Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2
Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5
Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8
Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11
Capítulo
Siete Los
sentimientos de Hotaru Mamoru Chiba observaba con atención a su grupo de aspirantes. Aunque había hecho todo lo posible para ayudarles a pasar el primer examen del curso de preparación, no estaba seguro de que todos pudieran lograrlo; pues el instructor encargado no aceptó cambiar el examen por uno más fácil. Mamoru entendía que era necesario mostrarle a los aspirantes qué tan pesados serían los exámenes de la universidad KO si lograban entrar a la escuela desde el principio. Pero también pensaba que había otras formas de hacerlo sin tener que masacrarlos con un examen tan complicado en su primer evaluación. “¿Superior Chiba?” Llamó un joven, “Ya terminé el examen.” “¿Mmm?” Mamoru miró a su izquierda, el chico que le estaba entregando la prueba no era otro que Gumino Oyu. El muchacho era el mejor del curso y también el más tímido. Por esa razón, Mamoru se había interesado en él y pasaba mucho de su tiempo libre durante los cursos hablando con Gumino; más que nada para ayudarle a sentirse menos rechazado. “Muy bien Gumino, puedes salir.” Un par de horas más tarde, Mamoru caminaba hacia la oficina de su supervisor para entregar los exámenes. La verdad era que el joven Chiba se sentiría más tranquilo calificando él mismo las pruebas de sus alumnos, pero las reglas establecían que el supervisor se encargaría de hacerlo. Una vez dentro de la oficina, Mamoru se sentó y entregó los exámenes. “¿Cómo estima los resultados de su grupo, señor Chiba?” Preguntó el supervisor. “Probablemente la mitad logre aprobar.” Dijo Mamoru, “Pienso que dos alumnos obtendrán muy buena calificación. Uno de los exámenes no tendrá ningún error, de eso estoy seguro.” “Apuesto que se refiere a la prueba de Gumino Oyu.” Aseguró el supervisor. “Exacto.” “He notado que usted tiene un interés personal en el joven Oyu.” Dijo el supervisor, mirando a Mamoru fijamente. “Le aconsejo que mantenga su distancia con los aspirantes.” “Disculpe señor, pero no entiendo qué problema pueda causar eso.” Preguntó Mamoru. “Así no los lastimará tanto si no logran ingresar.” “Señor, le aseguro que Gumino sí entrará en nuestra escuela.” Insistió Mamoru. “Lo sé.” Dijo el instructor, “Pero debe de considerar, señor Chiba, que los otros aspirantes pueden pensar que usted tiene un favoritismo hacia Gumino Oyu. Le garantizo que eso le causará problemas a usted y a Gumino, además de que minará su autoridad como asesor.” Mamoru guardó silencio. “Imagino que no había considerado esa posibilidad, ¿verdad señor Chiba?” Le preguntó el supervisor. “Admito que no.” Contestó Mamoru. “¿En realidad piensa que los otros aspirantes dirán eso?” “Ya he recibido quejas al respecto.” Aseguró el supervisor. “Sé que no lo hace a propósito Señor Chiba, lo conozco y sé que tiene buenas intenciones, pero será mejor que me haga caso por esta ocasión.” Mamoru bajó la mirada. “No le pido que abandone su amistad con el joven Oyu.” Dijo el instructor, “Tan sólo que tenga más cuidado.” “Está bien.” Respondió Mamoru. “Si no me necesita, ¿me permite retirarme?” “Seguro, señor Chiba, puede irse. Pero no olvide tener cuidado.” Mamoru
asintió y salió de la oficina. Mientras caminaba, Mamoru pensaba en la conversación que había tenido con su supervisor, ¿había acaso cometido un error al desempeñar su trabajo como asesor? A él no le parecía que ese fuera el caso. Cuando llegó hasta su auto, Mamoru se encontró con que Gumino le esperaba. “Hola superior Chiba.” Le saludó Gumino. “¿Podremos hablar un poco?” “Supongo que sí.” Respondió Mamoru, recargándose en el auto, “¿Qué sucede?” “Quiero disculparme con usted.” Dijo el chico inclinándose. “¿Disculparte?” Mamoru estaba intrigado, “¿Por qué?” Sin levantar la mirada, Gumino respondió, “Hoy hablé con el supervisor acerca de ciertas cosas que los demás en el grupo dicen sobre usted y la amistad que tiene conmigo. Perdóneme si eso le ha causado problemas.” “Así que fuiste tú.” Dijo Mamoru. “Sé que no fue correcto, pero no podría soportar que el ser amigo de alguien como yo le cause algún problema.” Explicó Gumino, “Le ruego que me perdone.” “El que seamos amigos no me causará problemas.” Aseguró Mamoru, estrechando la mano de Gumino, “No deberías preocuparte por eso. Lo más importante ahora es que te prepares para tu examen de admisión.” “Pero los demás aspirantes...” “Lo que ellos digan no es importante.” Respondió Mamoru, “Como tu asesor, te garantizo que lo mejor es que te concentres sólo en estudiar para tu examen, ¿lo harás?” Gumino
aceptó, se inclinó de nuevo y se alejó. Mas tarde, mientras conducía
hacia el lugar en que debía encontrarse con Usagi; Mamoru sólo se
preguntaba porqué algunas de las personas más inteligentes podían ser
tan tímidas. Para cuando Mamoru llegó al lugar de la cita, Usagi ya lo estaba esperando. “Llegas algo tarde.” Mencionó Usagi al subir al auto de su novio, “¿Qué pasó?” “Tuve una larga conversación con mi supervisor.” Respondió Mamoru. “No es nada importante, pero me retuvo en su oficina más tiempo del que pensaba.” Usagi le miró atentamente, “Me parece que no me estás diciendo toda la verdad. ¿Seguro que no estás en algún problema? Recuerda que siempre estoy dispuesta a ayudarte.” “Lo sé.” Le dijo Mamoru tomándola de la mano, “Pero no tienes de qué preocuparte. El supervisor sólo me aconsejó sobre mi forma de tratar a los aspirantes de mi grupo. Le preocupa que alguno de ellos piense que hay favoritismos de mi parte.” “¡Pero tú nunca harías eso!” Dijo Usagi. “Eso es verdad, pero la reputación de la escuela podría resentirse si algo así sucede.” Explicó Mamoru. “Es parte del trabajo de mi supervisor recordarme detalles como esos.” “Vaya que son estrictos en tu escuela.” Comentó Usagi. “Sí, pero es necesario.” Respondió Mamoru, que entonces besó la mejilla de Usagi, “Ya no hablemos de eso.” “De acuerdo.” Usagi sonrió, “¿Qué has planeado para hoy? Después de lo que pasó con Minako el otro día, sí que necesito algo agradable para calmar mis nervios.” “Iremos al mirador de la bahía; luego daremos un paseo en yate. Pero no te preocupes, aún faltan dos horas para eso.” Dijo él mientras encendía el auto, “Los boletos están en la guantera, ¿por qué no los miras?” “Aquí no hay nada.” Anunció Usagi. “¿No? ¡Pero si yo mismo los puse allí ayer por la noche!” Exclamó Mamoru. “Tal vez los pusiste en tu cartera.” Dijo Usagi que había comenzado a revisar el artículo en cuestión, “No. Tampoco están aquí. ¿Seguro que no los dejaste en la ropa que llevabas ayer?” El joven Chiba parpadeó un par de veces y se mordió el labio inferior. “¿Ya recordaste dónde los pusiste?” Quiso saber Usagi. “Sí.” “Bueno, ¿en dónde están?” Preguntó ella. “En
la cocina de mi departamento.” Dijo Mamoru, “Pero no hay problema,
podemos ir por ellos, aún tenemos mucho tiempo.” +++ Se sentía vacío, si es que la total falta de emociones puede llegar a ser considerado el sentir algo. Sarnath sabía que debería sentirse feliz por haber recibido una segunda oportunidad, pero ni siquiera estaba complacido. Por otra parte, la idea de que no poder sentir nada lo hiciera enfadarse tampoco le hizo experimentar emoción alguna. De pie frente a una fuente en el extenso jardín de flores negras que había en la fortaleza, Sarnath miró el agua que caía y recordó que antes le había gustado estar en ese lugar, pero ahora sólo lo visitaba por costumbre; su capacidad de apreciar el murmullo del agua y el aire perfumado del jardín ya no estaban. Lo único que le quedaba era la urgencia de cumplir con su deber como miembro del ejército del Gran Necromante. No había nada más, sus recuerdos no le traían ningún sentimiento. Entre sus recuerdos recientes, Sarnath tenía uno que se repetía constantemente, aunque tampoco significaba nada para él en términos de causarle alguna emoción. Ese recuerdo era el de la joven mujer que conoció en Australia, Hotaru Tomoe. Era, él lo sabía, un recuerdo muy especial e importante. Pero sin poder experimentar las sensaciones que se asociaban a ese recuerdo, le era particularmente inútil. Sarnath entonces sacó de su funda y miró la espada que su amo, quizá para compensarle su falta de emociones, le había dado. Aunque sabía usarla, él no tenía uso para un arma, pero la había aceptado de todos modos. Mirando la espada, Sarnath decidió hacer un pequeño experimento. Levantando la brillante hoja de acero negro y apoyándola sobre su piel, Sarnath se hizo una larga y profunda herida en el dorso de su mano izquierda. El dolor recorrió su brazo, pero mientras veía su sangre derramarse, se dio cuenta que no le importaba haberse lastimado. “¡Sarnath, debemos hablar!.” Llamó Kernath. En otro tiempo, a Sarnath le hubiera molestado que Kernath lo interrumpiera mientras pensaba, pero ahora no le causaba ninguna reacción, “Ya me encontraste, puedes hablar ahora.” “¿Qué te pasa?” Preguntó Kernath al notar el charco de sangre y la herida en la mano de Sarnath. “No entenderías, así que no preguntes. ¿Querías algo?” “El amo te envía la orden de ir a encargarte del humano del que te hablè hace poco.” “Ese hombre con una increíble cantidad de luz blanca. Lo recuerdo.” Sarnath introdujo su mano a la fuente y dejó que el agua lavara su herida, mientras lo hacía pensó en algo que tal vez le sería útil, “Kernath, escuché que no has podido encontrar a las niñas que nos han estorbado últimamente.” “Eso no es problema tuyo.” “Escucha con atención.” Dijo Sarnath, ignorando a su compañero, “Tengo una idea que te servirá. En Japón hay un buen número de humanos infectados. No lo saben, por supuesto. Pero son susceptibles a obedecernos.” “¿Es relacionado con abrir una colmena en Japón?” “No. Esto es distinto. Mira, un templo cerca de Tokio está lleno de parásitos y puedes usarlo a tu favor.” “¿Cómo?” “No estoy seguro, pero me parece que esas tales ‘Sailor Scouts’ pueden detectarnos.” Indicó Sarnath. “¿Entonces por qué no han descubierto a los parásitos?” “Porque a comparación de un general o nosotros, los parásitos son muy débiles.” Explicó Sarnath. “¿Qué debo hacer?” Dijo Kernath, interesado en la idea. “Ve al templo, espera unos días y te garantizo que alguna de esas niñas comenzará a husmear por allí.” “No es una mala idea; así podría enfrentarlas una por una.” Murmuró Kernath, “¿Dónde está el lugar?” “Ya te dije que está cerca de Tokio.” Dijo Sarnath, “No tendrás problemas encontrándolo.” “Haré lo que dices. Pero si no funciona te haré pagar.” Le advirtió Kernath al marcharse, “No olvides cumplir con lo que ordena el amo.” “No
lo haré.” Respondió Sarnath. +++ “¿Ya hablaste con ella?” “Sí, pero no conseguì mucho.” “Tendremos que decirle a Setsuna que es su turno de nuevo.” Dijo Haruka, mirando dentro de su taza de té. “Sí. Ojalá ella tenga más suerte.” Respondió Michiru. “Esta situación no me agrada.” La ‘situación’ de la que hablaban era la siguiente: en los últimos cuatro días; exactamente desde que habían regresado de Australia, Hotaru se había comportado de una manera por demás extraña. Casi no salía de su habitación, comía menos que de costumbre y evitaba hablar sobre lo que le sucedía. Esto mantenía a sus tres tutoras en vilo, en especial porque no habían conseguido una explicación satisfactoria y por que no podían ponerse de acuerdo acerca de lo que sucedía con Hotaru. Pues Michiru y Haruka sostenían una idea y Setsuna otra muy distinta. “¿Por fin habló con ustedes?” Preguntó Setsuna, cuando entró a la cocina. “No quiso decirnos nada.” Dijo Haruka. “Pero no olvides que tú deberás hablar con ella después.” Setsuna se sentó junto a sus dos amigas, “Yo pienso que debemos darle más tiempo.” “¿Tiempo?” Preguntó Haruka, “¿Tiempo para qué? Pareciera que ella no confía en ninguna de nosotras.” “Yo digo lo mismo.” Agregó Michiru, “¿Qué razones puede tener Hotaru para no decirnos qué es lo que le molesta? Es obvio que todo esto gira alrededor de la persona que la salvó en Australia.” “Es verdad, no hay otra causa posible para la conducta de Hotaru.” Dijo Haruka, “Es fácil saber que ese hombre significaba algo para ella.” “Les repito que Hotaru necesita tiempo.” Dijo Setsuna mientras se preparaba un café. “Desearía sentirme tan segura como tú.” Comentó Michiru, “Tal vez podría si nos explicaras bien lo que tratas de decir.” “Michiru tiene razón, Setsuna.” Dijo Haruka, “Tu sabes algo y no nos lo has dicho.” “¿Yo?” Setsuna respondió usando ese tono de voz que indicaba que aunque conocía la respuesta a lo que se le pedía, no tenía mucho interés en compartir la información. “La verdad es que no hay mucho que pueda decirles, Aunque...” Haruka y Michiru se miraron a los ojos y volvieron a concentrar su atención en Setsuna, listas a insistir al menos una vez más. Pero Setsuna continuó con su explicación. “Todo tiene que ver con la manera en la que Hotaru se ha desarrollado y en la manera en la que la hemos educado. Hotaru experimentó un crecimiento acelerado que le permitió acceder a su poder con rapidez. Sí, ella ha demostrado ser eficiente en combate y responsable como Sailor Saturn; pero ¿qué hay de las otras áreas en su vida? Eso incluye ciertas emociones que ninguna de nosotras le enseñamos a enfrentar, al menos todavía no.” Michiru y Haruka no podían estar más de acuerdo, Hotaru había crecido tan rápido que ninguna de ellas tuvo tiempo de hablarle de asuntos del corazón y luego del ataque de Galaxia; las tres simplemente se habían olvidado del asunto. Ninguna de ellas imaginó que eso fuera a causarles algún problema. “El problema reside en que la única referencia que Hotaru tiene sobre esto.” Continuó Setsuna, “...Le viene de su vida como la princesa de Saturno, que como ustedes bien lo saben, no fue para nada satisfactoria.” “Si, eso es verdad.” Comentó Michiru, recordando el pasado. “Pero entonces...” Dijo Haruka, “¿Estás sugiriendo que Hotaru y aquél hombre?” “Quizás.”
Contestó Setsuna, “Pero lo más seguro es que Hotaru no haya decidido
aún que es lo que siente. Aunque debido a lo que le pasó en su vida
anterior, debe ser difícil para ella. Y sé muy bien que enamorarse de
un ideal o de un recuerdo no es agradable.” Desde su habitación, Hotaru podía escuchar murmullos de la conversación que sus tres mejores amigas, su familia, sostenían en la cocina. La joven ya se había dado cuenta que hablaban sobre ella; pero al final, decidió no escuchar lo que decían. Hotaru tenía cosas más importantes que atender, en especial el caos emocional que le impedía concentrarse en otra cosa que no fueran los eventos de varios días atrás, cuando conoció a Sarnath. Hotaru dirigió su mirada hacia su cama, donde había extendido el vestido negro que él le había regalado. La joven permitió que los recuerdos ligados a ese vestido se deslizaran por su mente. Hotaru cerró los ojos, en su mente, la voz de Sarnath le decía que no podía evitar amarla, que ella era perfecta... en cierta forma le hacía sentirse culpable lo bien que se sentía al recordar esas palabras. Y por una buena razón. Sarnath había intentado matar a sus amigas y aún así, ella no podía ni siquiera enfadarse con él. Hotaru decidió que necesitaba salir a caminar un poco, tal vez así podría aclarar sus pensamientos y encontrar la forma de explicarle a su familia lo que sentía. Después de doblar y guardar el vestido, Hotaru se dirigió a la cocina. “Voy a salir.” Anunció la joven Tomoe, interrumpiendo algo que Michiru estaba por decir. “Creo que no me tardaré mucho.” “Espera Hotaru, ¿no hay algo que quieras decirnos?” Preguntó Haruka. “No, aún no.” “¿Algo en lo que podamos ayudarte?” Quiso saber Michiru. “No, no por ahora.” Contestó Hotaru y sin esperar una respuesta, salió del departamento. Haruka parpadeó un par de veces, “Bueno, pudo ser peor.” “Sí, al menos no se enojó con nosotras.” Dijo Michiru. “¿Por qué no vas y hablas con ella?” Preguntó Haruka mirando a Setsuna, “Creo que tú eres la más indicada para manejar esta situación.” Setsuna se limitó a tomar un sorbo de su café, pero al poco rato se levantó y salió de la casa. “¿Crees que Hotaru hable con ella?” Preguntó Michiru. “Espero que sí, porque yo la verdad no tengo idea de qué decirle a Hotaru.” Contestó Haruka y tomó las manos de Michiru, “No es que no entienda cómo se siente, pero tú sabes que no soy buena para esas cosas.” “En
ocasiones sí lo eres.” Respondió Michiru con una sonrisa. Hotaru se sentó en la banca de una plaza y miró su reloj, sólo habían pasado treinta minutos. A ella le parecía que había estado caminando por horas y todo para llegar al parque que estaba cerca de un centro comercial que abriría pronto, y eso no estaba ni tan lejos de su hogar. Hotaru decidió que se quedaría a pensar un rato allí. El problema más grave con el que se enfrentaba era que no podía decidir cómo explicar lo que sucedió con Sarnath. Hotaru ya podía admitir que cuando estuvieron juntos se había sentido muy atraída hacia él, pero también era cierto que la música y el ambiente tuvieron mucho que ver con eso, ella estaba segura. Por otra parte, cada vez que recordaba la forma en que él se sacrificó por ella, sentía que se le desgarraba el corazón. Al principio, lloraba cuando revivía ese momento. Ahora podía controlar las lágrimas pero eso no hacía que le doliera menos. “Sabes, a veces hablar con alguien es la única manera de que deje de doler.” Dijo Setsuna mientras se sentaba junto a la niña, “Dime Hotaru, ¿acaso es tan difícil olvidar a ese hombre?” “No es eso lo que me causa problemas mamá Setsuna... es que...” Hotaru ahogó un suspiro, no esperaba que la siguieran, pero suponía que ya era hora de hablar con alguien, y Setsuna sabía dar buenos consejos, “La reina Serenidad me dijo en una ocasión que Sailor Saturn no puede tener estos sentimientos, porque pueden hacerme perder el control, y si pierdo el control, no podré usar todo mi poder. ¡Pero no puedo evitarlo!” “Y crees que perderías el control?” Preguntó Setsuna, “Yo confío en que nunca dejarías que eso pasara, sin importar que es lo que sientes.” “Sí, pero Sarnath...” Hotaru se dejó acurrucar en el regazo de Setsuna, “Él fue quien trató de matarlas con los dobles del espejo. Me lo confesó cuando me llevaba fuera de la cueva...” “Eso ya no tiene importancia.” Le dijo Setsuna mientras le acariciaba el cabello. “¡Pero él era nuestro enemigo!” Gimió Hotaru. “¿Cómo es posible que me preocupe el destino de alguien que casi me quita mi familia?” “¿Él te quería, Hotaru?” Preguntó Setsuna, cambiando el tema por algo menos deprimente para Hotaru. Hotaru cerró los ojos, las palabras de amor de Sarnath resonaron en su mente, “Sí, me lo dijo sólo una vez.” “¿Crees que si no te hubiera querido te habría salvado?” Preguntó Setsuna. Hotaru pensó por un momento, “No. Me habría dejado morir en la cueva.” Entonces, Hotaru comprendió las palabras de Setsuna, “Eso significa que...” “Lo que él sentía por ti fue lo suficientemente fuerte como para que diera su vida por salvarte.” Dijo Setsuna mirando a la niña a los ojos, “Tú lo hiciste cambiar mi pequeña, gracias a eso no te perdimos.” Hotaru bajó la mirada, “Pero eso no sirvió de nada. Al final se murió y ahora yo... yo no...” “Puedes decírmelo.” Aseguró Setsuna, “Lo mantendré en secreto si eso quieres.” ella asintió, “Ya no podré volver a verlo, ¿No es algo tonto? ¿Preocuparse por eso?” “No, no es tonto. Pero...” “¿Qué?” Preguntó Hotaru, “¿Qué ibas a decir?” Setsuna respiró profundamente, “¿Qué sientes por él, Hotaru?” Preguntó. Hotaru
cerró los ojos y se alejó un poco de Setsuna, “...No lo sé.”
Respondió luego de un momento de duda. +++ “¿Estás segura de que no prefieres esperarme aquí en el auto?” Preguntó Mamoru, “No me tardaré nada.” “¡Pero está haciendo mucho calor!” Dijo Usagi, “Además, ¿qué tiene de malo que suba contigo?” “Bueno, nada, pero...” “¿O hay algo allá que no quieres que vea?” “No, claro que no.” “¿Entonces?” Mamoru se dio por vencido, “Está bien, vamos los dos.” Minutos más tarde, la pareja se detenía fuera del departamento de Mamoru, quien no se decidía a entrar. “¿Algún problema?” Preguntó Usagi, “Has estado actuando muy extraño desde que llegamos aquí.” “Lo siento.” Respondió Mamoru, “Es sólo que con todo lo que me dijo el supervisor tengo la cabeza en otra parte.” “Ya no te preocupes tanto.” Le aconsejó Usagi al tiempo que le daba un rápido abrazo y un beso en la nariz. Un poco más relajado, Mamoru al fin se decidió a abrir la puerta. Las cosas sucedieron demasiado rápido como para que Mamoru o Usagi reaccionaran. Justo en el momento en que habían cerrado la puerta detrás de ellos, una fuerza irresistible los aprisionó contra la pared y los mantuvo paralizados. “Te esperaba, pero no imaginé que tendrías compañía.” “¿Quién...eres...?” Logró preguntar Mamoru, haciendo un gran esfuerzo para mirar directamente a quien lo mantenía inmóvil contra la pared. Frente a él estaba un joven elegantemente vestido, con una espada al cinto y que fijaba sus ojos amarillos directamente en los suyos. “Me llamo Sarnath.” Respondió el extraño, dirigiendo su atención ahora en Usagi, caminando frente a ella y estudiándola atentamente. Sarnath ignoró las amenazas de Mamoru y se acercó más a la joven, intentó hacerla levantar el rostro pero pronto perdió el interés y la dejó en paz, “Esta niña es especial.” Murmuró directamente en la oreja de Mamoru, “Pero su energía no me sirve de nada. Y ahora que te tengo cerca, no estoy seguro de que tú me sirvas de algo. Puedo conseguir lo que necesito en mayores cantidades usando métodos más eficaces. No puedo entender por qué Kernath hizo tanto alboroto por ti.” Usagi sintió frió al escuchar ese nombre, “¿Eres...amigo...de Kernath?” Logró preguntar. “¿Yo amigo de ese salvaje?” Sarnath pensó que eso le habría causado risa o indignación antes, ahora no le interesaba ni lo consideraba una ofensa, “No lo soy, pero lamentablemente es un asociado mío. Y en cuanto a qué es lo que quiero, no estoy en libertad de explicarles.” “Entonces.. ¿Qué harás... con nosotros...?” Preguntó Usagi, que en vano intentaba moverse. “Te aconsejo que dejes de resistirte.” Pidió Sarnath, “Si no lo haces, tendré que lastimarte.” “¡No te atrevas!” Le amenazó Mamoru. “Esa forma de hablar no es recomendable, sobre todo porque eres tú quien está inmovilizado.” Sarnath caminó hasta una repisa y tomó cuatro pequeñas piedras que se encontraba allí “Ahora dime, ¿qué son estas piedras? Puedo sentir una presencia latente en ellas. ¿Acaso son las gemas de los guardianes? ¿Las disfrazaste para que se vieran así?” “No sé de qué hablas.” Contestó Mamoru en forma cortante. No estaba seguro de quién era este hombre, pero de ninguna manera dejaría que sus generales fueran usados por este tipo. “¿Así que no quieres hablar? No importa. Estas piedras son extrañas, y como no sabes de qué hablo, entonces no creo que esto te moleste.” Sarnath miró a Mamoru y al hacerlo cerró su mano y apretó hasta que las cuatro piedras empezaron a crujir y a desmoronarse. “¡Eres un maldito!” Gritó Mamoru. “¡Deja eso, no te servirá de nada destruirlas!” “¡Detente!” Pidió Usagi, “¡No conseguirás nada con eso!” Sarnath abrió su mano, “Bah. Eran sólo piedras inútiles.” Dijo mientras arrojaba los restos al suelo. Mamoru no dijo nada, pero Usagi pudo sentir su tristeza y desesperación. Ella miraba con preocupación a su novio pues sabía lo mucho que apreciaba a los cuatro generales. Si él se lo hubiera pedido, ella los habría traído de vuelta. Tal vez había sido un error no haberlo hecho antes. “Será
mejor que haga lo que he venido a hacer.” Les dijo Sarnath mientras
sacaba una pequeña esfera negra de uno de sus bolsillos, la cual colocó
cerca del pecho de Mamoru, “Esto resultó ser una pérdida de tiempo
para mí, ¿sabes? Pero debo seguir mis órdenes.” “¿Qué vas a hacer?” Preguntó Mamoru. “Nada que te dañe permanentemente.” Contestó, “Kernath tenía razón en una cosa: tu nivel de luz blanca sí es muy alto.” Ignorando las protestas de su víctima, Sarnath comenzó a quitarle al joven lo que necesitaba. “¡Deja en paz a Mamoru!” Ordenó Usagi, “¡Si no lo haces yo...!” “¿Qué sucede? ¿Te molesta lo que hago?” Dijo Sarnath mientras hacía una pausa para cambiar de esfera. La que tenía en la mano había cambiado su color negro por un resplandor blanco. Detrás, Usagi se rebatía inútilmente, tratando de recobrar el control de su cuerpo. Finalmente agotada, dejó de moverse para así evitar perder el sentido. A su izquierda, Mamoru respiraba agitado, su frente se había coronado con perlas de sudor. “Oye...” Llamó Mamoru, notando que Usagi ya no resistiría más sin lastimarse, “No sé por qué estás haciendo...esto... pero a ella...déjala ir...” “Explícame por qué debo hacer lo que me pides.” “¿Nunca has...amado a alguien...?” Esa pregunta conmocionó a Sarnath, “Eso no tiene nada que ver con tu situación.” Dijo él luego de un momento de silencio en el que la imagen de Hotaru apareció en su mente, “Dime una buena razón para dejar libre a tu mujer.” “Si...la persona que amaras...estuviera en peligro...¿no darías todo por salvarla?” Le preguntó Mamoru. “En este momento no lo haría.” Contestó Sarnath, sabiendo que en el pasado su respuesta habría sido distinta. “¿No tienes corazón?” Preguntó Mamoru, “¿Acaso eres un monstruo sin sentimientos? Sarnath no respondió y caminó hacia la ventana, durante un largo rato miró a la calle, perdido en sus recuerdos. Sarnath se preguntó si ella estaría bien, y al hacerlo, sintió algo, un dolor en su pecho; no era dolor físico pero hubiera preferido que así fuera. Se suponía que ya no tenía sentimientos, ¿entonces por qué al pensar en Hotaru había experimentado esta emoción? No había motivo. Sarnath miró a Mamoru y lo detestó por haberle hecho esas preguntas. Sí, él había dado todo por salvar a la mujer que amó, pero ya no importaba y no necesitaba que se lo recordaran. Sarnath observó detenidamente a Usagi y a Mamoru; incluso él podía darse cuenta de que había un lazo imposible de romper entre ambos, él sabía que nunca podría tener algo así con nadie y no le pareció justo. No era aceptable. Su primer impulso fue intentar aplastarlos contra la pared durante un ataque de envidia, pero el vació emocional reapareció y logró calmarse un poco. Había otras formas de desquitar su envidia, formas más satisfactorias. Sarnath se volvió hacia la ventana y con un movimiento de su mano, dejó que Usagi y Mamoru recuperaran el control de sus cuerpos. “¿Por qué?” Preguntó Usagi al tiempo que ayudaba a Mamoru a ponerse de pie y se preparaba para enfrentarse al extraño, “¿Por qué nos liberaste?” “Porque quise hacerlo.” Respondió Sarnath, apoyándose en la ventana y sin mirar de frente a Usagi. “¿Qué es lo que ustedes quieren de nosotros?” Quiso saber Usagi, “¿Por qué hacen esto?” Sarnath
se detuvo, había llegado el momento de lanzar el anzuelo, “Sólo
queremos controlar tu planeta, Sailor Moon, porque ella eres tú, ¿no
es verdad?” Ni Usagi ni Mamoru pudieron evitar una expresión de asombro. “No debería sorprenderte. Sé de las mujeres que vencieron a Kernath, y la descripción de Sailor Moon concuerda contigo. Las mismas trenzas, color de cabello y ojos, pero sobre todo, tu energía no es la de un humano normal.” Explicó Sarnath mientras se volvía y caminaba amenazadoramente hacia Usagi, “Además, tu mencionaste a Kernath, ¿cómo sabrías de él sino es porque eres una de esas Sailor Scout? Y apuesto que tu novio es el hombre del tuxedo que apareció cuando Tarabat fue destruida, ¿me equivoco?” Mamoru frunció el ceño, dio un paso al frente y se interpuso entre Sarnath y Usagi. La joven Tsukino lo tomó de la mano y eso le ayudó a mantener la calma, “¿Qué piensas hacernos ahora?” Preguntó Mamoru, “Parece que no hay forma de negar nuestro secreto.” “Su identidad no peligra conmigo.” Contestó Sarnath, “No es información de la que pueda obtener algún beneficio inmediato, así que no tengo interés en usarla en su contra... por ahora.” “¿Y piensas que nosotros vamos a confiar en ti así nada más?” Preguntó Mamoru, quien no había olvidado lo que Sarnath le hizo a sus cuatro generales, “¡Deliras!” “No, estoy seguro que no confiarán en mí.” Respondió Sarnath mientras se dejaba caer por la ventana. “¡Alto!” Mamoru corrió y se asomó por la ventana en un vano intento de ver hacia dónde escapaba el misterioso atacante, pero sólo vio el mismo paisaje de siempre, adornado por el bello sol de las primeras horas de la tarde, “¡Ya no está! ¡Ha desaparecido!” “Él sabe quienes somos.” Dijo Usagi, “¿Cómo pasó esto?” “No lo sé, pero haré todo lo que está en mi poder para encontrarlo y evitar que use nuestro secreto.” Prometió Mamoru mientras se arrodillaba y tomaba los trozos que quedaban de las cuatro piedras que alguna vez fueran sus amigos, pero no sintió a nadie allí, estaban muertos. “Esto; esto no puedo perdonárselo.” Usagi, a falta de palabras para consolar a Mamoru se arrodilló junto a él y lo abrazó, acompañándolo en su luto. Mamoru no respondió y se quedó allí por lo que parecieron horas enteras. Finalmente, se levantó y extendió su brazo por fuera de la ventana, “Sólo espero que al fin puedan descansar en paz por siempre. Pero juro que esto no quedará impune.” Dijo él mientras dejaba que el viento esparciera los restos de aquellos que alguna vez fueron sus mejores amigos y aliados, los generales de los cuatro cielos. “Vámonos Usagi. Ya no hay nada que podamos hacer aquí.” Dijo Mamoru. “Espera. Aquí hay un pedazo de papel.” Indicó Usagi. “¿Qué es?” Preguntó Mamoru mientras Usagi se inclinaba para rejuntar lo que había visto. “No sé, sólo dice Centro comercial Tokio.” La joven Tsukino respondió pensativa, “¿Crees que debemos ir a investigar? Sé que ese lugar aún no está abierto al público” “Incluso se da el lujo de dejarnos una invitación.” Mamoru volvió a asomarse por la ventana, “Iré yo solo, Usagi. Será más seguro.” Ella abrazó a Mamoru por la espalda, “No te dejaré hacerlo. Estamos en esto juntos y así lo resolveremos.” “Pero...” “No insistas Mamoru. No podrás evitar que vaya contigo.” Dijo ella apretando más su abrazo, “Después de lo que acabas de perder, no puedo dejarte sólo.” Mamoru no respondió, pero dejó que la presencia de Usagi lo confortara. +++ Naru no estaba muy a gusto. La maestra Sara la había llevado a la azotea de la escuela justo después de las clases y aún no le decía nada. “Maestra Sara, ¿me ha traído para hablar de lo que pasó ayer?” “Sí, necesito que me digas si ya antes habías usado ese guante de poder.” Respondió Sara. “¿Y bien?” “Ayer fue la primera vez.” Dijo Naru pensativa, “¿Entonces lo que dijo de mi bisabuela es verdad? ¿Que ella no era de este mundo?” “Es verdad. El trabajo de tu bisabuela era vigilar en caso de que la fortaleza del Gran Necromante resurgiera, y si lo hacía, debía encargarse de despertar al resto de los guardianes.” “¿Qué son estos guardianes?” “Los guardianes eran los protectores del reino Celephais, todos teníamos un guante que lleva una gema de poder y lo usábamos para enfrentar las amenazas al reino.” Explicó Sara, “Hace mucho, en una vida anterior a esta; yo fui un guardián, igual que tu bisabuela y otros más.” “¿Hay más?” Preguntó Naru. “Probablemente quedan otros cuatro.” Dijo Sara, “Tu bisabuela pensaba que los demás reencarnaron al igual que yo; decía que tarde o temprano todos vendrían aquí, a Tokio.” “¿A Tokio? ¿Por qué?” “No lo sé, pero tu bisabuela estaba segura de eso.” “¿Cómo
es que usted la conoció?” Preguntó Naru. “Fue hace dos años en París. Yo no tenía la menor idea de los guardianes y vivía bastante feliz, eso puedes creerlo.” Dijo Sara, suspirando al recordar días más fáciles, “Pero un día, tu bisabuela se acercó y me mostró quién era yo en realidad. También me mostró cómo utilizar mi guante de poder. Luego recordé todo sobre la guerra contra los antiguos y el reino de Celephais. ¿Esto te suena familiar?” “Un poco, he visto esas cosas en mis sueños últimamente.” Admitió Naru. “La única manera de que tú tengas el guante del guardián verde es que tu bisabuela te lo haya dado. ¿Cómo fue que te lo dio?” Naru se apoyó en el borde de la azotea y le relató a Sara todo lo que había sucedido aquella noche en la que una voz la había llamado y obedeciéndola, bajó al sótano. Naru se sintió un poco enferma al aceptar por fin que eso no había sido una pesadilla, sino algo muy real y que tenía implicaciones terribles para ella. “Ya veo. Es una lástima, tu bisabuela fue una gran amiga, en esta vida y en la anterior.” Sara suspiró tristemente, “Yo tenia la esperanza de trabajar de nuevo con ella.” Naru caminó hasta que estuvo junto a Sara, “¿Qué es lo que está pasando maestra? ¿Usted lo sabe?” “Es lo mismo que acabó con Celephais.” Dijo Sara con tristeza, “Este planeta está siendo atacado por los parásitos y sus amos, los antiguos. A menos que encontremos a los demás, pronto moriremos todos.” “Eso no es verdad.” Declaró Naru, “¡Sailor Moon arreglará las cosas!” Sara se rió, “Yo no lo creo así. En estos últimos dos años, he seguido atentamente toda la información acerca de los ataques a Japón y de la intervención de esa tal Sailor Moon que han aparecido en los periódicos. En mi opinión, esa niña no podrá enfrentarse a esto.” “Usted no sabe de lo que Sailor Moon es capaz.” “Eso
es verdad, pero yo en tu lugar no le tendría tanta fe.” Comentó
Sara, “Déjame mostrarte algo que te ayudará a entender.” La
maestra levantó su mano, su guante apareció sobre su piel y sin
explicar lo que hacía, Sara tomó a Naru fuertemente por el hombro Durante el breve momento en que Sara tocó a Naru, la joven Osaka experimentó en carne propia todo el dolor que su maestra había vivido durante su vida anterior cuando el reino al que servía fue destruido. Al mismo tiempo, Naru revivió de nuevo lo que había sentido cuando se puso el guante por primera vez. No pudiendo resistirlo, Naru se llevó las manos al rostro para detener el llanto. “¿Ahora entiendes?” Preguntó Sara, separándose de la joven Osaka, “No estamos en medio de un juego.” “Esto es imposible.” Murmuró Naru, “¡Es imposible que algo así exista!” “Es posible y debemos enfrentarlo.” Respondió Sara. “¡No puedo!” Respondió Naru cayendo de rodillas; sentía que su vida había sido completamente destruida en ese instante, “¡No quiero verlos! ¡No quiero tenerlos cerca! ¡No quiero que existan!” “Naru... trata de calmarte.” “¡Es que no puedo hacer lo que usted me va a pedir! ¿Qué no lo entiende maestra Sara? ¡Yo no puedo!” Lloró Naru, “¿Por qué no dejamos que Sailor Moon se encargue de todo? ¡Ella siempre lo hace!” “¿Sabías que tu guante sólo puede ser usado por miembros de tu familia?” Preguntó Sara, “Si no quieres enfrentar la responsabilidad, tal vez tu madre o tu hermana menor sí acepten.” Escuchar eso hizo reaccionar un poco a Naru. No podía permitir que su madre o su hermana se metieran en esto. No permitiría que Naruru tuviera que volver a ver algo como el monstruo que casi las mata; y su madre no entendería lo que pasaba. “Ellas no tienen por qué saber de esto.” Respondió ella secándose las lágrimas. “¿Qué
eliges?” Le cuestionó Sara, “No te culparé si decides no hacer
nada, pero será una gran decepción.” Naru quería responder que no sabía que hacer; pero recordó las palabras de su bisabuela cuando le entrego el guante y le dieron valor. Ella no debía fallar. Por primera vez en su vida no sentía ninguna duda, a pesar de que sabía que pondría en peligro su vida, Naru estaba consciente de que sólo tenía una opción. Para proteger a sus padres y a su hermana menor, lo único que le quedaba era aceptar su destino; aún si éste no era más que una sentencia de muerte. “Está bien maestra Sara.” Dijo Naru entre sollozos. “Acepto, le ayudaré.” “Me alegra escuchar eso, Naru. Estoy segura que tu bisabuela está orgullosa de ti.” “¿Qué haremos primero?” “Llamar a los otros, por supuesto.” Respondió Sara pensativa, “Con suerte, ellos ya están en Tokio.” “¿Cómo haremos eso?” Quiso saber Naru, “¿Usted sabe quienes son?” “No. Pero podemos llamarlos usando la gema de mi guante.” Dijo Sara, “Ellos responderán y nos buscarán.” “¿De verdad?” “Sí, pero necesitaré un poco de tu ayuda, yo no conozco la ciudad y tú sí.” “Pero...yo no sé qué hacer.” Murmuró Naru. “Relájate, no intentes concentrarte y respira con calma.” Le indicó Sara, que se había colocado detrás de Naru y la sujetaba por los hombros, cuando sintió que Naru se había relajado, continuó, “Ahora cierra los ojos y piensa en la ciudad, en todos los lugares que vengan a tu mente.” Al obedecer las órdenes de Sara, Naru sintió que algo fluía entre ella y la maestra, una energía que salía velozmente en varias direcciones. Todo terminó de repente, y las manos de Sara soltaron a Naru. “listo.” “¿Qué fue lo que hicimos?” “Enviamos una señal.” Contestó Sara, “Con suerte, los demás no tardarán en despertar.” “¿Y ahora qué hacemos?” “Lo más difícil: Esperar.” “Maestra Sara.” Comenzó Naru, apuntando al guante de su maestra, “¿Cómo se usan esas cosas?” “No son ‘cosas’ Naru.” Le reprendió Sara, “Aunque tienes razón, debo mostrarte cómo usar tu guante de poder. Pero eso lo dejaremos para mañana. Ahora tengo cosas que hacer y tu todavía no estás lista para acompañarme. Sólo recuerda esto, no intentes usarlo a menos que estés en peligro mortal.” “¿Y qué se supone que haré mientras?” Preguntó Naru. “Sigue tu rutina normal.” Le aconsejó Sara, “Así será más difícil que sufras un ataque de nervios.” “¿Lo dice por experiencia?” Dijo Naru intentando hacer una pequeña broma. “Sí.” El tono de voz de Sara indicaba que no estaba jugando. +++ Hotaru aún estaba en la pequeña plaza y ahora se sentaba sola en la banca más alejada del bullicio normal de la ciudad. Había convencido a Setsuna de permitirle estar un rato más a solas y ahora aprovechaba este tiempo para meditar sobre lo que ella le había dicho. Al hacerlo, Hotaru no dejaba de preguntarse si en verdad logró sacar la bondad que había dentro de Sarnath. Era un pensamiento algo reconfortante, haber ayudado a cambiar a alguien para bien. Pero sería aún mejor si ese alguien no hubiera muerto; pero, ¿qué haría ella si ese fuera el caso? Probablemente él aún seguiría siendo su enemigo. Hotaru suspiró y se levantó de su asiento. Miró a ambos lados y no vio nada interesante en qué ocupar su tiempo, así que se decidió a regresar a su casa y darse un largo baño. Para regresar a su casa, Hotaru debía pasar frente al centro comercial y allí se dirigió, mirar un poco la construcción le ayudaría a distraerse. Mientras caminaba, la joven Tomoe admiraba el moderno centro comercial, aún cerrado al público, pero que abriría en los próximos días. Este lugar había sido construido en tiempo récord, apenas dos meses. El nombre del lugar sería ‘C.C.Tokio’ y la propaganda aseguraba que el establecimiento sería impresionante cuando abriera sus puertas. Hotaru se acercó a lo que sería la entrada principal, era alta y muy ancha, pero aún estaba bloqueada con pesadas tablas, alambres y una lona de plástico industrial. Al parecer, las puertas no se instalarían hasta poco antes de la inauguración. Había, sin embargo, un pequeño espacio entre la pared y las tablas por el que se podía mirar al interior. Hotaru se acercó y miró a través de la abertura, no creía que una mirada rápida pudiera causar problemas. Se equivocó. Sarnath estaba enfadado. Eso, claro, tenía un lado bueno, estaba recuperando su capacidad para sentir y experimentar emociones. Desafortunadamente, lo único que sentía eran rabia y celos dirigidos hacia esa chica Usagi y su novio. No podía aceptar que alguien más pudiera tener algo que él deseaba y, sólo por eso, decidió hacerlos sufrir. El hecho de que la chica, Usagi, fuera una de las Sailor Scout no tenía nada que ver. En realidad, Sarnath no estaba obsesionado con vencer a las Sailor Scout como Kernath o el Gran Necromante; para él ellas sólo eran una molestia menor que podía ignorarse, pero no podía desaprovechar la oportunidad de deshacerse de unas cuantas de esas niñas latosas. Caminando en círculos dentro de una de las oficinas del segundo piso del centro comercial, Sarnath trataba de calmarse sin mucho éxito; finalmente, presa de su enojo, Sarnath golpeó la pared, abriendo de nuevo la herida que se había hecho antes. En ese momento, una criatura enana, con cuernos retorcidos sobre su cabeza, totalmente negra a excepción de un par de brillantes ojos blancos se le acercó y exclamó unas cuantas cosas en un lenguaje desconocido. “¿Un intruso?” Dijo Sarnath un poco menos molesto mientras intentaba detener la hemorragia. “Tráiganlo aquí.” Hotaru tuvo problemas para pasar por entre las tablas, pero pudo lograrlo y pronto estuvo dentro del centro comercial. De inmediato, la joven se escondió detrás de una jardinera vacía y miró a su alrededor, estaba segura que había visto a un diablo del desierto allí dentro, y no pensaba dejarlo escapar. Hotaru buscó dentro de sus bolsillos y sacó su comunicador de pulsera, lo había recibido poco antes del ataque de Galaxia y no lo había usado mucho, pero esta vez quizás le sería útil. Con una sonrisa de satisfacción, Hotaru se abrochó el comunicador en la muñeca y continuó adentrándose en la extensa construcción, intentando no ser vista por los parásitos que de cuando en cuando caminaban de un pasillo a otro. Minutos después, Hotaru encontró lo que buscaba. Un gran número de parásitos, no podía decir cuantos pero probablemente eran docenas, brincaba y se arrastraba sobre y debajo de las mesas que había en lo que imaginó sería el área del comedor. Hotaru sabía que podía enfrentarse a ellos y ganarles, pero no le pareció buena idea arriesgarse a ser vista inútilmente, y menos cuando notó que los seres estaban ocupados y distraídos comiendo de alguna cosa que no quiso identificar. Ocultándose dentro de una futura pastelería, Hotaru encendió su comunicador y llamó a Haruka. El mensaje también lo recibirían las demás, lo que aseguraba que en caso de alguna emergencia, tendría suficiente apoyo en camino. “¿Papá Haruka?” Comenzó Hotaru, “Espero que puedas escuchar esto. Estoy dentro del centro comercial Tokio. Sí, sé que aún está cerrado, pero el lugar está lleno de para--AAAAHHHHH!!!” Hotaru no terminó su mensaje, decenas de manos la atraparon y la arrastraron fuera de su escondite. Su comunicador cayó al suelo y allí se quedó, pues ninguno de los atacantes se interesó en recogerlo. En cuestión de minutos, Hotaru fue arrojada al interior de una oficina. La joven quedó ligeramente aturdida debido a que había caído de cabeza, y mientras se ponía de pie, escuchó una voz que creía no escucharía de nuevo jamás. “¿Princesa del silencio?” Hotaru sacudió la cabeza y miró hacia el frente, allí estaba él. Sarnath. Y al mirar su rostro, supo que él estaba tan sorprendido como ella. Sarnath caminó hasta Hotaru y se arrodilló junto a ella, su rostro reflejaba una gran alegría, algo que no había sentido hasta ese momento, “No puedo creerlo... yo pensé que no volvería a verte...” Dijo él y se acercó un poco más, tratando de tocar el rostro de Hotaru. “¿Qué te ha pasado?” Preguntó Hotaru al ver la herida abierta en la mano de Sarnath, eso la hizo olvidarse de lo que en verdad quería preguntarle. “Nada importante.” Respondió él rápidamente y alejándose un poco, “Sólo un rasguño.” “Mientes.” Contestó Hotaru y tomó la mano de Sarnath entre las suyas, “Déjame mirar.” “No es nada.” Insistió él, sin embargo, la dejó hacer; ella era tan hermosa como la recordaba; y el tenerla cerca le había ayudado a despertar emociones que no esperaba volver a tener. Era algo maravilloso. “Espero que esto no te duela.” Dijo ella, luego de examinar la herida en la mano de Sarnath. Cerrando los ojos, la joven Tomoe se concentró y dejó que una parte de su energía fluyera a través de él, reparando su herida y sanándola en cuestión de segundos. “Ya está.” “...gracias..” Dijo él mientras movía sus dedos y miraba su mano con incredulidad. “De nada.” Hotaru lo miró con atención, “Sarnath, ¿cómo...cómo es que estas vivo? Tú moriste en mis brazos... y...” “Es algo complicado.” Dijo él, levantándose y cerrando los ojos, “Yo juré lealtad a alguien hace mucho tiempo Hotaru; y mi compromiso con él va más allá de la muerte; es por eso y porque mis habilidades aún le son útiles a esa persona el que no me permiten morir si puede evitarse.” “¿No hay forma en que renuncies a todo eso?” Preguntó Hotaru. “No, es imposible.” Respondió él, “¿Por qué me pides algo así? “Porque no quiero que seamos enemigos, Sarnath.” Dijo ella bajando la mirada, “Yo...no quisiera que alguna de mis amigas te lastimara.” “No tienes por qué preocuparte.” Le aseguró Sarnath, haciendo una pausa para dejar que sus emociones recién recuperadas se normalizaran luego, dijo, “Es difícil que eso suceda.” “¿Y cómo lo sabes?” Preguntó Hotaru, “Si no cambias, tal vez sea yo... quien tenga que destruirte.” Sarnath suspiró, “Estoy consciente de eso mi princesa del silencio. Pero en este momento solo quiero disfrutar de tu compañía. ¿Acaso eso es algo malo?” “No... creo que no...” Hotaru cruzó sus brazos instintivamente cuando Sarnath trató de abrazarla, “Pero no estoy segura de esto... yo...” “Comprendo.” Dijo Sarnath,”No pienso obligarte a hacer nada, sólo te pido que camines conmigo.” Hotaru sólo desvió la mirada y se dejó guiar por él; no podía decidirse a hacer otra cosa. Minutos después, Hotaru caminaba por los pasillos del centro comercial, Sarnath la seguía un par de pasos atrás; esto la ponía un poco nerviosa, ya que no podía verlo y eso la dejaba en cierta desventaja. Mientras caminaban, Sarnath explicaba los pormenores de la construcción indicándole a Hotaru cómo todo había sido diseñado para cumplir ciertos propósitos sobre los cuales no mencionó nada. Sarnath estaba bastante orgulloso de la construcción circular que se dividía en dos gracias a diversos pasillos en los tres pisos del centro comercial y de la disposición de las escaleras, pues esto obligaba a los visitantes a recorrer por completo el lugar y así pasarían más tiempo dentro. Habría algo para cada quién, según decía Sarnath, que mencionó la excelente ubicación del área de comedores y de la sección de entretenimiento virtual que planeaban abrir. Hotaru, por su parte, no ponía mucha atención a lo que le explicaban, su mente estaba en conflicto; por un lado se recriminaba el no haber hecho nada aún para averiguar qué era lo que Sarnath estaba planeando y así detenerlo, pero el hecho de que hacer algo así causaría una pelea entre ambos la detenía. Cada vez que la idea de enfrentarse a él aparecía, ella sentía que su corazón se encogía y terminaba alejándola sin siquiera considerarla por segunda ocasión. Por otro lado, Hotaru sabía que el tiempo se le acababa; Haruka, Michiru y Setsuna no tardarían en llegar al lugar, igual que las otras Sailor Scouts, y aún no había averiguado nada sobre las intenciones de Sarnath. Por momentos, Hotaru deseaba no haberlas llamado, así podría estar más tiempo con él sin que nadie la interrumpiera, ¿pero, eso no era un pensamiento egoísta? ¿No era un pensamiento que se alejaba de todo lo que su responsabilidad como Sailor Saturn representaba? Hotaru no podía decidir nada y, mientras caminaba, escuchando la voz de Sarnath sin ponerle realmente atención, deseó que él cambiara de opinión y renunciara a ser parte de lo que fuera que estaba atacando a la gente de la tierra. Al caminar cerca de uno u otro local, los parásitos se ocultaban en cuanto ellos pasaban por allí; la joven Tomoe sabía que eso sucedía simplemente porque él estaba con ella; y eso le hacía sentirse muy a salvo. Y, aunque la situación debería tenerla con los cabellos de punta, la sensación de sentirse a salvo no era nada desagradable. Al llegar de nuevo al primer nivel del centro comercial, Hotaru reparó en algo que no había visto antes, un gran espejo que parecía tener por lo menos unos cuatro metros por lado. Hotaru se detuvo para observarlo mejor, preguntándose que función tendría dentro de los planes de Sarnath. Al mirarse reflejada en él, ella notó que Sarnath se había detenido justo detrás de ella, y la miraba a través de su reflejo; estudiando su imagen con una expresión que ella sólo pudo interpretar como una completa admiración. Él la estaba admirando. Este descubrimiento causó que las mejillas de la joven Tomoe se sonrojaran ligeramente y bajó la mirada casi de inmediato. ¿Acaso él la estudiaba? ¿Qué era lo que intentaba ver en ella? ¿Por qué...? Las preguntas de Hotaru desaparecieron en cuanto sintió que las manos de él la tomaban por la cadera. Lo hacía con un toque suave y cálido, pero que no admitiría discusión alguna. Inmediatamente después, Hotaru, que mantenía los ojos cerrados sintió el tibio aliento de él sobre su cuello. “Te amo." La voz de Sarnath fue sólo un murmullo al oído de Hotaru. Ella tembló ligeramente cuando, luego de esas palabras, Sarnath la besó en el cuello con delicadeza, como si tuviera miedo de lastimarla. Cuando separó sus labios de su piel, él se quedó allí, sin atreverse a volver a hacer contacto. Hotaru abrió los ojos, su pulso se había acelerado desde el momento en que él la abrazó por la espalda. No sabía que hacer; sólo sabía que no quería que esto que la hacía sentirse tan especial terminara. Sin estar segura de cómo proseguir, Hotaru se dejó llevar y poco a poco, una de sus pequeñas manos subió hasta el rostro de él, acariciando su mejilla. La caricia alentó a Sarnath a seguir adelante y lentamente movió sus labios hacia los de Hotaru. Instintivamente, ella se inclinó un poco hacia atrás y sus labios se separaron ligeramente, esperando ser besados por primera vez... Pero fue en ese momento que ella apareció en la mente de Hotaru, la persona especial a la que había dedicado su vida y jurado proteger por sobre todas las cosas. La princesa Serena. Entonces Hotaru comprendió que esto no debía suceder, sin importar que pasara, ella no podía olvidar sus obligaciones, ni abandonar su compromiso con sus amigas. “...Yo...no puedo hacerlo...” Dijo ella bajando la mirada y alejándose de él; su respiración seguía ligeramente agitada, “Lo siento mucho...pero no puedo... esto no debe ser... no puede ser...” Mientras miraba su rostro y la tristeza que reflejaba sobre el frío cristal, Hotaru recordó lo que le había dicho a Setsuna horas antes: Sailor Saturn no podía tener este tipo de sentimientos. Cuando Hotaru dijo esas palabras no había entendido completamente su significado, pues sólo repetía algo que le habían dicho durante el milenio de plata. Ahora lo comprendía, y eso le hizo desear no haberlo dicho nunca. Él la dejó alejarse un par de pasos y miró al techo de la construcción, las últimas palabras de Hotaru le habían herido más que cualquier otra cosa que pudiera recordar pero no podía forzarla a nada; no era digno de ella hacerle eso. “...Lo entiendo.” Dijo, haciendo una pausa antes de continuar, pues había percibido que alguien acababa de entrar al centro comercial. Sus manos se volvieron puños; eran ellas, las Sailor Scout. “Hotaru, quiero que sepas que no me importa lo que el destino nos tenga preparado. Gracias a ti estoy completo de nuevo y eso no lo olvidaré.” “No entiendo...¿qué sucede?” “Debo irme, mi princesa del silencio.” Dijo él inclinándose ante ella, su voz totalmente apagada, “Sólo no olvides que mis sentimientos por ti no cambiarán, no importa lo que pase.” “¿Lo que pase?, ¿Qué vas a hacer?” Preguntó Hotaru. “Será mejor que salgas de aquí.” Respondió él y desapareció rápidamente entre los pasillos del lugar. Hotaru se quedó sola, intentando organizar sus pensamientos. La joven no tardó mucho en entender qué sucedía, Las demás habían llegado y Sarnath iba a enfrentarlas. Al comprender esto, Hotaru comenzó a correr en busca de sus amigas; lo único que esperaba era poder encontrarlas antes que Sarnath. +++ Tuxedo Mask y Sailor Moon miraban con desconfianza la entrada trasera del centro comercial Tokio. Estaban en el estacionamiento, pues a sugerencia de Moon habían decidido entrar por allí para no ser descubiertos con tanta facilidad. El estacionamiento, vació aún a medio terminar, estaba lleno de materiales de construcción que les permitía esconderse siempre y cuando se mantuvieran agachados. “Hasta aquí ha sido fácil.” Dijo Tuxedo Mask mientras observaba cuidadosamente el lugar. “A mi me preocupa Hotaru.” Dijo Moon, “¿Crees que esté bien?” “No puedo asegurar nada.” Contestó Tuxedo mask, “Por cómo se interrumpió su mensaje, sabemos que la capturaron, pero qué le hicieron después, eso no lo sé.” “Y ahora no sólo tendremos que investigar; también tenemos que rescatarla.” Sailor Moon se inclinó y trató de distinguir alguna forma de entrar que fuera segura pero no tuvo éxito. La única entrada estaba bloqueada y pasar por allí sin hacer ruido no sería posible. “Moon, mira hacia allá” Indicó Tuxedo Mask, apuntando a la derecha, “¿Las reconoces?” La Sailor Scout hizo lo que le indicaban y vio cómo en el extremo derecho del estacionamiento, Sailor Uranus, Sailor Neptune y Sailor Pluto hacían exactamente lo mismo que ella. Inspeccionaban el área, pero parecía que ellas no habían notado que no estaban solas. “Hay que llamarlas.” Dijo Moon. “Sólo trata de no hacer alboroto.” Aconsejó Tuxedo mask, “No queremos que nos vean aún.” “Cierto.” Respondió ella, que comenzó a hacer señales con sus manos lo más discretamente posible. Afortunadamente, Sailor Neptune no tardó en notar a Moon y a Tuxedo Mask, en cuestión de minutos, las tres Sailor exteriores se habían reunido con él y Sailor Moon. “¿Han encontrado una manera de entrar sin ser vistos?” Preguntó Sailor Neptune luego de que intercambiaron un rápido saludo. “Todavía no.” Respondió Moon, “¿Alguna idea?” “Podemos intentar el techo. Pero subir tres pisos sin que nos vean será difícil a esta hora del día.” Indicó Sailor Uranus, “O tal vez podemos tratar de abrir esa entrada.” Y apuntó a la puerta bloqueada que Usagi había visto antes. “¿Qué dicen ustedes?” “¿Qué tal la entrada principal?” Preguntó Moon. “Hay mucha gente allí.” Respondió Sailor Neptune, “Si entramos por allí, causaríamos un alboroto. Eso no nos conviene; si vamos a rescatar a Hotaru, tenemos que evitar que nos vean por el mayor tiempo posible.” Sailor Pluto se mantenía sin decir nada, pero estudiaba con frecuencia a sus compañeras; en realidad, lo que hacía era medir la preocupación de las demás por la situación, de Uranus y Neptune en particular. Moon notó lo que Pluto hacía, pero no dijo nada, a fin de cuentas, la Sailor del tiempo siempre hacía eso. “¿Qué opinas tú, Pluto?” Preguntó Moon. “La entrada del estacionamiento al centro comercial no es la única opción.” Respondió Pluto con rapidez. “¿No?” Preguntó Moon, “¿Qué otra forma de entrar hay?” “El sistema de ventilación.” Contestó Pluto, señalando a una rejilla de buen tamaño que podía verse en la pared del centro comercial, “Podemos entrar por allí. Siempre y cuando lleguemos hasta allá sin llamar la atención de lo que sea que hay adentro del edificio.” “Vale la pena intentarlo.” Dijo Tuxedo Mask, “He trazado una ruta por la que no podrán vernos, síganme.” Sabiendo que Tuxedo Mask tenía plena confianza en sí mismo, y que Moon lo seguiría, las tres Sailor exteriores aceptaron la idea del joven príncipe. En el extremo opuesto del edificio, cuatro jovencitas trataban de ponerse de acuerdo sobre cómo debían hacer lo que ya sabían que tenían que hacer. Y si algo las detenía, era que Minako y Rei no podían compartir la misma opinión por mucho tiempo. “Deberíamos entrar por las ventanas que están por allá.” Decía Rei, “Hay menos personas por aquél lado.” “Porque están junto a la avenida, y por lógica hay muchos autos.” Le respondió Minako, “La puerta principal es más segura.” Ante todo esto, Makoto y Ami simplemente observaban sin decir nada; si alguna de ellas tomaba el lado de Rei o Minako sólo haría que la discusión se volviera peor. Makoto se entretenía mirando el jardín que rodeaba el edificio y pensando en su cita del día siguiente, y sólo esperaba que no le pidieran su voto para tomar una decisión. Ami, un poco aburrida, comenzó a realizar estimaciones matemáticas sobre cuál entrada sería más segura en su mini computadora; había descubierto poco tiempo atrás, que mostrarle a Rei y a Minako resultados matemáticos lograba hacer que se pusieran de acuerdo, aunque la joven Mizuno aún no entendía porqué. “La puerta principal es la mejor opción.” Anunció Ami. Minako y Rei se volvieron a mirarla, Minako con una sonrisa de triunfo, y Rei con una mueca de ligero enfado. “Miren aquí.” Les dijo Ami y les mostró la pantalla de la mini computadora, “De acuerdo a estos cálculos, la puerta principal es un camino setenta por ciento más seguro para entrar sin ser vistos que las ventanas.” “¿Ves que yo tenía razón?” Dijo Minako con una sonrisa de triunfo. “Sólo esta vez.” Respondió Rei, “Tienes suerte de que los números no mienten, así que acepto que me equivocaba.” “Entremos de una vez.” Comentó Makoto, acercándose a la misma abertura por la que Hotaru había entrado antes, “Podemos pasar por aquí. Aunque no será fácil.” Diciendo esto, Makoto se deslizo dentro del centro comercial, no sin un poco de trabajo, ya que la abertura era angosta. Las demás la siguieron, y una vez juntas, el grupo de amigas observó con atención el pasillo al que habían llegado. “Será mejor transformarnos.” Indicó Minako. “Y será mejor hacerlo rápido.” Dijo Ami, mirando la pantalla de su mini computadora con atención, “Hay algo más aquí cerca, pero no logro detectarlo muy bien.” Ante esta advertencia, las chicas se apresuraron a seguir el consejo de Minako; pero no lograron hacer nada, pues una oleada de parásitos se lanzó contra ellas antes de que lograran transformarse. “¡Suéltame!” Gritó Makoto, desembrazándose de tres de los parásitos que intentaban sostenerla y pateando a otros dos fuera de su camino; pero pronto, otros diez ocuparon su lugar, inmovilizándola. Rei logró golpear a un par de los seres con una tabla que recogió del suelo, pero pronto sufrió el mismo destino de Makoto y fue sometida. Minako trató de abrirse camino junto con Ami, pero tampoco lograron llegar lejos, docenas de las criaturas se arrojaron sobre ellas y no les permitieron volver a moverse. Aun cuando las cuatro chicas forcejeaban con toda su fuerza, los parásitos se las arreglaron para arrastrarlas hacia un área circular en donde las esperaba un hombre alto de cabello anaranjado y brillantes ojos amarillos. “Bienvenidas. Mi nombre es Sarnath.” Dijo el hombre inclinándose un poco, varios de los seres negros se arrastraban alrededor de él; y miraban burlonamente a las muchachas “Espero que mis parásitos no las hayan maltratado mucho.” “¡Dile a estas cosas que nos suelten!” Exigió Minako, apoyada por demandas similares hechas por sus compañeras. “Lo haría, pero ustedes son mi carnada para traer aquí a las Sailor Scout.” Dijo Sarnath que luego se dirigió a sus parásitos, “Átenlas, y asegúrense de que no puedan escapar.” “No te servirá usarnos de carnada. ¡Las Sailor Scout son muy inteligentes! ¡Nunca caerían en una trampa como esta!” Dijo Rei, esperando que este hombre no supiera nada más sobre las Sailor Scouts. “¿Por qué no dejamos que Sailor Moon y ese insoportable tipo del tuxedo decidan eso?” Contestó Sarnath burlándose al ver la conmoción que sus palabras habían causado en las cuatro jovencitas. Sailor Moon y las demás avanzaban a gatas por el canal de ventilación; Moon empezaba a creer que usar este método para entrar al edificio no había sido muy buena idea, pues el conducto se hacía cada vez más angosto. Tuxedo mask avanzaba delante de ella sin decir nada, pero comenzaba a preocuparle el no encontrar una salida. Las tres Sailor exteriores, que iban detrás de la pareja, simplemente avanzaban; las tres estaban más preocupadas por Hotaru que cualquier otra cosa. Haruka, Sailor Uranus, era la más preocupada de las tres; esta vez, no pensaba repetir lo que se vio forzada a hacer en Australia, no abandonaría a Hotaru, no importaba que situación se presentara, no lo haría. Sailor Neptune compartía la preocupación de Uranus, y también la resolución de encontrar a Hotaru como su primera prioridad. Sailor Pluto, tan preocupada por Hotaru como sus dos compañeras, se preguntaba qué era lo que le impidió a Hotaru el defenderse; Sailor Saturn era la más fuerte de su grupo y, no podía creer que Hotaru no hubiera intentado escapar. Sailor Pluto estaba segura de que algo más había sucedido, pero todavía no sabía qué. “Podemos salir por esta ventila.” Anunció Tuxedo mask, “Y tenemos suerte, está sobre un local así que nadie nos verá cuando bajemos.” En cuestión de minutos, el grupo había salido de los conductos de ventilación y miraban a través de la vitrina del local. “Bueno, el camino está libre por lo que se puede ver.” Dijo Neptune. “Salgamos ya.” Dijo Uranus mientras abría la puerta, “Quedarnos aquí no servirá de nada.” El grupo siguió durante un momento a Sailor Uranus, pero al llegar a una bifurcación en el camino dudaron un momento. “¿Qué camino tomamos?” Preguntó Moon, algo confundida. “Vamos por la derecha.” Contestó Tuxedo mask, mirando al techo del pasillo izquierdo, “Ese conducto de ventilación es por el que veníamos, si lo seguimos regresaremos al estacionamiento.” Después de decir esto, el joven príncipe tomó el pasillo de la derecha. “Ojalá logremos encontrar el control eléctrico.” Comentó Neptune mientras seguía a los demás, en el centro comercial, sólo una de cada tres de las luces de neón estaban encendidas, y la penumbra le molestaba. “Tendrás que aguantarte.” Contestó Uranus. “¡Esperen!” Murmuró Tuxedo Mask, deteniéndose de repente. “Allá hay algo.” Las cuatro Sailor Scout se pararon en seco y miraron adelante, casi al fondo del largo corredor: había dos figuras chaparras, negras y con cuernos y ojos blancos y brillantes; las tres Sailor exteriores los reconocieron enseguida, “Son diablos del desierto.” Musitó Uranus. “O en otras palabras, parásitos.” Completó Neptune. “Iguales a los que vimos en Australia.” Finalizó Pluto. “¿Son peligrosos?” Preguntó Moon. “No tengo idea.” Respondió Uranus, “Tal vez en gran número lo sean.” “¿Qué haremos?” Preguntó Neptune, “Si los atacamos podríamos causar una alarma y así no podremos buscar a Hotaru.” “Sigámoslos.” Sugirió Pluto al notar que los seres comenzaban a moverse, “Quizás nos lleven a donde está el jefe de este lugar...o con Hotaru.” El grupo se deslizó cuidadosamente detrás de los parásitos, que parecían no notar su presencia y se movían confiadamente por el pasillo que recorrían. En minutos, el grupo llegó hasta el fin del corredor, que daba a una sala circular de buen tamaño. Mientras, Sailor Moon y los otros miraban sigilosamente, ocultándose lo mejor posible con la pared. Pero lo que vieron no fue nada agradable. En el centro del salón, Ami, Minako, Makoto y Rei estaban amordazadas y atadas a una banca de forma que no podían moverse; un gran número de parásitos las vigilaba y algunos, de cuando en cuando las molestaban jalándoles el pelo. Sailor Moon estuvo a punto de lanzarse sin pensar a rescatar a sus amigas, pero Sailor Pluto y Sailor Uranus la detuvieron y le impidieron hacer ruido. “¡No vayas!” Le susurró Uranus, “Esto es muy sospechoso.” “¡Pero las chicas están en peligro!” Murmuró molesta Moon, “¡Déjame ir!” “Espera un poco, Sailor Moon.” Dijo Tuxedo Mask, “Recuerda lo que hizo Sarnath, ya sabíamos que nos pondría una trampa.” “¡Pero no pensé que sería algo como esto!” Contestó Moon, “¡Tenemos que salvarlas!” “Sí, pero no podemos ir así nada más, tenemos que...” Comenzó Sailor Neptune, pero se detuvo al notar que alguien salía de uno de los locales y caminaba hacia las jóvenes rehenes. Desde donde estaban, Moon y los demás sólo podían ver la espalda de esa persona, pero sabían bien quién era. Tuxedo mask y Sailor Moon lo habían conocido ese mismo día, y las Sailor exteriores lo habían visto salvando a Hotaru. Era Sarnath. “¿Esta vivo?” Murmuró Sailor Neptune. “No sabía que estaba muerto.” Dijo Moon, “Pero eso explicaría porqué es tan malvado.” “No creo que Hotaru estuviera de acuerdo contigo.” Dijo Sailor Pluto, “Ella le debe la vida a ese sujeto.” Moon y Tuxedo Mask miraron a las Sailor exteriores, no podían creer lo que Pluto acababa de decir. “¿Eso es verdad?” Preguntó Moon. “Sí. Pero eso no significa que confiamos en él.” Dijo Uranus. “Dejemos de hablar y pensemos qué hacer.” “Vayamos por ambos lados.” Dijo Tuxedo Mask. “Moon y yo podemos ir por la izquierda, usando las jardineras para cubrirnos y ustedes tres pueden ir por la derecha. Necesitaré que distraigan a Sarnath para que Moon y yo salvemos a las chicas. ¿Qué opinan?” “Podría funcionar.” Comentó Sailor Uranus, “Pero Hotaru no está allí.” “Tal vez Sarnath sabe en dónde está.” Dijo Pluto, “Tendremos que interrogarlo cuando esté sometido.” “Bien.” Dijo Neptune, “Vamos ya.” Ocultándose detrás de una hilera de jardineras, Moon y Tuxedo mask lograron avanzar hasta llegar a unos cuantos pasos de las chicas, y se preparaban para liberarlas. En el otro lado del salón, Pluto, Uranus y Neptune estaban listas para llamar la atención de Sarnath, sólo esperaban la señal de Moon. “¿Estás lista?” Preguntó Tuxedo mask. Moon asintió y, usando su cetro para crear un pequeño destello, envió la señal que las otras tres Sailor esperaban. Uranus asintió al ver la señal y sin esperar nada más, saltó frente a Sarnath, seguida de sus dos compañeras. A medio salto Uranus levantó las manos y gritó “¡Space Turbulence!” El poderoso ataque de la Sailor Scout iba dirigido a los parásitos, a los que desintegró sin problema. “¿Qué te pareció?” Preguntó Uranus al tocar el suelo, mirando desafiante a Sarnath. “Muy impresionante.” Respondió él, dando la espalda a sus cuatro rehenes. “Veo que ustedes tres siguen insistiendo en molestarnos.” “¿Dónde está Hotaru?” Preguntó Sailor Neptune, “¡Por tu bien espero que no le hayas hecho nada!” “Hotaru está a salvo.” Contestó Sarnath, “En este momento debe estar esperándolas.” “¡No hagas rodeos y dinos en dónde!” Demandó Uranus. “No lo sé.” Contestó Sarnath, “Puede estar en cualquier parte del edificio; ella no estaba encerrada.” Mientras Sarnath y las Sailor exteriores hablaban, Moon y Tuxedo Mask lograron llegar sin ser vistos hasta donde Minako y las otras estaban atadas. Después de indicarles que guardaran silencio, Sailor Moon y Tuxedo Mask las desataron lo más rápido que pudieron. Fue cuando Sarnath escuchó cuatro voces a coro que invocaban algún tipo de transformación y que sintió un aumento en la energía del lugar que se dio cuenta que lo habían engañado. Mirando a su izquierda, se encontró con cinco Sailor Scout que no había visto antes, aunque a una de ellas la reconocía: Sailor Moon, y con ella estaba el hombre del Tuxedo. A su derecha, las tres Sailor exteriores se mantenían en guardia y listas para atacarlo. “Creo que el juego ahora está a nuestro favor.” Dijo Sailor Venus, mirando a Sarnath fijamente. “Será mejor que te des por vencido.” Dijo Sailor Moon. Sarnath retrocedió unos pasos sin quitarle la vista a las Sailor Scouts, en especial a las cuatro que estaban más molestas que las otras. Esto no pintaba bien, su trampa se había volteado en su contra. No tenía miedo, pero la idea de salir lastimado no le atraía para nada. Pero cuando posó sus ojos en Tuxedo Mask, que a su vez no dejaba de mirarlo, recordó la pregunta que él se había atrevido a hacerle y cuánto lo había detestado en ese momento. Al menos con él si arreglaría cuentas. “No es muy leal esperar que pelee con tantos oponentes a la vez.” Dijo Sarnath, mirando a Tuxedo Mask. “Mi derrota estaría asegurada.” Las Sailor Scout no respondieron, pero avanzaron un paso en dirección de su enemigo. “Resolvamos esto de una forma más honorable.” Dijo Sarnath, apuntando a Tuxedo Mask “Sólo él y yo; un duelo al estilo antiguo de este planeta. Seguramente no me tienes miedo, ¿o sí?” Tuxedo Mask se adelantó un paso, Sailor Moon avanzó detrás de él, “¡No lo hagas! ¡Seguro es otra trampa!” Las demás Sailor Scouts observaban en silencio. “No te temo.” Aseguró Tuxedo Mask, “Además, tenemos un asunto pendiente tú y yo.” “¿Y ese asunto es?” Preguntó Sarnath. “Tú mataste a mis amigos.” “Oh sí, las piedras.” Recordó Sarnath, “Bien, es tu oportunidad de vengarte.” Al decir esto, miró a las tres Sailor exteriores, “Les repito que Hotaru está bien. No se preocupen por ella.” “¿En verdad quieres hacer esto?” Preguntó Sailor Moon, “Nosotras podemos encargarnos de él.” Mamoru se quitó el antifaz y se lo dio a Moon, “Esto es algo que tengo hacer; se lo debo a Kunzite y a los otros.” Diciendo esto, Mamoru se inclinó y besó a Moon, “Te prometo que no me pasará nada.” Dijo él al romper el beso. “¿Pelearás sin armas?” Preguntó Sarnath desenvainando su espada. “No creo que ese bastón que tienes resista un golpe de mi acero. Ésta es Apollyon, la mejor arma hecha por los antiguos.” “¡Príncipe!” Llamó Uranus, al tiempo que le lanzaba a Mamoru el sable de Urano, “Esa arma es aún mejor que la de él.” “...Gracias.” Respondió Mamoru, una vez con el sable de Urano en sus manos, realizó un par de golpes de práctica para medir su peso y alcance. “¿Comenzamos?” Preguntó Sarnath, levantando a Apollyon y apuntándola hacia el cuello de Mamoru. “Por supuesto.” Respondió él y levantó el sable de Urano, “Estoy listo.” Como respuesta, Sarnath lanzó un golpe alto, que Mamoru consiguió bloquear. Sailor Uranus, que esperaba ver cómo su espada rompía sin problemas el negro acero de Sarnath, presenció con asombro que ambas armas estaban parejas y que el combate se decidiría no por la calidad de la espada, sino por la habilidad del que la usara. Mamoru dio un paso a la derecha y tiró una estocada hacia el pecho de Sarnath, quien la esquivó y respondió con un golpe que hubiera perforado el ojo de su adversario, pero Mamoru logró hacer una parada en el último momento. Sailor Moon mantenía sus manos enlazadas a la altura de su pecho, sus ojos fijos en el duelo y su corazón latiendo rápidamente, deteniéndose cada vez que parecía que Mamoru sería herido. Hubiera gritado, pero los nervios le habían robado el habla. Detrás de ella, Mars, Venus, Júpiter y Mercury observaban con atención, pero tampoco decían nada, una palabra podría distraer a Mamoru con un resultado fatal. El duelo seguía, el acero chocaba y cortaba el aire, Mamoru y Sarnath lanzaban un golpe tras otro que invariablemente era detenido o esquivado. Pero para Sailor Uranus una cosa era clara, Mamoru era quien estaba marcando el ritmo del combate; era él quien atacaba la mayor parte de las veces y de manera más eficaz. Sarnath se mantenía a la defensiva y pocas veces lograba realizar algún ataque que pusiera la defensa de Mamoru en riesgo. Si las cosas seguían así, Mamoru sería el vencedor. Sarnath notó lo mismo, su habilidad para el combate físico era limitada, y cada vez le resultaba más difícil esquivar o detener los ataques de Mamoru. En ese momento, Mamoru aprovechó una falla en la defensa de Sarnath para intentar una estocada con la que pudiera terminar el duelo. Sarnath al notar esto, bajó la espada y movió su otra mano con rapidez; paralizando a Mamoru por un segundo y haciéndolo retroceder un par de pasos. “¡Tramposo!” Gritó Sailor Moon “¡Eres un cobarde!” Mamoru ignoró a Moon y a las otras Sailor Scouts, “¡Esperen! ¡Esto debo hacerlo yo solo!” Nuevamente, Mamoru y Sarnath cruzaron sus armas, y de nuevo Sarnath se vio obligado a usar su poder mental para repeler al Príncipe de la Tierra, que ahora era forzado a defenderse mientras sólo podía moverse a medias. Dándose cuenta de que si esto continuaba perdería la vida, Mamoru usó un último recurso, se alejó de Sarnath y lanzó un golpe alto y fácil de bloquear, pero en realidad era una finta; cuando Sarnath levantó su espada para defenderse, Mamoru convirtió su movimiento en un tajo descendiente que cortó a Sarnath en el pecho. Sarnath se dobló, y llevando su mano libre a su pecho sintió que se humedecía con su sangre. Mamoru bajó el sable de Urano y se alejó, “Con esto me basta.” Anunció. Sarnath respondió con un grito y, levantando la mano, uso su poder para lanzar a Mamoru hasta los pies de Sailor Moon, donde se desplomó con un fuerte golpe que lo dejó muy atontado. “¡Mamoru!” Exclamó Moon, arrodillándose junto a su novio para ayudarlo a incorporarse. El resto de las Sailor Scout se puso inmediatamente en guardia; Sailor Venus y Sailor Mars se adelantaron para cubrir a Moon y a Mamoru; Mercury y Jupiter custodiaban los flancos y las Sailor exteriores se habían colocado detrás de Sarnath, lo que le impediría huir. La única razón por la que las Scouts no atacaban era porque no sabían qué había pasado con Hotaru. “Impresionante...” Comentó Sarnath, su mano aún apretaba la herida en su pecho, “No me habían lastimado así desde la guerra con los guardianes...interesante, pero es hora de acabar el juego...” El líder de los parásitos levantó la mirada y lanzó un grito, al hacerlo ráfagas de una fuerza invisible asaltaron a las Sailor Scouts, haciéndolas retroceder hasta la pared a todas con excepción de Sailor Moon y Mamoru, “Es el mismo truco mental de nuevo.” Pensó Mamoru, mientras la cálida aura de Moon lo protegía “Pero es más fuerte que cuando lo usó contra mi y Usagi...” Sarnath respiraba con agitación, una esfera de luz protegía a Sailor Moon y al hombre llamado Mamoru, y por más que aumentaba la fuerza de su ataque no lograba hacerles nada. Pero las otras Sailor Scout sí resentían el ataque de Sarnath, la presión les impedía respirar con libertad, y no tardarían en asfixiarse. “¡Sailor Moon!... ¡haz algo!” Gritó Sailor Mars con dificultad, “No podremos... resistir esto mucho...más!” Moon volvió su mirada hacia sus amigas, Mercury estaba a punto de perder el sentido, Venus y Jupiter aún resistían, pero no se veían muy bien, y Mars también estaba sofocándose. Frente a ella y detrás de Sarnath, Sailor Uranus, Neptune y Pluto que parecían resistir mejor, pero eso no indicaba que no estuvieran sufriendo por la falta de oxígeno. Sailor Moon no podía soportar ver a sus amigas sufrir así. “¡No puede defenderse!” Murmuró Mamoru, que había seguido observando a Sarnath, “Está usando todo para atacarnos; es el momento de vencerlo, ¡Hazlo ahora Sailor Moon!” Moon asintió y se incorporó, sus ojos se encontraron con los de Sarnath y mientras ambos se sostenían la mirada, la princesa de la Luna levantó su cetro y lo apuntó hacia el líder de los parásitos. Haciendo un rápido movimiento, Sailor Moon gritó, “¡Moon Princess Halation!” Al ver que Sailor Moon atacaba al fin, las demás Sailor Scouts contuvieron el aliento; pero en el instante en que Sarnath estaba por ser destrozado por el ataque de Sailor Moon; éste se detuvo en seco, la energía del Moon Princess Halation se diluyó de repente en una cortina de luz. En ese instante, las otras Sailor Scout cayeron al suelo, libres de la fuerza que las mantenía inmóviles. Cuando el exceso de luz se disipó, lo primero que apareció ante los ojos de las Sailor Scout fue la hoja de una guadaña firmemente insertada en el suelo, y sosteniendo el arma estaba Sailor Saturn. “Ya es suficiente.” Dijo Saturn, sin mirar a Sarnath ni a sus compañeras. La joven Scout mantenía su mirada baja, tratando de ocultar su rostro. Las otras Sailor Scout la miraban en silencio, detrás de ella, Sarnath había caído de rodillas y aún intentaba detener la hemorragia. “Ahora estamos a mano.” Dijo ella volviéndose para mirarlo. El deseo de ayudarlo y curar su herida era fuerte, pero no podía permitirse hacer más por él. La expresión en el rostro de Sailor Saturn, llena de decepción y tristeza, lastimó a Sarnath aún más que la terrible herida que le había hecho Mamoru, “Lo siento.” Dijo él, no atreviéndose a mirarla de nuevo. “Yo también.” Contestó ella, “Vete ya.” Sarnath cerró los ojos y comenzó a desvanecerse. “Sarnath.” Llamó Sailor Saturn, “La próxima vez que nos veamos...será como enemigos.” “Lo sé.” Respondió él y desapareció por completo. Sailor Saturn levantó su guadaña y se mantuvo inmóvil. Sin hablar. Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas y cayeron hasta sus pies. Sin dudar, Sailor Pluto, Uranus y Neptune se apresuraron a rodear a Saturn; guiándola fuera del lugar. La expresión en el rostro de las tres Sailor exteriores indicaba que no contestarían ninguna pregunta y que no admitirían que se les hiciera ninguna. Aunque no era necesario, ninguna de las otras Scouts intentó preguntar algo; tan sólo acompañaron con un respetuoso silencio la salida de sus cuatro compañeras. Sin embargo, de entre las demás Sailor Scout, sólo Sailor Moon comprendió completamente las acciones de Hotaru. +++ La noche era perfecta, la luna brillaba con fuerza en el cielo y pocas nubes podían apreciarse en el firmamento lleno de estrellas. Pero para Hotaru Tomoe, la belleza de la noche no podía consolar la pena que invadía su corazón. El aire fresco que soplaba hasta el pequeño balcón en el que Hotaru se encontraba sólo consiguió recordarle al culpable de su actual estado. La presencia de él era como igual a la del viento que ahora jugaba con su cabello y acariciaba su rostro, fría, pero a la vez placentera... este recuerdo sólo ocasiona que las lágrimas de Hotaru volvieran a derramarse, dejando un húmedo camino sobre sus mejillas que el frío aire nocturno secó con una caricia fresca y agradable, justo como la de él...”Odio llorar.” Murmuró Hotaru, dejando que el viento siguiera jugando con su cabello, “Pero desde que lo conocí, parece que no puedo dejar de hacerlo...” “¿Qué tan mal estás?” Dijo Haruka, a su lado, Michiru observaba a Hotaru y buscaba las palabras adecuadas para intentar consolarla. Era terrible para ambas el ver así a la niña que veían y habían aprendido a amar como una hija. “No
tienes por qué enfrentar esto sola.” Le
recordó Michiru. “No sé por qué lo hice.” Dijo Hotaru sin voltear a ver a sus tutoras, “...Seguramente la Princesa ya no querrá la ayuda de una traidora como Sailor Saturn...” “La Princesa no te juzgará por lo que hiciste.” Le aseguró Michiru. “Pero... ya no soy digna de ser una de ustedes... yo...” “No digas eso.” Interrumpió Haruka, “Si tu no estuvieras con nosotras...no podría soportarlo.” Dijo antes de que su voz se le escapara. “Tú eres una parte de nosotras, Hotaru.” Continuó Michiru, “Te queremos demasiado como para siquiera pensar que no eres digna.” “...Mamá Michiru...Papá Haruka...yo...gracias...” Entonces las palabras ya no fueron necesarias y Hotaru se dejó encerrar en la seguridad que le proveían los brazos de Haruka y Michiru mientras la abrazaban y la hacían sentirse parte de una familia. No mucho después, Setsuna entró en la habitación de Hotaru. No había podido hablar con la pequeña después de que Haruka y Michiru hablaron con ella; y al menos quería observarla por un momento mientras dormía. “¿Mamá Setsuna?” Setsuna se detuvo, no esperaba que Hotaru estuviera despierta. “Deberías dormir Hotaru, tuviste un día bastante difícil.” Dijo ella y se sentó en la cama, junto a la joven Tomoe “Pero no puedo dormir.” Respondió Hotaru. “¿Por qué?” Preguntó Setsuna, “Estas a salvo aquí.” “No es eso...es...que aún no puedo entender porqué lo salve; él es el enemigo...y...” Setsuna sabía perfectamente la razón de que la niña no pudiera dormir, “¿Qué sientes por él?” Preguntó ella, acariciando con suavidad la frente de Hotaru. Hotaru guardó silencio por un largo tiempo antes de responder; Setsuna ya le había hecho esa pregunta antes, y entonces no pudo responderla, pero ahora... ahora ya sabía la respuesta, “Yo...Lo amo...” Respondió Hotaru al fin, volteándose de lado y escondiendo su rostro en su almohada. “Ahora sabes porque lo hiciste.” Dijo Setsuna, arropando a Hotaru con sus sábanas, “Trata de dormir pequeña, el sueño te ayudará a enfrentar lo que sientes.” “Pero...” Dijo Hotaru, “lo que hice por él...” “Lo que hiciste fue sólo pagar un acto de bondad con otro.” Respondió Setsuna dándole un beso a Hotaru en la frente, “El amor nunca ha sido fácil, mi pequeña. Pero creo que ahora que sabes lo mucho que Haruka, Michiru y yo nos preocupamos por ti, has aprendido que el amor es lo más bello que existe.” Casi una hora después, sola y arropada en su cama, Hotaru poco a poco cayó presa del sueño. Aún sentía pena en su corazón, pero ya no era tan grande. Las muestras de cariño y apoyo de parte de Haruka y Michiru y las palabras que le dijo Setsuna antes de retirarse de su habitación le habían demostrado que en verdad, el amor sí era lo más bello en el mundo. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- La
historia continuará en el capítulo ocho. Notas: Bueno, tan sólo quiero disculparme por la tardanza de este capítulo. Espero que la espera haya valido la pena. Si tienes comentarios, no dudes en enviarlos a: facer_dr@hotmail.com |