Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2

  Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5  

Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8

Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11

Capítulo 12 || Capítulo 13

 

Capítulo Seis

La dama y el detective.

Desde que había formado equipo con las chicas, Minako no había podido patrullar la ciudad como solía hacerlo cuando recién recibió sus poderes como Sailor V.  Esta noche, después de mucho tiempo, por fin había podido hacerlo de nuevo. Ahora se daba cuenta de lo mucho que extrañaba todo esto: El frío viento nocturno acariciando su piel mientras saltaba por los techos de la ciudad, la eufórica sensación de la aventura sin complicaciones, la mirada sorprendida en el par de asaltantes que acababa de noquear unas cuantas calles atrás... y por supuesto, las garras de Artemis clavándosele en los hombros...

“¿Podrías dejar de dar piruetas entre los edificios?” Gritó el gato, “¡Nos vamos a matar!”

“No seas miedoso.” Respondió ella dando un nuevo salto, “Hacía años que no hacíamos esto; disfrútalo.”

“No es fácil disfrutar cuando te arriesgas a romperte el cuello.” Respondió Artemis, afianzándose con  fuerza en los hombros de Sailor Venus. “¿Cuánto falta para llegar al lugar en que nos citó tu amigo detective?”

“Casi nada.” Respondió Venus, “Unas cuantas calles más y estaremos allí.”

“No me agrada que nos haya citado a estas horas de la noche.”

“A mi no me molesta.” Respondió ella, “Además, apenas son las diez y media.”

“No te molesta... porque aún estás interesada en él.” Comentó Artemis, “¿No te habías resignado a perderlo?”

Sailor Venus se sonrojó ligeramente, “Sí, pero recuerda que nos dijo que no había nada entre él y Sakurada. ¡Y ahora que está más joven se ve muy guapo!”

“Si mal no recuerdo él no era precisamente un fanático de Sailor V.”

“Eso sólo fue al principio, cuando Wakagi descubrió mi identidad, comenzó a apreciarme.” Respondió ella mientras daba un giro a la izquierda y saltaba en esa dirección, “Además, él es importante para mí por una muy buena razón.”

“¿Lo dices porque te salvó en el edificio que se derrumbó cuando investigábamos el caso de los chocolates arco-iris?”

“Exacto. Tienes buena memoria.” Dijo ella.

“Me contaste que lo besaste en esa ocasión. Pero él estaba sin sentido en ese momento.”

“Sí, lo hice; fue un impulso. Pero eso ya no importa.” Contestó La Sailor Scout, “Ahora debemos ver qué es lo que sucede hoy, tal vez pueda...” Sailor Venus se sonrojó de nuevo, “...Pedirle que a cambio de mi ayuda acepte salir con Minako.”

“En cierta forma, eso sí me recuerda a tus días de novata.” Murmuró el gato.

“¿Dijiste algo?” Preguntó ella.

“No, nada.”

Un par de minutos después, Sailor Venus llegaba a su destino: la azotea de un edificio de departamentos cerca de un parque. Esperándola, recargado en la puerta de la azotea, estaba Wakagi Toshio, “Bienvenida Sailor Venus.” Saludó Wakagi, “Veo que dejaste de usar antifaz.”

“Ya no lo necesito.” Respondió ella..

“Me alegra que hayas venido; tengo unas cuantas cosas que decirte.”

“¿Cómo cuales?” Preguntó ella acercándose a él. Artemis se había sentado en la orilla de la azotea y miraba con atención al detective.

“Hay cosas raras en los muelles y yo las he visto. No me gusta admitirlo, pero necesito de tu ayuda.”

“Me dijeron que no recordabas nada de lo que te pasó en ese lugar, y que también olvidaste tu pasado.” Dijo Sailor Venus.

“Recuerdo lo que vi en los muelles. Pero no quería asustar a Minako. No la recuerdo a ella muy bien, pero creo que tuvimos algún tipo de relación antes.” Explicó Wakagi, y mientras lo hacía, la mirada en sus ojos se suavizaba, algo que Sailor Venus no dejó de notar. “Por esa razón no le dije mucho ¿qué tal si verme le trae a ella malos recuerdos? ¡Ojalá pudiera recordar todo mi pasado!”

Sailor Venus no respondió, aunque hubiera querido decirle que verlo no le traía ningún mal recuerdo.

“Pero eso no es de lo que quiero hablar.” Dijo él, “Necesito que mañana por la noche me acompañes a los muelles.”

“¿Por qué? ¿Qué es lo que hay allí?”

Wakagi se llevó una mano a la cabeza y la pasó por su cabello, “Hay una bruja o algo parecido. Ella me hizo esto. Creo que ella es la culpable de que perdiera la memoria y de mi nueva juventud.” Wakagi volvió a recargarse en la pared, “Se esconde en la bodega número cinco de los muelles.”

“Supongo que quieres acabar con ella y con ese lugar.” Le dijo Sailor Venus pensativa, “Podemos ir en este momento.” Le ofreció.

“No, mejor mañana. Si vamos ahora, no encontraremos nada.” Explicó Wakagi, dándole la espalda a Sailor Venus mientras abría la puerta que llevaba de regreso al edificio, “Te esperaré en la bodega cinco a las ocho de la noche de mañana.”

“De acuerdo.” Respondió la Sailor Scout. Wakagi cerró la puerta tras de él y la dejó sola.

Venus se sentó en la orilla de la azotea y Artemis se acurrucó junto a ella, “Parece que aún le desagrado mucho.” Dijo mientras acariciaba al gato detrás de las orejas.

“Supongo que es algo que no podemos evitar.” Respondió el gato.

Minako rió en voz baja, “Es gracioso; él se preocupa por Minako, pero no le importa mucho Sailor Venus.”

“¿Qué harás ahora Minako?”

“No tengo elección; le ayudaré a Wakagi.” Respondió Venus.

“¿No llamarás a las demás para que vengan también?”

La chica miró al gato y le acarició el lomo, “No esta vez. Espero que puedas entenderme.”

“Seguro. Pero las cosas serían más fáciles si todas las chicas van contigo.”

“No quiero asustar a Wakagi llevándolas.” Explicó Sailor Venus, “Ya le desagrado lo bastante yo sola.”

“A mí aún me parece mala idea ir sin el apoyo de las otras.” Insistió Artemis.

“Artemis, ¿podrías adelantarte a la casa? Quisiera pensar un poco.”

El gato suspiró y aceptó a marcharse, “Espero que cambies de opinión. Buenas noches, Minako.”

“Cuídate.” Le recomendó Sailor Venus al gato. Cuando estuvo sola, la joven mujer se permitió sonreír, aún tenía esperanzas de tener una relación con Wakagi.

+++

“¿Podrías decirme por qué no crees en lo que te digo?” Preguntó una mujer a través del teléfono.

“Maestra Sara. Ya le dije que no es posible que lo que usted dice sea cierto.” Respondió Naru, “Le agradecería que dejara de llamar a mi casa para insistir con ese asunto.”

“Pero...”

“Si no deja de hacerlo tendré que dejar su escuela.” Advirtió la joven Osaka.

“¡No puedes hacer eso! ¡Todavía hay cosas que debes aprender sobre tu bisabuela!”

“Si no quiere que abandone su escuela, deje de llamar a mi casa.” Repitió Naru, “¿lo hará?”

“....Está bien, pero sólo porque no me dejas opción.”

“Voy a colgar ahora, maestra.”

“Pero...”

*Click.*

“¿Con quién hablabas hermana?”

“Nadie importante Naruru.” Respondió ella mirando extrañada a su hermana menor, “Por cierto, ¿qué haces tú levantada? Son casi las once de la noche.”

“Mamá me dio permiso porque estamos de vacaciones.” Explicó la hermana menor.

“Ajá. ¿Y mamá?”

“En la sala revisando el nuevo catálogo de joyería que envió papá desde España.”

“Ya duérmete.” Respondió Naru y se enfiló hacia la sala.

Naru miró la forma en que su madre se concentraba en el catalogo, marcando las piezas de joyería que su esposo debería traer de Europa como parte de la colección de otoño que pensaban exhibir en la muestra de joyería de ese año. Cuando la mujer se distrajo un momento, Naru aprovechó para hablarle.

“Oye mamá.”

La mamá de Naru se detuvo, “¿Qué pasa?”

“¿Puedo hacerte una pregunta?” Dijo ella sentándose frente a su madre.

“Por supuesto.” Respondió la mujer.

“¿Qué sabes de mi bisabuela?” Dijo Naru al fin.

La mujer miró a su hija. “Esa es la última cosa que esperaba escuchar.”

“Mamá, por favor dime si sabes algo.” Insistió Naru.

“No hay mucho que decir.” Comenzó su madre, “Tu bisabuela murió durante los bombardeos de la segunda guerra mundial y nunca encontraron el cuerpo. Lo cual no es raro, considerando la forma en que murió.”

“¿Tenemos alguna foto de ella?”

“Si de veras te interesa tanto, debe haber alguna en el baúl que está en el cuarto de huéspedes.”

Naru abrió el viejo baúl que su madre le había indicado con manos un poco nerviosas, era la primera vez que le habían dado permiso para abrirlo y no imaginaba qué podría encontrar allí. “¿Kimonos?” Murmuró Naru levantando lo primero que encontró dentro de la caja. Sí, seis kimonos viejos pero aún en perfecto estado, dos de ellos debían de tener por lo menos cincuenta años. La joven dejó las prendas a un lado y continuó revisando el contenido del baúl, una hora después, justo cuando sonó la medianoche, Naru por fin encontró un portarretratos dentro de una bolsa de terciopelo. La fotografía que tenía en sus manos era bastante vieja, la fecha que se podía ver en la esquina inferior era de 1932; y la foto, a causa del tiempo, se había tornado marrón y borrosa en las orillas superiores. Aún así, la imagen podía apreciarse bastante bien, era una fotografía familiar: el padre, la madre y dos niñas. El hombre vestía un traje militar y la mujer llevaba un kimono con un diseño de flores que Naru reconoció. Era el primer Kimono que había sacado del baúl. Naru tomó el viejo kimono azul pastel y miró el delicado patrón de flores blancas que lo adornaban; era en realidad bastante hermoso. Aún con el kimono en su regazo, Naru prestó más atención a la vieja fotografía, especialmente a la mujer. El peinado que ella usaba era distinto al suyo, pero al mirar sus facciones, Naru tuvo que admitir que la mujer de la foto era idéntica a ella, tal vez cuatro o cinco años mayor; pero el parecido era increíble. Suspirando, Naru decidió que era bastante por ese día y comenzó a guardar las cosas de nuevo, pero al momento de guardar el portarretratos, notó algo en la mano derecha de su bisabuela: un guante idéntico al que había visto en su sueño. “Esto ya es demasiado.” Murmuró Naru y se apresuró a guardar la fotografía.

+++

El día había amanecido frío y nublado, y a consecuencia de esto, la biblioteca estaba casi vacía. Ami Mizuno empujaba un carrito lleno de libros entre los estantes de la sala principal. Su tarea consistía en acomodar los libros en su sitio. Ami pensaba en lo que había pasado minutos antes: ella y Kuro habían terminado un juego de ajedrez, algo que ahora hacían casi todos los días, y lo único que pudo lograr fue terminar el juego en tablas. Una hora después, Ami regresó al cuarto de archivo. En sus manos llevaba un libro que no era propiedad de la biblioteca; era un libro de la psicología de los sueños que Kuro le había prestado días atrás y Ami ahora pensaba devolverlo. La joven recordó que se había sorprendido cuando Kuro le contó que estudiaba Psicología. Ella lo había catalogado más bien como un ingeniero o un arquitecto. “En fin, la vida siempre da sorpresas.” Pensó mientras abría la puerta.

Dentro del cuarto de archivo, sentado y revisando un montón de papeles, estaba el señor Yamada, nadie más.

“Mizuno, ¿Ya terminó su trabajo?” Preguntó el señor Yamada, sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.

“Sí. Disculpe señor Yamada, ¿dónde está Kuro?”

“Salió temprano, al parecer su abuelo está de visita y tuvo que ir a recibirlo.” Contestó el jefe de Ami, “Al menos eso fue lo que dijo. Espero que no fuera solo un invento para salir antes de la hora.”

“No creo que Kuro mintiera.” Respondió Ami.

“Como sea. Mizuno, puede irse si quiere. No tengo más trabajo que darle por hoy.”

“Gracias... lo veré mañana.” Dijo Ami y tomó sus cosas, que había dejado sobre uno de los archiveros y salió de la biblioteca, hundida en varias cosas que le preocupaban.

Mientras caminaba por la ciudad, su bolsa colgando del hombro y el grueso libro prestado bajo el brazo, Ami comenzó a pensar seriamente en el reciente comportamiento del señor Tanoshii; en las últimas dos semanas, él y su madre habían salido juntos cinco veces. No es que a ella le desagradara el doctor. Ami había conocido al hombre desde que era bebé; de hecho, el doctor Tanoshii fue el anestesista durante la sesión de parto en la que ella había nacido. Ami comprendía que su madre aún era una mujer joven y que tenía todo el derecho de salir con quien ella quisiera, pero por el otro, nunca había descartado la posibilidad de una reconciliación entre sus padres. Ami siguió caminando. El problema que no tenía  mucho que hacer, y para agregar más tedio, su madre le había dicho que saldría por la noche a una recepción patrocinada por los laboratorios Kenkoutai.

Ami dio vuelta en la siguiente esquina y decidió ir a pasar el rato a un café que estaba cerca de allí. Cuando llegó al lugar notó que Makoto estaba dentro, de espaldas a la ventana y hablando con un joven que Ami no conocía. Ami decidió esperar un poco antes de entrar. Cuando el joven por fin salió; Ami se acercó a la puerta y esperó a su amiga, “¡Hola Makoto!” Llamó.

+++

Makoto había esperado esto por casi dos semanas. Esa mañana, Carlos le había llamado por teléfono y la había invitado a desayunar; cierto, no era realmente una cita pero al menos ya era algo. Una hora más tarde, Makoto, vestida con un combinado verde con blanco que ella consideraba le quedaba muy bien, esperaba a Carlos en el café donde habían quedado de verse. No pasó mucho antes de que Carlos llegara, y él llevaba una guitarra, eso si que era algo nuevo. Mientras les servían el desayuno, Carlos y Makoto conversaron de varias cosas. Makoto aprovechó para nombrar un número de lugares en los que a ella le gustaría ir en una cita. Cuando Makoto hablaba de un centro de Ikebana que tenía muchas ganas de visitar, la mesera la interrumpió al dejar la orden. El hilo de la conversación se perdió y ambos se dedicaron a comer.

“No sabía que supieras tocar.” Observó Makoto señalando la guitarra, esperando poder reavivar la plática.

“Aprendí en la secundaria.” Explicó Carlos, “Un maestro nos daba clases los fines de semana.”

“Es raro que no lo notara antes. Considerando que he visitado tu casa mucho los últimos días.” Dijo Makoto.

“Bueno, si no pasaras todo el tiempo hablando con mi madre; hubiera podido tocar algo de mi música para ti.”

“¿Te...molesta que hable con tu mamá?” Preguntó Makoto, un poco asustada por la pregunta pues temía que Carlos estuviera a punto de reclamarle algo como que ella intentaba robarle a su madre.

“No, no me molesta en lo absoluto.” Contestó él con una sonrisa. “A mí me agrada mucho que tú y mi madre se lleven bien, de veras. Es sólo que...”

“¿Qué sucede entonces?”

“Que no puedo hablar contigo cuando mi madre está cerca. No en la forma en la que me gustaría hacerlo.”

“Estamos solos ahora.” Le dijo Makoto, “¿Qué quieres decirme?”

Carlos respiró profundamente, al fin tenía oportunidad de decírselo. Sólo esperaba que no fuera a negarse.

“Makoto, desde que te vi por primera vez, yo...” Carlos se acercó a ella y tomó una de sus manos, “Yo he pensado que eres muy bonita y en verdad me gustas mucho. Y...me preguntaba si querrías salir conmigo.”

Makoto había esperado que él dijera esas palabras por varios días. Lo que no esperaba fue que la emoción le impidiera responder. “¡Claro que me encantaría salir contigo!” Dijo ella al fin, “¿Qué planes tienes, Carlos?”

“Pensaba que podríamos ir a ese centro de Ikebana que mencionaste, luego a cenar y quizás caminar” Le dijo él, mientras estrechaba su mano con suavidad.

“Me parece un plan perfecto.” Respondió ella.

“¿Te parece bien si es hoy?”

¿Hoy? Makoto estaría ocupada, Rei le había llamado la noche anterior por teléfono y la había invitado a su casa, “Carlos, yo no puedo el día de hoy. Tengo un compromiso y no puedo cancelarlo.”

El joven asintió y le sonrío, aunque se veía que estaba algo decepcionado.

“¿Qué tal mañana?” Preguntó Makoto.

“No puedo, tengo que ayudar a mi papá con las clases en el dojo ¿Estarás libre pasado mañana?”

Si Makoto hubiera mirado detrás de ella en ese momento, se hubiera encontrado con Ami, pero estaba demasiado ocupada arreglando su cita como para eso. “El miércoles estará bien.”

“¡Excelente! ¿Te parece que pase por ti al mediodía?” Carlos estaba feliz.

“Sí, esa hora es perfecto.” Dijo Makoto, “¿Qué pasa?” Preguntó ella cuando la alarma del reloj de Carlos se activó y él se apresuró a apagarla.

“No, nada, me había olvidado que tengo un compromiso con mi padre.” Respondió él, “Es algo relacionado con tocar la guitarra par una reunión que va a tener con sus amigos de la preparatoria. Pero no importa.”

“¿No importa?” Preguntó Makoto, “¿Vas a dejar a tu papá plantado?”

“Estoy seguro que no se molestará, además, se está mejor contigo.”

Makoto miró a Carlos fijamente. Para ella, que había quedado huérfana a muy temprana edad, le parecía imposible que alguien pudiera faltar a un compromiso con sus padres. Cierto, le agradaba saber que a Carlos le gustaba estar con ella; pero eso no le daba derecho de ser irresponsable con su padre. “Carlos, será mejor que vayas con tu papá.”

“Pero quiero estar un poco más contigo.”

“Tendremos todo el tiempo que quieras en nuestra cita.” Le respondió Makoto, “No creo que sea justo que dejes abandonado a tu padre tan sólo por mí. ¿Crees que sea correcto?”

“.....Tienes razón.... Iré.” Dijo Carlos mientras pedía la cuenta, “No me matará tocar un poco, ni soportar que mi padre me exhiba ante sus amigos como si fuera trofeo.”

Poco después, Carlos salía del café y no tardó en desaparecer. Casi de inmediato, Makoto salió también.

“¡Hola Makoto!” la joven Kino giró para encontrarse con Ami.

“Ami.” Respondió ella y esperó a que su amiga la alcanzara, “¿Cómo es que no estás en la biblioteca?”

“Pues es algo largo de contar.”

“Dímelo mientras caminamos. Oye, Rei me invitó a su casa, ¿Qué dices, me acompañas?”

“Por supuesto.” Respondió Ami y comenzó a relatar todo lo que le había sucedido en la biblioteca esa mañana.

+++

Mientras, en el jardín principal de la escuela de Mamoru; Usagi miraba con atención y un poco de nerviosismo mientras su novio miraba la comida que había preparado. Ella no era muy aficionada a cocinar y aunque sus habilidades como cocinera no eran lo que se dice malas; su comida nunca había sido algo sobresaliente. Pero eso había cambiado en los últimos días; gracias a las lecciones de cocina de Makoto, Usagi ahora se sentía más confiada en la cocina y deseaba probarle a Mamoru que era capaz de prepararle un sabroso desayuno.

Mamoru intentaba decidir que probar primero; Usagi le había preparado un poco de arroz frito, algo de ensalada y tres rollos de verdura y pollo, el olor de la comida era muy agradable, y no tenía dudas de que su novia había puesto todo su empeño en cocinar para él. Finalmente, Mamoru se decidió y probó uno de los rollos.

“¿Sabe bien?” Preguntó Usagi.

“De hecho, ¡está delicioso!” Contestó Mamoru.

“¿De veras? ¿De veras?” Volvió a preguntar Usagi.

“De verdad.” Le aseguró Mamoru con una sonrisa.

“¡Gracias! ¡Me alegra mucho que te gustara!” Respondió Usagi alegremente, abrazando a Mamoru y dándole un rápido beso en la mejilla, “Tenía miedo de que no fuera mejor que lo que preparo siempre; creo que las clases de Makoto sí me han servido de mucho.”

Mamoru asintió mientras continuaba disfrutando de su comida, tenía que reconocer que Makoto había hecho un trabajo admirable como maestra.

Junto a él, Usagi se relajó mientras se apoyaba en su hombro y le miraba comer. “Mamoru, ¿por qué no podemos vivir en paz por siempre?” Preguntó ella de repente.

“¿A qué te refieres?” Dijo él, cerrando la cajita en donde Usagi le había llevado el desayuno.

“Es que a veces pienso que cada vez que parece que podré disfrutar de mi vida contigo, algo pasa que nos impide estar juntos.” Explicó ella, rodeándolo con sus brazos, “Yo entiendo la responsabilidad que cae sobre todos nosotros: las chicas, tú y yo; pero en ocasiones desearía no tener que estar esperando el momento en que alguien o algo decidirá atacarnos.”

Mamoru la rodeó con sus brazos y permitió que ella se acomodara junto a él, “Te entiendo perfectamente; yo también he pensado lo mismo muchas veces. Lo único que puedo decirte es que tendremos que trabajar juntos para que tu deseo se vuelva una realidad en el futuro.”

“No se qué hacer Mamoru.” Dijo Usagi, sus ojos se encontrándose con los de él. “En verdad que no lo sé.”

“Eso nunca te detuvo antes.” Le dijo él mientras acariciaba su cabello.

“Cierto, pero tú no sentiste el frío en el bosque de Hakone.” Le dijo ella bajando la mirada, “Esa horrible sensación no me ha dejado del todo desde entonces.”

Mamoru no supo qué decir por un momento, y se limitó a mecer a Usagi en sus brazos para confortarla.

“¿Quieres que vayamos a cenar esta noche?” Ofreció él al fin.

“Pero tú tienes que trabajar aquí mañana temprano.” Respondió Usagi, “Por esa razón no te lo había pedido.”

“Lo sé; ¿pero no te sentirías mejor si estoy contigo?” Dijo Mamoru, tomando el rostro de Usagi con su mano derecha y moviéndolo ligeramente hacia arriba, de manera que pudiera ver sus ojos, “Vamos, no pasará nada si salimos hoy; además, hay un nuevo lugar que quiero mostrarte.”

“Gracias amor.” Respondió Usagi recargándose en su pecho.

Mamoru guardó silencio, “Usagi, ¿Luna y Artemis han estado investigando sobre el fantasma que vi el otro día?”

“Sí, pero no hay nada nuevo.” Respondió Usagi, “¿Por qué?”

“No, por nada, es que no dejo de pensar en lo que dijo sobre los parásitos.”

“¿Crees que haya sido el inicio de una trampa en tu contra?” Dijo ella, ligeramente alarmada.

“Quizás.” Dijo Mamoru levantándose y estirando los brazos, “Si lo piensas bien, Usagi, no sería la primera vez que alguien nos ataca así.”

“Bueno, eso es cierto.” Admitió ella.

“Lo único que espero es que no suceda nada cómo la vez que el Negaverso apareció.”

“Yo tengo la esperanza de que ya no sucederá nada; las cosas han estado muy tranquilas.”

“El que no veamos algo no significa que no esté pasando nada.” Dijo él, “He escuchado que cosas raras han sucedido en otras partes del mundo.”

“¿Cosas raras? ¿Cómo qué?”

“Generalmente son reportes de...” Comenzó a explicar Mamoru, pero fue interrumpido cuando uno de sus compañeros de clase apareció llamándolo.

El recién llegado se detuvo en seco y, apenado, se rascó la cabeza, “Perdón por interrumpirte Mamoru, no sabía que estabas con tu novia.”

Usagi suspiró. Típico que alguien los interrumpiera; al menos esta vez no era un monstruo asesino como generalmente les sucedía.

“Está bien. ¿Qué pasa?” Dijo Mamoru.

“El maestro me mandó a buscarte.” Dijo el joven, “Tal vez no te fijaste, pero la hora de desayunar terminó hace diez minutos y aún no te han asignado a tus alumnos para el día de hoy.”

Mamoru se volvió para mirar a Usagi de frente, “Me tengo que ir.” Dijo y después de tomar la caja con el desayuno que Usagi le había preparado, se inclinó y le dio un rápido beso en la frente, “Pero te veré esta noche, lo prometo.”

Usagi sonrió y se despidió de él; después se encaminó al centro de comando, tenía que hablar de varias cosas con Luna y Artemis, que habían decidido quedarse allí por el resto del día. Usagi no estaba dispuesta a dejar que alguna nueva amenaza interrumpiera su compromiso con Mamoru. Para nada, no cuando al fin su vida parecía encontrar un poco de la paz que tanto deseaba.

+++

Rei hubiera deseado no levantarse. Después del desayuno, todo parecía haberse puesto gris. Y es que en la casa había dos personas de visita que no tenía muchas ganas de ver: Su padre y su secretario personal, Kaido. Bueno, en realidad, Rei tenía que admitir que Kaido tuvo el sentido común de no entrar a la casa; así sólo tendría que lidiar con su padre.

Su padre. ¿Por qué había decidido visitarla? Por más que se esforzaba, no le encontraba respuesta a esa pregunta. Rei dejó de pensar en eso, de cualquier forma, su padre ya estaba aquí y había dejado muy claro que necesitaba hablar con ella. Eso era lo que había dicho. Rei, para ganarse un poco de tiempo, se había ofrecido a preparar algo de té.

Finalmente, y luego de recalentar el té, que había dejado enfriar, Rei se encaminó a la sala llevando en sus manos una charola con tres tazas, una tetera y galletas. “Aquí esta el té. También traje galletas.” Anunció.

“Gracias hija.” Le respondió su abuelo, que miraba al padre de Rei bastante preocupado.

“Rei.” Llamó su padre, “Tengo algo muy importante que discutir contigo.”

La joven se sentó y miró a su padre con atención. “Dígame lo que tiene que decir.”

El padre de Rei le sostuvo la mirada y se sintió complacido cuando Rei parpadeó. “Tu abuelo me dice que estás pensando ser su sucesora aquí en el templo.”

“Si, eso es lo que pienso hacer.” Respondió Rei. Detestaba sentirse como una niña cuando su padre la miraba.

“Sé que lo harás bien. Pero eso no es por lo que estoy aquí.”

“¿No?”

“No. Es un asunto del que tu abuelo ya está enterado y está de acuerdo conmigo.”

El abuelo de Rei no dijo nada.

“Bien, dígame de qué se trata.” Pidió Rei mientras tomaba una galleta.

“Tu matrimonio ha sido arreglado.”

La galleta que Rei había tomado segundos antes cayó al suelo. “¿Matrimonio?” Balbuceó la joven.

“He logrado que el dueño del Banco Industrial de Japón acepte que te cases con su hijo.” Explicó el padre de Rei, “No tienes idea de lo afortunada que has sido.”

“¡Afortunada!” Respondió ella, “¡¿Quién le ha dado permiso de decidir mi vida por mí?!”

“Tu madre hubiera aprobado mi elección.” Respondió el señor Hino sin inmutarse.

“Mi madre está muerta.” Dijo Rei, “¡Lo más seguro es que usted ya esté planeando como usar las nuevas influencias que obtendrá si me caso con esa persona!”

“Antes de que pierdas más la calma, lee esto.” El señor Hino le alcanzó a su hija un sobre, ya viejo y gastado, que había colocado sobre la mesa, “Es auténtico.”

Rei tomó el sobre y de él sacó una sola hoja de papel. En la hoja estaba escrita una carta de su madre.

“Lee lo que tu madre me pidió.” Insistió el padre de Rei.

Rei dobló la carta y la metió de nuevo en el sobre, sin leerla. “Lo veré después.”

El abuelo de Rei se disculpó y salió de la sala. Esto era algo que su nieta y su padre debían resolver solos.

El hombre bajó la mirada, decepcionado de que su hija no entendiera cómo funcionaban las cosas. “Me estoy haciendo viejo.” Dijo al fin, “Y tu abuelo y yo no duraremos para siempre.”

“Eso no tiene nada que ver con el que me ofrezca así. ¡No soy una mercancía!” Le recriminó Rei.

“De cualquier modo; tu madre me hizo prometer que buscaría a alguien que te cuidara.” Continuó diciendo el señor Hino, “Ella también deseaba conocer a sus nietos, pero el cáncer...”

“...Se la llevó.” Completó Rei.

“Yo sé perfectamente bien que nunca he sido un buen padre.” Dijo el señor Hino, “Y que nunca estuve aquí cuando me necesitaste. Pero a pesar de mi ausencia me he asegurado que no padezcas ninguna carencia.”

“Tal vez ninguna material, pero...nunca tuve a mi padre.” Dijo Rei, “¿Eso no es una carencia?”

“Sí, lo es.” Aceptó el padre de Rei, “Pero ya es muy tarde para disculparme o remediar eso; ya has crecido y pronto no me necesitarás. Tu padre no es un ignorante, Rei. Al menos dame la ventaja de la duda en este asunto. Estoy seguro de que he elegido a un buen muchacho.”

“No me interesa verlo, ni saber como se llama.” Dijo Rei tajante. “Será mejor que anule ese arreglo.”

“No lo haré. No hasta que hayas aceptado conocer a Keigo Hikazan.”

Rei cerró los ojos un momento, hasta que se calmó.

“Hay una parte del arreglo que no te he dicho. Claro que no me has dado oportunidad de hacerlo.” Continuó el señor Hino, “Probablemente te agrade.”

“Le escucho.” Dijo Rei, sus dedos acariciando la superficie del sobre. Sorpresivamente, el contacto con algo hecho por su madre la tranquilizaba.

“El joven Hikazan tampoco está feliz por este arreglo. Incluso se opone tanto o más que tú.”

“Parece un joven cuerdo.” Dijo Rei.

“Como yo sabía que te opondrías al compromiso, agregué una condición extra.”

“¿Cuál es?” Preguntó Rei, “¿La posibilidad de divorcio luego de diez años?”

“La condición es esta: una reunión entre tú y él.” Explicó el señor Hino, haciendo poco caso de las palabras de su hija, “Si después de verse una vez, ustedes deciden que no se agradan, el arreglo quedará anulado.”

“Preferiría que no hubiese hecho esto.” Dijo Rei levantándose y dirigiéndose a la puerta.

“¡Espera!” Llamó su padre, “¿Irás a conocer a tu prometido? La cita ha sido programada para el miércoles.”

Prometido. La palabra le revolvía el estómago a Rei. “¿Por qué habría de hacerlo?”

“Si no lo haces, tendrás que casarte de todas formas dentro de un año. Y sólo podrás conocer a tu esposo hasta ese día.” Contestó el señor Hino, “Esta es la única oportunidad que tendrás para salir de este compromiso de una manera tranquila y sin causar escándalo.”

Rei se detuvo sin mirar a su padre. Esta vez sí que la había metido en una situación demasiado desagradable. “Usted gana.” Se rindió, “Iré a la cita. Pero el resultado será el mismo, el arreglo quedará desecho.”

“Me basta con que asistas.” Respondió el señor Hino cuando su hija salía de la habitación.

Mientras su abuelo y su padre terminaban de conversar, Rei salió a la entrada del templo y se sentó en las anchas escaleras que conducían a la calle, el sobre con la carta de su madre estaba a salvo en una de las bolsas de su sudadera. Allá enfrente estaba estacionado el elegante auto negro de su padre. Al volante, leyendo un periódico, estaba Kaido. Rei miró en otra dirección, no tenía ganas de pensar en él, y menos después de haber escuchado que su esposa estaba embarazada. Vaya con el señor que no quería tener hijos. Poco después, su padre salió del templo. “No pensé que estuvieras aquí.” Dijo. “Pero es una suerte, así podré decirte en dónde debes encontrarte con tu prometido.”

Rei sólo asintió.

“La cita es a las tres de la tarde en Nikko. En el templo Taiyuin. Busca a un joven con un perro samoyedo.”

“Lo recordaré.” Dijo ella.

“Bueno, adiós.” Se despidió su padre. “Espero que las cosas marchen bien el miércoles.”

La joven no respondió y, sentada en el mismo lugar, miró cómo su padre subía a su auto y se alejaba del lugar. Aún no podía creer lo que había sucedido. Rei recordó la carta y sacó el sobre de nuevo. Se disponía a abrirlo; pero la llegada de dos de sus amigas le impidió hacerlo. No era que Rei no confiara en ellas, pero deseaba hacer esto en privado. Guardando el sobre otra vez en su bolsa; Rei se levantó y fue a recibir a Makoto y Ami. Las preguntas que Ami y Makoto le hicieron a Rei acerca del por qué no hablaba mucho, ella las respondió con evasivas. La carta de su madre, Rei no la leyó hasta dos días después, mientras viajaba en el camión que la llevaría al templo Taiyuin.

+++

“¡No-no-no!¡Deténganse!” Dijo el profesor de baile con su curioso acento francés. “Minako, ¡has cometido otro error! ¡Y Naru! ¿También tú te has equivocado! ¿Qué les sucede a las dos?”

Minako bajó la mirada, tres lugares a su izquierda, Naru ahogó un bostezo. El resto de las alumnas las miraban con curiosidad. Minako era la mejor alumna de la escuela de talento, y Naru tampoco lo hacía tan mal; el que alguna de ellas cometiera un error era bastante raro. Y eso había estado sucediéndole a las dos todo el día. Minako había pasado casi toda la noche pensando en lo que podría haber en la bodega que ella y Wakagi visitarían. Mientras que Naru había dormido muy mal, su sueño fue interrumpido por pesadillas que ahora no recordaba. “De todas formas...” Dijo el profesor una vez que se hubo calmado, “Sólo faltan veinte minutos para que acabe la clase. Minako, Naru, por esta vez les permitiré salir temprano ¡espero que la próxima clase no se presenten desveladas!”

“¡Pero profesor!” Se quejó Minako, “Déjeme terminar la rutina ¡por favor!”

Naru no se había quejado, de hecho, se inclinó ante el profesor y se dirigió a recoger su mochila.

“No Minako.” Dijo el profesor, “Eres una de las mejores alumnas y no puedo dejar que baje tu rendimiento.”

Ante tal argumento, Minako no tuvo otra opción mas que obedecer. “Está bien, profesor.” Dijo y, luego de recoger su mochila, salió del salón. Minako no pudo evitar sentir un ligero piquete en su orgullo cuando, mientras se dirigía a la salida, la música comenzó y el profesor animaba a las otras alumnas a dar un último esfuerzo antes de terminar el día.

Si Naru hubiera esperado a Minako, lo que sucedió después pudo haber sido diferente. Caminando directamente al edificio de departamentos donde vivía, Naru se encontró con algo que no le sentó muy bien: en la acera frente iba su hermana, tomada de la mano de un chico que Naru jamás había visto. Las cosas empeoraron cuando el chico guió a su hermana menor al interior de un callejón. Eso no le agradó mucho, Naruru apenas tenía catorce años, estaba por pasar a segundo de secundaria y no le parecía que tuviera novio. Al menos no sin que ella lo aprobara primero, porque a fin de cuentas, ¿para qué eran las hermanas mayores? Sin más contemplaciones sobre el asunto, Naru cruzó la calle y caminó al callejón dónde su hermana había entrado, seguro que le daría un buen susto.

El susto se lo llevó Naru cuando su hermana lanzó un grito que fue apagado inmediatamente. Olvidándose de sorprender a su hermana, Naru entró corriendo al callejón, pero se congeló ante lo que vio allí. El muchacho ya no estaba, en su lugar, una especie de criatura jorobada de rasgos anfibios, con ojos sin párpados y una enorme boca sin dientes, sostenía en el aire a una inconsciente Naruru. “¡Suelta a mi hermana!” Gritó Naru. La cosa miró con curiosidad a la mujer que le gritaba, ahora tendría que hacerle callar de una muy mala forma; pero al menos tendría más comida. La bestia arrojó a la niña al suelo y se lanzó hacia Naru.

El tiempo pareció detenerse, Naru terminó de espaldas en el piso, la criatura anfibia sobre ella. Naru no tenía fuerzas para sacarse a la bestia de encima y cuando comenzó a estrangularla, supo que iba a morir. Naru se preguntó por qué Sailor Moon no llegaba a rescatarla, ella siempre la había ayudado. ¿Dónde estaba? ¿Acaso era su destino morir así? Naru tenía cada vez más problemas para pensar, su cuerpo estaba entumecido. Pero....¿Qué pasaría con su hermana menor? “...N-a-r-u-r-u...” Gimió Naru, con sus últimas fuerzas consiguió mirar hasta donde yacía su hermana, la niña se había golpeado la cara al caer ¿Su hermana menor también moriría a manos de esta cosa?¿Dónde estaba Sailor moon? ¿Dónde...?

Fue sólo cuando la imagen de su hermana menor en las garras de este monstruo apareció ante ella, que un cambio se desató en la joven. Si Naru estaba segura de algo ¡era de que su hermana no sufriría a manos de esa cosa! En ese momento, el brazo derecho de Naru se elevó y un resplandor verde surgió de su mano. La bestia soltó a la joven y retrocedió un poco, el brillo le lastimaba los ojos. Respirando agitadamente, Naru se irguió apoyándose en el codo izquierdo. No entendía qué sucedía, pero no iba a permitir que nadie lastimara a su hermana. “¡Vete y déjanos en paz!” Gritó. Y cuando lo hizo, una fuerte ráfaga de viento surgió y lanzó con fuerza a la bestia anfibia, golpeándola, elevándola y estrellándola contra las paredes del callejón una y otra vez  hasta que, tan súbitamente como apareció, el viento se extinguió junto con la luz verde que surgía de su mano. El ser cayó al suelo hecho un despojo, pero Naru lo ignoró. Tambaleándose, llegó junto a su hermana y comenzó a arrastrarla fuera del callejón. En la calle podría conseguir ayuda más fácilmente. Un débil croar la detuvo. Naru miró de vuelta al callejón y vio que el monstruo no tenía pensado dejarlas escapar. La criatura se arrastraba y cuando consiguió levantarse, Naru estuvo segura de que era el fin. 

Pero el destino es engañoso. El suelo bajo los pies del monstruo se congeló y una niebla helada inundó el callejón. Naru sabía que tenía que huir, pero no podía dejar de mirar. De la niebla surgió la figura de una mujer. Lo que sucedió después, Naru no lo olvidaría. La mujer, a la que no le había visto aún el rostro, tocó al monstruo, que se congeló de inmediato, transformándose en una estatua de hielo. Después, la desconocida golpeó con un dedo a la criatura congelada y ésta se desmoronó, dejando en su lugar a un chico desnudo.

“Ya era hora que despertaras.” Comentó la extraña mujer saliendo de entre la niebla, “No está mal para ser la primera vez que usas la gema, casi destruyes al parásito.” 

“¿Maestra Sara?” Murmuró Naru. Frente a ella estaba Sara D’Neige, pero ahora vestía un traje blanco que llevaba como una segunda piel, sobre éste usaba un largo abrigo aún más blanco que el traje. En el guante de su mano derecha brillaba una gema blanca alojada en una placa de metal dorado.

“Me llevaré a este chico a un hospital.” Dijo la mujer de cabello plateado, “Hablaremos mañana en mi oficina después de clases. Hasta entonces, no le hables a nadie sobre esto ¿entiendes?”

Naru asintió. Sara la miró y tomó al chico en sus brazos, para desaparecer de nuevo en la fría niebla. Naru sintió que algo se movía en sus brazos, “...hermana... tengo frío...” Naru sonrió. Llorando, abrazó con fuerza a Naruru, “Si vuelves a asustarme así no te lo voy a perdonar nunca.”

+++

Artemis estaba preocupado, bastante preocupado. Minako se había ido sola a encontrarse con Wakagi y eso no le gustaba. Lo que más lamentaba fue el no poder convencer a Minako de llamar a las demás y que le hiciera prometer que no las llamaría. “¡Esa niña!”  Se quejó el gato amargamente, “¡Sólo a ella se le pudo ocurrir esto!”  Si el gato pudiera morderse las uñas ya lo habría hecho, pero como no podía, se la pasaba dando vueltas en la habitación de Minako, brincando de la cama al suelo y luego a la cama otra vez. Entonces, a medio salto, un escalofrío recorrió el lomo del gato. No entendía cómo, pero Artemis sabía que algo malo le había pasado a Minako.

El gato miró al reloj. Ya eran las nueve de la noche. ¿Qué podía hacer? No era como si él pudiera llamar por teléfono, el centro de comando estaba muy lejos como para que fuera una opción útil y lo mismo pasaba con las otras Sailor Scout. La única que vivía cerca era ¡Usagi! Pero Artemis recordó que Usagi había mencionado que tendría una cita por la noche con Mamoru. Al gato sólo le quedaba esperar que por pura suerte, lograra alcanzar a Usagi antes de que saliera, o al menos, conseguir que Luna le dijera en dónde estaba. Corriendo lo más rápido que podía, el gato salió disparado escaleras abajo, casi tumbando a la madre de Minako. “¿¡Qué pasa con este gato!?” Gritó la señora Aino.

+++

El sol del atardecer teñía las aguas del mar con tonos anaranjados, los muelles se habían quedado vacíos. Los trabajadores se habían marchado hacía ya un buen rato. Afuera de una bodega, dos personas miran con atención la enorme estructura. “No se ve distinta a las demás.” Comentó Sailor Venus.

“Pero lo que está adentro sí lo es.” Respondió Wakagi. “Vamos a entrar por la puerta de atrás, sígueme.” La pequeña puerta trasera de la bodega se abrió con un chirrido. Una vez dentro, Sailor Venus no pudo dejar de asombrarse por lo grande que era el lugar: la bodega tenía el techo muy alto, cruzado por gruesas vigas transversales de las que colgaban, a pocos metros del suelo y de trecho en trecho, enormes y pesadas cajas de metal sostenidas por gordas cadenas. En el techo, grandes lámparas iluminaban el lugar. Muchas enormes cajas oxidadas como las que colgaban del techo se apilaban y formaban estrechos pasillos.

“¿Por dónde?” Dijo Sailor Venus.

“El lugar está diferente.” Respondió Wakagi, “Debemos llegar al centro de la bodega.”

Tarabat, sentada en un amplio sofá, observaba con atención varias antorchas. La mujer estaba intranquila. No le preocupaba su trabajo; El número de humanos infectados con parásitos en Asia era ya de cientos de miles, incluso cuando aquí en Tokio sólo tenía permitido infectar a ciertos objetivos, el número de humanos infectados con parásitos controladores era casi de doscientos. Pero estaba aburrida. No podía entender por qué el Gran Necromante estaba obsesionado con reactivar las máquinas de la fortaleza. Estaba convencida que no necesitaban las máquinas. Si eran recargadas y activadas, el Gran Necromante trataría de conquistar la galaxia o alguna estupidez semejante y Tarabat no le veía sentido a eso. Ella se conformaba con quedarse en la tierra y mantener a los humanos como sus esclavos. Además, los humanos eran criaturas bastante admirables ¿Por qué el gran Necromante no...? Momento, algo acababa de entrar. Mirando la flama, Tarabat no pudo dejar de escapar una risita. La intrusa era una de esas niñas que lastimaron a Kernath, y el otro, Tarabat lo conocía bien, era el policía que había infectado por diversión. La noche no sería tan aburrida después de todo. Tomando un látigo de una mesa, Tarabat salió a divertirse.

“Ya llevamos casi una hora dando vueltas.” Dijo Venus, “Ya me confundí, todas estas cajas se ven igual.”

“Creo que vamos por buen camino.” Respondió Wakagi, que ahora caminaba más despacio y trataba de ocultar el súbito acceso de fiebre que le atacaba. En ese momento, llegaron a un espacio abierto entre las cajas, tal vez allí podría descansar un poco.

“Wakagi...”

“¿Qué sucede? ¿Has visto algo Sailor V?”

“No. Quería pedirte algo para Minako.” Sailor Venus sabía que no era el momento para preguntar. Pero temía que después no pudiera hacerlo.

Wakagi se detuvo en una esquina del área despejada a la que llegaron y se limpió el sudor de la frente. “No es el momento para eso, pero te escucho ¿Qué es lo que Minako quiere?”

“Que tengas una cita con ella.” Sailor V se asombró con la facilidad con que había podido decirlo.

“¿Sólo era eso?” Wakagi miró a Sailor Venus. Era bastante bonita, de lindas piernas y figura y su cara era hermosa. Casi era tan linda como Minako. De hecho, el mirarla le hacía sentirse algo mejor. Minako y Sailor V ¿Qué le recordaba eso? Después lo pensaría, “Bien, acepto. Pensaba invitarla a salir de todas formas.”

“¿En serio?” Preguntó Sailor Venus con emoción, pero su alegría desapareció en cuanto Wakagi cayó de rodillas frente a ella, respirando con dificultad.

“¡Wakagi!”

“Oh, no te preocupes, tan sólo está resistiéndose a mi parásito.”

Sailor Venus levantó la mirada y la vio. De pie en el centro del área desocupada estaba una mujer, vestida con un bikini negro. De su espalda nacían dos alas membranosas que se extendían y proyectaban una horrible sombra en el suelo. Atrás de ella se veían varias formas asquerosas, similares a sapos humanos.

“Me llamo Tarabat, y tú y ese policía están invadiendo mi casa.”

Inmediatamente, Sailor Venus se puso de pie frente al policía “No dejaré que toques a Wakagi.”

“¿Así que se llama Wakagi?” Dijo Tarabat, haciendo un giro con la mano, al ver esa señal, los seres anfibios se escurrieron fuera de vista, “No es un mal nombre. Wakagi, mata a esta niña.”

Sailor Venus dio media vuelta; allí estaba Wakagi, de pie, apuntándole con su revolver. Pero al mismo tiempo, no era él. La voz era distinta y los ojos estaban hundidos y ausentes. “Eso no es Wakagi.” Venus retrocedió un poco, nunca le habían apuntado con un arma antes.

*¡¡¡BLAAMMM!!!*

Entonces, el sonido del disparo era lo único que se repetía, una y otra vez.

Eran las nueve de la noche y, mientras, en la habitación de Minako, Artemis tuvo la seguridad de que algo le había pasado, algo muy malo.

+++

“¡Te digo que está en problemas!” Gritó Artemis.

“¡No tienes que gritar!” Respondió Luna, “¡Ya entendimos lo que querías decirnos!”

“Artemis ¿en dónde está Minako?” Preguntó Usagi, junto a ella estaba Mamoru y ambos estaban preocupados. La pareja estaba de pie frente a la casa de la familia Tsukino. Si Artemis hubiera tardado un par de minutos más, sólo hubiera visto al automóvil de Mamoru alejándose y todo se habría perdido para él.

“¡En la bodega número cinco de los muelles! ¡Debemos ir allí, rápido!”

“Mamoru.” Dijo Usagi, “¡No podemos perder más tiempo!”

“¡Suban al auto!” Dijo él.

Artemis y Luna viajaban en el regazo de Usagi, el gato blanco no había dicho nada más, pero todos sabían que estaba luchando para mantenerse bajo control. “Artemis, esto no es tu culpa.” Murmuró Luna.

“No debí hacerle caso.” Respondió él, “Debí haberlas llamado a todas desde el principio. Ahora ni siquiera podemos localizar a las demás.”

“Ya estamos por llegar.” Anunció Mamoru. Pocas veces había conducido tan rápido, pero en esta ocasión no había elección alguna.

+++

El uniforme de las Sailor scout, a pesar de parecer frágil, es capaz de resistir muchas cosas, incluso un disparo, pero eso no significaba que pueda detener el impacto. Para Sailor Venus, este no era un experimento que quisiera repetir. El increíble dolor en su estómago le decía dónde le había impactado la bala. “¿No se murió?” Dijo Tarabat incrédula, mirando con los ojos muy abiertos a la Sailor Scout, se había divertido mucho cuando la niña había sido lanzada varios pasos más allá por la fuerza del disparo, quedando justo debajo de una de las pesadas cajas que colgaban del techo.   

Tarabat caminó hasta quedar a unos pasos de Sailor Venus y le indicó al parásito que habitaba el cuerpo de Wakagi que se acercara. “¿Qué vas a hacer?” Preguntó Minako, que no podía aún intentar ponerse de pie.

“Yo no haré nada.” Respondió la mujer vampiro, y le entregó al parásito una cadena que colgaba de una viga del techo. “Jala esto, causará que la caja caiga y la aplaste.” Tarabat era en realidad una maniática.

El parásito intentó jalar la cadena una, dos, tres veces, pero no pasaba nada. Extrañado, intentó una vez más, pero la mano soltó las cadenas, se cerró en un puño y no volvió a moverse. Wakagi, aún despierto dentro de su mente, había reaccionado ante esta situación, le recordaba algo. Relacionado con chocolates, un edificio que se derrumbaba y a una mujer que había salvado entonces. No podía enfocar el recuerdo, pero no pensaba dejar que un intruso usara su cuerpo para cometer crímenes. “¿Aún te resistes a mi parásito?” Tarabat estaba impresionada. No había duda de que los humanos eran bastante interesantes. La mujer vampiro comenzó a reír mientras miraba como el cuerpo de Wakagi literalmente bailaba de un lugar a otro, cuando terminó, el joven policía se agachó y, luego de un ataque de tos, de su boca salió un limo negro que se arrastró penosamente hacia Tarabat. Aún algo mareado, el policía se acercó a Sailor Venus y la levantó en sus brazos. “¿Te duele mucho?” Preguntó el policía.

“Ya no tanto.” Respondió Venus con una débil sonrisa, “¿En verdad eres tú, Wakagi?”

“El único y original.” Wakagi sacó a Sailor Venus del área de peligro, “No me ganaste.” Dijo, de pie junto a Sailor Venus y apuntándole a la bruja con su arma. “Creo que es hora de que te rindas. No soy mal tirador.”

“¿Piensas que no gané?” Contestó Tarabat, aplastando con su bota al parásito, matándolo como una cucaracha, “Tal vez no. Es una pena, arruinaste mi diversión. Eso es algo que simplemente no puedo tolerar.”

Wakagi no tuvo tiempo de reaccionar, en un pestañeo, Tarabat giró su brazo, desenrolló su látigo y lo golpeó en los muslos. El policía se desplomó junto a Sailor Venus. Aunque Wakagi sentía dolor, no pensó que estuviera herido, pero la sangre que comenzó a extenderse por el suelo le hizo cambiar de opinión. Entonces miró con atención el látigo de Tarabat, la punta terminaba en una filosa navaja que le había acariciado mortalmente, pues la herida le había rebanado la arteria. Wakagi hizo presión sobre la herida para no morir desangrado.

“¡WAKAGI!”

“Veo que te gusta gritar su nombre.” Se burló Tarabat, “Me has divertido bastante. Por eso te mataré rápido.”

 Sailor Venus fijó sus ojos en los de Tarabat y con pura fuerza de voluntad, logró ponerse de pie, “No te perdonaré por esto.” Murmuró la Sailor Scout, “¡TU! ¡Tú mereces el peor castigo de este mundo!”

“Vaya, ¿ya te enojaste?” Dijo la general de los parásitos, golpeando con su látigo a Sailor Venus y causándole una horrible herida en el brazo, “¡Pero es un simple juego!”

Ignorando el dolor, Minako dio un paso adelante, si quería salvar a Wakagi, tenía que acabar con esta loca. “¡Rolling Heart Vibration!”

La fuerza del ataque de Sailor Venus tomó por sorpresa a Tarabat, que esperaba que su enemiga no pudiera con el veneno de su látigo. “¡IMPOSIBLE!” Gritó Tarabat, y su nuevo y excelente cuerpo se hizo polvo.

Respirando con dificultad, Venus se llevó una mano a su brazo, la herida le dolía más que el golpe de la bala y perdía mucha sangre. Sintiéndose muy débil, la Sailor Scout se sentó junto a Wakagi. “Bien hecho.” Dijo el policía, “Me arrepiento de haber pensado mal de ti.”

“Gracias.” Contestó Minako, “Eso significa mucho para mí.”

“Lo...imagino Minako....” Dijo Wakagi, su voz más débil.

“¿Cómo me llamaste, Wakagi? ¿Wakagi?” Llamó Sailor Venus asustada, “¡Despierta!”

“...si hablo, perderé más sangre...” Respondió él, aún haciendo presión sobre la arteria, “...Pero ya...sé quién eres...Minako y tú...jajaja... es tonto...pero...las dos tienen los...mismos...ojos...azules....como el mar”

“¡Felicidades!” Se escuchó decir a la voz de Tarabat, que se presentó ahora como una Sombra sólida con dos ojos blancos y brillantes, “Es una lástima que yo aún esté bien ¿no? ¡Una lástima para ustedes!”

“¿Qué nunca te rindes?” Gritó Sailor Venus.

“¡Ustedes no tienen lo necesario para acabar conmigo y ahora me apoderaré de tu cuerpo niña! Y después...”

“Moon Princess Halation!” Tarabat giró para enfrentar al nuevo intruso, pero este era mucho más fuerte que el anterior. Una luz, que la envolvía y la quemaba, la cegó y destruyó su cuerpo. Al fin, Tarabat se había ido para siempre.

¡Sailor Venus!” Artemis se lanzó al lado de Minako. Luna, Sailor Moon y Tuxedo Mask estaban detrás del gato blanco, “Minako, ¿ahora ves por qué no quería que vinieras sola? ¿Qué voy a hacer contigo Mina?”

“No me regañes, además me preguntaba cuando llegarías. ¿Podrían ayudar a...Wakagi? Él está peor que yo.”

Sailor Moon se había arrodillado junto a su amiga y la estaba ayudando a incorporarse, “¿Puedes hacer algo?” Le preguntó a Tuxedo Mask. Mamoru se inclinó sobre el policía, “Ha perdido mucha sangre.” Dijo colocando sus manos sobre las piernas de Wakagi, que había quedado sin sentido, “Haré lo mejor que pueda, el resto depende de él.”

Al momento en que Mamoru le tocó, Wakagi sintió un agradable calor por todo su cuerpo. Le daba nuevas fuerzas y escuchó una voz suave dentro de su mente que le invitaba a no darse por vencido. Era una voz que le llamaba y tenía una gran autoridad, pero también era como si quien le llamara fuera un gentil líder que le necesitaba y le ofrecía su amistad. Wakagi no pudo ignorar el llamado y abrió de nuevo los ojos. Se sentía débil, pero ya no había dolor. “Sus heridas están curadas.” Anunció Mamoru, respirando con un poco de esfuerzo, su frente coronada de perlas de sudor, “Ha escapado de la muerte por muy poco. Pero perdió mucha sangre y eso es algo en lo que no puedo ayudarle, debemos llevarlo a un hospital.”

Wakagi no recordaba mucho después de eso, cuando volvió a despertar se encontraba en el hospital. Sentada a su lado, en un sillón, estaba Minako y en la ventana, el policía vio al gato blanco. Frente a su cama había un reloj que marcaba la hora, apenas eran las diez de la noche. “¿Cómo te sientes?”

“Mejor, “Respondió el detective, “Me han hecho una transfusión, ¿Verdad?”

“Sí, el doctor dijo que no entendía como es que estuvieras vivo.” Dijo Minako.

“¿Dónde está la persona que me curó?” Preguntó Wakagi, “El hombre del tuxedo y el antifaz, ¿y la otra Sailor Scout?”

“Ya se fueron, pero prometieron visitarte mañana, cuando yo venga a asegurarme que te tratan bien.” Minako hizo una pausa, “Wakagi, ahora que sabes que soy Sailor V, ¿estás molesto conmigo?”

“Bueno, en realidad fue difícil de aceptar.” Respondió el detective, “Pero no me molesta. Además, tenemos algo más importante que planear, como cierta cita que mencionaste.”

“¿Todavía quieres salir conmigo?” Preguntó Minako, llena de emoción por lo que escuchaba.

“Por supuesto que sí. Cuando salga iremos a donde quieras.” Dijo el policía, que miraba a Artemis con curiosidad, “Minako, dime una cosa. Tal vez lo imaginé, pero ese gato blanco tuyo, ¿habla?”

“Pues...” Minako miró a Artemis y le llamó con las manos. El gato bajó de la ventana y saltó a la cama junto a Wakagi. “Hola.” Saludó el gato, sentándose sobre el pecho del detective, “Espero que se recupere pronto oficial. Pero también quiero pedirle que no vuelva a poner a Minako en peligro como lo hizo el día de hoy.”

La reacción de Wakagi fue bastante normal: Torció los ojos y se desmayó.

“Creo que no estaba listo para una impresión tan fuerte.” Dijo Artemis. “Tal vez no debí hablarle aún.”

“Yo pensé que si había descubierto mi identidad de Sailor Venus, no le molestaría ver un gato que habla.”  “No sé cómo me convenciste de hablar con él.” Se lamentó el gato.

“Aceptaste por que me quieres.” Respondió Minako. “¿Verdad? Fue por eso que fuiste a salvarme hoy.” La joven abrazó al gato con cariño, “Yo sí te quiero mucho Artemis, eres mi mejor amigo.”

“Y yo también.” Admitió el gato, “No me hagas preocupar de esta forma otra vez Minako.”

“Trataré de no hacerlo.” Dijo ella y besó la frente del gato, “Gracias por ser mi amigo, Artemis.”

Por un largo rato, la joven y el gato permanecieron allí en silencio, hasta que Artemis habló, “¿Qué te dijeron tus padres cuando los llamaste, Mina?”

“Les pedí que vinieran por mí en una hora más.” Dijo ella, “Quiero estar otro poco con Wakagi.”

Cuando los padres de Minako entraron a la habitación, encontraron a su hija dormida en el sofá con su gato durmiendo en su regazo. El matrimonio no conocía al joven que dormía en la cama, pero según lo que les había dicho su hija, era un amigo importante que había sufrido un colapso anémico. Pero les parecía extraño que no lo conocieran. Ambos padres acordaron hablar largamente con su hija sobre eso al día siguiente, en especial su madre, que estaba segura que ese joven era más que un amigo.

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La historia continuará en el capítulo siete.

Notas:

Para este capítulo también utilicé a Naruru, la hermana menor de Naru. Este personaje aparece en el manga en la última historia dedicada a Chibi Usagi. Tuve que usarla porque Naru no se hubiera arriesgado tanto por otra persona, bueno, también lo hubiera hecho por su mamá y por Usagi.

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++Interludio 2++

Ami Mizuno

Ami se alegró de llegar a su edificio, estaba cansada y necesitaba dormir. Rei y Makoto habían decidido visitar el centro de Tokio y las tres amigas habían, entre otras cosas, entrado al cine, caminado mucho y cenado juntas. Ami tardó poco en llegar a su piso. Al caminar por el pasillo y antes de dar vuelta para llegar a su hogar, tuvo que detenerse. Allá estaba su madre, junto a ella (quizás demasiado cerca) estaba Tanoshii. Cualquier otro día, Ami hubiera seguido caminando, pero lo poco que escuchó de la conversación la detuvo. “...ella no está...” Escuchó decir a su madre. Luego otra parte de la conversación que no pudo descifrar y entonces, “Pero...” algo, y luego, “¿...quieres entrar a...?”

Entonces vino la respuesta del doctor, de la que Ami sólo comprendió “...esperando...la escuela...”

Su madre respondió, “Claro...yo también...¿Preocupa que...?” Lo demás, no pudo entenderlo. De cualquier forma ya era bastante, y la joven pensó que al menos debía hacerles saber que estaba allí. Entonces miró. Su madre estaba de espaldas, el doctor, de pie frente a ella, se inclinaba y entonces...Ami ya no quiso mirar. Se dio media vuelta y salió del edificio. No sería bueno interrumpirles.

Ami Mizuno caminaba sin un rumbo fijo, meditando sobre lo que había visto y escuchado y lo que sentía por ello. Lo primero que descubrió fue que no sabía que era lo que sentía, lo segundo era que no sabía cómo interpretarlo y en tercer lugar, se dio cuenta que estaba más cansada y que los pies le dolían. Ami terminó sentada en una parada de autobús.  “Si estás esperando el autobús, el último pasó hace media hora.”

Ami levantó la mirada y se encontró con Kuro Kizuko. “No estoy esperando transporte.”

Kuro la miró por un momento, “¿Te molesta si te acompaño?”

Ami se deslizó un poco hacia la derecha, haciéndole lugar en el asiento. Kuro se sentó y los dos se quedaron allí sin decir nada. Luego de un rato, Ami habló. “Kuro, ¿qué haces en la calle tan tarde?”

“Pensar más que otra cosa.” Dijo él, “¿Y tú?”

“No tengo ganas de hablar de eso.”

“Bien, no te obligaré si no quieres.” Dijo Kuro, que continuaba mirando a la calle.

“Kuro, ¿cómo son tus padres?” Preguntó Ami, sólo por hablar y despejar su mente un poco.

“Jamás los conocí en persona.” Dijo él, “lo único que tengo de ellos es esto.” Y sacó de su bolsillo un broche dorado un poco más grande de lo normal, que le prestó a Ami. Al abrirse, el broche tenía de un lado, una foto de una pareja, la mujer sosteniendo a un bebé; el otro lado tenía una piedra negra incrustada en el metal, “las monjas del orfanato me lo dieron cuando el abuelo me adoptó. Es lo único que tengo de ellos.”

“Lo siento.”  Respondió Ami devolviendo el broche, y el libro prestado.

“No tienes por qué. Me habría dolido más perderlos, o ver que se separaran.”

“Sí.” Ami bajó la mirada y movió los pies.

Kuro guardó el broche y recordó que los padres de Ami eran divorciados, lo había leído en un periódico que mostraba la biografía de la joven Mizuno. “Me disculpo si lo que dije te molestó.”

“No, ya he aprendido a vivir con eso.” Contestó ella, “Aunque a veces es difícil aceptar que los padres...busquen reemplazos.”

“¿Tu padre piensa casarse de nuevo?” Preguntó Kuro, tratando de ayudar si eso era lo que tenía triste a Ami.

“No. Al menos no mi padre.” Ami sonrió amargamente y continuó hablando, no le tenía a Kuro tanta confianza como a sus amigas, pero ya no podría cambiar de tema con facilidad. “A veces, soñaba que ellos se reconciliarían y un día mi papá llegaría y volvería a llevarme a jugar al campo mientras él pintaba.”

“¿Por eso estás aquí, verdad? Tu madre conoció a alguien.”

Ami asintió, “No entiendo por qué no regresa simplemente con mi padre.”

“¿Has pensado que eres lo único que queda del amor entre tus padres?” Dijo él, “No puedo decir que entiendo tu pena Ami, pero lo menos que puedo decirte es que ellos te quieren. Sé que un divorcio debe ser muy doloroso. Pero al menos tus padres están vivos y los conociste a ambos.”

“Sí, pero tú no entiendes.” Dijo Ami, estudiando con su mirada la punta de sus zapatos. Al menos él tenía razón al decir que sus padres estaban vivos. “¿Por qué tendría que aceptar de repente a alguien nuevo?”

“Ami, tú eres la persona más inteligente que conozco.” Dijo Kuro, “Sé que sabes la respuesta a tu pregunta.”

“¿De qué hablas?”

“El ser humano siempre busca el balance.” Comenzó él, “Cuando tenemos sed, bebemos. Cuando tenemos hambre, comemos. Cuando estamos solos, buscamos compañía.”

“¿Y eso qué tiene que ver conmigo?”

“Seguramente tú planeas ser una médico exitosa, ¿verdad?” Preguntó él.

“Sí.”

“Y sabes que para lograr tu sueño tendrás que esforzarte mucho. ¿No?”

“Sí, pero...” Ami no entendía que buscaba demostrar.

“Y tu madre probablemente sabe todo esto, ¿no es cierto?”

“Sí, ¿qué es lo que tratas de decir?” Preguntó Ami, aunque ya sabía a dónde se dirigía Kuro.

“Tal vez tu madre no quiere ser un obstáculo para ti, Ami.” Dijo él, “Si tu madre envejece sola, ¿crees que le gustaría ser una carga?”

“¡Ella no será una carga!”

“Pero tú no sabes qué es lo que ella piensa.” Respondió Kuro, “No si no hablas con ella. De cualquier modo, quizás tu madre piensa que ya puede abrirle su corazón a alguien nuevo. Alguien que la acompañará mientras tú puedes triunfar sin tener que preocuparte por ella cuando envejezca.”

Ami suspiró, ella había llegado a esa conclusión antes de sentarse en la parada de autobús. Pero escucharlo de otra persona en verdad lo hacía parecer más aceptable, “¿Y si está cometiendo un error?”

Kuro la miró con atención, “No creo que una mujer que teme a los errores hubiera criado a alguien como tú.”

Ami ya había pensado en algo similar, “Yo nunca dejaré de preocuparme por lo que le pase a mi madre.”

“Lo sé.” Respondió Kuro, “Probablemente no necesitas que te lo diga, pero dale una oportunidad a tu mamá.”

“Lo haré.” Dijo ella. Ninguno de los dos dijo nada durante un largo tiempo.

“Gracias Kuro.” Ami levantó la mirada, “Por escucharme.”

“No hay que darlas.” Contestó él, “Además, siempre es un placer escuchar tu voz.”

Ami volvió a bajar la mirada, “¿Por qué dices eso?”

“Tu voz me relaja.” Dijo él, “No sé cómo explicarlo, pero así es.”

Antes de que Ami pudiera responder, el auto del doctor Tanoshii se detuvo frente a ellos. Del auto bajó la madre de Ami, seguida por el doctor. “Ami, ¡te hemos estado buscando por horas!” La mujer entonces tomó la mano de su hija y la levantó, examinándola de pies a cabeza, “Llamé a todas tus amigas de la escuela. Rei y Makoto no sabían en dónde estabas, y los padres de Usagi y Minako me dijeron lo mismo. ¿Y quién es él?”

El joven se levantó, se inclinó y respondió, “Kuro Kizuko, a su servicio. Soy voluntario en la biblioteca, allí fue donde conocí a Ami.”

“Mucho gusto señor Kizuko.” Dijo la mujer, que miró a Kuro con atención y luego se concentró de nuevo en su hija, “¿Por qué no llamaste a la casa?” Ami miró a Tanoshii y su madre comprendió. “Entiendo, pero no hay nada, Ami. Ya te lo había dicho.”

“Pero yo vi...” Dijo Ami.

“Hablaremos de eso mañana.” Le aseguró su madre, “Si estás de acuerdo, claro.”

“Sí quiero. Hay cosas que debo decirte.” Ami notó que Kuro se había alejado un poco, probablemente no quería mezclarse en sus asuntos, lo que ella apreció.

“Bien, sube al auto.” Pidió la madre de Ami, “Ya es tarde y las dos necesitamos dormir.”

Tanoshii regresó al vehículo y se limitó a esperar a su amiga y su hija. No quería causar más problemas.

“Hasta mañana Kuro.” Dijo Ami, “Gracias de nuevo.” 

La madre de Ami se acercó a Kuro cuando su hija ya estaba esperándola en el auto, “Señor Kizuko, usted parece un joven educado. Espero que podamos hablar sobre esta noche. Pronto.” Y entonces, la mujer subió al auto y éste arrancó.

“Hay algo especial en Ami Mizuno.” Pensó Kuro mientras el auto se alejaba. “Debí haberlo visto antes, pero ya no importa. Pronto sabré qué es lo que la hace especial y entonces podré hacerlo mío.” Luego de un rato, el joven bostezó y decidió regresar a su casa para dormir y despejarse, el día siguiente sería bastante cansado.