Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2
Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5
Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8
Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11
Capítulo Cuatro Encuentros Nota
introductoria: Todos necesitamos algo: a veces necesitamos una
sonrisa de un amigo, otras veces una palmada en la espalda. En fin,
todos hemos sentido la necesidad de algo. De las cinco Sailor
interiores, tres de ellas, una en especial, me han llamado siempre la
atención en este aspecto. Ellas parecen sentir, más que las otras dos,
la necesidad de algo, ¿acaso podrá ser lo que se presenta en este capítulo? *** La mañana de Ami. *** Ami
Mizuno sabía que sería un día magnifico. Cuando la joven despertó y
miró por la ventana, recibiendo la suave brisa matutina y los cálidos
rayos del sol que acariciaban su rostro con suavidad, Ami no pudo sino
dejarse llevar por esa agradable sensación que todos hemos sentido
alguna vez y que nos asegura que el nuevo día que empieza será
inolvidable. Esa seguridad sólo aumentó cuando la joven Mizuno entró
a la biblioteca donde trabajaría como voluntaria por el resto de las
vacaciones. El
señor Yamada era un hombre bajito, cuarentón, con varios kilos de más
y una calva casi total y él era el encargado de supervisar las labores
de los voluntarios que trabajarían en la biblioteca. Cuando Ami llegó
a la oficina del supervisor, la puerta estaba abierta y al mirar dentro
encontró justo lo que esperaba, el señor Yamada sentado en su
escritorio leyendo un grueso tomo de una enciclopedia. “Señor
Yamada, ¡Buenos días!” Saludó Ami desde la puerta. El
bibliotecario interrumpió su lectura y caminó hasta la entrada de su
oficina, “Buen día jovencita, ¿Cómo estuvo su viaje a Hakone?” “Regular.”
Contestó Ami, “¿Qué trabajo me tiene para hoy señor Yamada?” “Ninguno.” “¿Ninguno?
¿Es broma?” Preguntó Ami. “No
es broma, el otro voluntario vino a trabajar el fin de semana y terminó
con todo el trabajo que teníamos pendiente.” Explicó el supervisor,
“Puede tomarse el día libre Mizuno; pero no se preocupe, para mañana
le tendré algo en qué ocuparse.” “Preferiría
no hacerlo.” Repuso Ami, “Debe haber algo en que pueda ayudar.” “El
otro voluntario, Kizuku Kuro, está en el cuarto de archivo.” Dijo
Yamada, “¿Por qué no va con él?” “Eso
no es lo que tenía en mente.” Respondió Ami algo decepcionada. “Pues
entonces tómese el día libre.” Insistió Yamada. “¿Sabe,
señor Yamada?” Dijo Ami, “Creo que será mejor que vaya a ver a
Kuro.” “Me
parece bien.” Respondió el bibliotecario y regresó a su oficina,
olvidándose de la situación en cuanto le dio la espalda a Ami. Ami
caminaba por los pasillos de la biblioteca cada vez más despacio, no
tenía muchas ganas de llegar al cuarto de archivo. Si hubiera tenido
otra opción, como leer para los niños, la habría tomado de inmediato;
pero faltaban aún tres horas para las lecturas infantiles, y si el señor
Yamada le había asegurado que no había otra cosa pendiente, entonces
debía ser cierto. La verdad era que Ami no se sentía a gusto cerca de
Kuro, pues él siempre era huraño y de pocas palabras cuando ella
estaba cerca. Otra cosa que la intrigaba era que él no tenía la imagen
de alguien interesado en los libros. Kuro era un hombre joven, de
facciones rectas y no mayor de veintidós años, alto y algo pálido, su
cabello era negro y sus ojos verdes. Y por alguna razón la apariencia
de Kuro ponía a Ami nerviosa. Bien,
aquí estaba ya, frente a la puerta del cuarto de archivo y no tenía
nada de ganas de entrar. Finalmente, Ami se resignó y abrió la puerta.
Cuando estuvo dentro, sus ojos recorrieron el cuarto, era grande, lleno
de archiveros y un buen número de cajas que se apilaban en las esquinas
del mismo. En el centro de la habitación había un escritorio con dos
sillas; sobre éste, Ami notó un par de sándwiches envueltos en plástico
y un termo. También estaba él. Kuro no se había dado cuenta de que
acababa de recibir compañía, estaba bastante ocupado traspasando el
contenido de una caja de cartón a otra de plástico. “Hola.”
Saludó Ami sin atreverse a entrar. El
joven que estaba en el otro extremo de la habitación se volvió y saludó
a Ami con un movimiento de su mano y, después de indicarle que tomara
asiento, volvió a su trabajo. “¿Necesitas
ayuda con eso?” Preguntó Ami antes de sentarse. Kuro
miro a su derecha, todavía le faltaba traspasar el contenido de cinco
cajas grandes de cartón a las nuevas de plástico para terminar y el
trabajo era aburridísimo, así que considerando esto, decidió que sí
valía la pena aceptar un poco de ayuda, aunque fuera de una niña
sabelotodo como Ami Mizuno. “Puedes
ayudarme...” Dijo él señalándole un par extra de guantes,
“...Cambiando los papeles de las cajas viejas a las otras nuevas.” “Muy
bien.” Respondió ella. Un
par de horas después, en las que no se habló mucho, Ami y Kuro
terminaron el trabajo. Todos los documentos ahora estaban en nuevas y
relucientes cajas de plástico que resistirían mucho más tiempo. “Gracias.”
Dijo Kuro después de sentarse. “No
hay por qué darlas.” Respondió Ami, sentándose frente a él. “¿Té?”
Preguntó él al momento que destapaba su termo y sacaba un par de vasos
de hielo seco de un cajón. “Claro.”
Respondió la joven Mizuno. Kuro
le alcanzó a Ami el primer vaso y luego llenó el suyo, “Supongo que
ya desayunaste.” “No,
¿por qué?” “No
me agrada comer frente a alguien que no lo hace.” Respondió él
sacando un sándwich y ofreciéndoselo a Ami. “No es comida de cinco
estrellas, pero sabe bien.” “No
está nada mal.” Exclamó Ami después de probar la comida que le habían
ofrecido. Kuro
sólo asintió y se dedicó a comer, por lo que Ami se vio forzada a
hacer lo mismo. Cuando
ambos terminaron, Ami buscó algún tema de conversación, pero su compañero
se le adelantó. “¿A qué se debe la ropa elegante?” Ami
se miró a sí misma, en su entusiasmo matutino, del que ya no quedaba
nada, había decidido ponerse un vestido azul claro y completar su
atuendo con un saco blanco. Ahora se daba cuenta que quizás no fue la
mejor decisión. “Pensé que no tendría que hacer este tipo de
trabajo.” “Entonces
ya somos dos.” Respondió él y Ami notó por primera vez que Kuro no
llevaba precisamente ropa casual. “De
cualquier forma Mizuno, quiero disculparme contigo.” “¿Disculparte?” “Por
haberte dejado con todo el trabajo la semana pasada.” Explicó Kuro,
“El señor Yamada me contó que tuviste problemas por eso.” “No
es importante.” Respondió Ami, “Ya está en el pasado.” Kuro
asintió y le dedicó una ligera sonrisa, lo que sorprendió a Ami, pues
era la primera vez que le veía sonreír. “¿Juegas
ajedrez?” Preguntó ella al notar un tablero dentro de la mochila de
Kuro. “A
veces.” Admitió él y agregó, “¿Qué tal una partida? Sería
interesante medirse con la campeona estudiantil de Japón.” “¿Cómo
sabes que...?” Comenzó Ami, pero se detuvo al recordar que su triunfo
en el reciente torneo estudiantil de ajedrez apareció en los diarios y
fue brevemente mencionado en televisión, “Bueno, eso no importa. En
cuanto a la partida de ajedrez; sí me interesa.” “Magnífico,
he querido probarme con alguien como tú desde hace tiempo.” “Y...¿Piensas
que me puedes ganar?” Preguntó Ami. “No
creo ser tan bueno. Pero tengo ciertas jugadas que podrían
sorprenderte.” Contestó él. “Ya
veremos.” “¿Blancas
o negras?” Preguntó Kuro cuando terminó de arreglar las piezas. “Negras.”
Dijo Ami, una de sus tácticas favoritas en el ajedrez era dejar que su
adversario tomara las piezas blancas para forzarlo a hacer el primer
movimiento. Algunos decían que era una estrategia arriesgada, pero a
Ami le funcionaba. “Conforme.”
Respondió Kuro, quien se tomó un par de minutos para pensar y realizó
una apertura de Ruy López. Ami
se sorprendió, ella conocía esa apertura, no era bastante agresiva ni
defensiva, pero si no hacía un buen juego, Kuro conseguiría la ventaja
muy rápido. El desconcierto de Ami surgía del hecho de que nunca había
visto a alguien usar esa apertura y no recordaba una forma adecuada de
defenderse; pensativa, se decidió por la defensa Morphy. Casi
tres horas y media después, Ami
y Kuro comenzaban las jugadas finales del juego. Para Ami el juego debía
de haber terminado ya o de estar en las últimas dos jugadas. Ésta era
la primera vez en casi cuatro años que se enfrentaba a alguien con un
nivel tan alto, pero la joven se mantenía firme y tranquila. Tenía
confianza que podía ganar con tres o cuatro jugadas más, ya que tenía
al rey de Kuro casi acorralado. Kuro
estaba complacido con la capacidad de Ami. Incluso le asombraba el
estilo de la joven. Ami lo había obligado a llevar un ritmo más rápido
de lo que acostumbraba y eso le había hecho cometer varios errores.
Pero todavía no se daba por vencido; apenas llevaban nueve movimientos
y todavía podía ganar. Siguiendo un impulso, Kuro miró al tablero y
realizó una jugada ofensiva colocando a su torre frente al rey de su
adversaria. Ami
parpadeó sorprendida, Kuro acababa de bloquearle cualquier posible
contraataque y de dificultarle mucho hacer una jugada defensiva. Por un
largo rato, Ami evaluó sus opciones y realizó un enroque para salvar a
su rey y evitar perder el juego. Kuro
respondió con su jugada casi de inmediato, acorralando a la reina de
Ami para que no le molestara en su próximo intento para dar un jaque. Ami
no se esperaba eso, durante todo el juego, ella y Kuro no habían usado
mucho a sus damas, ¡y ahora él le bloqueaba la pieza con que planeaba
ganar el juego! Entonces, Ami notó que sí podía mover a su reina y de
pasada comerse a la reina de Kuro. Eso le daría una mejor posición
para ganar. Ami se felicitó y se lanzó al ataque, usando su reina para
derribar a la de su oponente. “Jaque.”
Anunció Kuro al realizar su movimiento, tomando con su caballo el alfil
de Ami y acorralando al rey de ella en una esquina. Esto
no era lo que Ami había planeado, ¿Jaque? ¿En solo doce jugadas?
Afortunadamente, aún tenía su reina y pensaba usarla para librarse del
caballo que Kuro usó para arrinconarla y voltear la partida a su favor.
Confiando en su estrategia, Ami tomó el caballo de Kuro con su reina.
La chica se tranquilizó, uno de sus caballos cuidaba a su rey por el
lado izquierdo. Aún podía ganar. Y
entonces... “Jaque
mate, señorita Mizuno.” Dijo Kuro mientras movía su torre, la que
había dejado atrás, tomando al caballo de Ami y dejando al rey de la
joven totalmente acorralado. “Yo gané.” “No
entiendo.” Murmuró Ami, “Mi estrategia era muy buena, ¿qué pasó?” “Deja
de fingir Mizuno.” Se quejó Kuro, “Me has dejado ganar.” “¡Claro
que no!” “¡No
me engañas! Sólo un novato hubiera realizado tu último movimiento.” “Pero
yo no...” “Si
no ibas a tomar la partida en serio, no debiste haber aceptado.” Le
reclamó él, “Esto es una peor humillación que si me hubieras
ganado.” “Kuro
escucha, yo no dejé que me ganaras.” Kuro
se levantó de su asiento, guardó su tablero en su mochila y sin decir
más, se dirigió a la salida. “¡Oye!
¡Déjame terminar!” Llamó Ami. Él
se detuvo, “Si siempre te contienes cuando enfrentas a alguien que te
presenta una buena competencia Mizuno, nunca alcanzarás tu máximo
potencial. Si así eres en todos los aspectos de tu vida, entonces sólo
será un verdadero desperdicio.” Y una vez dicho esto, Kuro cerró la
puerta tras de él. “Eso
es mentira.” Murmuró Ami, sus ojos se habían humedecido un poco,
pero ella no lloraría, “Vaya con el día perfecto que esperaba.” Sin
embargo, Ami sabía que esto sólo era el principio. En cierta forma, al
vencerla, Kuro había logrado llenar una necesidad que Ami había venido
sintiendo desde un buen tiempo atrás; la necesidad de un reto que no
incluyera pelear con monstruos o seres de impensable procedencia. La
necesidad de un reto que fuera simple y llanamente humano. *** La
inscripción de Minako. *** Minako
se detuvo abruptamente apenas llegó al centro de la plaza comercial de
Juuban, justo lo que temía, la fila estaba larguísima; mínimo tendría
que estar parada por tres o cuatro horas. “Te
lo digo en serio Minako, no entiendo por qué tenías que traerme
contigo.” “¿Y
qué tiene de malo?” Exclamó ella, “Me deprime oír como te quejas
Artemis; más que nada porque ya sabes que debo de inscribirme hoy.” “Pues
entonces debiste levantarte más temprano, ¡Mira lo larga que está la
fila!.” Se quejó el gato revolviéndose en los brazos de Mina para
conseguir una mejor vista de la plaza. “¡Pues
ya ni modo!” Murmuró Minako, “Ahora es tarde para quejarse.” “En
eso tienes razón.” Reconoció el gato, “¿Te parece si regresamos
mañana?” “¡No!
Si nos vamos, ¡ya no alcanzaré lugar!” Dijo ella. “Nunca
te rindes, ¿verdad?” Preguntó Artemis, no muy entusiasmado con la
idea de esperar en esa fila durante horas. “No,
además, no me querrías de otra forma, ¿o sí?” Respondió Minako. “Punto
a tu favor.” Admitió el gato mientras saltaba al suelo. Con
paso decidido, Minako se acercó a la fila, prestando mucha atención a
las otras chicas formadas allí; después de todo, a nadie le hacía mal
conocer a la competencia. Artemis la seguía con cara de hartazgo, pero
el gato mantuvo la boca cerrada. “¿Minako?” Minako
se detuvo al escuchar su nombre, no reconocía la voz de la chica que la
llamó, pero si le parecía familiar; no fue sino hasta que miró a su
izquierda que se encontró cara a cara con alguien conocido, “¿Naru
Osaka?” “La
misma, ¿también has venido a inscribirte?” Preguntó la amiga de
Usagi. “¡Por
supuesto que sí!” Aseguró Minako, “¡Pero la fila está larguísima!” Naru
se aseguró que las chicas formadas adelante y detrás de ellas
estuvieran distraídas y entonces habló en voz baja, “¿Por qué no
te formas detrás de mí? Podemos hacer parecer que te estaba esperando
desde antes.” “Pero...”
Dudó Minako. “Bueno,
si quieres ir a formarte al final de la fila...” Comenzó Naru, “No
te detendré.” Antes
de que pudiera contestar, Minako sintió que Artemis se frotaba contra
su pierna, obviamente el gato le estaba sugiriendo que aceptara la
oferta de Naru, lo que ella iba a hacer de todas formas, “Está
bien.” “Perfecto.”
Contestó Naru y le permitió formarse detrás de ella, cuando la chica
que estaba en ese lugar se quejó, Naru inventó una explicación tan
rara que la otra joven dejó de quejarse y simplemente se encogió de
hombros. “Gracias.”
Dijo Minako. “De
nada.” Respondió Naru. Después
de formarse, Minako tomó a Artemis en sus brazos para evitar que
alguien lo pisara. Un momento después, Naru acarició la cabeza del
gato, con un resultado bastante peculiar. Al sentir el toque de la amiga
de Usagi, Artemis se sintió extraño, casi mareado, como si... no, eso
sería demasiado. Cuando Naru retiró su mano, el gato se recuperó de
inmediato, pero no podía de dejar de preguntarse qué había pasado,
mirando a Minako y a Naru, se dio cuenta que no notaron su
comportamiento. Eso lo tranquilizó, Artemis no quería llamar la atención
hasta que hubiera encontrado una explicación a lo que había sentido. Las
horas pasaban y Artemis cada vez se sentía más harto, el gato apenas
podía creer que en tres horas sólo habían avanzado el equivalente a
veinte lugares, y lo peor era que aún faltaban otras diez chicas antes
de que llegara el turno de Minako. Lo único que le consolaba era que
gracias a que se encontraron con Naru, no habían tenido que formarse
hasta el final de la fila, unos ochenta lugares más atrás. Sin nada
mejor que hacer, Artemis se dispuso a continuar escuchando la conversación
entre Mina y Naru, con la esperanza de que la amiga de Usagi diría algo
que le serviría como pista para entender lo que había sentido cuando
ella lo acarició. “¿Qué
sabes de la dueña de la escuela?” Preguntó Naru. “Escuché
que viene de Europa.” Respondió Minako, “Tiene sentido, ¿ya sabes
como se llama ella?” “Claro
que sí.” Dijo Naru, “Sara D’Neige.” “Pues
a mí no me suena tan europeo.” “Claro
que sí.” Le contestó Naru, “A mí me parece como algo francés.” “Quizás.”
Respondió Mina. “Por cierto, ¿sabes por qué estamos avanzando tan
lento?” “Bueno,
seguramente se debe a la entrevista.” “¿Cuál
entrevista?” Preguntó Minako mientras revisaba su forma de inscripción.
“¡Aquí no dice nada de una entrevista!” “Una
de las chicas que salió antes de que tú llegaras nos lo dijo.”
Respondió Naru, “La dueña de la escuela llama a las aspirantes de
dos en dos y luego les hace una entrevista a las dos juntas.” “¿Y
no tienes idea de qué les preguntan?” Naru
asintió, “Es una serie de preguntas sobre tus aspiraciones personales
y la razón por la que querrías entrar a la escuela.” “Bueno,
al menos el saber que nos harán una entrevista ya es una ventaja.”
Admitió Mina. “En
eso tienes razón.” Horas
más tarde, Artemis veía con alegría que al fin, Minako y Naru serían
la siguiente pareja en entrar a inscribirse, y justo a tiempo, ya que el
gato estaba mareándose de hambre, algo que por supuesto no admitiría
ya que Minako le había advertido que desayunara a lo cual él se había
rehusado. De cualquier forma, el gato estimaba que en media hora a lo
mucho todo acabaría y podría dedicarse a sus propios asuntos, que eran
en orden de importancia, comer algo y después buscar a Luna para
preguntarle si Naru había actuado en forma extraña últimamente. “Las
dos siguientes por favor.” Llamó una mujer desde la puerta de la
escuela. Naru
y Minako se disponían a entrar pero la mujer las detuvo. “¿Qué
pasa?” Preguntó Minako. “No
se admiten mascotas.” Dijo la mujer, “Cuestión de higiene.” “¿Qué
vas a hacer?” Le preguntó Naru a Minako. “Nada,
Artemis es un gato muy listo, él me esperará aquí.” Contestó
Minako, “¿Verdad Artemis?” El
gato maulló y se sentó junto a la puerta tomando una actitud tan
solemne que la mujer que atendía la puerta no pudo evitar reírse, “¡Bravo!
Se ve que tu gato esta bien educado.” “Claro
que sí.” Respondió Minako, “Artemis es muy especial.” “No
lo dudo.” Dijo la mujer al tiempo que abría la puerta y le indicaba a
Minako y a Naru que la siguieran. El
interior de la escuela ya estaba terminado, como pudieron observar
Minako y Naru al caminar por un amplio corredor del primer piso,
“Llegamos.” Anuncio la mujer que les había guiado. “La señorita
D'Neige las verá ahora. Pueden pasar.” La
oficina a la que las dos chicas entraron era obviamente provisional a
juzgar por la falta de decorado y el hecho de que en ella sólo había
un escritorio y tres sillas. Detrás del escritorio, se sentaba una
mujer joven de una belleza deslumbrante, de cabello platinado y de
facciones finas que le conferían un aura de irrealidad. “Mucho
gusto.” Saludo la mujer, “Yo soy Sara D’Neige y les agradezco que
deseen inscribirse a mi escuela; siéntense por favor.” Minako
y Naru obedecieron y se sentaron frente a la dueña de la escuela. “¿Podrían
mostrarme su solicitud?” Les preguntó Sara. “Claro.”
Respondió Minako entregando la hoja con sus datos, Naru pronto hizo lo
mismo. “Bien,
Aino Minako y Osaka Naru.” Leyó Sara una vez que tuvo los papeles en
sus manos. Mientras
esperaban a que su interlocutora terminara de leer sus solicitudes,
Minako y Naru compartieron un par de miradas y al parecer, ambas
estuvieron de acuerdo en que esta Sara no parecía tener la edad
suficiente para ser dueña de una escuela. “Todo
está en orden.” Anunció Sara dejando los papeles a un lado y mirando
a las dos aspirantes con atención, “Muy bien, voy a hacerles unas
cuantas preguntas, ¿les parece bien?” Las
dos chicas asintieron. “Excelente.
Bien, díganme, ¿qué las motivo a entrar a esta escuela? Existen otros
institutos en Tokio con mayor trayectoria y que han tenido mayor suerte;
¿Por qué mi escuela?” Minako
contestó primero, “La verdad es que es la única que ofrece cursos de
verano, y me llamó la atención el plan de estudios, ustedes tienen
canto, actuación y varias otras cosas. Además, mi sueño es ser una
cantante muy popular.” “Veo
que tiene mucha confianza en sí misma señorita Aino, eso es bueno. Y
usted, señorita Osaka, ¿qué me dice?” “No
lo sé, apenas ayer sentí ganas de inscribirme, yo sólo tenía pensado
venir a ver el lugar.” Sara
miró detenidamente a Naru, definitivamente había algo que le hacía
sentir una extraña conexión hacia ella. Tal vez esta niña...no, eso
era muy poco probable, pero debía preguntar, “Ya veo, disculpe señorita
Osaka, ¿pero acaso la he visto en algún otro lugar?” Naru
parpadeó y se hundió en su silla, “No lo creo, yo nuca la he visto a
usted antes...” “Eso
pensé.” Respondió Sara pensativa, “Bueno, continuemos con las
preguntas.” Veinte
minutos más tarde, la entrevista terminaba y Minako y Naru se disponían
a salir de la oficina, pero Sara las detuvo, específicamente, a Naru. “Señorita
Naru.” Le llamó Sara, “¿Podría quedarse un par de minutos más?
Estoy segura de que su amiga no tendrá problemas en esperarla
afuera.” “Está
bien.” Aceptó Naru. “Y
bueno, yo te espero afuera.” Aceptó Minako. Al salir de la oficina,
se encontró de cara con la mujer que la había guiado allí. “¿Y
tu amiga?” Preguntó la mujer. “Se
quedará un rato más.” La
mujer miró a la puerta pensativa, “Bueno, supongo que está bien.
Ven, te llevaré afuera.” En
cuanto Minako salió del edificio, Artemis se le acercó y buscó a
Naru, no viéndola por ningún lado, el gato le lanzó a su amiga una
mirada interrogante. “¿Quieres
saber donde está Naru?” Preguntó Minako. El
gato asintió. “Estará
adentro un rato más.” Explicó Mina, “Hay que esperarla por allá.”
Le dijo ella señalando una banca que no estaba muy lejos.” Un
rato más tarde, Artemis seguía considerando si decirle o no a Minako
lo que había notado cuando Naru lo tocó, a fin de cuentas, era lo más
lógico. “¡Oye!
¡No me estás poniendo atención!” Le reclamó Minako, “¡Te estaba
diciendo todo sobre la entrevista!” “Perdón.”
Respondió el gato blanco, “Estaba pensando en algo importante.” “¿Más
importante? No imagino que pueda ser.” Bueno,
para ser sincero, es ella.” Contestó Artemis mirando hacia la
escuela. Minako siguió su mirada y se encontró con Naru, que al
parecer no sabía en que dirección ir, como si estuviera perdida y, por
la forma en que frotaba el dorso de su mano derecha, Minako dedujo que
su amiga estaba asustada. “¿Qué
le pasa?” Preguntó Minako, “Parece que vio un fantasma.” “Creo
que no te ha visto.” Murmuró el gato. “¡Pero
si estamos aquí enfrente!” Dijo
Minako levantándose, “¡Oye Naru!” Cuando
la joven Osaka escuchó que la llamaban, recordó que Minako había
dicho que la esperaría, pero ahora no podía verla. Después de lo que
Sara le había mostrado, lo único que Naru deseaba hacer era estar sola
y pensar. “¿Qué
te pasa?” Preguntó Minako, “¿No nos habías visto?” Naru
evitó mirar directamente a Minako, “Perdón, pero algo sucedió y no
puedo quedarme aquí. Espero que lo entiendas.” “¿Acaso
te dijo algo malo la dueña de la escuela?” Quiso saber Minako,
notando que Naru se veía diferente y que no dejaba de frotar el dorso
de su mano derecha, “¿Te has golpeado la mano entonces? “No,
nada como eso.” Respondió la amiga de Usagi, “Mira Minako, de veras
me tengo que ir. Te veré cuando comiencen los cursos, ¿sí?” Pidió
ella alejándose y perdiéndose de vista al dar vuelta en la esquina. “¿Qué
le pasa?” Preguntó Minako cuando regresó a sentarse con Artemis. “Eso
me gustaría saber.” Dijo el gato, “Tendré que ir al centro de
comando.” “¿O
sea que ya te vas? ¡Pero si Naru no tiene nada!” Artemis
miro a Minako firmemente, “¿Estás segura? A mi me pareció que algo
estaba mal y eso debo comentarlo con Luna.” Minako
se cruzó de brazos y frunció los labios, “Muy bien. Vete. Pero después
no vengas llorando diciéndome que Luna te mandó a volar por que le
hiciste una pregunta tonta.” “Te
garantizo que eso no va a suceder.” Le contestó el gato. “Además,
merezco un poco de tiempo a solas luego de haberte acompañado a este
lugar, ¿no crees?” “Punto
a tu favor.” Admitió la joven dejando ir al gato. “Y
pensar que planeaba invitarlo a comer helados.” Pensó Minako mientras
veía alejarse a su felino amigo. “Bueno,
de cualquier forma yo sí comeré uno.” Y así, Aino Minako se dispuso
a comprar un helado doble de vainilla bañado en jarabe de chocolate
para celebrar su admisión a la escuela de talento. Al encaminarse al
emporio del helado al otro lado de la plaza, Minako no pudo evitar que
una gran sonrisa adornara su rostro, por años había deseado esto, ya
antes había logrado probar el mundo del espectáculo como Sailor V,
pero eso había sido durante una misión y la duda de si podía o no
hacerlo ella misma, sin recurrir a la ayuda de su poder siempre le había
molestado. Ella tenía la necesidad de probarse que tenía aptitudes
para esto, bueno, acababa de dar el primer paso, y eso era más que
suficiente para hacerla sentir satisfecha y orgullosa de sí misma. *** El
día de Makoto. *** Makoto
Kino estaba aburrida. Primero había tenido que ir al banco a cobrar la
mensualidad por el seguro de sus padres; la primera que podría recibir
para sí misma directamente sin tener que esperar a que el tutor que
nombró la compañía de seguros le llamara. Segundo, Usagi le había
llamado para posponer las clases de cocina hasta el día siguiente y sólo
le explicó que iría de compras con su madre. Makoto a veces se sentía
algo deprimida cuando alguna de sus amigas hacía algo con sus padres;
le recordaba que los suyos ya no estaban y la hacía sentirse en cierta
forma, hecha a un lado. Afortunadamente, Makoto no era el tipo de
persona que dejaba que sus problemas la dominaran y siempre encontraba
como salir adelante en momentos como este. Y
aquí la tenemos ahora. La joven Makoto Kino, saliendo del banco más
cercano a su departamento. Feliz ya que acaba de abrir una cuenta
bancaria para ella sola y acababa de realizar su primer retiro de esa
cuenta. Sin embargo, la joven se enfrentó a un nuevo problema justo al
salir del banco: todas sus amigas tenían cosas que hacer y ella no tenía
deseos de ir a casa; claro, podía ir de compras, pero ya había hecho
eso antes del viaje a Hakone y no tenía muchas ganas de comprar nada. Makoto
caminó sin rumbo por un largo rato, no podía decidir qué hacer, la única
de sus amigas que no estaba ocupada en algo era Rei. Pero visitarla sin
avisarle antes no era una buena idea, así que se detuvo en una cabina
telefónica para llamar a Rei y asegurarse de que no habría problema. De
camino al templo, Makoto decidió que no sería muy adecuado llegar con
las manos vacías y se enfiló a la pastelería más cercana, después
de todo, a nadie que ella conociera le desagradaba una rebanada de pay y
un poco de té a media mañana. Makoto, ya estaba cerca de la pastelería,
solo debía dar vuelta en la siguiente esquina. Tal vez compraría un
pay de manzana, o tal vez uno de limón, o quizás... *DONK!!* El
golpe no lastimó a Makoto, pero si logró desorientarla. ¿Había
chocado con alguien? Eso era seguro, pero no podía ver contra quién se
había golpeado. Lo que sí podía sentir era que estaba a punto de caer
de cara, o eso creía; ya que entonces sintió que su cuerpo daba un
giro rápido y repentino que le hizo caer de espaldas sobre algo
razonablemente suave. Incluso
estando algo desorientada, Makoto notó inmediatamente que las dos manos
de un hombre descansaban sobre su cadera y la sujetaban con un poco más
de fuerza que la necesaria. “¡Oye! ¿Qué haces?” Gritó la joven
separándose del par de manos que la sostenían y dándose la vuelta
para ver quién era el responsable. “Hasta
donde yo sé te acabo de salvar de un golpe en la cara.” El
‘responsable’ era un muchacho que Makoto examinó con rapidez. Se veía
más o menos de su edad, tenía cabello castaño un poco largo y que
llevaba atado en una coleta; sus ojos eran verdes y su tez clara. El
chico también era delgado y al parecer más alto que ella, lo que la
impresionó; pues no era muy común que Makoto se encontrara con chicos
de su edad que la superaran en altura. El joven llevaba una chaqueta de
piel, pantalones azules y botas negras de obrero. “¿Disculpa?”
Preguntó ella, “¿Cómo que me has evitado un golpe? ¡Tú chocaste
conmigo!” “Bueno,
admito que si venía corriendo.” Respondió él, levantándose y
ofreciéndole a Makoto la mano, “¿Qué tal si me perdonas este
accidente, amiga?” Makoto
aceptó la ayuda y cuando estuvo de pie pudo constatar que él si era más
alto que ella. “¿Qué fue eso que hiciste?” Le preguntó, ignorando
por el momento que le había llamado ‘amiga’ como si ya se
conocieran. “¿El
qué?” Preguntó a su vez el joven mientras recogía una mochila del
suelo. “Ese
giro que diste cuando caíamos, ¿para qué fue?” “Ah,
eso. Bueno, me imagine que sería muy grosero de mi parte si además de
tirar a una niña tan linda como tú, también le caía encima.”
Explicó él rascándose la nuca con su mano derecha, “Así que te tomé
de la cadera, de lo que me disculpo también, y me las arreglé para
protegerte de la caída.” “¿Niña
linda?” Pensó Makoto, vaya confianza la de este muchacho. “¿Eres
un hombre bastante atrevido, no?” “La
falta de autoestima nunca ha sido uno de mis defectos.” Respondió él
recargándose en la pared, “Por eso siempre digo lo que pienso. Y en
este momento pienso que tú eres linda.” Makoto
no supo que responder o hacer, pues no tenía mucha práctica con
hombres como el que ahora se entretenía mirándola a los ojos. “Por
cierto, no me has dicho tu nombre.” Dijo él. “¿...mi...nombre...?”
Makoto dudó un momento, “... No tengo por qué decírtelo.” “Supongo
que tienes razón.” Contestó el chico, “Lo único que hice fue
evitarte un par de moretones. De cualquier forma no esperaba que me lo
dijeras y...” “¿Qué?” “Parece
que tu ropa se atoró en algo mientras caíamos y todo el brazo
izquierdo de tu camisa se descosió.” Makoto
constató que el joven decía la verdad. Con la conmoción de la caída
y el piropo que este tipo acababa de lanzarle, no se había fijado en
eso. “¡Diablos! ¡así no puedo andar por la calle!” “Eso
es muy cierto.” Dijo él, “Ten, usa esto.” “¿Qué
es?” Preguntó Makoto mirando a lo que el chico le ofrecía, “¿Tu
chamarra?” “¿No
la quieres? Es mejor que caminar por allí con la camisa desgarrada, ¿no?” “Pues
supongo que sí.” Dijo ella, no muy segura de aceptar, “Pero ¿cómo
te la voy a devolver?” “Mi
número de teléfono está en una tarjeta dentro de alguno de los
bolsillos de la chamarra.” Le respondió él. “Cuando llames
pregunta por Carlos, ¿vale?” Terminó el chico al tiempo que emprendía
su camino en la dirección contraria. “Gracias...
creo.” Dijo Makoto observando cómo el misterioso joven se alejaba. “A
Rei le va a encantar escuchar esto.” Pensó ella al ponerse la
chaqueta. “¿Así
que lo dejaste ir sin decirle tu nombre?” Preguntó Rei, dejando a un
lado la rebanada de pay de limón que estaba comiendo, “No
entiendo.” “¿Qué
es lo que no entiendes?” Quiso saber Makoto. “Bueno,
primero que nada, llegas a mi casa con un pay de limón y me dices que
quieres platicar un rato.” “Cierto.”
Repuso Makoto. “Luego,
ya que nos sentamos en la sala y comenzamos a comernos dicho pay, me
cuentas tus aventuras bancarias.” “Sí,
eso hice.” “Y
finalmente me cuentas que conociste a un chico agradable que incluso te
prestó su chamarra y que te dijo que eras linda.” “Exacto.” “¿Entonces
por qué no le dijiste tu nombre?” Volvió a preguntar Rei. “No
pude decirle.” “¿Por
qué no?” “Bueno,
¿Cómo iba a decírselo? ¡Acababa de caerme encima de él!” Exclamó
Minako. “Creí
que habías dicho que él se las arregló para que eso pasara dando un
giro antes de que tocaran el piso, ¿No?” Le recordó Rei. “...¡No
había pensado en eso!” Dijo Makoto hundiéndose en su lugar, “¡Y
esa no era la razón por la que no le había dicho mi nombre!” “¿Ah
no?” “No,
¡la verdad es que no pude decirle mi nombre por que me congelé cuando
quise decírselo y terminé negándome!” “Ya
veo.” Dijo Rei, que volvió a su rebanada de pay. “Es
latino, ¿no?” Quiso saber Rei luego de un rato. “Si
lo dices por su nombre, no lo había pensado.” Contestó Makoto.
“Tal vez lo sea.” “En
ese caso no te conviene buscarlo.” Le aconsejó Rei, “Seguramente
ese tal Carlos es sólo un turista. Probablemente se irá en una o dos
semanas.” “Pues
hablaba bastante bien el idioma para que haya sido turista.” Contestó
Makoto. “Tal
vez uno de sus padres es de por aquí.” Dijo Rei, “Pero estoy segura
de que él es un turista.” “¿Entonces
no debería llamarle?” “Eso
es algo que debes decidir por ti misma.” Le dijo Rei, “Pero si
terminas llamándole, no te aconsejo que te encariñes con él.” “¿Porque
si es un turista se irá?” “Exacto.”
Respondió Rei, “Pero sí deberías devolverle la chamarra.” “Sí,
eso es verdad. Será mejor que le llame por la tarde.” Aceptó Makoto. “¿Sabes
algo?” Preguntó Rei con una sonrisa sospechosa. “¿Qué?” “Me
asombra que no hayas dicho aún que Carlos se parece al chico que te
rompió el corazón.” Bromeó Rei. “Ah,
pues es que Carlos no se le parece.” Respondió la joven Kino
divertida. Un
par de horas más tarde, Makoto llegó a su departamento, hubiera
deseado quedarse un rato más con Rei, pero al parecer su amiga tenía
cosas que hacer en el templo y no podía seguir con la plática. Al
menos el pay no se había desperdiciado, el abuelo de Rei había
aceptado terminárselo. Y ahora ella ya no tenía otra cosa que hacer
mas que limpiar y después, ver televisión o salir a comprar alguna
chuchería. Suspirando un poco, Makoto caminó hasta su cuarto, el
departamento estaba limpio y no podría entretenerse aseándolo, y la
televisión no le interesaba por el momento. Deteniéndose frente a su
cama, la joven se quitó la pesada chamarra de piel y la acomodó
pulcramente en una silla junto a la ventana de su habitación y después
se dejó caer en su cama y hundió su cara en su almohada, tal vez
dormiría un rato. El problema era que Makoto jamás había podido
dormir de día y, luego de un rato, levantó su rostro y lo primero que
vio fue la chamarra. La joven miró a la desgarrada manga de su camisa y
después posó sus ojos en la chamarra. Levantándose, Makoto hurgó en
los bolsillos de la prenda que le prestara aquél extraño chico unas
horas antes hasta que por fin encontró una pequeña tarjeta con un número
telefónico. “Bien,
¿llamaré o no?” Se preguntó Makoto, sentada en la sala de su
departamento. El teléfono estaba a un lado, pero no podía decidir si
llamar o no al número telefónico que se leía en la tarjeta que pasaba
de una a otra mano. ¿Qué consejo le darían sus amigas? “Bueno,
Usagi y Minako seguramente me estarían echando porras para que
llamara.” Pensó Makoto, “Rei y Ami por el otro lado, me recordarían
que es mi obligación devolver lo que me han prestado. De cualquier
manera, tengo que llamar.” Ligeramente
nerviosa, Makoto marcó los números. Cinco, nueve, tres, siete... “Casa
de la familia Gokai, ¿Qué desea?” Contestó una voz de mujer casi
inmediatamente después de que Makoto terminara de marcar. “Buenas
tardes, estoy buscando a Carlos, ¿se encuentra allí?” Preguntó La
joven Kino. “¡Vaya
con ese muchacho!” Exclamó la mujer entre risas, “¡Acaba de llegar
a Japón y ya consiguió que una chica lo buscara!” “¿Disculpe?
Yo sólo quiero devolverle algo que me prestó.” Dijo Makoto, muy
sorprendida por lo que escuchaba. “Y
es increíble, ¡allá en América mi hijo nunca se atrevió a hablar
con ninguna jovencita!” Prosiguió la mujer, ignorando el comentario
de Makoto. “Oiga
señora...yo sólo quiero devolver una chamarra...” Insistió Makoto. “¿Qué?
¿Una chamarra?” Preguntó la mujer, “Claro, no hay problema. ¿Tienes
en qué escribir? Te daré nuestra dirección.” Y
así, treinta minutos después de la llamada, un cambio de ropa, un
corto viaje en tren hasta el siguiente distrito y varios minutos
caminando hasta encontrar la dirección, Makoto por fin llegó a la casa
de Carlos. La casa en cuestión resultó ser una residencia de estilo clásico,
de altos muros y puertas, junto a las cuales colgaba un modesto letrero
de madera en el que se leía: ‘Escuela
de Karate estilo Gokai.’ Debajo
estaban escritos los horarios de clases y el teléfono de la escuela. Finalmente,
Makoto se decidió a tocar la puerta, siendo inmediatamente recibida por
la mujer con la que había hablado por teléfono. La mujer no era como
Makoto la imaginaba, era más alta que ella y se veía bastante fuerte,
además no tenía rasgos asiáticos para nada. “¡Me
preguntaba cuándo llegarías!” Exclamó la mujer, “Makoto es tu
nombre, ¿no?” Cuando
la joven asintió, la mujer la tomó del brazo y la jaló dentro de la
casa, “¡Pues pasa que no es justo que estés afuera!” En
cuestión de segundos, Makoto había sido presentada con el padre de
Carlos y había recibido un par de ofertas para una clase gratis en el
dojo, pero se había decidido a rechazarlas. Esta familia era
bastante...amigable y ella no podía evitar sentirse más nerviosa que
en un examen final para el que no había estudiado. A pesar de todo,
Makoto alcanzó a escuchar que el padre de Carlos no lo llamaba Carlos,
sino Keiji, lo cual llamó su atención. Para cuando el señor Gokai se
marchó a atender la siguiente clase y Makoto se quedó a solas con la
madre de Carlos, su primera pregunta fue respecto a ese cambio de
nombre. “¿Así
que lo notaste?” Preguntó la señora Gokai, “Bueno, eso es muy fácil
de explicar, Makoto.” ¿Ah
sí?” “Mírame,
¿te parezco una mujer que nació aquí?” “Pues
ahora que lo dice; no.” Contestó Makoto. “Es
porque no lo soy. Verás, cuando yo tenía más o menos tu edad, conocí
a mi esposo, el estaba en mi país concursando en un torneo
internacional de Karate. Bueno, para no aburrirte te diré que
terminamos casándonos y el se quedó a vivir conmigo por dieciocho años.” “¿El
señor Gokai hizo eso por usted?” Preguntó Makoto impresionada. “Sí,
teníamos una escuela de artes marciales, pero cuando mi suegro murió
hace un año, nos vimos forzados a venir a Japón para poder hacernos
cargo de esta escuela.” “Déjeme
decirle que usted domina muy bien el idioma.” “Gracias.
Bien, volviendo a Carlos, ese es el nombre que yo le puse y con el que
ha vivido desde que nació; pero su padre insiste en llamarle Keiji,
igual que su abuelo.” Explicó la señora Gokai, “De hecho, en su
acta de nacimiento está registrado con ambos nombres. Y es que, aunque
no lo parezca, mi esposo es bastante tradicional en algunas de sus
ideas.” “Y
dónde está él? No lo he visto desde que llegué.” “Eso
me gustaría saber.” Dijo La señora Gokai, “El muchacho ya debería
estar aquí.” “Usted
mencionó por teléfono que Carlos acababa de llegar a Japón. ¿Por qué?” “Carlos
no quería dejar su escuela, así que lo dejamos a cargo de mi hermana
hasta que terminara la preparatoria y pudiera venir a reunirse con
nosotros.” Makoto
Respondió con un ‘ajá’ y se limitó a seguir la conversación
durante un rato más, no es que quisiera irse, ya que le agradaba la señora
Gokai, pero Makoto no quería encontrarse con Keiji. Minutos después,
fue la misma señora Gokai la que la invitó a comer, y Makoto, que
esperaba eso, se negó argumentando como excusa que tenía varias cosas
que hacer por la tarde. “En
ese caso linda, no quiero entretenerte más.” Comentó la señora
Gokai acompañando a Makoto hasta la puerta, “Pero siéntete libre de
venir a visitarme cuando quieras.” “Por
supuesto señora.” Contestó Makoto con una sonrisa, “Creo que sí
volveré.” La
joven Kino se sentía muy bien por alguna extraña razón, y no fue sino
hasta que llegó a la estación del tren que comprendió por qué; a
pesar de que al principio se había sentido nerviosa, al final, Makoto
se había alegrado que la familia Gokai la aceptara con tanta facilidad.
Cierto, ella era bien recibida por las madres de sus amigas pero esto
había sido distinto, la señora Gokai le agradaba mucho, y le había
ofrecido su amistad abiertamente, además, el ambiente de la casa de los
Gokai, le había hecho sentir algo que no había sentido en su totalidad
desde antes del accidente aéreo que la dejó huérfana. Makoto se había
sentido en casa. No en casa en el sentido de llegar al lugar donde vives
y estás a salvo, lo que había sentido era algo más profundo, algo que
Makoto sólo sentía cuando sus amigas la visitaban a su departamento.
Makoto había experimentado la sensación de pertenecer a un lugar en
particular, y la señora Gokai era la culpable. Había sido tan amable y
abierta con ella, y habían conversado tan a gusto. Era gracioso en
cierta forma, Makoto no tenía amigas aparte de sus cuatro compañeras
de equipo y por mucho tiempo estuvo segura de que no necesitaba más.
Pero el contacto con alguien que no pertenecía al grupo, alguien con
problemas simplemente normales y que no se preocupaba por salvar al
mundo o proteger a la próxima Reina del Planeta le había demostrado a
Makoto que era enteramente posible conocer a otras personas e incluso
hacer amistad con ellas. Y ahora, ¿qué haría? ¿Visitaría de nuevo a
la señora Gokai? Mirando a sus espaldas, en la dirección a la casa de
los Gokai, Makoto murmuró, “Claro que vendré de nuevo.” En
ese momento llegó su tren, y al subir, Makoto miró a su izquierda,
tres puertas más allá, Carlos bajaba del tren, por un momento, la
chica estuvo tentada a llamarle, pero desistió. Habían ya sido
suficientes emociones por un solo día. Si le preocupó un poco el hecho
de que Carlos parecía haber tenido una pelea a juzgar por el par de
curitas que llevaba en su nariz y barbilla. Con un suspiro, Makoto
terminó de entrar al tren, a fin de cuentas Carlos tiene una mamá que
lo cuida. “Y
yo sólo tengo un apartamento vacío.” Pensó Makoto. “Bueno...un
largo baño me serviría bastante.” . .. ... .... ..... Kernath
se movía con lentitud, su herida aún le molestaba bastante, pero debía
dar su reporte y no podía arriesgarse a molestar al amo ignorando su
llamado. Cuando el ser alcanzó un altar cubierto por un velo de seda
negra, se arrodilló y esperó. Una llama verde se encendió y su luz permitió que una silueta pudiera ser vista detrás del velo. “¿Y
bien Kernath?” Preguntó una hermosa voz, “¿Has incubado ya los parásitos
de clase tres que te ordené?” Kernath
tardó en contestar, “Hubo problemas.” “¿De
qué tipo?” Le interrogó la silueta. “Un
guardián me atacó.” Dijo el ser, que agregó con rapidez para evitar
la temible cólera del amo, “Pero pude eliminarlo.” “La
guardián verde era la única que quedaba con vida.” Dijo la silueta
pensativa, “¿Dices que la has eliminado? Sinceramente son buenas
noticias Kernath.” “Gracias
amo, yo...” “¡Pero
el hecho de que no puedas incubar ningún parásito es reprobable!”
Gruñó el amo. “¡No
es mi culpa!” Se defendió el ser, “¡Fui atacado cuando estaba a
punto de conseguir un excelente huésped! ¡Un humano con más luz
blanca que cualquiera que haya visto!” “Interesante.”
Comentó la silueta, “Pero por lo que veo tú no estas en condiciones
de hacer nada. Le ordenaré a Sarnath que se encargue de incubar al
humano que mencionas.” “¡Eso
no es justo!” “Sarnath
ha demostrado ser más eficiente que tú, Kernath. Gracias a él, las
cuatro colmenas ya están operando y los cuatro generales están por
incubar.” “¡Sarnath
logró eso por que no ha tenido que enfrentarse a nadie en combate!”
Gruñó el ser. “¡Silencio!”
Gritó el amo, el suelo temblando ante su furia “¡Tú harás lo que
diga yo!” Kernath
se convirtió en un ovillo en el suelo. “Sarnath
se encargará del humano que mencionas.” Dijo el amo, “En cuanto a
ti, te tengo una nueva misión. Esas niñas que te atacaron en el bosque
me intrigan.” La silueta hizo una pausa. “Tal vez lleguen a ser una
molestia si no las detenemos ahora. Kernath, tu nueva misión es
destruir a esas niñas. Espero por tu bien que no falles.” Y dicho
esto, la verdosa llama se apagó. Kernath se levantó y comenzó a reír
a complacido, ¡al fin una misión de acuerdo con sus habilidades! Y
todo era mejor porque esas niñas se la debían. El ser estaba seguro
que iba ser un gran placer ajustar cuentas con ellas. ------------------------------------------------------------------------------------------------ La
historia continuará en el capítulo cinco. Espero que este capítulo no
haya sido aburrido, pero en verdad quería profundizar un poco en las
vidas de Ami, Makoto y Minako, además de que se introdujeron dos
personajes que serán importantes pronto. ¿Podrás adivinar cuales son? Notas: 1.-En
la parte de Ami se usan unas cuantas jugadas de ajedrez como la apertura
Ruy López y la defensa Morphy, estas jugadas sí existen en realidad y
son usadas normalmente por jugadores avanzados. 2.-En
el último capítulo del manga de Sailor V se menciona que Minako tiene
que trabajar en una película disfrazándose. 3.-Es
muy común en Tokio que la gente utilice el tren para desplazarse de un
distrito a otro, y pensé que sería interesante sacar a Makoto de
Juuban por un rato. En especial porque este capítulo está más o menos
dedicado a ella y a explorar lo que siente. ¿Tienes comentarios? Si es así, puedes enviarlos a este correo: |