal vez Setsuna sepa algo.”

“Yo ya me encargué de eso.” Respondió alegremente Usagi. “Makoto y Rei ya deben estar hablando con Setsuna en este momento; y por la tarde, nos reuniremos en el centro de comando para ver que han descubierto.”

“Has pensado rápido.” Dijo Mamoru.

“Después de todo lo que nos ha pasado he aprendido a no confiarme.” Contestó Usagi mientras miraba su anillo de compromiso, “Y ahora que nuestra boda ya es casi una realidad, no voy a dejar que nada nos lo eche a perder.”

“Yo no dejaría que nada lo echara a perder.” Aseguró Mamoru abrazando a su novia.

“Ni yo tampoco.” Dijo Usagi, “Mamoru...”

“¿Sí?”

“¿Quieres ir a desayunar?” Preguntó Usagi, “Yo todavía no como nada y...”

“Tienes suerte de que yo también me brinqué el desayuno.” Respondió Mamoru, “Vamos, a ver... ¿Qué te parece ir al café que está a dos cuadras?”

“Me parecería perfecto.” Dijo Usagi levantándose y, tomando la mano de Mamoru, lo forzó a levantarse, “¡Vamos!”

Mamoru se limitó a abrazar a Usagi y a caminar junto a ella. El joven parecía calmado, pero sabía que había fuerzas extrañas trabajando y que la paz no duraría mucho, él estaba consciente de que Usagi pensaba lo mismo; pero verla sonreír mientras caminaban juntos le daba fuerza, si ella no se dejaba vencer por la incertidumbre, él tampoco lo haría. Era en ocasiones como estas; que Mamoru se sentía el hombre más afortunado del mundo.

En otra parte, Rei y Makoto miraban el edificio donde Haruka, Michiru, Hotaru y Setsuna vivían; las dos amigas no se decidían a entrar o esperar a que alguna de las personas que buscaban saliera a la calle.

“Deberíamos entrar.” Dijo Rei, “Estar aquí paradas no nos servirá de nada.”

“¿Crees que ya se hayan levantado?” Preguntó Makoto, “No me gustaría despertar a Haruka; podría molestarse con nosotras.”

“Eso no importa.” Dijo Rei, “Lo que venimos a decirles no es cualquier cosa.”

“¿Entonces entramos?”

“Es mejor que quedarnos aquí toda la mañana.” Respondió Rei.

“Vamos entonces.” Dijo Makoto, avanzando hacia la entrada del edificio.

Al caminar por la recepción del condominio hacia los elevadores, Rei notó que no había casi personas, lo que le pareció extraño; aún para ser domingo.

“¿Ya te fijaste?” Le preguntó a Makoto.

“¿En qué?” Dijo Makoto, al tiempo que presionaba el botón para pedir el ascensor, “¿En la poca gente que hay aquí? Ya lo había notado.”

“¿No crees que es raro?”

“No, no me parece extraño.” Dijo Makoto.

“Pues a mí sí.” Contestó Rei, “No es tan temprano, ya debería haber más gente.”

Makoto se limitó a encogerse de hombros, “Podría ser cualquier cosa.”

Rei iba a contestar, pero en ese momento el elevador abrió sus puertas y por lo menos doce personas salieron de su interior.

“¿Lo ves?” Dijo Makoto mientras entraba al elevador, “No pasa nada.”

Rei decidió no contestar y siguió a su compañera.

Minutos más tarde, Rei y Makoto estaban de pie frente a la puerta del Penthouse que Haruka, Michiru y Setsuna habitaban. Sin perder tiempo, Makoto tocó el timbre, y casi de inmediato, Setsuna les abrió la puerta.

“Buenos días.” Dijeron Rei y Makoto a coro.

“¡Vaya una sorpresa!” Exclamó Setsuna, “¿Qué las trae por aquí?”

“¿Podemos pasar, Setsuna?” Preguntó Rei.

“Por supuesto.” Contestó ella, guiando a las dos chicas hacia la sala, “¿Quieren algo de tomar?, ¿Tal vez un poco de café? Creo que tengo un poco de jugo también.”

“Por ahora no, gracias.” Contestó Rei para el desencanto de Makoto, que sí tenía algo de sed, “Setsuna, tenemos algo que preguntarte.”

“Entiendo.” Contestó la mujer, sentándose frente a Makoto y Rei, “¿Y esa pregunta es?”

“Antes que nada, ¿dónde están las demás?” Preguntó Makoto, “No veo a Haruka ni a Michiru por ningún lado, ni siquiera a Hotaru.”

“Michiru está dando una serie de conciertos en Francia.” Contestó Setsuna, “Haruka está en Australia, compitiendo en una carrera, Hotaru está con ella.”

“Entonces no estarán aquí en los próximos días.” Dijo Makoto.

“No, estarán fuera al menos una semana.” Dijo Setsuna, “Bien, ¿cuál es la pregunta?”

“Setsuna, ¿has alguna vez escuchado hablar de la Luz Blanca? Preguntó Rei.

Setsuna no respondió y su cara mostró una ligera sombra de preocupación, pero esa sombra desapareció casi de inmediato, pero no tan rápido como para que Rei no se diera cuenta.

“¿Pasa algo?” Quiso saber Rei.

“No, no pasa nada.” Respondió Setsuna, “Es que no esperaba esa pregunta.”

“Pero sí sabes de que estamos hablando, ¿no?” Dijo Makoto.

“Desafortunadamente, sí.” Dijo Setsuna, “Y el hecho de que ustedes me pregunten acerca de la luz blanca no me tranquiliza.”

Makoto y Rei dudaron un poco, al fin, la primera habló, “Setsuna, dinos qué es la luz blanca, Usagi necesita saberlo.”

“La verdad es que yo... no sé muy bien qué es.” Respondió Setsuna, “Dudo que exista alguien vivo que lo sepa. Pero...”

“¿Entonces?” Exclamó Rei durante la pausa de Setsuna.

“Pero conozco una teoría que explica mucho sobre eso. Supongo que esa información es mejor que nada.” Dijo Setsuna mientras se acomodaba en el sofá; y después de organizar sus ideas, la mujer comenzó su explicación.

“La primera vez que escuché hablar sobre la Luz blanca fue antes de que la reina Serenidad me encargara el cuidado de la puerta del tiempo. En aquél entonces, ninguna de ustedes había aún sido enviada al palacio de la reina y yo todavía no era una Sailor Scout. Bien, uno de mis pasatiempos favoritos era el pasear por el palacio; me ayudaba a no pensar mucho en mis padres, que aún vivían en el castillo de Plutón, al que se suponía yo debería volver cuando terminara mis estudios con la reina.

“Pero un día, durante uno de mis paseos, llegué al jardín y decidí sentarme a descansar un poco a la sombra de un gran árbol; creo que me dormí, pero el caso es que poco después me despertó la voz de la reina, por la forma en que hablaba, me di cuenta de dos cosas; la primera era que no me había visto, y la segunda, que tenía una conversación importante con el rey.”

“¿El rey?” Exclamó Makoto, “¿Tú lo conociste?”

Setsuna asintió, “De todas las Sailor Scout de este sistema, yo soy la única que tuvo la oportunidad de conocerlo.”

“¿Cómo era él?” Preguntó Rei, que no pudo dominar su curiosidad.

“Bastante viejo, pero extrañamente, no lo parecía, se movía con tal vitalidad y energía que hacía que los jóvenes le tuvieran envidia; también era muy noble y amable con los demás y nunca lo vi molestarse con nadie.” Respondió Setsuna, “La gente decía que el rey tenía más de diez mil años y que era el único sobreviviente de un reino muy lejano; pero el rey nunca hablaba de eso y se reía cuando alguien creía en esos rumores.”

“Apuesto que a Usagi le encantaría saber eso.” Dijo Makoto.

“Sí. Ella no sabe nada de su padre en el Milenio de Plata, y...” Comenzó a decir Rei.

“Ustedes no le dirán nada.” Les interrumpió Setsuna, “La reina ordenó que nadie le hablara a la princesa de ese asunto; si les he comentado esto, es sólo porque sé que podrán guardar el secreto y porque se relaciona con lo que me preguntaron.”

El tono autoritario de esas palabras hizo que Makoto y Rei se hundieran en sus asientos y sólo asintieran sin decir palabra.

“Bien.” Dijo Setsuna, “Creo que será mejor que termine de decirles lo que sé sobre la Luz blanca; y confío en que no mencionarán al rey para nada, ¿entendido?”

De nuevo, Rei y Makoto sólo asintieron.

“Perfecto.” Dijo Setsuna y continuó su relato.

“Como les decía, la reina estaba hablando con el rey, y parecía muy preocupada por algo que su esposo planeaba hacer. Durante esa conversación, el rey mencionó la importancia de estudiar la Luz blanca; eso lo recuerdo muy bien. La reina se oponía fuertemente a esto, y por un momento, pensé que el rey cambiaría de idea; pero no fue así, y lo último que dijo antes de retirarse fue que si tenía éxito, podría tener acceso a todos los secretos de la vida y la muerte, del pasado, del presente y del futuro. Poco después, la reina también se fue, y yo no me moví de mi escondite accidental hasta horas después.

“La segunda ocasión que escuché sobre la Luz blanca, fue ya como guardiana de la Puerta del Tiempo; como saben, la Puerta está en medio de varias fuerzas temporales y es una zona muy peligrosa, pero en el momento en que esto sucedió, yo todavía era inexperta en el cuidado que debía tener en aquel lugar, y a pesar de que desobedecía, abandoné mi puesto para investigar una ligera anomalía en el flujo del tiempo. Fue entonces que supe qué era esa anomalía; era una ‘ventana’ a eventos del pasado, y no pude evitar ver lo que allí se mostraba.

“La ‘ventana’ mostraba a un hombre que no pude reconocer pues llevaba una capucha que cubría su rostro; el hombre llamó a otra persona, un hombre joven, y le informó que su investigación sobre la luz blanca había tenido éxito; aparentemente, la luz blanca es la energía base de la vida; más allá de las semillas estelares o de la energía producida por el organismo de cualquier forma de vida, la Luz blanca es lo que le permite a los seres vivos existir; lo que les permite alcanzar conciencia de su existencia, por pequeña que esta sea. El encapuchado explicó que al morir, la luz blanca se liberaba, pero que aún no tenía idea de lo que sucedía después; por lo que necesitaba más tiempo para experimentar. El joven le recordó al hombre encapuchado, al que llamó maestro Nagari, que el trabajo que le había encargado su rey aún no estaba terminado. Ignoro a qué rey se referían, pero mientras miraba el laboratorio, supe que no estaban en la época del milenio de plata. Lo último que logré ver y escuchar, antes de que la ‘ventana’ se cerrara, fue al encapuchado, bastante molesto, diciendo que la Luz blanca ahora era más importante que las gemas.

“Y eso es todo lo que sé, la ‘ventana’ se cerró en ese momento y desde entonces, no se volvió a abrir en ese periodo de tiempo; hubo otras ‘ventanas’, cierto, pero ninguna me mostró otra cosa sobre la Luz blanca.” Terminó Setsuna.

Rei y Makoto tardaron varios minutos en digerir la información que acababan de recibir.

“Tal parece que esa Luz ha causado sólo problemas.” Dijo al fin Makoto.

“Lo mismo pienso yo.” Contestó Setsuna, “Por alguna razón, siempre he relacionado la Luz blanca con el desastre; el rey murió poco después de que comenzó a investigarla, y el extraño encapuchado que pude observar en la ‘ventana’ del flujo del tiempo, él se veía muy enfermo también.”

“Si lo que creo es cierto.” Dijo Rei, “Existe la posibilidad de que estemos en peligro.”

“¿Por qué lo dices?” Interrogó Setsuna.

Rei y Makoto le contaron a Setsuna de su encuentro con Kernath y de lo que el monstruo había dicho sobre recolectar Luz blanca.

“¿Qué crees que pasaría si alguien comenzara a reunir Luz blanca?” Preguntó Rei.

“¿Como esa bestia Kernath lo estaba haciendo?” Dijo Setsuna, “Honestamente no lo sé.”

“Tal vez Kernath pensaba revivir a alguien.” Ofreció Makoto.

“¿Revivir a alguien? ¿De dónde sacaste esa idea?” Quiso saber Rei.

“Fácil. Si la Luz blanca permite que existan los seres vivos como nos dijo Setsuna, yo creo que podría usarse para traer de vuelta a la vida a los muertos.” Explicó Makoto.

“El cristal de Plata puede hacer eso.” Dijo Rei, “Y no creo que utilice Luz blanca para funcionar.”

“El cristal de plata puede revivir a los muertos porque su energía, entre otras cosas, es capaz de distorsionar el tiempo y la realidad hasta cierto punto.” Interrumpió Setsuna, “Por eso el cristal puede hacer que el tiempo regrese para una persona y permitir que esta vuelva a vivir; pero si un grupo que no tiene un poder como el del cristal de plata intentara revivir a alguien, y no sólo traerlo de otra galaxia o lugar como a Pharaoh 90; la idea de usar Luz blanca no suena tan descabellada.”

“¿En serio?” Exclamó Makoto sorprendida y orgullosa de que su idea fuera tan buena.

“Sí, tal vez hayas encontrado la respuesta al objetivo de ese Kernath, Makoto.” Le felicitó Setsuna, “Lo mejor por ahora será que yo busque información en el flujo del tiempo, tal vez tenga suerte y alguna ‘ventana’ me muestre más sobre lo que necesitamos saber.”

“Y mientras haces eso.” Dijo Rei, “¿Qué nos aconsejas, Setsuna?”

“Manténganse en guardia y cuiden a la Princesa; no creo que el monstruo que combatieron regrese, pero pudo tener aliados; recuerden que el mal nuca se presenta solo.” Aconsejó Setsuna, “Y hagan lo que hagan, NO mencionen al rey.”

“De acuerdo.” Contestó Rei, “Nosotras haremos eso.”

“Y no diremos nada del rey.” Prometió Makoto.

Varias horas más tarde, Usagi y Mamoru entraron al centro de comando, en donde los esperaban el resto de las chicas y los gatos.

“¡Qué tal muchachas!” Saludó Usagi, “¿Algún avance? ¡Porque Mamoru les tiene un dato bastante importante!”

“Pues Makoto y yo aprendimos mucho sobre la Luz Blanca.” Dijo Rei.

“Es mejor que nos sentemos a examinar la información que se ha reunido.” Aconsejó Ami, “De esa forma, podremos desarrollar una línea de acción efectiva.”

Siguiendo el consejo de Ami, las chicas y Mamoru se sentaron en sus respectivos lugares y esperaron a que alguien tomara la palabra, como casi siempre, Luna habló primero.

“Muy bien, Rei y Makoto consiguieron que Setsuna les explicara todo lo que ella sabía de la Luz blanca, y tal parece que Mamoru tiene algo que compartir también; en mi opinión será mejor dejar que Mamoru hable primero.”

Luna esperó alguna opinión, pero todas las chicas asintieron, por lo que se dirigió a Mamoru, “Puedes comenzar.” Le dijo.

El joven Chiba relató de nuevo y lo mejor que pudo su encuentro con la extraña dama fantasma; pero omitió mencionar que su brazo se entumió cuando intentó tocarla.

“¿Parásitos?” Preguntó Minako, “¿Serán los aliados de Kernath?”

 “Quizás.” Dijo Makoto, “Setsuna nos dijo que el mal nunca aparecía solo.”

“Hablando de Setsuna.” Interrumpió Artemis, “Rei, Makoto, ¿podrían decirnos lo que ella les explicó?”

Rei y Makoto se miraron entre sí, sabían que no podían decir todo lo que Setsuna les había contado, afortunadamente para ambas, ya tenían una versión destilada que podían contar sin meterse en problemas con Setsuna y, probablemente, el resto de las Sailor exteriores.

“Bueno, creo que será mejor que yo empiece.” Dijo Rei; “Makoto les contará después lo que ella descubrió por accidente.”

“No fue precisamente por accidente.” Se quejó Makoto.

Rei no hizo mucho caso del comentario de Makoto y comenzó su parte del relato; casi media hora más tarde, Makoto tomó el lugar de Rei y terminó de explicar la conversación que ambas habían tenido con Setsuna.

 

“Eso sólo me ha dejado más confundida.” Admitió Minako, “No le veo pies ni cabeza a este asunto.”

“Lo que yo quisiera saber es si estamos en peligro de que alguien nos ataque.” Dijo Usagi.

“¿Tú qué dices Ami?” Le preguntó Artemis.

“...Bueno, con los nuevos datos que acabamos de recibir...” Dijo Ami mientras terminaba de introducir los datos en la computadora, “...Acabo de obtener ciertos datos en mi simulador y...” Les explicó apuntando a la pantalla principal de la computadora del centro de comando, que mostraba una gráfica llena de variantes, “...Creo que puedo responder a la pregunta de Usagi. Miren las gráficas.”

“¿Qué significa?” Preguntó Minako.

“Yo entiendo un poco la gráfica.” Intervino Mamoru, “Me parece que la primera variable quiere decir es que hay un 35 por ciento de probabilidades de que el monstruo con el que ustedes pelearon en Hakone estuviera interesado en atacar a Usagi.”

“Eso es correcto.” Dijo Ami, notando que Usagi se impresionó por lo que había dicho, pero también notó que se tranquilizó cuando Mamoru la abrazó.

“La segunda variable es la que marca la probabilidad de que la mujer fantasma que vio Mamoru sea un enemigo que quería acercarse a él por alguna razón.” Empezó Luna.

“Y la probabilidad es de un 40 por ciento.” Terminó Artemis.

“Eso también es correcto.” Contestó Ami.

“¿Y qué hay de las otras dos?” Preguntó Rei, “¿Qué es lo que indican?”

“Bueno, hay que admitir que ninguna de las variables está basada en datos definitivos y por lo tanto, no son muy confiables.” Contestó Ami.

“¿Pero qué significan?” Le preguntó Minako.

Ami respiró profundamente, “Bueno, la tercer variable básicamente muestra que existe una posibilidad del 30 por ciento de que más seres como Kernath estén por algún lado, pero no puedo determinar en donde, tan podrían estar aquí en Japón como podrían estar en Cuba o en Alaska.”

“Eso no es muy alentador.” Dijo Makoto, “Pero al menos es un buen comienzo; ¿qué mas?”

“Bueno, la última es la menos confiable de las cuatro. “Admitió Ami, “Y dice que la probabilidad de que Kernath trataba de revivir a alguna entidad más poderosa es de un 75 por ciento.”

“En pocas palabras, tal vez pronto tendremos trabajo por hacer.” Dijo Minako.

“Quizás.” Respondió Ami, “También hay que considerar que existe la posibilidad de que no suceda nada; hay posibilidad de que el ataque de Hakone y la mujer fantasma que habló con Mamoru sean hechos aislados.”

“Claro, pero no hay que olvidar que esa extraña mujer hablaba como si los parásitos ya estuvieran aquí.” Les recordó Mamoru, “Y también me ordenó que no me mezclara en sus asuntos.”

“Eso es cierto.” Dijo Usagi, “¿No has pensado que Kernath pudo ser uno de esos? ¿Y si los parásitos están buscando a Mamoru?”

“En ese caso no hubiéramos tenido esa pelea en Hakone.” Contestó Rei.

“A como yo lo veo todo se reduce a una cosa.” Dijo Makoto. “La Luz blanca.”

“Que no sabemos cómo es y cuál es la verdadera utilidad pueda tener para el enemigo, si es que hay alguno.” Indicó Minako, “No sé ustedes, pero yo pienso que no estamos yendo a ningún lado.”

“Tienes razón.” Dijo Ami sentándose de nuevo en su sitio, “Con la información que tengo no puedo hacer una estimación confiable de lo que pueda pasar.”

“Yo tengo una duda.” Dijo Usagi mirando a Rei y a Makoto.

Rei se acomodó en su asiento y estiró ligeramente los brazos, “¿Qué quieres saber, Usagi?”

“Bueno, primero que nada, ustedes dijeron que al parecer la Luz blanca que todos los seres poseen permite que estén vivos, pues lo que quiero saber es: ¿qué pasaría si a alguien le quitan toda su Luz blanca?”

“Probablemente moriría.” Contestó Rei.

“Me lo imaginaba.” Dijo Usagi, “Pero las personas que salvamos en Hakone estaban vivas; muy débiles, pero vivas.”

“Lo más seguro es que llegamos antes de que les robaran toda su luz blanca.” Respondió Makoto.

“Miren chicas.” Dijo Luna, “Por el momento, no tenemos nada sólido para decidir qué hacer; ni tampoco sabemos que tanto peligro es real y cuanto no.”

“¿Entonces?” Preguntó Ami.

“Lo único que queda por hacer es esperar a que pase algo.” Explicó Luna, “No me agrada, pero por ahora es la única opción que tenemos.”

“En otras palabras, es hora de terminar la reunión.” Dijo Minako.

Luna sonrió ligeramente apenada, “Sí, eso es lo que traté de decir.”

“Me parece bien.” Comentó Rei levantándose de su silla, “Además, ya se está haciendo tarde.”

Usagi miró al reloj del centro de comando, “Sí, son casi las doce de la noche.”

“¿Tan tarde?” Preguntó Ami preocupada, “¡Pero yo mañana tengo que estar temprano en la biblioteca!”

“Yo tengo que ir a inscribirme a la escuela de talento.” Recordó Minako, “¡Ya me había olvidado!”

“¡Y yo tengo que ir al banco antes de las nueve de la mañana!” Agregó Makoto.

“Al menos yo no tendré que levantarme temprano.” Dijo Rei de una forma algo sarcástica.

“Pues yo sí.” Comentó Mamoru, “Mañana comienzan los cursos en la universidad y yo voy a trabajar como asesor.”

“Bien, entonces casi todos tenemos que irnos ya.” Dijo Ami, “Pero antes de eso, ¿cuándo volveremos a reunirnos?”

Todas voltearon a ver a Luna y Artemis, excepto Mamoru, que se encontraba ya de pie junto las escaleras de salida del centro de comando, esperando a que Usagi terminara con sus asuntos.

“¿Qué tal el miércoles por la tarde?” Sugirió Artemis, “Como ustedes ya se ven todos los días, no creo que sea necesario hacer una reunión como esta de nuevo a menos de que algo importante suceda.”

“Yo estoy de acuerdo con él.” Aceptó Luna. ¿Y ustedes?”

Todas las chicas asintieron.

“Bien, entonces está arreglado.” Dijo Makoto caminando hacia la salida, “¿Nos vamos ya?”

No mucho tiempo después, Mamoru y Usagi compartían un momento juntos afuera de la casa de ella; Usagi se contentaba con ser abrazada por Mamoru, quien a su vez, se maravillaba con la suavidad de su cabello, su conversación no era la más interesante, ni siquiera habían comentado lo que se había hablado en el centro de comando, los dos enamorados simplemente planeaban su próxima cita. Luna, que los había dejado solos desde que llegaron a la casa, los observaba desde la azotea, no es que la gata fuera entrometida, pero su trabajo era vigilar a la princesa, y eso era básicamente lo que estaba haciendo.

Abajo, en la sala de la casa, el papá de Usagi miraba la escena discretamente desde la ventana, la verdad le parecía excelente el novio de su hija, era responsable, no era vicioso y lo mejor de todo, el muchacho parecía muy inteligente; probablemente llegaría a un alto puesto en cualquier empresa o lugar al que entrara a trabajar, y eso le complacía bastante; ya que aseguraba un buen futuro para su hija, y como ya había un anillo de compromiso de por medio, el buen hombre no podía ser más feliz: el futuro de su hija estaba garantizado y lucía bastante prometedor; algo que muchos de sus compañeros de oficina aún no conseguían. Decidiendo que los tórtolos se merecían un rato sin que nadie los espiara, el padre de Usagi se alejó de la ventana y subió a dormir con su esposa; la vida le parecía maravillosa, sí señor.

“¿No puedes quedarte un poco más?” Preguntó Usagi.

“Aunque quisiera, no puedo.” Contestó Mamoru, “Ya sabes que tengo cosas que hacer mañana temprano.”

“Lo entiendo, ¿te podré ver mañana en la tarde?”

“Claro que sí.” Respondió Mamoru mientras acariciaba el rostro de Usagi, “Es mas, en cuanto termine mi trabajo en la universidad, el resto del día lo pasaremos juntos.”

“Eso sería fantástico.” Dijo Usagi.

Mamoru se acercó a Usagi y la besó, suave y lentamente, como a ella le agradaba; para él, esto era lo más cercano al cielo en la tierra, y aunque no deseaba que terminara, tenía que irse. Con un último movimiento de sus labios, Mamoru terminó el beso, “Ya debo irme.”

Usagi se separó de él, “Está bien, pero no olvides llamarme mañana.” Dijo ella mientras caminaba hacia la puerta.

“Nada me lo impediría.” Contestó él, mientras esperaba a que Usagi entrara a su casa, “Que duermas bien.”

Mientras atravesaba las solitarias calles, Mamoru decidió caminar por la avenida principal, la noche era fría, y después de lo que le sucedió por la mañana, no tenía ganas de andar por callejones oscuros; como esperaba, en la avenida, aún podían verse autos de cuando en cuando, y un par de policías caminaban casi a su ritmo y en la misma dirección por la acera de enfrente. Unos pasos más adelante, Mamoru notó que los dos policías se detenían a conversar con un hombre vestido con un elegante traje rojo, “Probablemente algún ejecutivo en líos.” Pensó el joven encogiéndose de hombros y continuando con su camino, ya estaba cerca de su apartamento; en menos de diez minutos estaría en su cama descansando.

Detrás de Mamoru, sobre la azotea de uno de los locales comerciales, una sombra observaba al joven con mucha atención; sus finos sentidos le indicaban que dicho joven poseía una enorme cantidad de Luz blanca; la sombra no había sentido nada parecido en mucho tiempo. Complacido por haber descubierto una presa tan importante, la sombra se deslizó por la azotea hasta el borde y brincó hasta la siguiente, había decidido seguir a su objetivo hasta que llegara a su hogar, en donde sería más fácil atacarlo sin ser molestado.

De haber visto a la sombra, Usagi o Rei la habrían reconocido como Kernath, ahora completamente reestablecido de su batalla con las Sailor Scouts, incluso su brazo se había regenerado, el monstruo había intentado convencer a su amo de dejarlo cazar a las niñas que lo lastimaron, pero desafortunadamente para él, su amo le ordenó regresar a su misión. Antes, Kernath se había molestado, él era un cazador y necesitaba vengarse, pero ahora que había localizado a esta excelente presa a la que estaba a punto de cazar; se había convencido de que la venganza podía esperar... un poco.

Kernath, de pie sobre la orilla del techo de un pequeño restaurante, se alegró cuando su objetivo entró dentro de un edificio, el cazador temía que el joven siguiera caminando y lo alejara del área en la que estaban, ya que pronto amanecería, y mantenerse oculto y cazar en una ciudad le sería muy difícil durante el día; al ser no le preocupaba no poder ver más a su presa, sus agudos sentidos le permitían enfocarse sobre la luz blanca de su víctima y así localizarlo sin ningún problema. Kernath esperó a que el joven al que había seguido se detuviera en un solo lugar, juzgando por sus movimientos, parecía que el muchacho tenía la intención de dormir; bueno, Kernath se aseguraría que durmiera bastante bien, quizás para siempre. Entonces sucedió; una fuerte ráfaga de viento lo elevó y lo arrojó a la calle, dos pisos más abajo.

Antes de que la bestia se recuperara del golpe, otra fuerte ráfaga lo alcanzó y lo lanzó aún más lejos del edificio al que se había dispuesto a entrar; Kernath estaba furioso, ¿quién demonios lo interrumpía? Levantándose y plantando firmemente sus pies en el suelo, el ser resistió el continuo asalto del viento lo mejor que pudo, logrando evitar ser arrastrado aún más lejos, eventualmente, el viento se debilitó hasta desaparecer; y allí, frente a él, estaba uno de ellos. La que había sido una cobarde. La que abandonó a los otros en el último momento. Delicioso, no esperaba volverla a ver.

“Hola, cobarde.” Saludó Kernath.

“Quizás lo fui una vez.” Respondió una mujer, vestida con ropas medievales y rodeada por un débil halo de luz verde, “¡Pero ya no lo soy!”

“¿En serio?” Se burlo la bestia, “Aún si lo fueras no estás del todo bien, tus ataques debieron haberme lastimado mucho más, lo único que conseguiste fue refrescarme un poco; al parecer, el mantener un cuerpo físico te ha debilitado bastante.”

“¡Voy a hacer más que refrescarte!” Grito la mujer lanzando una nueva ráfaga de viento, pero, había miedo en su voz y su enemigo se dio cuenta.

Kernath simplemente saltó sobre la ráfaga y cayó sobre la mujer, derribándola, ella trató de liberarse, y ambos adversarios rodaron varias veces por el suelo, hasta que de pronto...

*THUNK!!!*

Kernath lanzó una carcajada al ver como su mano se hundía en el vientre de su oponente, que estaba bajo él, la sangre de le joven mujer se desparramaba en un enorme charco debajo de ella, la herida que la bestia le había causado era de muerte. Kernath sacó sus garras del estómago de la valiente mujer; aún riendo, el ser llevó sus garras hasta el cuello de la joven, preparándose para acabar con su vida.

“¡NO!” Gritó ella, y con fuerza surgida de la desesperación, creó un terrible vendaval que arrojó a Kernath contra un generador, electrocutándolo y dejándolo momentáneamente paralizado. Aprovechando esto, la mujer se puso de pie y se alejó lo más rápido que pudo, tenía que hacer algo si deseaba que su misión continuara.

Kernath miró burlonamente a la mujer mientras se alejaba dejando tras de sí un rastro de sangre, podría seguirla, pero decidió dejarla ir; el último ataque de ella había hecho más que electrocutarlo, había conseguido que una pieza del metal del generador se le incrustara firmemente en la espalda y el monstruo no podía moverse muy bien; Kernath maldijo la situación, tendría que perder varios días mientras sanaba su herida y no podría intentar cazar de nuevo al joven que rebosaba de Luz blanca hasta entonces. Pero el día no había sido una pérdida total; había logrado herir de muerte al último de los guardianes, seguramente su amo estaría muy feliz por ello. Pensando esto, la bestia se levantó y arrancó la enorme y filosa pieza de metal que perforaba su espalda, para luego arrojarla al suelo y desaparecer entre las sombras.

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La historia continuará en el capítulo cuatro. Espero que este capítulo también haya sido interesante.

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facer_dr@hotmail.com

Por cierto, hay todavía una escena más, es corta, pero es importante.

+Interludio.+

Naru.

Naru Osaka despertó empapada en sudor, acababa de tener la pesadilla más horrible de toda su vida; en su sueño, un monstruo la mataba clavándole sus garras en el abdomen. Naru se levantó y caminó hasta el baño, el susto que le causó la pesadilla le había dado ganas de orinar. Al salir del baño, Naru se acercó a la ventana de la sala de su casa; miró el reloj de pared y se dio cuenta de que casi eran las dos de la madrugada.

“Mala hora para tener una pesadilla.” Pensó, esto le molestaba, pues tenía pensado ir a asomarse a la nueva escuela de talento y tal vez inscribirse si le llamaba la atención lo suficiente, pero tenía que estar allí temprano y por eso le desagradaba el desvelarse.

“Ayúdame.”

Naru saltó del sillón, “¿Quién habló?” Murmuró la asustada joven.

“Debes ayudarme...”

“Mira, ¡no estés de broma conmigo!” Contestó la joven acercándose al interruptor de la luz, sin darse cuenta que la voz hablaba directamente en su cabeza.

...Ven...debes venir a ayudarme...” Insistió la extraña voz, “Sólo tú puedes hacerlo.”

Naru encendió la luz de la sala y se encontró con que no había nadie, sólo entonces se dio cuenta que la voz le hablaba dentro de su mente, “Debo de seguir soñando.” Murmuró.

“Por favor...ayúdame...”Rogó la voz.

Naru se golpeó la cabeza levemente con ambas manos, “¡Sal de mi cabeza!” Dijo ella recargándose en la pared, ahora, además de la voz, las imágenes de su pesadilla habían regresado y se repetían una y otra vez, “¡Haré lo que sea, pero deja de hacer esto!”

“El sótano...rápido...queda poco...tiempo...”

“¡Está bien, iré al sótano!” Respondió Naru, todavía asustada, pero no podía negarse, cualquier cosa que estuviera en el sótano sería mejor que soportar las imágenes de la pesadilla repitiéndose en su mente.

Naru bajó del ascensor, envuelta en una gruesa manta para protegerse de la humedad del sótano del edificio asegurándose de encender la luz de la enorme habitación antes de dar más de dos pasos, Naru escudriñó el lugar en cuanto estuvo bañado en luz, pero no encontró nada relevante.

“Por aquí.”Llamó la voz.

Naru avanzó lentamente hacia el enorme calentador, la voz le había llamado desde ese lugar, cuando estuvo frente a la máquina, la joven se deslizó lentamente hasta llegar a su parte trasera, en donde encontró algo que nunca olvidaría.

Allí, en el suelo, yacía una mujer vestida en harapos desgarrados y manchados de sangre, con terribles heridas en su abdomen, justo como en su pesadilla. Pero aún peor, cuando ella se quitó el antifaz que cubría su cara y lo tiró a un lado, Naru no pudo detener un grito al ver ese rostro, el rostro de esa mujer; ¡era igual al suyo!

“No... te asustes...” Dijo la extraña, mientras hacía un esfuerzo para sentarse.

“¡Pero tú eres yo!” Volvió a gritar Naru.

“...No...” Respondió la mujer con dificultad, “Tú eres...familia....acércate...”

Naru se acercó un par de pasos.

“Debes...tomar...mi lugar...”

“No es cierto.” Lloró Naru hincándose junto a la extraña, “Esto no es cierto.”

“...Pero lo...es...” Dijo ella, “No hay tiempo...para explicarte....pero....debes...ayudarme...”

“¿Cómo?” Preguntó Naru.

La mujer hizo un nuevo esfuerzo y se quitó su guante, hecho de una tela verde, suave como el terciopelo. En el dorso del guante, una placa de metal plateado sostenía una gema rectangular que por su color verde Naru pensó era una esmeralda. “Ten...póntelo...”

Naru tomó el guante y lo sostuvo entre sus manos, “¿Qué es esto?”

La mujer comenzó a desvanecerse, “Ponte...el guante....y...entenderás...todo...”

“¡Espera!” Gritó Naru, “¡No te puedes morir!”

“...El guante...yo he...fallado...tú no debes...” Dijo la desgraciada guardián al tiempo que su cuerpo terminaba de desvanecerse con una suave brisa de viento.

  Naru miró a lo que sostenía en sus manos, la gema brillaba con luz propia, tenía miedo, pero era lo único que tenía para obtener respuestas. Tragando saliva, Naru deslizó su mano dentro del guante y entonces las cosas cambiaron, su mente se abrió y recibió de golpe todo lo que la guardián que acababa de morir frente a ella había visto; Una vida de milenios, tanta información, tantas emociones, todas al mismo tiempo entrando en su mente; Naru no pudo soportarlo y con un grito de dolor, la niña se desplomó al suelo.

La mañana siguiente, Naru se despertó en su cama justo cuando sonó el despertador a las siete en punto; la joven se frotó los ojos, el sueño que había tenido la noche anterior se había pasado de raro; guantes mágicos y fantasmas. Ridículo, pensó Naru mientras se levantaba; tenía cosas más importantes en qué pensar, como visitar la escuela de talento, lo cual ahora le parecía algo imperativo. Mientras Naru se arreglaba para comenzar su día, ni siquiera notó la marca en forma rectangular que aparecía en el dorso de su mano derecha, y aún si la hubiera notado; la marca parecía una cicatriz casi desvanecida y ella no le habría dado la menor importancia.