Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2

  Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5  

Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8

Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11

Capítulo 12 || Capítulo 13

 

Capítulo Nueve

Sólo ten un poco de confianza

Usagi tenía a Luna sentada sobre la cama y no pensaba dejarla ir, durante los últimos tres días, la joven había intentado sacarle información a la gata acerca del sueño que había tenido, en especial sobre el hombre que vio y el artefacto que supuestamente tenía que buscar: la llave de plata. Pero Luna se las había arreglado para no contestar por medio de evasivas o escapándose de Usagi con algún pretexto.

“Muy bien, Luna.” Dijo Usagi en un tono serio, “Necesito que me digas lo que sepas sobre la llave de plata, y no intentes decirme que no sabes qué es; la manera en que reaccionas cada vez que menciono este asunto indica todo lo contrario.”

La gata se apretó contra la almohada de la cama y miró a ambos lados para tratar de encontrar una forma de salir del cuarto, pero no la encontró, “Bueno, no es que no pueda decirte lo que deseas.” Dijo Luna con resignación, “Pero no tiene caso hablar de eso.”

“¿Por qué no?”

“No tengo toda la información.” Dijo la gata, “Hay cosas que ni siquiera yo sé.”

“Pero necesito saber el significado de ese sueño.” Dijo Usagi un poco intranquila.

“Muy bien, sólo te diré esto: La llave de plata es algo de lo que sólo sé rumores.” Admitió Luna, “Siempre pensé que no existía..”

“Al menos es algo.” Respondió Usagi, “¿Qué hay de ese hombre que vi en mi sueño?”

“De él si no puedo decirte nada.” Contestó Luna, “Lo lamento, pero nunca conocí a alguien en el reino de plata que encaje con la descripción de la persona que mencionas. Tal vez era algún funcionario del reino.”

“¿Sabes? lo que ese hombre me dijo fue de lo más extraño” Dijo Usagi levantándose de la cama, “Además, me hizo sentir bien cuando estaba cerca, eso fue lo más extraño.”

“Desearía poder decirte más.” Dijo Luna sinceramente apenada.

“No te preocupes Luna. Descubriremos qué significa todo esto.” Murmuró Usagi acariciando las orejas de la gata, “Y creo que conocemos a alguien que nos puede ayudar mucho.”

“¿De quién hablas?” Preguntó Luna.

“De Setsuna, por supuesto.” Respondió Usagi mientras salía de la habitación.

La gata suspiró y siguió a Usagi, “Espera, será mejor que te acompañe.”

“Perdona que no tenga algo más fresco para ofrecerte.” Se disculpó Setsuna luego de servirle un poco de té a Usagi y sentarse con ella en la pequeña cocineta del centro de investigación donde había comenzado a trabajar unos meses antes, “Pero casi nadie toma otra cosa aquí.”

“No te preocupes Setsuna, no hay ningún problema.” Dijo Usagi, “¿Cómo está Hotaru?”

Setsuna bajó la mirada, “No tan bien como Haruka, Michiru y yo quisiéramos. Aún no habla mucho con nosotras y estoy segura que no lo hará hasta que no arregle sus...asuntos inconclusos con ese hombre.”

Usagi prefirió no contestar, no tenía muchas ganas de hablar sobre Sarnath.

“Y bien Usagi, ¿en qué puedo ayudarte?” Dijo Setsuna al fin.

“Bueno, hay algunas cosas que me gustaría preguntarte.” Dijo Usagi, “Necesitamos información acerca de un artefacto conocido como la llave de plata.”

“Pensamos que tal vez tú sabrías algo.”Agregó Luna.

Setsuna se cruzó de brazos y miró a Luna y a Usagi, “La llave de plata...jamás había oído sobre algo llamado así.”

Usagi miró a Luna y la gata asintió, “Será mejor que le cuentes tu sueño Usagi.”

Minutos más tarde, Setsuna suspiró y cerró los ojos por un largo rato, “¿Tienes idea de quién era el hombre que viste?”

“No, aún no.” Aseguró Usagi, “Pensé que tal vez tu podrías decirme.”

“Lo siento, pero no sé quien es.” Dijo Setsuna lo más tranquilamente que pudo, “Esta es la primera vez que escucho algo sobre ese hombre que mencionaste, no sé más de lo que Luna ya te contó.”

“Entonces no hay nada que hacer.” Murmuró Usagi algo decepcionada.

“Tal vez sí.” Intervino Luna, “Durante el Milenio de plata, la reina Serenidad le entregó al reino de la tierra varios artefactos que se perdieron cuando la reina Beryl comenzó la guerra.”

“Eso significa que existe la posibilidad de que la llave de plata aún esté por aquí.” Dijo Setsuna pensativa, “Si es un artefacto que perteneció a la reina Serenidad, seguramente tiene alguna propiedad especial que Usagi puede detectar con su cetro, aunque tal vez necesite ser modificado un poco, ¿no es verdad Luna?”

“Sí, pero modificar el cetro no es difícil.” Dijo la gata, “Sólo tenemos que ir al centro de comando.”

“¡Pues vamos!” Dijo Usagi animada. “¡Gracias Setsuna, hasta pronto!”

“Así que Usagi tuvo un sueño en el que apareció su padre. ¿Por qué ahora?” Pensó Setsuna al quedarse sola, “La llave de plata...¿qué será? Nunca escuché a la reina mencionarla.” Horas más tarde, Setsuna decidió que sólo le quedaba una opción: regresar al flujo del tiempo. Sólo que esta vez no buscaría ventanas. En esta ocasión tendría que visitar a Kronos.  Esa era una visita que Setsuna no tenía nada de ganas de realizar.

***

Sarnath se hundió hasta el cuello en el líquido revitalizador y trató de relajarse. Desde su enorme fracaso en el centro comercial Tokio, Sarnath no se había atrevido a presentarse ante el Gran Necromante. Alejando ese pensamiento de su mente, Sarnath se relajó mientras sentía como el líquido curativo sanaba la herida en su pecho y al hacerlo recordó los momentos que pasó con Hotaru: su suave piel y lo bien que se sintió al besar su hermoso cuello. Era una lástima que el obedecer a su amo le impidiera estar con ella.

“¿No te has cansado de seguir ordenes que no quieres obedecer?” Preguntó una voz justo cuando Sarnath comenzaba a quedarse dormido.

Al escuchar el comentario, Sarnath se levantó de inmediato y miró a su alrededor, pero no vio a nadie. La única persona en el cuarto de curación era él, “¿Quién está allí?”

“Tu mente y corazón están en otra parte.” Agregó una voz diferente, “Lo sabemos.”

“¿Por qué no se muestran?” Preguntó Sarnath mientras salía de la fuente en la que había estado sumergido, “¿Tienen miedo?”

 “Sólo queremos que te des cuenta que ya no perteneces aquí.” Contestó una tercera voz

“Quizás; pero no puedo abandonar mi cargo, estoy obligado por honor a servir al Gran Necromante.” Respondió intentando ubicar a los intrusos invisibles que lo molestaban.

“Sólo dices eso por que no tienes otro lugar a donde ir.” Dijo una cuarta voz.

“Tal vez pronto entiendas por qué te hemos dicho esto.” Indicó la primera voz, “De cualquier modo, tan sólo queríamos agradecerte por liberar nuestras almas.”

“¿Liberarlos?” Preguntó Sarnath, pero las cuatro voces ya no respondieron. Finalmente, Sarnath tomó una túnica blanca y envolvió su cuerpo con ella. Antes de que pudiera meditar el asunto, un parásito le entregó la orden de presentarse ante el Gran Necromante de inmediato.

Sarnath sintió una oleada de pánico cuando entró a el salón del Gran Necromante; estaba seguro de que no saldría vivo de allí. Frente al trono, arrodillado ante el fuego esmeralda que iluminaba el salón estaba Kernath, “Ustedes no han tenido un desempeño favorable.” Dijo el Gran Necromante con su melódica voz, “En especial tú Kernath, ¿qué ha pasado contigo?” Pregunto el amo, “Eres un soldado de primer nivel y sin embargo unas niñas te han detenido en dos ocasiones, ¿Cómo puedes explicarlo?”

“No he peleado aún en un campo de batalla.” Respondió Kernath.

“Buena excusa.” Dijo el Gran Necromante, “¿Sarnath? ¿Alguna explicación para tu sentimentalismo inútil? Siento que mi barrera sobre tus emociones se ha desvanecido.”

“Lo que usted llama sentimentalismo inútil no ha cambiado mi deseo de cumplir con la misión.” Contestó Sarnath, “Y ese sentimentalismo sigue un propósito definido; si consigo convencer a la mujer que me interesa de unirse a nosotros, nos haríamos de un aliado muy poderoso.”

“Esa también es una buena excusa.” Contestó el amo, “Tu idea me parece interesante, espero que consigas que esa mujer se una a nosotros, por el bien tuyo y de ella.”

“Si no consigo que sea parte de nuestro ejército, aceptaré cualquier castigo.” Se apresuró a decir Sarnath.

“No olvidaré que dijiste eso. Bien, Kernath, tú eres quién más me ha decepcionado.” Dijo el Gran Necromante con su armoniosa y bella voz mientras levantaba su mano, al mismo tiempo, el suelo bajo los pies de Kernath se abrió y cuarteó, tomando la forma de una enorme tenaza de roca que se mecía peligrosamente.

“¡No haga esto!” Pidió Kernath, paralizado por el miedo, “¡Tenga piedad!”

“Tal vez aún puedes hacer algo muy importante.” Dijo el amo después de un largo silencio durante el cual Kernath no dejó de temblar.

*¡¡¡CRUUNNNCH!!!*

Kernath no supo lo que sucedió; la tenaza de roca se cerró de golpe aplastando y destrozando por completo su brazo derecho, reduciéndolo a manchones irreconocibles esparcidos por todo el salón, para luego tomarlo por la cintura y lanzarlo contra la pared.

“Le...destrozó...el brazo” Murmuró Sarnath, entendiendo de golpe al Gran Necromante cuando le advirtió que aprendiera de Kernath en el futuro cercano, “¿¡Por qué!?”

“Era necesario, su desempeño ha sido mediocre ¿Comprendes por qué?” Dijo el amo.

“Bastante bien.” Contestó Sarnath aterrorizado.

Kernath, que trataba de detener la hemorragia presionando con fuerza el muñón que antes era su brazo, gemía lo más calladamente que podía, “Ve a que te arreglen eso.” Ordenó el Gran Necromante, “Después irás a Tokio y no volverás hasta que me traigas la cabeza de la niña que te venció esta última vez.”

Kernath asintió, y débilmente, salió de la habitación, dejando tras de sí un rastro de sangre.

“La efectividad de las colmenas ha bajado. ¿Alguna idea de cómo remediar esto?” Preguntó el amo.

“....No sé...”

El Gran Necromante giró su mano y el piso bajo Sarnath tembló, “¿No quieres hablar?”

“Podemos dejar de concentrarnos en Japón.” Se apresuró a decir Sarnath, “Si las otras colmenas no han enviado su  parte de luz blanca es porque no las hemos supervisado. Yo mismo podría ir a evaluar a Mongoro en la colmena de América.”

“¿Qué eso no te permitiría mantener a salvo a esa niña que quieres tanto?”

“Eso no tiene nada que ver. Usted me pidió una opinión y yo le respondí.”

El Gran Necromante consideró la idea de Sarnath, “Aceptado. Irás a  supervisar a Mongoro. Tienes doce horas para prepararte.” Dijo el amo y se desvaneció detrás del velo que cubría su trono.

***

En el centro de mando, Usagi esperaba a que las modificaciones a su cetro estuvieran terminadas. “Bueno, creo que ya está” Anunció Ami Mizuno mientras le entregaba a Usagi su bastón.

“No se siente distinto.” Mencionó Usagi, sosteniendo el cetro con curiosidad.

“Es debido a que está programado para responder cuando algún artefacto del milenio de plata que no sea uno de los que ya tenemos esté cerca.” Explicó Ami.

“Y no hará nada distinto hasta entonces.” Agregó Luna.

“Ami, ¿crees que los guardianes existan y nos estén buscando?” Preguntó Usagi, “La persona que apareció en mi sueño los mencionó, pero aún no los hemos visto.”

“Yo creo que los guardianes sí existen.” Contestó Ami, “Aunque esa es mi opinión, de todos modos, sería interesante encontrarlos, ¿no crees?”

“No lo sé.” Respondió Usagi, recordando cómo Sarnath había mencionado las gemas de los guardianes cuando la atacó unos días antes. “Supongo que sí, tal vez ellos podrían decirnos algo sobre el nuevo enemigo.”

“Bueno, nos preocuparemos de los guardianes si alguna vez nos topamos con ellos. Creo que por el momento, lo más importante es encontrar la llave de plata.” Dijo Ami.

“¿Alguna idea de donde buscar primero?” Preguntó Usagi.

“Tal vez tengas suerte y la encuentres en la ciudad.” Dijo Ami.

“¿No vendrás conmigo?”

“No puedo, tengo que regresar a la biblioteca.” Respondió Ami algo apenada, “Perdón Usagi, pero Kuro aún no está muy bien y no puedo dejarle todo el trabajo así nada más.”

“¿Kuro?” Usagi miró a Ami con curiosidad, “¿Quién es él? No recuerdo que lo hubieras mencionado antes.”

“Es un compañero de trabajo en la biblioteca.” Contestó Ami, “Ha estado algo enfermo y no sería apropiado dejarlo sólo mucho tiempo. Pero si quieres puedo acompañarte, sólo necesito llamar por teléfono y avisar que ya no regresaré por el día de hoy.”

“No es necesario.” Dijo Usagi, “Pero mañana podríamos hacerlo juntas, ¿qué opinas?”

“Me parece bien. Así podré arreglar las cosas para tener el día libre.” Dijo Ami tomando sus cosas y saliendo del centro de comando, “Te veré mañana.” Agregó antes de irse.

Usagi se quedó sentada durante varios minutos en el centro de comando, “Luna, ¿no sientes que estamos como cuando nos conocimos?”

“No entiendo qué tratas de decir Usagi.” Contestó la gata.

“Bueno... Ami, Rei, Makoto y Minako han estado muy ocupadas últimamente y no hemos hecho muchas cosas juntas durante las vacaciones.”

“Entiendo que esta vez no ha sido como en los años pasados. Pero eso no significa que las chicas te retirarán su amistad, Usagi.”

“Supongo que no debo ser tan egoísta con ellas.” Contestó Usagi animándose un poco, a fin de cuentas, ella sabía que sus amigas siempre la apoyarían, “Bueno, vamos a ver si logramos encontrar esa llave de  plata.”

Un par de horas y muchas cuadras después, Usagi se sentó en las escaleras que bajaban a la estación del metro. En todo el tiempo que ella y Luna llevaban caminando, no habían encontrado nada, ni siquiera una ligera reacción del cetro., “Ya basta por hoy.” Anunció una muy cansada Usagi.

“Pero, ¿tan rápido?” Preguntó la gata.

“Tenemos casi cuatro horas caminando sin ninguna respuesta del cetro.” Indicó Usagi, “No me estoy dando por vencida; pero la verdad tengo hambre y preferiría comer algo antes de pensar si vale la pena continuar hoy o no. Y no me digas que tú no tienes hambre Luna, que ya escuché gruñir tu estómago.”

La gata se sonrojó, “Bueno...creo que algo de comida sí nos caería bien.”

“Por supuesto que nos caería bien.” Reafirmó Usagi, “Y ahora que lo pienso, no estamos muy lejos de la escuela de Mamoru y ya casi es su hora de salida; ¿Qué tal si le hacemos una visita sorpresa y lo dejamos que nos invite a comer?”

“No lo sé.” Dudó Luna, “¿Sería conveniente?”

“¡Claro que sí!” Contestó Usagi con una sonrisa, “¡Además sirve que podemos explicarle qué es lo que estamos buscando! ¡Estoy segura de que él nos ayudará a cubrir más terreno con su auto!”

El resto del día, Usagi y Mamoru lo pasarían tratando de encontrar la llave de plata, desafortunadamente, el cetro de Usagi nunca detectó nada y al final, la joven Tsukino decidió intentarlo de nuevo con Ami al día siguiente.

***

En otro lugar, Naru Osaka, sentada en la azotea de la escuela de talento, se entretenía mirando como sus compañeras, tres pisos más abajo, salían de clases y se dirigían a sus casas. El curso de verano terminaría pronto y las alumnas recibirían un diploma que les permitiría conseguir trabajo en alguna agencia si así lo deseaban; Naru había escuchado que las clases en la escuela de talento serían interrumpidas durante el periodo escolar, ya que sólo se especializaban en cursos de verano. Pero las clases habían cumplido su objetivo: ese mismo día, todas sus compañeras habían recibido ofertas de trabajo como coristas de alguna de las muchas cantantes de pop que inundaban Japón, y otras tantas, buenas ofertas de un grupo de ballet clásico que necesitaba bailarinas para su nueva temporada. Naru había recibido seis ofrecimientos, entre ellos, una oferta de trabajo para modelar ropa de una agencia extranjera. Pero Minako, la alumna estrella de la escuela había recibido quince ofrecimientos para diversos trabajos, muchos más que cualquier otra de las estudiantes.

Pero esa no era la razón por la que Naru estaba en ese lugar. Naru esperaba a la directora de la escuela, Sara D’Neige, para discutir cierto asunto relacionado con una fuerte premonición que había tenido la noche anterior. Un sonido detrás de ella le alertó que Sara había llegado, “Ya estoy aquí Naru, ¿qué deseabas decirme?” Preguntó Sara, “Espero que sea relacionado con los demás guardianes.”

“De hecho sí.” Contestó Naru, “Si mi visión de anoche es correcta, sé cuándo despertará uno de los nuestros.”

Sara se mostró extremadamente complacida, “Parece que después de todo, algunas de las habilidades de tu bisabuela sí las heredaste. ¿Qué fue lo que viste?”

“Vi a un muchacho que llevaba una de las gemas. Era una gema de color gris” Naru hizo una pequeña pausa, “Creo que sé en dónde va a estar hoy y a qué hora sucederá todo.”

“Perfecto. ¿Dónde será?” Quiso saber Sara.

“La verdad es que nunca he entrado a ese lugar, pero sí se cómo llegar.”

“¿Estás segura de que ese muchacho es uno de los guardianes?”

“Muy segura.” Dijo Naru y guardó silencio, aunque era obvio que tenía algo más que decir.

“¿Qué sucede?” Le preguntó Sara.

“Bueno, usted me dijo que ya estaba lista para aprender más cosas.”

“En otras palabras, quieres tu uniforme.” Dijo Sara, “Bueno, como ya dominas lo más básico, creo que ya puedo mostrártelo.”

“¿De verdad me enseñará a hacerlo?” Preguntó Naru, aún algo desanimada ante la idea de reemplazar a su bisabuela, pero ya más resignada a cumplir con esa obligación.

Sara se dirigió a las escaleras, “No seas impaciente, hoy al anochecer nos veremos aquí, y antes de ir a arreglar nuestros asuntos, te diré como hacer eso.”

***

Minako Aino se sentía feliz, satisfecha y muy orgullosa de sí misma; no sólo había conseguido ser nombrada la mejor estudiante de la escuela de talento, sino que le habían asegurado que recibiría una mención especial junto a su diploma y además, le habían llegado muchas ofertas de trabajo el mismo día. Pero lo más especial de todo era que al fin dejarían salir a Wakagi del hospital y que ella lo acompañaría hasta su casa. Le molestaba un poco que Wakagi no hubiera podido salir antes, pero los doctores detectaron restos de veneno en su sangre y decidieron no dejarlo salir hasta que esos residuos desaparecieran. Pero eso no importaba ya. El joven detective saldría ese mismo día del hospital y Minako estaría allí para acompañarlo y, por supuesto, para arreglar que Wakagi cumpliera su promesa de invitarla a salir.

Sin embargo, los planes de Minako quedaron totalmente anulados cuando, mientras atravesaba el jardín cercano a su escuela, se encontró con Makoto. La expresión en el rostro de Makoto era terrible, y Minako dejó de sonreír.

“Hola Minako.” Saludó Makoto, “¿Y Artemis? Normalmente está contigo.”

“Hola Makoto.” Contestó Minako ligeramente alarmada, “Artemis se quedó en casa, no se sentía muy bien el día de hoy.”

“Ya veo. ¿Te molesta si camino un poco contigo?”

“Para nada.” Luego de andar un poco, Minako preguntó “¿Qué tienes Makoto, no te ves muy bien.”

“Lo sé, necesito que me ayudes.” Dijo Makoto, sus ojos fijos en su amiga.

“Por supuesto.” Contestó Minako, “¿Qué puedo hacer por ti?.”

Makoto comenzó a caminar y Minako la siguió, “Alguien importante para mí está en problemas con los Yakuza, y no sé qué puedo hacer.”

“¿Quién es esa persona?” Preguntó Minako, “¿Es ese muchacho del que nos hablaste el otro día en el centro comercial Tokio?”

Makoto asintió y dejó escapar un triste suspiro, “Sí, y no puedo ayudarlo porque eso pondría en peligro a sus padres.” Explicó, y luego procedió a decirle a Minako acerca de lo que había leído en la nota de amenaza que Carlos dejó caer.

“No entiendo, ¿él no sabe que estás enterada de su problema?”

“No. ¿y tu amigo detective?” Preguntó Makoto, “¿No crees que él podría ayudarnos?”

“Wakagi apenas saldrá hoy del hospital. Sé que ayudará si se lo pedimos, pero no quisiera que se agitara si aún está débil.” Respondió Minako, “Aunque estoy segura de que él podría pensar en un buen plan.”

No mucho después, las dos amigas se sentaban con Wakagi dentro de el restaurante del hospital. Wakagi ya se había cambiado en su habitual traje marrón y estaba listo para regresar a las calles, pero a petición de Minako, aceptó escuchar lo que Makoto tenía que decir, “Esto será complicado.” Dijo Wakagi pensativo, “Tu amigo se metió con un grupo de Yakuza de los peores; no hay mucho que yo pueda hacer....aunque....Minako, ¿ella también es parte del grupo de Sailor Scouts?”

“Sí, ella es Sailor Júpiter.” Contestó Minako

Makoto miró de nuevo al detective, “¿Qué era lo que pensabas?”

Wakagi se cruzó de brazos, “Esto: Los tres entramos al club Techno Spider y sacamos a tu amigo de allí antes de que lo maten. O tal vez prefieras quedarte a cuidar a sus padres mientras Minako y yo lo hacemos.”

“Eso no me parece buena idea.” Intervino Minako, “Te acaban de dar de alta, ¿no sería mejor que nos dejes a mi y a Makoto hacer esto?”

“Yo tengo más experiencia.” Se quejó Wakagi, “¿Por qué no quieres que yo vaya?”

“¡Porque no quiero que te vuelvan a herir como la última vez que trabajamos juntos! ¿Qué ya olvidaste lo que te pasó? ¡Casi te mueres en mis brazos; no soportaría pasar por eso de nuevo!” Respondió Minako preocupada.

Al mirar la expresión de angustia en el rostro de la joven mujer, Wakagi no pudo encontrar ningún argumento para discutir, “Bien, no iré.” Aceptó el joven detective, “Pero tengan cuidado; tampoco deseo que a ti te pase nada Minako; me importas mucho como para que alguien te haga daño.” Un silencio cayó entre las dos chicas y Wakagi; se debía más que nada a que él no sabía cómo continuar y a que Minako estaba feliz al saber que Wakagi sí se preocupaba por ella; y Makoto se sentía incómoda haciendo mal tercio. “Creo que será mejor que nos veamos a las nueve afuera de la casa de los Gokai.” Dijo el detective.

“Sí, será lo mejor.” Dijo Makoto mientras se levantaba de su asiento y se despedía con una débil sonrisa, “Los veré allá. Gracias Minako, Wakagi.”

***

La espera no era agradable, Makoto caminaba en círculos en su departamento, pensando qué hacer. Sí, había conseguido la ayuda de Minako, y Wakagi se encargaría de proteger a los papás de Carlos; pero no le parecía suficiente. Y aún así, Makoto no se decidía a llamar a Usagi y a las demás, temía que hacerlo terminaría en un desastre para la familia Gokai. La joven Kino miró su reloj, las siete y media. Makoto ya no pudo esperar más, así que tomo su chamarra y su bolso y salió hacia la casa de Carlos.

No mucho después, una muy estresada Makoto tocaba la puerta de la familia Gokai.

“¿Makoto?” Dijo la señora Gokai al abrir la puerta, “¡Qué agradable sorpresa! ¿Carlos te invitó a cenar?”

“De hecho no señora Gokai.” Contestó Makoto mientras la señora Gokai la  hacía pasar a la casa, “¿Puedo hablar con él?”

“Por supuesto, está en su habitación; espera mientras voy a avisarle que estás aquí.”

Makoto se adelantó un poco para detener a la señora Gokai, “¿Le molestaría si voy yo misma hasta su alcoba?”

La mujer sonrió y puso su mano en el hombro de Makoto, “Por supuesto que no hija, ve y habla con él. Su recamara es la tercera después de subir las escaleras.”

“Muchas gracias.” Contestó Makoto inclinándose ligeramente, “No se preocupe, no tardaré mucho.” Dijo mientras comenzaba a subir por las escaleras.

Mientras recorría el pasillo, Makoto intentaba preparar lo que iba a decirle a Carlos acerca de su problema con los Yakuza, esperaba, sobre todo, convencerlo de no asistir al desafío.

“¿Carlos, Puedo pasar?” Llamó la joven.

“La puerta está abierta, Makoto. Entra por favor.”

Makoto obedeció y se encontró a Carlos de pie junto a su ventana, aparentemente bastante pensativo, “Esta es la primera vez que entras a mi habitación. De haber sabido que vendrías la habría limpiado un poco.”

Hasta ese momento, la joven Kino no había notado el desorden en el cuarto, había revistas de música y artes marciales, una guitarra y algunas partituras regadas por el suelo, “Eso no importa Carlos. Necesito hablar contigo sobre lo que piensas hacer hoy por la noche.”

Carlos se estremeció un poco, “¿De qué hablas? Hoy no tenía pensado hacer nada especial.”

Makoto se acercó a Carlos y le mostró la nota, “Eso no es lo que dice aquí.”

El joven Gokai cerró los ojos y se sentó en su cama, “Ahora entiendo porqué no podía encontrar ese papel por ningún lado.”

“¿De qué se trata esto?” Preguntó Makoto, “¿Qué tienen contra ti los corbatas blancas?”

“Nada.” Carlos bajó la mirada sin agregar más.

Makoto se hincó frente a él y tomó sus manos entre las suyas, “Puedes decírmelo, ¿no confías en mí?”

“Escucha...ellos querían cobrar protección a mis padres. Yo no se los permití y ahora quieren vengarse.” Explicó Carlos al fin, “¿Acaso podía hacer otra cosa?”

“Por supuesto que no, pero no es necesario que los enfrentes, la policía...”

“No serviría de nada, los Yakuza vendrían otra vez.” Dijo Carlos, “Esta es la única forma.”

“Yo te puedo ayudar.” Ofreció Makoto.

“Jamás.” Contestó él, “Tu no tienes que mezclarte en este asunto.”

“No vayas a ese centro nocturno Carlos, por favor.” Pidió ella.

“Tengo que ir.” Dijo él levantándose y tomando un collar que colgaba de la pared, del collar pendía una pequeña piedra gris, “Ojalá no te hubieras enterado de esto.”

Makoto se levantó y avanzó hacia Carlos, “No puedo dejar que salgas de aquí.”

“Mi querida Makoto, te aseguro que preferiría quedarme aquí contigo.” Dijo él, tomando a Makoto entre sus brazos, abrazándola con suavidad para buscar consuelo en sus brazos.

Makoto se permitió disfrutar la sensación de tener a la persona que había comenzado a querer quizás demasiado cerca de su corazón. La joven subió sus manos hasta que enmarcó la de él y antes que Carlos dijera algo, ella lo besó; fue un beso más profundo que el que tuvieran antes; Makoto cerró sus brazos alrededor de su cuello y él acarició su cabello. Los dos enamorados se fundieron por un breve instante y fue entonces que Makoto pensó que Carlos se quedaría con ella. Pero no fue así, la joven Kino pronto comprendió que éste era un beso de despedida. Cuando terminó y Makoto abrió los ojos, supo que él se marcharía de todas formas. “Tenme confianza Makoto, te prometo que volveré a ti.” Dijo él, y sin decir más saltó por la ventana.

Cuando Makoto se asomó por allí, el joven Gokai ya había alcanzado la calle. Makoto dejó escapar un suspiro y bajó las escaleras. Luego de despedirse lo más cortésmente que pudo; Makoto salió a la calle y esperó a que Minako y Wakagi llegaran. Al mirar su reloj, vio que no faltaba mucho para las nueve de la noche.

***

El club Techno Spider es un centro nocturno popular entre los jóvenes de varios distritos de Tokio. La música que se toca allí es mayoritariamente Techno y electrónica, y eso describe a la mayoría de los clientes habituales del lugar. El club había cambiado bastante un par de años antes, cuando la banda de los corbatas blancas decidieron usarlo como centro de reunión. Los criminales habían mantenido en su lugar a todo el personal, pero habían arreglado las cosas, para poder hacer lo que quisieran con el club todas las noches. Desde entonces y aunque la clientela no había disminuido, el líder de los corbatas blancas, Tarántula, un fanático de las artes marciales, había usado la pista de baile del Techno Spider como una arena de pelea para él y sus hombres cada vez que necesitaba reafirmar su liderazgo. Esta noche era una de esas ocasiones, y Tarántula, bebiendo pensativo en la barra del club, esperaba la llegada de Carlos Gokai; el único tipo que había estado lo bastante loco en los último seis meses como para desafiarlo. Tarántula observaba atentamente una foto de su adversario, la chica que lo acompañaba no estaba nada mal y si el joven Gokai era lo bastante idiota como para traerla con él; Tarántula estaba seguro de que podría usar a la muchacha para divertirse un rato. Quizás dejaría mirar al chico Gokai mientras lo hacía, así aprendería a no enfrentarse con su banda. Terminándose su cerveza de un trago, Tarántula miró hacia la puerta, su presa de la noche ya no debía tardar en llegar.

En el techo del club Techno Spider, dos figuras se han mantenido vigilando a todo aquél que entra y sale por las puertas del lugar. En la mano derecha de ambas figuras, brilla una gema empotrada en un guante. Para una de ellas esta su primera misión, y la sensación de poder que acaba de descubrir la hace temblar de emoción, por lo que ha tenido que apretar su manos fuertemente para evitar que tiemblen cada cinco minutos. La otra figura tiene más experiencia, aunque mucha proviene de otra vida muchas eras atrás, por lo que puede mantener la calma, esperando pacientemente el momento más adecuado para cumplir con lo que ha venido a hacer a este lugar.

Abajo, un joven de ojos verdes mira con atención las puertas del club, sobre las cuales alguien tuvo la idea de soldar una telaraña de alambre y de colgar una enorme araña de metal sobre la entrada. La fila de personas esperando turno para entrar al club no lo intimida en nada y con pasos firmes, se dirige al tipo malencarado que cuida la puerta y que porta una corbata blanca como distintivo. Carlos se da cuenta de inmediato que está frente a un Yakuza; bien, eso le asegura que no le harán esperar para poder entrar. Poco antes, el joven había llamado a la policía y les indicó que a las diez, una venta de drogas se llevaría a cabo en el club. Por supuesto que Carlos había exagerado, pero luego de su charla con Makoto, la idea de un poco de ayuda por parte de la policía no le parecía tan mala. “El jefe te espera.” Anunció el Yakuza cuando Carlos se paró frente a él, “Apresúrate y entra ya.”

“Disfruta la noche, es la última que pasarás aquí.” Contestó Carlos mientras entraba, la risa del Yakuza resonó mientras se internaba por el pasillo bañado de luces de neón.

“Ya pasa de las nueve; ¿Crees que lleguemos antes de que entre al club?” Dijo Minako.

“No lo sé. Espero que sí.” Contestó Makoto.

“Señoritas.” Anunció el taxista mientras se detenía frente al club, “Hasta aquí puedo dejarlas, la calle está bloqueada por el otro lado.”

“Está bien.” Respondió Makoto.

“Bueno, ya estamos aquí.” Dijo Minako, mientras se dirigía al centro nocturno, “¿Seguimos el plan de Wakagi o hacemos algún cambio?”

“No, sigamos con el plan” Respondió Makoto, estudiando atentamente el club, con sus paredes grises sobre las que habían pintado telarañas de diversos colores, y la enorme fila que esperaba entrar. No estaba tan nerviosa como pensaba, en gran parte gracias a que Wakagi había aceptado quedarse montando guardia fuera de la casa de los Gokai.

“Bien, entonces vamos a ver si podemos entrar normalmente.” Dijo Minako, tomando el control de la situación, “No creo que el portero sea tan ciego como para no dejar entrar a las dos chicas más lindas de la fila.”

“Sabes, creo que lo más seguro es que no nos dejen acercarnos a la puerta, ¿ya viste cómo está vestida la mayor parte de la gente que espera para entrar?”

Minako miró a la gente en la fila, todos llevaban ropa de lo más estrafalaria. “¿Y qué? Esto nos favorece, así llamaremos la atención y podremos entrar más rápido.”

“Espero que tengas razón.” Murmuró Makoto.

El Yakuza encargado de vigilar la entrada no tardó en notar a Makoto; Tarántula le había ordenado estar atento en caso de que la chica del joven Gokai se apareciera. Bien, aquí estaba ella así que el Yakuza ya sabía lo que tenía que hacer, “¡Oye! ¡Tú, la chica de suéter amarillo!” Makoto levantó la mirada y se encontró con que el portero la llamaba. Apuntándose a sí misma con el dedo índice, Makoto dudó si debía avanzar o retirarse y tratar de entrar por la parte de atrás. “¡Sí, te hablo a ti!” Insistió el Yakuza.

“¡Vamos!” Dijo Minako, “¿Ves cómo tenía razón? Seguro nos dejarán entrar.”

“Espero que sí.” Contestó Makoto mientras caminaba en medio de la multitud. Cuando las dos llegaron hasta la puerta, el Yakuza las hizo pasar de inmediato.

El interior del club era bastante impresionante, tenía un techo alto cruzado por vigas de las que colgaban cientos de luces de neón y arañas que refulgían de cuando en cuando mientras giraban. En el centro había una gran pista de baile de forma circular, y el piso había sido decorado con mosaicos que formaban una telaraña. Alrededor de la pista había varias mesas que quedaban separadas del área de baile por un desnivel y un barandal de metal, y al otro extremo de la entrada, se podía ver la barra del local. Fuerte música electrónica mantenía el ambiente del lugar al máximo, “Bueno, ya entramos.” Dijo Minako, “¿Dónde está él?”

Como respuesta, Makoto se abrió paso hasta el barandal más cercano y miró directo a la pista de baile. “Llegamos tarde.”

Minako siguió la mirada de Makoto hasta la pista, que estaba vacía a excepción de dos sujetos, “Tu amigo es el que lleva esa chamarra gris, ¿no?”

“Sí, él es.” Contestó Makoto, “¡Vamos a ayudarlo!”

“Espera un poco.” Dijo Minako mientras detenía a Makoto, “¡No te apresures, si vamos ahora sólo lo pondremos en una situación peor!”

“Pero...”

“Él no sabe que estás aquí, lo mejor será ayudarlo sólo si comienza a perder.” Explicó Minako, “Con toda la gente distraída viendo la pelea, podremos entrar a los baños y transformarnos, eso es lo que planeó Wakagi, ¿recuerdas?”

Haciendo un gran esfuerzo, Makoto logró controlarse, “De acuerdo.”

Carlos miró su reloj, sólo faltaba media hora para las diez; afortunadamente no tendría que hacer tiempo como había pensado y estaba seguro que la policía arrestaría a toda la banda. En cuanto Tarántula entró en la pista, arrojando su chaqueta negra de cuero al suelo y desanudando su corbata blanca, una fuerte música electrónica comenzó a escucharse. Con una expresión de absoluta confianza, el líder de los Yakuza se presentó ante Carlos. “Tienes agallas muchacho. Pero nadie me ha vencido jamás.”

“Siempre hay una primera vez para todo.” Contestó Carlos, que también se quitó su chamarra gris y adoptó su pose defensiva. Tarántula ya no respondió y se lanzó contra Carlos a gran velocidad, el joven Gokai casi fue sorprendido pero logró esquivar el primer ataque y, ya más metido en la pelea, todos los siguientes. Al estudiar los movimientos de su adversario, Carlos tuvo que admitir que Tarántula era muy bueno; ya habían pasado varios minutos y aún no podía encontrar ninguna oportunidad para atacar. El mayor problema era que a cada momento el Yakuza lo presionaba más. De repente, Tarántula logró pasar sobre las defensas de su oponente, dándole un fuerte golpazo en la cara que lo derribó. Fuera de la pista de baile, Makoto contuvo el aliento, estaba ardiendo por saltar y ayudar a Carlos; pero no lo hizo, la joven Kino había recordado que él le había pedido su confianza y ella decidió hacer justo eso: confiar en él. Minako, aunque preocupada, se extrañó de que Makoto no hubiera intentado entrar a la pista de baile, “¿Qué te pasa?” Preguntó.

“Tengo confianza en él.” Respondió Makoto, “Sé que Carlos puede vencer a ese criminal.”

En la pista, en medio de gritos y las burlas de Tarántula, Carlos logró levantarse  tan sólo para recibir un puntapié directo al costado que lo envió dando tumbos hasta un barandal. “¿Eso es todo lo que tienes?” Preguntó Tarántula, “¡Esto no es divertido!”

El joven Gokai se reincorporó de nuevo y esta vez consiguió estar al nivel de Tarántula, sorprendiéndolo en varias ocasiones y conectando varios golpes que hicieron tambalearse al líder de los corbatas blancas. “No estuvo mal, chico.” Aceptó Tarántula, limpiando un hilo de sangre que le salía de la nariz, “Hace años que nadie me obligaba a pelear en serio.” Al terminar su advertencia, el jefe de los Yakuza se lanzó contra Carlos con tal rapidez que el joven Gokai no pudo hacer nada mas que recibir primero un codazo y luego un puñetazo que nuevamente lo obligó a buscar balance apoyándose en un barandal.

Carlos no se movió,  necesitaba despejar su cabeza o se desmayaría; aún no podía creer que este criminal fuera tan fuerte, ¿cómo lo vencería? Tarántula, seguro de una victoria fácil, se acercó a Carlos y lanzó un nuevo golpe. Fue entonces que Carlos recordó algo que su padre le enseñó cuando era niño: ‘Cuando se pelea con alguien más fuerte o más hábil, no se gana tratando de igualar fuerzas, se gana siendo más listo’. El joven Gokai sonrió un poco más confiado, ya sabía cómo ganar.

Justo antes de recibir el golpe, Carlos se hizo a un lado y aprovechando la fracción de segundo que consiguió, estrelló la palma de su mano justo en medio de los ojos de Tarántula. El jefe de los Yakuza se llevó de inmediato las manos a la cara y dio un par de pasos hacia atrás completamente desorientado. Sin darle tiempo al criminal de recuperarse, Carlos golpeó la garganta de Tarántula, obstruyéndole la traquea por unos segundos y desorientándolo aún más. Tarántula seguía en pie, pero ya no distinguía la izquierda de la derecha; sin aviso, recibió un golpe en el estómago que lo hizo tambalearse, el Yakuza lanzó unos cuantos golpes más, que Carlos esquivó sin problema. “Ya no estamos en una pista de baile.” Dijo Carlos mientras le torcía el brazo a Tarántula, “Estamos en una sala de operaciones, y yo soy tu cirujano.” En segundos, Carlos prácticamente destrozó al líder de los corbatas blancas, dejándolo apenas consiente en el suelo. “Te gané.” Anunció el joven Gokai. “Como prometiste, Dejarás a mis padres y todos los comerciantes del distrito en paz.”

“En tus sueños.” Logró decir Tarántula, “¡Muchachos agarren a la chica!” Gritó mientras se las arreglaba para ponerse de pie. En los barandales, un centenar de manos cayeron sobre Minako y Makoto, sujetándolas con fuerza y manteniéndolas inmóviles. Carlos no supo que hacer cuando se encontró con que Makoto estaba en manos de los Yakuza, “¿¡Makoto!? ¿Qué haces aquí?” Gritó.

“No pude evitarlo.” Contestó Makoto, forcejeando contra los criminales, “Tenía que saber que estarías bien.”

“Qué lastima que tu novia esté aquí.” Se burló Tarántula, “Qué lástima para ti.”

“Eres un malnacido.” Dijo Carlos, mientras Tarántula, riendo, lo golpeaba en el estomago.

Arriba, sobre una de las muchas vigas, las dos figuras observaban todo con atención, “¿No deberíamos ayudar?” Preguntó la figura vestida de verde y marrón.

“Todavía no.” Respondió la figura vestida de blanco, “Necesitamos esperar hasta que esté listo, sólo entonces podrá entender lo que vamos a decirle.”

Abajo, Carlos estaba hecho puré, su nariz y boca sangraban y no podía abrir uno de sus ojos. Tarántula se erguía frente a el, “Debo admitir que tienes buen gusto.” Dijo Tarántula pasando su atención a Makoto, “¿Qué tal si le hacemos un poco de cirugía plástica?” Se burló el Yakuza, sacando una navaja, “Tranquilo, que yo también puedo ser cirujano.”

“¡Púdrete!” Gritó Makoto intentando en vano liberarse. Tarántula, sonriente, se le acercó.

“Jefe, ¿qué hacemos con la rubia?” Preguntó uno de los Yakuza que sostenían a Minako.

“Se las regalo.” Contestó Tarántula al tiempo que acercaba la navaja al rostro de Makoto.

Makoto, que no estaba dispuesta a dejar que el cerdo de Tarántula la tocara; sacó fuerzas de su desesperación y logró zafarse de los dos hombres que la tomaban de los brazos. Moviéndose rápido, la joven Kino empujó a Tarántula con todas sus fuerzas y corrió junto a Carlos, pero no logró llegar hasta él, Tarántula se recuperó del empujón y simplemente le metió el pie a Makoto, “No deberías apresurarte.” Le dijo a la joven caída, “Ahora tendré que volver a demoler a tu novio.” Terminando estas palabras, el jefe de los corbatas blancas se preparó para patear a Carlos, pero algo que pasó en ese momento detuvo al criminal. Makoto lo sentía recorrer todo su cuerpo: una fuerte carga eléctrica que hizo cimbrar todo el centro nocturno.

En la parte de atrás del club, Minako era arrojada dentro de una habitación por tres de los corbatas blancas, que se proponían hacerle cosas bastante desagradables. Afortunadamente para la chica, una extraño temblor se sintió de repente en todo el centro nocturno y distrajo a los criminales que se agolparon en la puerta para saber que sucedía. Sin perder tiempo, Minako se levantó y dijo en voz baja, “¡Venus Cristal Power, Make Up!” Los Yakuza se dieron media vuelta sólo para encontrarse de frente con Sailor Venus, que no dudó en darles lo que se merecían. Segundos después, Sailor Venus salió del cuarto, estaba preocupada por el temblor que poco antes había recorrido el club. ¿Qué había pasado? La Sailor Scout se imaginó muchas cosas, pero no lo que encontró cuando abrió la puerta. Una mujer joven, cayó del techo frente a Makoto en la pista de baile. Sailor Venus se apresuró hasta donde estaba Makoto, tenía una mala sensación sobre todo esto.

“Lamento interrumpir, pero tenemos asuntos que atender con este joven.” Anunció la hermosa mujer, completamente vestida con un entallado uniforme blanco, un abrigo del mismo color y un extraño guante en su mano derecha, que se dejó caer entre Carlos y las demás personas a su alrededor, “No te preocupes por él, te garantizo que no le haremos ningún daño.” Dijo la mujer dirigiéndose a Makoto.

Una segunda mujer, más joven que la primera, vistiendo un uniforme similar de color verde y una chaqueta marrón, y que también llevaba un guante en su mano derecha, cayó sobre Tarántula, dejándolo fuera de combate. “Este tipo es asqueroso.”

Los clientes del club no sabían cómo reaccionar; y nadie se decidía a moverse.

“¿Quiénes son ustedes?” Preguntó Sailor Venus, que había logrado abrirse paso hasta llegar detrás de Makoto.

“¿Y qué quieren con Carlos?” Preguntó la joven Kino, “¿A dónde lo llevan?”

“Somos guardianes.” Respondió la mujer de blanco, tomando a Carlos por el cuello de la camisa y levantándolo con facilidad, “Verde, ya sabes que hacer.”

“Pero ella es Sailor Venus.” Se quejó la guardián verde, “¡No podemos hacerle esto!”

“Entonces no la afectes a ella ni a su amiga.” Indicó la guardián blanca, “Sólo asegúrate de hacerlo rápido.” Y con esa orden, la mujer de ropas blancas se desvaneció en una nube de vapor frío, llevándose a Carlos con ella.

“¡Espera!” Gritó Makoto, pero ya no pudo continuar, la mas joven de las guardianes se interpuso en su camino y levanto su mano.

“¿Qué vas a hacer?” Preguntó Makoto.

“¡Void Wind!” Exclamó la guardián verde como respuesta, y al hacerlo, todas las personas en el club, a excepción de Makoto y Sailor Venus, fueron envueltas en una brisa que no sólo los dejó sin sentido; también les hizo olvidar todo lo sucedido esa noche, “La policía ya no tardará en llegar, quizás deberían irse.” Advirtió la guardián verde, “No querrán pasar la noche contestando preguntas, ¿verdad?”

“Espera.” Llamó Makoto, “¿Qué pasará con Carlos?”

“Tu amigo estará bien.” Dijo la guardián y, sin agregar más explicaciones, se desvaneció en medio de un viento cálido. Casi de inmediato, las sirenas de la policía comenzaron a sonar.

“Tenemos que irnos.” Advirtió Sailor Venus, “No queda mucho que podamos hacer aquí.”

“Pero...” Makoto no quería moverse, y miraba a las personas con atención, al parecer esperaba ver a Carlos en alguna esquina.

“Será más fácil buscarle sin la policía en nuestros talones.” Dijo Venus, “Ven, la puerta trasera está por acá.” Finalmente, y aún no muy convencida, Makoto aceptó seguir a Sailor Venus. Poco tiempo después, Sailor Venus y Sailor Júpiter se esforzaban buscando alguna pista en la zona cercana al club Techno Spider que les dijera hacia dónde se habían marchado las dos guardianes.

“Esto es inútil.” Se quejó Sailor Venus luego de buscar sin ningún resultado por casi dos horas, “Ya es casi media noche y no hemos encontrado nada. Parece que esas dos se desvanecieron en el aire.”

“Tenemos que seguir buscando.” Insistió Júpiter, “Así nos tardemos toda la noche.”

“Muy bien, sigamos, tal vez encontremos algo un par de calles más allá.” Aceptó Venus.

***

El lugar no le parecía conocido para nada, aunque parecía ser el techo de algún lugar en bastante alejado del centro nocturno en dónde había estado unos cuantos minutos antes. La increíblemente baja temperatura no favorecía a mejorar su situación. El joven se levantó y trató de ordenar sus ideas, lo último que recordaba era a una mujer tomándolo por la camisa y luego desvanecerse en una ventisca helada. Al menos no lo habían atado, pero eso era lo de menos, ahora le importaba sólo una cosa: regresar al club Techno Spider y asegurarse de que Makoto estuviera bien. Carlos se apresuró hacia las escaleras al otro extremo de la azotea, pero una ráfaga de hielo lo detuvo, “¿Qué demonios?”

“No puedo dejarte ir aún, Gris.” Dijo una voz de mujer, “Al menos no hasta que recuerdes quién eres en realidad y cuál es tu misión.”

Carlos se giró y se encontró con la mujer que lo había secuestrado en el club, al lado de ella había una jovencita visiblemente apenada, “¿De qué hablas?” Preguntó él, “¡Yo no te conozco! Y aunque no creo que te importe, mi nombre no es Gris, es Carlos.”

La mujer de uniforme blanco se acercó al joven, “Muy bien, Carlos, yo soy Sara D’Neige, mi compañera aquí es Naru Osaka. Las dos te hemos buscado durante varios días.”

“Ella tiene razón.” Intervino Naru, “Ya casi perdíamos la esperanza de encontrar otro guardián.”

“Yo creo que ustedes dos están algo zafadas.” Respondió Carlos irritado, no le interesaba escuchar más a estas dos mujeres, lo único que quería era ir por Makoto, “Gusto en conocerlas, pero yo ya me voy.”

“¿Sabes en dónde está la piedra gris que llevabas al cuello?” Preguntó Sara.

Carlos buscó con su mano su collar, pero no lo encontró, “¡Mi amuleto; oye, devuélvelo!”

“Revisa tu mano derecha.” Indicó Naru.

“¿Qué tiene de especial?” Dijo Carlos mientras miraba su mano, sólo para encontrarse con que su piedra gris estaba incrustada en su piel. “¿¡Qué!? ¿Cómo? ¿¡Porqué está aquí!?”

“Recuerdas lo que sentiste cuando ese mafioso amenazó a tu novia?” Preguntó Sara, “¿No fue como si despertaras de un sueño?”

Carlos comenzó a dudar, “Recuerdo una energía que recorría mi cuerpo, y después ustedes llegaron, eso es todo...¿pero, qué significa esto? No entiendo.”

Sara suspiró, “Tomaría mucho tiempo explicártelo, y probablemente no nos creerías, así que tendré que recurrir a métodos un poco más drásticos.”

“¿Qué va a hacer maestra Sara?” Preguntó Naru un poco asustada.

“Lo mismo que tu bisabuela hizo conmigo cuando no le creí.”  Explicó Sara, y sin decir más, lanzó otra ráfaga de hielo hacia Carlos que estaba distraído tratando de sacar su piedra de entre la piel de su mano y sólo notó que lo habían atacado cuando fue arrojada de espaldas hacia atrás por la fuerza del hielo.

“¿¡Estás loca o algo!?” Se quejó el muchacho, “¡Esto duele!”

“Defiéndete entonces; no voy a tener consideraciones contigo.” Le advirtió Sara, “¡Ice Wave!”

Una ola de hielo se abrió paso entre el piso directo a Carlos; el joven se daba por muerto, pero algo sucedió, fue como un jalón en su brazo derecho que se extendió por todo su cuerpo. Sí la ola de hielo se estrelló contra él, pero en lugar de congelarlo, se deshizo en una nube de vapor. De entre el vapor, la figura de Carlos salió tambaleándose, en su mano derecha portaba un guante en el cual se empotraba una brillante gema color gris, “No era necesario que hicieras eso.” Dijo él, todavía algo desorientado, “En Celephais nunca me trataste así.”

“Éxito.” Exclamó Sara alegremente, “Bienvenido, guardián Gris.”

Naru sonrió, “Hola.”

Carlos miró a Naru, “Tu no eres el guardián verde que recuerdo, aunque te pareces mucho a ella. ¿Eres su hija?”

“Algo así.” Respondió Naru, “Te explicaré en otra ocasión.”

“¿Este horrible dolor de cabeza es parte de comenzar a recordar?” Preguntó Carlos mientras se sentaba en el suelo se masajeaba la sien.

“¿Qué tanto recuerdas?” Preguntó Sara.

“No todo; pero si lo suficiente.” Respondió Carlos con un suspiro.

“¿Qué te pasa?” Preguntó Naru.

“No es nada, tan sólo que al fin había encontrado a una mujer perfecta.” Dijo él, “Claro que ahora tendré que olvidarme de ella.”

“Eso no es conveniente; la haría sospechar de ti. Tu novia es amiga de una Sailor Scout, y no quiero que ellas se metan en nuestros asuntos.” Comenzó a decir Sara, “¿Quieres seguir con ella, Carlos?”

“Por supuesto que sí.”

“Pues escucha.” Dijo Sara, “Lo que harás es esto...”

***

Minako estaba preocupada, pero no encontraba las palabras para dirigirse a Makoto, que viajaba en el asiento trasero del auto de Wakagi. Cuando ella y Minako finalmente decidieron abandonar la búsqueda, acordaron ir a la casa de la familia Gokai, esperando que Carlos hubiera regresado allí, desafortunadamente, cuando las dos llegaron y hablaron con Wakagi, que había estado vigilando desde su auto la entrada a la casa de los Gokai y les dijo que no había visto entrar a nadie; Makoto se desanimó por completo y ya ni siquiera quiso intentar hablar con los padres de Carlos. Eso había pasado pocos minutos antes, y ahora, mientras Wakagi la llevaba a su departamento, Makoto aún no había pronunciado palabra, la joven se limitaba a ver pasar las calles por la ventanilla del auto.

“Makoto, ya llegamos.” Dijo Minako.

“Si...gracias.” Respondió Makoto, mientras bajaba del automóvil, “Minako, de veras gracias; perdón por haberte mantenido despierta hasta tan tarde.”

“No tienes por qué darme las gracias.” Respondió Minako, “Quisiera haber podido ayudarte más.”

“...Hiciste más de lo que cualquier otro hubiera hecho.” Dijo Makoto, “Buenas noches.”

“Makoto.” Llamó Minako desde el auto, “¿Estarás bien? Puedo quedarme contigo si quieres.”

Makoto sonrió débilmente, “Gracias, pero no te preocupes, estaré bien, mañana llamaré a Carlos, y estoy segura que no le habrá pasado nada.” Dicho esto, la joven Kino se despidió de nuevo y comenzó a subir las escaleras hasta su departamento.

“¿Por qué siento que no nos dijo la verdad?” Comentó Wakagi luego de encender el auto.

“Por que no lo hizo.” Respondió Minako, “No había visto a Makoto tan triste en mucho tiempo.”

“¿Quieres regresar?” Ofreció el joven detective, “Tal vez sí acepte tu compañía.”

Minako suspiró, “No. Conozco a Makoto y creo que en este momento desea estar sola. Si regreso, lo único que lograría sería hacerla sentirse peor.”

“Entiendo.”

“Desearía haberla podido ayudar más.” Se lamentó Minako.

“Estoy seguro que hiciste tu mejor esfuerzo.” Dijo Wakagi, “Pero a veces las cosas no se dan como uno quiere, sin importar cuanto trabajemos por conseguirlas.”

Makoto se sentó en su cama y por primera vez desde que murieron sus padres se sintió verdaderamente sola. El departamento le parecía increíblemente vacío, igual que la primera noche que pasó allí. Makoto se dejó caer sobre sus almohadas y se quedó mirando al techo, ni siquiera podía escuchar  el canto de los grillos, o la televisión de algún vecino, no había ningún ruido; era como si todo el mundo se hubiera separado de su departamento. Makoto pensó en Carlos, en cómo había fallado en encontrarlo luego de que esas dos guardianes se lo llevaran, en cómo había fallado aún con la ayuda de la más capaz de las Sailor de su grupo. En cómo le había fallado a sus padres al no poder encontrar a su hijo. Nunca imaginó que se sentiría tan mal. La joven se apresuró a secar una lágrima que había comenzado a deslizarse por su mejilla. Makoto no se dejaría vencer por la soledad. Sin embargo, las lagrimas regresaron cuando Makoto no pudo encontrar respuesta al hecho de que una vez más el destino le había roto el corazón y el no saber si alguna vez volvería ver a Carlos le hacía sentirse muy triste. Makoto Kino ni siquiera supo cuando fue vencida por el sueño...

*¡PIIIIING!* *¡PIIIIIING!*

Makoto abrió lentamente los ojos, y miró el reloj que tenía sobre su mesa de noche, eran casi las diez de la mañana. No era muy temprano, pero no tenía ganas de ver a nadie, y sus amigas casi siempre llamaban por teléfono antes de ir a su departamento. Pensando que sería un vendedor, Makoto se cubrió la cabeza con una almohada y trató de volverse a dormir.

*¡PIIIIING!* *¡PIIIIING!*

¿Qué la persona tocando la puerta no se rendiría nunca? Makoto apretó la almohada contra sus oídos para detener el ruido, pero no consiguió nada. la persona que tocaba a su puerta era muy insistente. Muy bien, Makoto abriría la puerta, pero si no era alguna de sus amigas, la persona que estuviera tocando la puerta se llevaría un buen escarmiento. Levantándose de la cama, Makoto se acomodó sus sandalias y se preparó para enfrentar al indeseable y enfadoso visitante.

“¿¡No sabe que hay quien necesita dormir!?” Exclamó Makoto al abrir la puerta, solo para toparse de narices con un ramo de claveles, “¿Eh?”

“Al parecer no fue buena idea venir a saludarte sin llamar antes.”

Makoto conocía la voz de la persona que sostenía los claveles, “¿Carlos?”

“El mismo, mi querida Makoto.” Dijo él haciendo a un lado las flores, “¿Acaso pensaste que faltaría a mi promesa de regresar contigo? ¿Qué no confías en mi?”

Makoto se abrazó a Carlos y acurrucó su rostro en su pecho, “Por supuesto que confío en ti...¿Carlos?” Preguntó Makoto, “¿Qué fue lo que te pasó ayer cuando esas dos mujeres te llevaron? Estuve muy preocupada cuando desapareciste.”

El joven Gokai se separó de Makoto y dejó que ella se quedara con el ramo de flores, “Me quitaron mi amuleto, ¿No es extraño? ¿Para qué querrían una piedra gris?”

“Sí, es extraño.” Dijo Makoto, almacenando la información para compartirla más tarde con las demás. Una vez hecho eso, la joven Kino le sonrió a Carlos y le dio un rápido beso en la mejilla.

“¿Y eso?” Preguntó él.

“Es por que sí volviste.” Dijo Makoto, “¿Ya desayunaste?”

“No. en cuanto desperté salí a conseguirte las flores y luego vine directo a tu casa ¿quieres ir a algún lado?”

“Claro que no, tontito.” Dijo Makoto con una sonrisa, “Mejor permíteme prepararte algo, estoy segura de que te gustará.” Y tomando a Carlos de la mano, Makoto lo invitó a pasar a su casa.

Ese día, Makoto Kino aprendió que el destino no siempre es lo que aparenta ser en un principio y que en muchas ocasiones, las cosas que creemos que terminarán mal, dan un giro de ciento ochenta grados antes de terminar en verdad.

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La historia continuará en el capítulo diez.

Bueno, creo que ahora sí se sintió un avance más grande en lo que es la historia en sí, ¿y qué opinan del fin de este capítulo? No pude resistirme a darle un final feliz a Makoto, creo que ya se lo merecía, ¿no? Bueno, como siempre, si tienes algún comentario, por favor envíalo a facer_dr@hotmail.com