Prólogo || Capítulo 1 || Capítulo 2
Capítulo 3 || Capítulo 4 || Capítulo 5
Capítulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8
Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11
Capítulo
Seis La
dama y el detective. Desde
que había formado equipo con las chicas, Minako no había podido
patrullar la ciudad como solía hacerlo cuando recién recibió sus
poderes como Sailor V. Esta noche, después de mucho tiempo, por fin había podido
hacerlo de nuevo. Ahora se daba cuenta de lo mucho que extrañaba todo
esto: El frío viento nocturno acariciando su piel mientras saltaba por
los techos de la ciudad, la eufórica sensación de la aventura sin
complicaciones, la mirada sorprendida en el par de asaltantes que
acababa de noquear unas cuantas calles atrás... y por supuesto, las
garras de Artemis clavándosele en los hombros... “¿Podrías
dejar de dar piruetas entre los edificios?” Gritó el gato, “¡Nos
vamos a matar!” “No
seas miedoso.” Respondió ella dando un nuevo salto, “Hacía años
que no hacíamos esto; disfrútalo.” “No
es fácil disfrutar cuando te arriesgas a romperte el cuello.”
Respondió Artemis, afianzándose con
fuerza en los hombros de Sailor Venus. “¿Cuánto falta para
llegar al lugar en que nos citó tu amigo detective?” “Casi
nada.” Respondió Venus, “Unas cuantas calles más y estaremos allí.” “No
me agrada que nos haya citado a estas horas de la noche.” “A
mi no me molesta.” Respondió ella, “Además, apenas son las diez y
media.” “No
te molesta... porque aún estás interesada en él.” Comentó Artemis,
“¿No te habías resignado a perderlo?” Sailor
Venus se sonrojó ligeramente, “Sí, pero recuerda que nos dijo que no
había nada entre él y Sakurada. ¡Y ahora que está más joven se ve
muy guapo!” “Si
mal no recuerdo él no era precisamente un fanático de Sailor V.” “Eso
sólo fue al principio, cuando Wakagi descubrió mi identidad, comenzó
a apreciarme.” Respondió ella mientras daba un giro a la izquierda y
saltaba en esa dirección, “Además, él es importante para mí por
una muy buena razón.” “¿Lo
dices porque te salvó en el edificio que se derrumbó cuando investigábamos
el caso de los chocolates arco-iris?” “Exacto.
Tienes buena memoria.” Dijo ella. “Me
contaste que lo besaste en esa ocasión. Pero él estaba sin sentido en
ese momento.” “Sí,
lo hice; fue un impulso. Pero eso ya no importa.” Contestó La Sailor
Scout, “Ahora debemos ver qué es lo que sucede hoy, tal vez
pueda...” Sailor Venus se sonrojó de nuevo, “...Pedirle que a
cambio de mi ayuda acepte salir con Minako.” “En
cierta forma, eso sí me recuerda a tus días de novata.” Murmuró el
gato. “¿Dijiste
algo?” Preguntó ella. “No,
nada.” Un
par de minutos después, Sailor Venus llegaba a su destino: la azotea de
un edificio de departamentos cerca de un parque. Esperándola, recargado
en la puerta de la azotea, estaba Wakagi Toshio, “Bienvenida Sailor
Venus.” Saludó Wakagi, “Veo que dejaste de usar antifaz.” “Ya
no lo necesito.” Respondió ella.. “Me
alegra que hayas venido; tengo unas cuantas cosas que decirte.” “¿Cómo
cuales?” Preguntó ella acercándose a él. Artemis se había sentado
en la orilla de la azotea y miraba con atención al detective. “Hay
cosas raras en los muelles y yo las he visto. No me gusta admitirlo,
pero necesito de tu ayuda.” “Me
dijeron que no recordabas nada de lo que te pasó en ese lugar, y que
también olvidaste tu pasado.” Dijo Sailor Venus. “Recuerdo
lo que vi en los muelles. Pero no quería asustar a Minako. No la
recuerdo a ella muy bien, pero creo que tuvimos algún tipo de relación
antes.” Explicó Wakagi, y mientras lo hacía, la mirada en sus ojos
se suavizaba, algo que Sailor Venus no dejó de notar. “Por esa razón
no le dije mucho ¿qué tal si verme le trae a ella malos recuerdos? ¡Ojalá
pudiera recordar todo mi pasado!” Sailor
Venus no respondió, aunque hubiera querido decirle que verlo no le traía
ningún mal recuerdo. “Pero
eso no es de lo que quiero hablar.” Dijo él, “Necesito que mañana
por la noche me acompañes a los muelles.” “¿Por
qué? ¿Qué es lo que hay allí?” Wakagi
se llevó una mano a la cabeza y la pasó por su cabello, “Hay una
bruja o algo parecido. Ella me hizo esto. Creo que ella es la culpable
de que perdiera la memoria y de mi nueva juventud.” Wakagi volvió a
recargarse en la pared, “Se esconde en la bodega número cinco de los
muelles.” “Supongo
que quieres acabar con ella y con ese lugar.” Le dijo Sailor Venus
pensativa, “Podemos ir en este momento.” Le ofreció. “No,
mejor mañana. Si vamos ahora, no encontraremos nada.” Explicó
Wakagi, dándole la espalda a Sailor Venus mientras abría la puerta que
llevaba de regreso al edificio, “Te esperaré en la bodega cinco a las
ocho de la noche de mañana.” “De
acuerdo.” Respondió la Sailor Scout. Wakagi cerró la puerta tras de
él y la dejó sola. Venus
se sentó en la orilla de la azotea y Artemis se acurrucó junto a ella,
“Parece que aún le desagrado mucho.” Dijo mientras acariciaba al
gato detrás de las orejas. “Supongo
que es algo que no podemos evitar.” Respondió el gato. Minako
rió en voz baja, “Es gracioso; él se preocupa por Minako, pero no le
importa mucho Sailor Venus.” “¿Qué
harás ahora Minako?” “No
tengo elección; le ayudaré a Wakagi.” Respondió Venus. “¿No
llamarás a las demás para que vengan también?” La
chica miró al gato y le acarició el lomo, “No esta vez. Espero que
puedas entenderme.” “Seguro.
Pero las cosas serían más fáciles si todas las chicas van contigo.” “No
quiero asustar a Wakagi llevándolas.” Explicó Sailor Venus, “Ya le
desagrado lo bastante yo sola.” “A
mí aún me parece mala idea ir sin el apoyo de las otras.” Insistió
Artemis. “Artemis,
¿podrías adelantarte a la casa? Quisiera pensar un poco.” El
gato suspiró y aceptó a marcharse, “Espero que cambies de opinión.
Buenas noches, Minako.” “Cuídate.”
Le recomendó Sailor Venus al gato. Cuando estuvo sola, la joven mujer
se permitió sonreír, aún tenía esperanzas de tener una relación con
Wakagi. +++ “¿Podrías
decirme por qué no crees en lo que te digo?”
Preguntó una mujer a través del teléfono. “Maestra
Sara. Ya le dije que no es posible que lo que usted dice sea cierto.”
Respondió Naru, “Le agradecería que dejara de llamar a mi casa para
insistir con ese asunto.” “Pero...” “Si no deja de hacerlo tendré que dejar su escuela.” Advirtió la joven Osaka. “¡No
puedes hacer eso! ¡Todavía hay cosas que debes aprender sobre tu
bisabuela!” “Si
no quiere que abandone su escuela, deje de llamar a mi casa.” Repitió
Naru, “¿lo hará?” “....Está
bien, pero sólo porque no me dejas opción.” “Voy
a colgar ahora, maestra.” “Pero...” *Click.* “¿Con
quién hablabas hermana?” “Nadie
importante Naruru.” Respondió ella mirando extrañada a su hermana
menor, “Por cierto, ¿qué haces tú levantada? Son casi las once de
la noche.” “Mamá
me dio permiso porque estamos de vacaciones.” Explicó la hermana
menor. “Ajá.
¿Y mamá?” “En
la sala revisando el nuevo catálogo de joyería que envió papá desde
España.” “Ya
duérmete.” Respondió Naru y se enfiló hacia la sala. Naru
miró la forma en que su madre se concentraba en el catalogo, marcando
las piezas de joyería que su esposo debería traer de Europa como parte
de la colección de otoño que pensaban exhibir en la muestra de joyería
de ese año. Cuando la mujer se distrajo un momento, Naru aprovechó
para hablarle. “Oye
mamá.” La
mamá de Naru se detuvo, “¿Qué pasa?” “¿Puedo
hacerte una pregunta?” Dijo ella sentándose frente a su madre. “Por
supuesto.” Respondió la mujer. “¿Qué
sabes de mi bisabuela?” Dijo Naru al fin. La
mujer miró a su hija. “Esa es la última cosa que esperaba
escuchar.” “Mamá,
por favor dime si sabes algo.” Insistió Naru. “No
hay mucho que decir.” Comenzó su madre, “Tu bisabuela murió
durante los bombardeos de la segunda guerra mundial y nunca encontraron
el cuerpo. Lo cual no es raro, considerando la forma en que murió.” “¿Tenemos
alguna foto de ella?” “Si
de veras te interesa tanto, debe haber alguna en el baúl que está en
el cuarto de huéspedes.” Naru
abrió el viejo baúl que su madre le había indicado con manos un poco
nerviosas, era la primera vez que le habían dado permiso para abrirlo y
no imaginaba qué podría encontrar allí. “¿Kimonos?” Murmuró
Naru levantando lo primero que encontró dentro de la caja. Sí, seis
kimonos viejos pero aún en perfecto estado, dos de ellos debían de
tener por lo menos cincuenta años. La joven dejó las prendas a un lado
y continuó revisando el contenido del baúl, una hora después, justo
cuando sonó la medianoche, Naru por fin encontró un portarretratos
dentro de una bolsa de terciopelo. La fotografía que tenía en sus
manos era bastante vieja, la fecha que se podía ver en la esquina
inferior era de 1932; y la foto, a causa del tiempo, se había tornado
marrón y borrosa en las orillas superiores. Aún así, la imagen podía
apreciarse bastante bien, era una fotografía familiar: el padre, la
madre y dos niñas. El hombre vestía un traje militar y la mujer
llevaba un kimono con un diseño de flores que Naru reconoció. Era el
primer Kimono que había sacado del baúl. Naru tomó el viejo kimono
azul pastel y miró el delicado patrón de flores blancas que lo
adornaban; era en realidad bastante hermoso. Aún con el kimono en su
regazo, Naru prestó más atención a la vieja fotografía,
especialmente a la mujer. El peinado que ella usaba era distinto al
suyo, pero al mirar sus facciones, Naru tuvo que admitir que la mujer de
la foto era idéntica a ella, tal vez cuatro o cinco años mayor; pero
el parecido era increíble. Suspirando, Naru decidió que era bastante
por ese día y comenzó a guardar las cosas de nuevo, pero al momento de
guardar el portarretratos, notó algo en la mano derecha de su
bisabuela: un guante idéntico al que había visto en su sueño. “Esto
ya es demasiado.” Murmuró Naru y se apresuró a guardar la fotografía.
+++ El
día había amanecido frío y nublado, y a consecuencia de esto, la
biblioteca estaba casi vacía. Ami Mizuno empujaba un carrito lleno de
libros entre los estantes de la sala principal. Su tarea consistía en
acomodar los libros en su sitio. Ami pensaba en lo que había pasado
minutos antes: ella y Kuro habían terminado un juego de ajedrez, algo
que ahora hacían casi todos los días, y lo único que pudo lograr fue
terminar el juego en tablas. Una hora después, Ami regresó al cuarto
de archivo. En sus manos llevaba un libro que no era propiedad de la
biblioteca; era un libro de la psicología de los sueños que Kuro le había
prestado días atrás y Ami ahora pensaba devolverlo. La joven recordó
que se había sorprendido cuando Kuro le contó que estudiaba Psicología.
Ella lo había catalogado más bien como un ingeniero o un arquitecto.
“En fin, la vida siempre da sorpresas.” Pensó mientras abría la
puerta. Dentro
del cuarto de archivo, sentado y revisando un montón de papeles, estaba
el señor Yamada, nadie más. “Mizuno,
¿Ya terminó su trabajo?” Preguntó el señor Yamada, sin levantar la
vista de lo que estaba haciendo. “Sí.
Disculpe señor Yamada, ¿dónde está Kuro?” “Salió
temprano, al parecer su abuelo está de visita y tuvo que ir a
recibirlo.” Contestó el jefe de Ami, “Al menos eso fue lo que dijo.
Espero que no fuera solo un invento para salir antes de la hora.” “No
creo que Kuro mintiera.” Respondió Ami. “Como
sea. Mizuno, puede irse si quiere. No tengo más trabajo que darle por
hoy.” “Gracias...
lo veré mañana.” Dijo Ami y tomó sus cosas, que había dejado sobre
uno de los archiveros y salió de la biblioteca, hundida en varias cosas
que le preocupaban. Mientras
caminaba por la ciudad, su bolsa colgando del hombro y el grueso libro
prestado bajo el brazo, Ami comenzó a pensar seriamente en el reciente
comportamiento del señor Tanoshii; en las últimas dos semanas, él y
su madre habían salido juntos cinco veces. No es que a ella le
desagradara el doctor. Ami había conocido al hombre desde que era bebé;
de hecho, el doctor Tanoshii fue el anestesista durante la sesión de
parto en la que ella había nacido. Ami comprendía que su madre aún
era una mujer joven y que tenía todo el derecho de salir con quien ella
quisiera, pero por el otro, nunca había descartado la posibilidad de
una reconciliación entre sus padres. Ami siguió caminando. El problema
que no tenía mucho que
hacer, y para agregar más tedio, su madre le había dicho que saldría
por la noche a una recepción patrocinada por los laboratorios
Kenkoutai. Ami
dio vuelta en la siguiente esquina y decidió ir a pasar el rato a un
café que estaba cerca de allí. Cuando llegó al lugar notó que Makoto
estaba dentro, de espaldas a la ventana y hablando con un joven que Ami
no conocía. Ami decidió esperar un poco antes de entrar. Cuando el
joven por fin salió; Ami se acercó a la puerta y esperó a su amiga,
“¡Hola Makoto!” Llamó. +++ Makoto
había esperado esto por casi dos semanas. Esa mañana, Carlos le había
llamado por teléfono y la había invitado a desayunar; cierto, no era
realmente una cita pero al menos ya era algo. Una hora más tarde,
Makoto, vestida con un combinado verde con blanco que ella consideraba
le quedaba muy bien, esperaba a Carlos en el café donde habían quedado
de verse. No pasó mucho antes de que Carlos llegara, y él llevaba una
guitarra, eso si que era algo nuevo. Mientras les servían el desayuno,
Carlos y Makoto conversaron de varias cosas. Makoto aprovechó para
nombrar un número de lugares en los que a ella le gustaría ir en una
cita. Cuando Makoto hablaba de un centro de Ikebana que tenía muchas
ganas de visitar, la mesera la interrumpió al dejar la orden. El hilo
de la conversación se perdió y ambos se dedicaron a comer. “No
sabía que supieras tocar.” Observó Makoto señalando la guitarra,
esperando poder reavivar la plática. “Aprendí
en la secundaria.” Explicó Carlos, “Un maestro nos daba clases los
fines de semana.” “Es
raro que no lo notara antes. Considerando que he visitado tu casa mucho
los últimos días.” Dijo Makoto. “Bueno,
si no pasaras todo el tiempo hablando con mi madre; hubiera podido tocar
algo de mi música para ti.” “¿Te...molesta
que hable con tu mamá?” Preguntó Makoto, un poco asustada por la
pregunta pues temía que Carlos estuviera a punto de reclamarle algo
como que ella intentaba robarle a su madre. “No,
no me molesta en lo absoluto.” Contestó él con una sonrisa. “A mí
me agrada mucho que tú y mi madre se lleven bien, de veras. Es sólo
que...” “¿Qué
sucede entonces?” “Que
no puedo hablar contigo cuando mi madre está cerca. No en la forma en
la que me gustaría hacerlo.” “Estamos
solos ahora.” Le dijo Makoto, “¿Qué quieres decirme?” Carlos
respiró profundamente, al fin tenía oportunidad de decírselo. Sólo
esperaba que no fuera a negarse. “Makoto,
desde que te vi por primera vez, yo...” Carlos se acercó a ella y tomó
una de sus manos, “Yo he pensado que eres muy bonita y en verdad me
gustas mucho. Y...me preguntaba si querrías salir conmigo.” Makoto
había esperado que él dijera esas palabras por varios días. Lo que no
esperaba fue que la emoción le impidiera responder. “¡Claro que me
encantaría salir contigo!” Dijo ella al fin, “¿Qué planes tienes,
Carlos?” “Pensaba
que podríamos ir a ese centro de Ikebana que mencionaste, luego a cenar
y quizás caminar” Le dijo él, mientras estrechaba su mano con
suavidad. “Me
parece un plan perfecto.” Respondió ella. “¿Te
parece bien si es hoy?” ¿Hoy?
Makoto estaría ocupada, Rei le había llamado la noche anterior por teléfono
y la había invitado a su casa, “Carlos, yo no puedo el día de hoy.
Tengo un compromiso y no puedo cancelarlo.” El
joven asintió y le sonrío, aunque se veía que estaba algo
decepcionado. “¿Qué
tal mañana?” Preguntó Makoto. “No
puedo, tengo que ayudar a mi papá con las clases en el dojo ¿Estarás
libre pasado mañana?” Si
Makoto hubiera mirado detrás de ella en ese momento, se hubiera
encontrado con Ami, pero estaba demasiado ocupada arreglando su cita
como para eso. “El miércoles estará bien.” “¡Excelente!
¿Te parece que pase por ti al mediodía?” Carlos estaba feliz. “Sí,
esa hora es perfecto.” Dijo Makoto, “¿Qué pasa?” Preguntó ella
cuando la alarma del reloj de Carlos se activó y él se apresuró a
apagarla. “No,
nada, me había olvidado que tengo un compromiso con mi padre.”
Respondió él, “Es algo relacionado con tocar la guitarra par una
reunión que va a tener con sus amigos de la preparatoria. Pero no
importa.” “¿No
importa?” Preguntó Makoto, “¿Vas a dejar a tu papá plantado?” “Estoy
seguro que no se molestará, además, se está mejor contigo.” Makoto
miró a Carlos fijamente. Para ella, que había quedado huérfana a muy
temprana edad, le parecía imposible que alguien pudiera faltar a un
compromiso con sus padres. Cierto, le agradaba saber que a Carlos le
gustaba estar con ella; pero eso no le daba derecho de ser irresponsable
con su padre. “Carlos, será mejor que vayas con tu papá.” “Pero
quiero estar un poco más contigo.” “Tendremos
todo el tiempo que quieras en nuestra cita.” Le respondió Makoto,
“No creo que sea justo que dejes abandonado a tu padre tan sólo por mí.
¿Crees que sea correcto?” “.....Tienes
razón.... Iré.” Dijo Carlos mientras pedía la cuenta, “No me
matará tocar un poco, ni soportar que mi padre me exhiba ante sus
amigos como si fuera trofeo.” Poco
después, Carlos salía del café y no tardó en desaparecer. Casi de
inmediato, Makoto salió también. “¡Hola
Makoto!” la joven Kino giró para encontrarse con Ami. “Ami.”
Respondió ella y esperó a que su amiga la alcanzara, “¿Cómo es que
no estás en la biblioteca?” “Pues
es algo largo de contar.” “Dímelo
mientras caminamos. Oye, Rei me invitó a su casa, ¿Qué dices, me
acompañas?” “Por
supuesto.” Respondió Ami y comenzó a relatar todo lo que le había
sucedido en la biblioteca esa mañana. +++ Mientras,
en el jardín principal de la escuela de Mamoru; Usagi miraba con atención
y un poco de nerviosismo mientras su novio miraba la comida que había
preparado. Ella no era muy aficionada a cocinar y aunque sus habilidades
como cocinera no eran lo que se dice malas; su comida nunca había sido
algo sobresaliente. Pero eso había cambiado en los últimos días;
gracias a las lecciones de cocina de Makoto, Usagi ahora se sentía más
confiada en la cocina y deseaba probarle a Mamoru que era capaz de
prepararle un sabroso desayuno. Mamoru
intentaba decidir que probar primero; Usagi le había preparado un poco
de arroz frito, algo de ensalada y tres rollos de verdura y pollo, el
olor de la comida era muy agradable, y no tenía dudas de que su novia
había puesto todo su empeño en cocinar para él. Finalmente, Mamoru se
decidió y probó uno de los rollos. “¿Sabe
bien?” Preguntó Usagi. “De
hecho, ¡está delicioso!” Contestó Mamoru. “¿De
veras? ¿De veras?” Volvió a preguntar Usagi. “De
verdad.” Le aseguró Mamoru con una sonrisa. “¡Gracias!
¡Me alegra mucho que te gustara!” Respondió Usagi alegremente,
abrazando a Mamoru y dándole un rápido beso en la mejilla, “Tenía
miedo de que no fuera mejor que lo que preparo siempre; creo que las
clases de Makoto sí me han servido de mucho.” Mamoru
asintió mientras continuaba disfrutando de su comida, tenía que
reconocer que Makoto había hecho un trabajo admirable como maestra. Junto
a él, Usagi se relajó mientras se apoyaba en su hombro y le miraba
comer. “Mamoru, ¿por qué no podemos vivir en paz por siempre?”
Preguntó ella de repente. “¿A
qué te refieres?” Dijo él, cerrando la cajita en donde Usagi le había
llevado el desayuno. “Es
que a veces pienso que cada vez que parece que podré disfrutar de mi
vida contigo, algo pasa que nos impide estar juntos.” Explicó ella,
rodeándolo con sus brazos, “Yo entiendo la responsabilidad que cae
sobre todos nosotros: las chicas, tú y yo; pero en ocasiones desearía
no tener que estar esperando el momento en que alguien o algo decidirá
atacarnos.” Mamoru
la rodeó con sus brazos y permitió que ella se acomodara junto a él,
“Te entiendo perfectamente; yo también he pensado lo mismo muchas
veces. Lo único que puedo decirte es que tendremos que trabajar juntos
para que tu deseo se vuelva una realidad en el futuro.” “No
se qué hacer Mamoru.” Dijo Usagi, sus ojos se encontrándose con los
de él. “En verdad que no lo sé.” “Eso
nunca te detuvo antes.” Le dijo él mientras acariciaba su cabello. “Cierto,
pero tú no sentiste el frío en el bosque de Hakone.” Le dijo ella
bajando la mirada, “Esa horrible sensación no me ha dejado del todo
desde entonces.” Mamoru
no supo qué decir por un momento, y se limitó a mecer a Usagi en sus
brazos para confortarla. “¿Quieres
que vayamos a cenar esta noche?” Ofreció él al fin. “Pero
tú tienes que trabajar aquí mañana temprano.” Respondió Usagi,
“Por esa razón no te lo había pedido.” “Lo
sé; ¿pero no te sentirías mejor si estoy contigo?” Dijo Mamoru,
tomando el rostro de Usagi con su mano derecha y moviéndolo ligeramente
hacia arriba, de manera que pudiera ver sus ojos, “Vamos, no pasará
nada si salimos hoy; además, hay un nuevo lugar que quiero
mostrarte.” “Gracias
amor.” Respondió Usagi recargándose en su pecho. Mamoru
guardó silencio, “Usagi, ¿Luna y Artemis han estado investigando
sobre el fantasma que vi el otro día?” “Sí,
pero no hay nada nuevo.” Respondió Usagi, “¿Por qué?” “No,
por nada, es que no dejo de pensar en lo que dijo sobre los parásitos.” “¿Crees
que haya sido el inicio de una trampa en tu contra?” Dijo ella,
ligeramente alarmada. “Quizás.”
Dijo Mamoru levantándose y estirando los brazos, “Si lo piensas bien,
Usagi, no sería la primera vez que alguien nos ataca así.” “Bueno,
eso es cierto.” Admitió ella. “Lo
único que espero es que no suceda nada cómo la vez que el Negaverso
apareció.” “Yo
tengo la esperanza de que ya no sucederá nada; las cosas han estado muy
tranquilas.” “El
que no veamos algo no significa que no esté pasando nada.” Dijo él,
“He escuchado que cosas raras han sucedido en otras partes del
mundo.” “¿Cosas
raras? ¿Cómo qué?” “Generalmente
son reportes de...” Comenzó a explicar Mamoru, pero fue interrumpido
cuando uno de sus compañeros de clase apareció llamándolo. El
recién llegado se detuvo en seco y, apenado, se rascó la cabeza,
“Perdón por interrumpirte Mamoru, no sabía que estabas con tu
novia.” Usagi
suspiró. Típico que alguien los interrumpiera; al menos esta vez no
era un monstruo asesino como generalmente les sucedía. “Está
bien. ¿Qué pasa?” Dijo Mamoru. “El
maestro me mandó a buscarte.” Dijo el joven, “Tal vez no te
fijaste, pero la hora de desayunar terminó hace diez minutos y aún no
te han asignado a tus alumnos para el día de hoy.” Mamoru
se volvió para mirar a Usagi de frente, “Me tengo que ir.” Dijo y
después de tomar la caja con el desayuno que Usagi le había preparado,
se inclinó y le dio un rápido beso en la frente, “Pero te veré esta
noche, lo prometo.” Usagi
sonrió y se despidió de él; después se encaminó al centro de
comando, tenía que hablar de varias cosas con Luna y Artemis, que habían
decidido quedarse allí por el resto del día. Usagi no estaba dispuesta
a dejar que alguna nueva amenaza interrumpiera su compromiso con Mamoru.
Para nada, no cuando al fin su vida parecía encontrar un poco de la paz
que tanto deseaba. +++ Rei
hubiera deseado no levantarse. Después del desayuno, todo parecía
haberse puesto gris. Y es que en la casa había dos personas de visita
que no tenía muchas ganas de ver: Su padre y su secretario personal,
Kaido. Bueno, en realidad, Rei tenía que admitir que Kaido tuvo el
sentido común de no entrar a la casa; así sólo tendría que lidiar
con su padre. Su
padre. ¿Por qué había decidido visitarla? Por más que se esforzaba,
no le encontraba respuesta a esa pregunta. Rei dejó de pensar en eso,
de cualquier forma, su padre ya estaba aquí y había dejado muy claro
que necesitaba hablar con ella. Eso era lo que había dicho. Rei, para
ganarse un poco de tiempo, se había ofrecido a preparar algo de té. Finalmente,
y luego de recalentar el té, que había dejado enfriar, Rei se encaminó
a la sala llevando en sus manos una charola con tres tazas, una tetera y
galletas. “Aquí esta el té. También traje galletas.” Anunció. “Gracias
hija.” Le respondió su abuelo, que miraba al padre de Rei bastante
preocupado. “Rei.”
Llamó su padre, “Tengo algo muy importante que discutir contigo.” La
joven se sentó y miró a su padre con atención. “Dígame lo que
tiene que decir.” El
padre de Rei le sostuvo la mirada y se sintió complacido cuando Rei
parpadeó. “Tu abuelo me dice que estás pensando ser su sucesora aquí
en el templo.” “Si,
eso es lo que pienso hacer.” Respondió Rei. Detestaba sentirse como
una niña cuando su padre la miraba. “Sé
que lo harás bien. Pero eso no es por lo que estoy aquí.” “¿No?”
“No.
Es un asunto del que tu abuelo ya está enterado y está de acuerdo
conmigo.” El
abuelo de Rei no dijo nada. “Bien,
dígame de qué se trata.” Pidió Rei mientras tomaba una galleta. “Tu
matrimonio ha sido arreglado.” La
galleta que Rei había tomado segundos antes cayó al suelo. “¿Matrimonio?”
Balbuceó la joven. “He
logrado que el dueño del Banco Industrial de Japón acepte que te cases
con su hijo.” Explicó el padre de Rei, “No tienes idea de lo
afortunada que has sido.” “¡Afortunada!”
Respondió ella, “¡¿Quién le ha dado permiso de decidir mi vida por
mí?!” “Tu
madre hubiera aprobado mi elección.” Respondió el señor Hino sin
inmutarse. “Mi
madre está muerta.” Dijo Rei, “¡Lo más seguro es que usted ya esté
planeando como usar las nuevas influencias que obtendrá si me caso con
esa persona!” “Antes
de que pierdas más la calma, lee esto.” El señor Hino le alcanzó a
su hija un sobre, ya viejo y gastado, que había colocado sobre la mesa,
“Es auténtico.” Rei
tomó el sobre y de él sacó una sola hoja de papel. En la hoja estaba
escrita una carta de su madre. “Lee
lo que tu madre me pidió.” Insistió el padre de Rei. Rei
dobló la carta y la metió de nuevo en el sobre, sin leerla. “Lo veré
después.” El
abuelo de Rei se disculpó y salió de la sala. Esto era algo que su
nieta y su padre debían resolver solos. El
hombre bajó la mirada, decepcionado de que su hija no entendiera cómo
funcionaban las cosas. “Me estoy haciendo viejo.” Dijo al fin, “Y
tu abuelo y yo no duraremos para siempre.” “Eso
no tiene nada que ver con el que me ofrezca así. ¡No soy una mercancía!”
Le recriminó Rei. “De
cualquier modo; tu madre me hizo prometer que buscaría a alguien que te
cuidara.” Continuó diciendo el señor Hino, “Ella también deseaba
conocer a sus nietos, pero el cáncer...” “...Se
la llevó.” Completó Rei. “Yo
sé perfectamente bien que nunca he sido un buen padre.” Dijo el señor
Hino, “Y que nunca estuve aquí cuando me necesitaste. Pero a pesar de
mi ausencia me he asegurado que no padezcas ninguna carencia.” “Tal
vez ninguna material, pero...nunca tuve a mi padre.” Dijo Rei, “¿Eso
no es una carencia?” “Sí,
lo es.” Aceptó el padre de Rei, “Pero ya es muy tarde para
disculparme o remediar eso; ya has crecido y pronto no me necesitarás.
Tu padre no es un ignorante, Rei. Al menos dame la ventaja de la duda en
este asunto. Estoy seguro de que he elegido a un buen muchacho.” “No
me interesa verlo, ni saber como se llama.” Dijo Rei tajante. “Será
mejor que anule ese arreglo.” “No
lo haré. No hasta que hayas aceptado conocer a Keigo Hikazan.” Rei
cerró los ojos un momento, hasta que se calmó. “Hay
una parte del arreglo que no te he dicho. Claro que no me has dado
oportunidad de hacerlo.” Continuó el señor Hino, “Probablemente te
agrade.” “Le
escucho.” Dijo Rei, sus dedos acariciando la superficie del sobre.
Sorpresivamente, el contacto con algo hecho por su madre la
tranquilizaba. “El
joven Hikazan tampoco está feliz por este arreglo. Incluso se opone
tanto o más que tú.” “Parece
un joven cuerdo.” Dijo Rei. “Como
yo sabía que te opondrías al compromiso, agregué una condición
extra.” “¿Cuál
es?” Preguntó Rei, “¿La posibilidad de divorcio luego de diez años?” “La
condición es esta: una reunión entre tú y él.” Explicó el señor
Hino, haciendo poco caso de las palabras de su hija, “Si después de
verse una vez, ustedes deciden que no se agradan, el arreglo quedará
anulado.” “Preferiría
que no hubiese hecho esto.” Dijo Rei levantándose y dirigiéndose a
la puerta. “¡Espera!”
Llamó su padre, “¿Irás a conocer a tu prometido? La cita ha sido
programada para el miércoles.” Prometido.
La palabra le revolvía el estómago a Rei. “¿Por qué habría de
hacerlo?” “Si
no lo haces, tendrás que casarte de todas formas dentro de un año. Y sólo
podrás conocer a tu esposo hasta ese día.” Contestó el señor Hino,
“Esta es la única oportunidad que tendrás para salir de este
compromiso de una manera tranquila y sin causar escándalo.” Rei
se detuvo sin mirar a su padre. Esta vez sí que la había metido en una
situación demasiado desagradable. “Usted gana.” Se rindió, “Iré
a la cita. Pero el resultado será el mismo, el arreglo quedará
desecho.” “Me
basta con que asistas.” Respondió el señor Hino cuando su hija salía
de la habitación. Mientras
su abuelo y su padre terminaban de conversar, Rei salió a la entrada
del templo y se sentó en las anchas escaleras que conducían a la
calle, el sobre con la carta de su madre estaba a salvo en una de las
bolsas de su sudadera. Allá enfrente estaba estacionado el elegante
auto negro de su padre. Al volante, leyendo un periódico, estaba Kaido.
Rei miró en otra dirección, no tenía ganas de pensar en él, y menos
después de haber escuchado que su esposa estaba embarazada. Vaya con el
señor que no quería tener hijos. Poco después, su padre salió del
templo. “No pensé que estuvieras aquí.” Dijo. “Pero es una
suerte, así podré decirte en dónde debes encontrarte con tu
prometido.” Rei
sólo asintió. “La
cita es a las tres de la tarde en Nikko. En el templo Taiyuin. Busca a
un joven con un perro samoyedo.” “Lo
recordaré.” Dijo ella. “Bueno,
adiós.” Se despidió su padre. “Espero que las cosas marchen bien
el miércoles.” La
joven no respondió y, sentada en el mismo lugar, miró cómo su padre
subía a su auto y se alejaba del lugar. Aún no podía creer lo que había
sucedido. Rei recordó la carta y sacó el sobre de nuevo. Se disponía
a abrirlo; pero la llegada de dos de sus amigas le impidió hacerlo. No era
que Rei no confiara en ellas, pero deseaba hacer esto en privado.
Guardando el sobre otra vez en su bolsa; Rei se levantó y fue a recibir
a Makoto y Ami. Las preguntas que Ami y Makoto le hicieron a Rei acerca
del por qué no hablaba mucho, ella las respondió con evasivas. La
carta de su madre, Rei no la leyó hasta dos días después, mientras
viajaba en el camión que la llevaría al templo Taiyuin. +++ “¡No-no-no!¡Deténganse!”
Dijo el profesor de baile con su curioso acento francés. “Minako, ¡has
cometido otro error! ¡Y Naru! ¿También tú te has equivocado! ¿Qué
les sucede a las dos?” Minako
bajó la mirada, tres lugares a su izquierda, Naru ahogó un bostezo. El
resto de las alumnas las miraban con curiosidad. Minako era la mejor
alumna de la escuela de talento, y Naru tampoco lo hacía tan mal; el
que alguna de ellas cometiera un error era bastante raro. Y eso había
estado sucediéndole a las dos todo el día. Minako había pasado casi
toda la noche pensando en lo que podría haber en la bodega que ella y
Wakagi visitarían. Mientras que Naru había dormido muy mal, su sueño
fue interrumpido por pesadillas que ahora no recordaba. “De todas
formas...” Dijo el profesor una vez que se hubo calmado, “Sólo
faltan veinte minutos para que acabe la clase. Minako, Naru, por esta
vez les permitiré salir temprano ¡espero que la próxima clase no se
presenten desveladas!” “¡Pero
profesor!” Se quejó Minako, “Déjeme terminar la rutina ¡por
favor!” Naru
no se había quejado, de hecho, se inclinó ante el profesor y se dirigió
a recoger su mochila. “No
Minako.” Dijo el profesor, “Eres una de las mejores alumnas y no
puedo dejar que baje tu rendimiento.” Ante
tal argumento, Minako no tuvo otra opción mas que obedecer. “Está
bien, profesor.” Dijo y, luego de recoger su mochila, salió del salón.
Minako no pudo evitar sentir un ligero piquete en su orgullo cuando,
mientras se dirigía a la salida, la música comenzó y el profesor
animaba a las otras alumnas a dar un último esfuerzo antes de terminar
el día. Si
Naru hubiera esperado a Minako, lo que sucedió después pudo haber sido
diferente. Caminando directamente al edificio de departamentos donde vivía,
Naru se encontró con algo que no le sentó muy bien: en la acera frente
iba su hermana, tomada de la mano de un chico que Naru jamás había
visto. Las cosas empeoraron cuando el chico guió a su hermana menor al
interior de un callejón. Eso no le agradó mucho, Naruru apenas tenía
catorce años, estaba por pasar a segundo de secundaria y no le parecía
que tuviera novio. Al menos no sin que ella lo aprobara primero, porque
a fin de cuentas, ¿para qué eran las hermanas mayores? Sin más
contemplaciones sobre el asunto, Naru cruzó la calle y caminó al
callejón dónde su hermana había entrado, seguro que le daría un buen
susto. El
susto se lo llevó Naru cuando su hermana lanzó un grito que fue
apagado inmediatamente. Olvidándose de sorprender a su hermana, Naru
entró corriendo al callejón, pero se congeló ante lo que vio allí.
El muchacho ya no estaba, en su lugar, una especie de criatura jorobada
de rasgos anfibios, con ojos sin párpados y una enorme boca sin
dientes, sostenía en el aire a una inconsciente Naruru. “¡Suelta a
mi hermana!” Gritó Naru. La cosa miró con curiosidad a la mujer que
le gritaba, ahora tendría que hacerle callar de una muy mala forma;
pero al menos tendría más comida. La bestia arrojó a la niña al
suelo y se lanzó hacia Naru. El
tiempo pareció detenerse, Naru terminó de espaldas en el piso, la
criatura anfibia sobre ella. Naru no tenía fuerzas para sacarse a la
bestia de encima y cuando comenzó a estrangularla, supo que iba a
morir. Naru se preguntó por qué Sailor Moon no llegaba a rescatarla,
ella siempre la había ayudado. ¿Dónde estaba? ¿Acaso era su destino
morir así? Naru tenía cada vez más problemas para pensar, su cuerpo
estaba entumecido. Pero....¿Qué pasaría con su hermana menor?
“...N-a-r-u-r-u...” Gimió Naru, con sus últimas fuerzas consiguió
mirar hasta donde yacía su hermana, la niña se había golpeado la cara
al caer ¿Su hermana menor también moriría a manos de esta cosa?¿Dónde
estaba Sailor moon? ¿Dónde...? Fue
sólo cuando la imagen de su hermana menor en las garras de este
monstruo apareció ante ella, que un cambio se desató en la joven. Si
Naru estaba segura de algo ¡era de que su hermana no sufriría a manos
de esa cosa! En ese momento, el brazo derecho de Naru se elevó y un
resplandor verde surgió de su mano. La bestia soltó a la joven y
retrocedió un poco, el brillo le lastimaba los ojos. Respirando
agitadamente, Naru se irguió apoyándose en el codo izquierdo. No
entendía qué sucedía, pero no iba a permitir que nadie lastimara a su
hermana. “¡Vete y déjanos en paz!” Gritó. Y cuando lo hizo, una
fuerte ráfaga de viento surgió y lanzó con fuerza a la bestia
anfibia, golpeándola, elevándola y estrellándola contra las paredes
del callejón una y otra vez hasta
que, tan súbitamente como apareció, el viento se extinguió junto con
la luz verde que surgía de su mano. El ser cayó al suelo hecho un
despojo, pero Naru lo ignoró. Tambaleándose, llegó junto a su hermana
y comenzó a arrastrarla fuera del callejón. En la calle podría
conseguir ayuda más fácilmente. Un débil croar la detuvo. Naru miró
de vuelta al callejón y vio que el monstruo no tenía pensado dejarlas
escapar. La criatura se arrastraba y cuando consiguió levantarse, Naru
estuvo segura de que era el fin. Pero
el destino es engañoso. El suelo bajo los pies del monstruo se congeló
y una niebla helada inundó el callejón. Naru sabía que tenía que
huir, pero no podía dejar de mirar. De la niebla surgió la figura de
una mujer. Lo que sucedió después, Naru no lo olvidaría. La mujer, a
la que no le había visto aún el rostro, tocó al monstruo, que se
congeló de inmediato, transformándose en una estatua de hielo. Después,
la desconocida golpeó con un dedo a la criatura congelada y ésta se
desmoronó, dejando en su lugar a un chico desnudo. “Ya
era hora que despertaras.” Comentó la extraña mujer saliendo de
entre la niebla, “No está mal para ser la primera vez que usas la
gema, casi destruyes al parásito.”
“¿Maestra
Sara?” Murmuró Naru. Frente a ella estaba Sara D’Neige, pero ahora
vestía un traje blanco que llevaba como una segunda piel, sobre éste
usaba un largo abrigo aún más blanco que el traje. En el guante de su
mano derecha brillaba una gema blanca alojada en una placa de metal
dorado. “Me
llevaré a este chico a un hospital.” Dijo la mujer de cabello
plateado, “Hablaremos mañana en mi oficina después de clases. Hasta
entonces, no le hables a nadie sobre esto ¿entiendes?” Naru
asintió. Sara la miró y tomó al chico en sus brazos, para desaparecer
de nuevo en la fría niebla. Naru sintió que algo se movía en sus
brazos, “...hermana... tengo frío...” Naru sonrió. Llorando, abrazó
con fuerza a Naruru, “Si vuelves a asustarme así no te lo voy a
perdonar nunca.” +++ Artemis
estaba preocupado, bastante preocupado. Minako se había ido sola a
encontrarse con Wakagi y eso no le gustaba. Lo que más lamentaba fue el
no poder convencer a Minako de llamar a las demás y que le hiciera
prometer que no las llamaría. “¡Esa niña!”
Se quejó el gato amargamente, “¡Sólo a ella se le pudo
ocurrir esto!” Si el gato
pudiera morderse las uñas ya lo habría hecho, pero como no podía, se
la pasaba dando vueltas en la habitación de Minako, brincando de la
cama al suelo y luego a la cama otra vez. Entonces, a medio salto, un
escalofrío recorrió el lomo del gato. No entendía cómo, pero Artemis
sabía que algo malo le había pasado a Minako. El
gato miró al reloj. Ya eran las nueve de la noche. ¿Qué podía hacer?
No era como si él pudiera llamar por teléfono, el centro de comando
estaba muy lejos como para que fuera una opción útil y lo mismo pasaba
con las otras Sailor Scout. La única que vivía cerca era ¡Usagi! Pero
Artemis recordó que Usagi había mencionado que tendría una cita por
la noche con Mamoru. Al gato sólo le quedaba esperar que por pura
suerte, lograra alcanzar a Usagi antes de que saliera, o al menos,
conseguir que Luna le dijera en dónde estaba. Corriendo lo más rápido
que podía, el gato salió disparado escaleras abajo, casi tumbando a la
madre de Minako. “¿¡Qué pasa con este gato!?” Gritó la señora
Aino. +++ El
sol del atardecer teñía las aguas del mar con tonos anaranjados, los
muelles se habían quedado vacíos. Los trabajadores se habían marchado
hacía ya un buen rato. Afuera de una bodega, dos personas miran con
atención la enorme estructura. “No se ve distinta a las demás.”
Comentó Sailor Venus. “Pero
lo que está adentro sí lo es.” Respondió Wakagi. “Vamos a entrar
por la puerta de atrás, sígueme.” La pequeña puerta trasera de la
bodega se abrió con un chirrido. Una vez dentro, Sailor Venus no pudo
dejar de asombrarse por lo grande que era el lugar: la bodega tenía el
techo muy alto, cruzado por gruesas vigas transversales de las que
colgaban, a pocos metros del suelo y de trecho en trecho, enormes y
pesadas cajas de metal sostenidas por gordas cadenas. En el techo,
grandes lámparas iluminaban el lugar. Muchas enormes cajas oxidadas
como las que colgaban del techo se apilaban y formaban estrechos
pasillos. “¿Por
dónde?” Dijo Sailor Venus. “El
lugar está diferente.” Respondió Wakagi, “Debemos llegar al centro
de la bodega.” Tarabat,
sentada en un amplio sofá, observaba con atención varias antorchas. La
mujer estaba intranquila. No le preocupaba su trabajo; El número de
humanos infectados con parásitos en Asia era ya de cientos de miles,
incluso cuando aquí en Tokio sólo tenía permitido infectar a ciertos
objetivos, el número de humanos infectados con parásitos controladores
era casi de doscientos. Pero estaba aburrida. No podía entender por qué
el Gran Necromante estaba obsesionado con reactivar las máquinas de la
fortaleza. Estaba convencida que no necesitaban las máquinas. Si eran
recargadas y activadas, el Gran Necromante trataría de conquistar la
galaxia o alguna estupidez semejante y Tarabat no le veía sentido a
eso. Ella se conformaba con quedarse en la tierra y mantener a los
humanos como sus esclavos. Además, los humanos eran criaturas bastante
admirables ¿Por qué el gran Necromante no...? Momento, algo acababa de
entrar. Mirando la flama, Tarabat no pudo dejar de escapar una risita.
La intrusa era una de esas niñas que lastimaron a Kernath, y el otro,
Tarabat lo conocía bien, era el policía que había infectado por
diversión. La noche no sería tan aburrida después de todo. Tomando un
látigo de una mesa, Tarabat salió a divertirse. “Ya
llevamos casi una hora dando vueltas.” Dijo Venus, “Ya me confundí,
todas estas cajas se ven igual.” “Creo
que vamos por buen camino.” Respondió Wakagi, que ahora caminaba más
despacio y trataba de ocultar el súbito acceso de fiebre que le
atacaba. En ese momento, llegaron a un espacio abierto entre las cajas,
tal vez allí podría descansar un poco. “Wakagi...” “¿Qué
sucede? ¿Has visto algo Sailor V?” “No.
Quería pedirte algo para Minako.” Sailor Venus sabía que no era el
momento para preguntar. Pero temía que después no pudiera hacerlo. Wakagi
se detuvo en una esquina del área despejada a la que llegaron y se
limpió el sudor de la frente. “No es el momento para eso, pero te
escucho ¿Qué es lo que Minako quiere?” “Que
tengas una cita con ella.” Sailor V se asombró con la facilidad con
que había podido decirlo. “¿Sólo
era eso?” Wakagi miró a Sailor Venus. Era bastante bonita, de lindas
piernas y figura y su cara era hermosa. Casi era tan linda como Minako.
De hecho, el mirarla le hacía sentirse algo mejor. Minako y Sailor V ¿Qué
le recordaba eso? Después lo pensaría, “Bien, acepto. Pensaba
invitarla a salir de todas formas.” “¿En
serio?” Preguntó Sailor Venus con emoción, pero su alegría
desapareció en cuanto Wakagi cayó de rodillas frente a ella,
respirando con dificultad. “¡Wakagi!” “Oh,
no te preocupes, tan sólo está resistiéndose a mi parásito.” Sailor
Venus levantó la mirada y la vio. De pie en el centro del área
desocupada estaba una mujer, vestida con un bikini negro. De su espalda
nacían dos alas membranosas que se extendían y proyectaban una
horrible sombra en el suelo. Atrás de ella se veían varias formas
asquerosas, similares a sapos humanos. “Me
llamo Tarabat, y tú y ese policía están invadiendo mi casa.” Inmediatamente,
Sailor Venus se puso de pie frente al policía “No dejaré que toques
a Wakagi.” “¿Así
que se llama Wakagi?” Dijo Tarabat, haciendo un giro con la mano, al
ver esa señal, los seres anfibios se escurrieron fuera de vista, “No
es un mal nombre. Wakagi, mata a esta niña.” Sailor
Venus dio media vuelta; allí estaba Wakagi, de pie, apuntándole con su
revolver. Pero al mismo tiempo, no era él. La voz era distinta y los
ojos estaban hundidos y ausentes. “Eso no es Wakagi.” Venus
retrocedió un poco, nunca le habían apuntado con un arma antes. *¡¡¡BLAAMMM!!!* Entonces,
el sonido del disparo era lo único que se repetía, una y otra vez. Eran
las nueve de la noche y, mientras, en la habitación de Minako, Artemis
tuvo la seguridad de que algo le había pasado, algo muy malo. +++ “¡Te
digo que está en problemas!” Gritó Artemis. “¡No
tienes que gritar!” Respondió Luna, “¡Ya entendimos lo que querías
decirnos!” “Artemis
¿en dónde está Minako?” Preguntó Usagi, junto a ella estaba Mamoru
y ambos estaban preocupados. La pareja estaba de pie frente a la casa de
la familia Tsukino. Si Artemis hubiera tardado un par de minutos más, sólo
hubiera visto al automóvil de Mamoru alejándose y todo se habría
perdido para él. “¡En
la bodega número cinco de los muelles! ¡Debemos ir allí, rápido!” “Mamoru.”
Dijo Usagi, “¡No podemos perder más tiempo!” “¡Suban
al auto!” Dijo él. Artemis
y Luna viajaban en el regazo de Usagi, el gato blanco no había dicho
nada más, pero todos sabían que estaba luchando para mantenerse bajo
control. “Artemis, esto no es tu culpa.” Murmuró Luna. “No
debí hacerle caso.” Respondió él, “Debí haberlas llamado a todas
desde el principio. Ahora ni siquiera podemos localizar a las demás.” “Ya
estamos por llegar.” Anunció Mamoru. Pocas veces había conducido tan
rápido, pero en esta ocasión no había elección alguna. +++ El
uniforme de las Sailor scout, a pesar de parecer frágil, es capaz de
resistir muchas cosas, incluso un disparo, pero eso no significaba que
pueda detener el impacto. Para Sailor Venus, este no era un experimento
que quisiera repetir. El increíble dolor en su estómago le decía dónde
le había impactado la bala. “¿No se murió?” Dijo Tarabat incrédula,
mirando con los ojos muy abiertos a la Sailor Scout, se había divertido
mucho cuando la niña había sido lanzada varios pasos más allá por la
fuerza del disparo, quedando justo debajo de una de las pesadas cajas
que colgaban del techo.
Tarabat
caminó hasta quedar a unos pasos de Sailor Venus y le indicó al parásito
que habitaba el cuerpo de Wakagi que se acercara. “¿Qué vas a
hacer?” Preguntó Minako, que no podía aún intentar ponerse de pie. “Yo
no haré nada.” Respondió la mujer vampiro, y le entregó al parásito
una cadena que colgaba de una viga del techo. “Jala esto, causará que
la caja caiga y la aplaste.” Tarabat era en realidad una maniática. El
parásito intentó jalar la cadena una, dos, tres veces, pero no pasaba
nada. Extrañado, intentó una vez más, pero la mano soltó las
cadenas, se cerró en un puño y no volvió a moverse. Wakagi, aún
despierto dentro de su mente, había reaccionado ante esta situación,
le recordaba algo. Relacionado con chocolates, un edificio que se
derrumbaba y a una mujer que había salvado entonces. No podía enfocar
el recuerdo, pero no pensaba dejar que un intruso usara su cuerpo para
cometer crímenes. “¿Aún te resistes a mi parásito?” Tarabat
estaba impresionada. No había duda de que los humanos eran bastante
interesantes. La mujer vampiro comenzó a reír mientras miraba como el
cuerpo de Wakagi literalmente bailaba de un lugar a otro, cuando terminó,
el joven policía se agachó y, luego de un ataque de tos, de su boca
salió un limo negro que se arrastró penosamente hacia Tarabat. Aún
algo mareado, el policía se acercó a Sailor Venus y la levantó en sus
brazos. “¿Te duele mucho?” Preguntó el policía. “Ya
no tanto.” Respondió Venus con una débil sonrisa, “¿En verdad
eres tú, Wakagi?” “El
único y original.” Wakagi sacó a Sailor Venus del área de peligro,
“No me ganaste.” Dijo, de pie junto a Sailor Venus y apuntándole a
la bruja con su arma. “Creo que es hora de que te rindas. No soy mal
tirador.” “¿Piensas
que no gané?” Contestó Tarabat, aplastando con su bota al parásito,
matándolo como una cucaracha, “Tal vez no. Es una pena, arruinaste mi
diversión. Eso es algo que simplemente no puedo tolerar.” Wakagi
no tuvo tiempo de reaccionar, en un pestañeo, Tarabat giró su brazo,
desenrolló su látigo y lo golpeó en los muslos. El policía se
desplomó junto a Sailor Venus. Aunque Wakagi sentía dolor, no pensó
que estuviera herido, pero la sangre que comenzó a extenderse por el
suelo le hizo cambiar de opinión. Entonces miró con atención el látigo
de Tarabat, la punta terminaba en una filosa navaja que le había
acariciado mortalmente, pues la herida le había rebanado la arteria.
Wakagi hizo presión sobre la herida para no morir desangrado. “¡WAKAGI!” “Veo
que te gusta gritar su nombre.” Se burló Tarabat, “Me has divertido
bastante. Por eso te mataré rápido.” Sailor
Venus fijó sus ojos en los de Tarabat y con pura fuerza de voluntad,
logró ponerse de pie, “No te perdonaré por esto.” Murmuró la
Sailor Scout, “¡TU! ¡Tú mereces el peor castigo de este mundo!” “Vaya,
¿ya te enojaste?” Dijo la general de los parásitos, golpeando con su
látigo a Sailor Venus y causándole una horrible herida en el brazo,
“¡Pero es un simple juego!” Ignorando
el dolor, Minako dio un paso adelante, si quería salvar a Wakagi, tenía
que acabar con esta loca. “¡Rolling
Heart Vibration!” La
fuerza del ataque de Sailor Venus tomó por sorpresa a Tarabat, que
esperaba que su enemiga no pudiera con el veneno de su látigo. “¡IMPOSIBLE!”
Gritó Tarabat, y su nuevo y excelente cuerpo se hizo polvo. Respirando
con dificultad, Venus se llevó una mano a su brazo, la herida le dolía
más que el golpe de la bala y perdía mucha sangre. Sintiéndose muy débil,
la Sailor Scout se sentó junto a Wakagi. “Bien hecho.” Dijo el
policía, “Me arrepiento de haber pensado mal de ti.” “Gracias.”
Contestó Minako, “Eso significa mucho para mí.” “Lo...imagino
Minako....” Dijo Wakagi, su voz más débil. “¿Cómo
me llamaste, Wakagi? ¿Wakagi?” Llamó Sailor Venus asustada, “¡Despierta!” “...si
hablo, perderé más sangre...” Respondió él, aún haciendo presión
sobre la arteria, “...Pero ya...sé quién eres...Minako y tú...jajaja...
es tonto...pero...las dos tienen los...mismos...ojos...azules....como el
mar” “¡Felicidades!”
Se escuchó decir a la voz de Tarabat, que se presentó ahora como una
Sombra sólida con dos ojos blancos y brillantes, “Es una lástima que
yo aún esté bien ¿no? ¡Una lástima para ustedes!” “¿Qué
nunca te rindes?” Gritó Sailor Venus. “¡Ustedes
no tienen lo necesario para acabar conmigo y ahora me apoderaré de tu
cuerpo niña! Y después...” “Moon
Princess Halation!” Tarabat
giró para enfrentar al nuevo intruso, pero este era mucho más fuerte
que el anterior. Una luz, que la envolvía y la quemaba, la cegó y
destruyó su cuerpo. Al fin, Tarabat se había ido para siempre. ¡Sailor
Venus!” Artemis se lanzó al lado de Minako. Luna, Sailor Moon y
Tuxedo Mask estaban detrás del gato blanco, “Minako, ¿ahora ves por
qué no quería que vinieras sola? ¿Qué voy a hacer contigo Mina?” “No
me regañes, además me preguntaba cuando llegarías. ¿Podrían ayudar
a...Wakagi? Él está peor que yo.” Sailor
Moon se había arrodillado junto a su amiga y la estaba ayudando a
incorporarse, “¿Puedes hacer algo?” Le preguntó a Tuxedo Mask.
Mamoru se inclinó sobre el policía, “Ha perdido mucha sangre.”
Dijo colocando sus manos sobre las piernas de Wakagi, que había quedado
sin sentido, “Haré lo mejor que pueda, el resto depende de él.” Al
momento en que Mamoru le tocó, Wakagi sintió un agradable calor por
todo su cuerpo. Le daba nuevas fuerzas y escuchó una voz suave dentro
de su mente que le invitaba a no darse por vencido. Era una voz que le
llamaba y tenía una gran autoridad, pero también era como si quien le
llamara fuera un gentil líder que le necesitaba y le ofrecía su
amistad. Wakagi no pudo ignorar el llamado y abrió de nuevo los ojos.
Se sentía débil, pero ya no había dolor. “Sus heridas están
curadas.” Anunció Mamoru, respirando con un poco de esfuerzo, su
frente coronada de perlas de sudor, “Ha escapado de la muerte por muy
poco. Pero perdió mucha sangre y eso es algo en lo que no puedo
ayudarle, debemos llevarlo a un hospital.” Wakagi
no recordaba mucho después de eso, cuando volvió a despertar se
encontraba en el hospital. Sentada a su lado, en un sillón, estaba
Minako y en la ventana, el policía vio al gato blanco. Frente a su cama
había un reloj que marcaba la hora, apenas eran las diez de la noche.
“¿Cómo te sientes?” “Mejor,
“Respondió el detective, “Me han hecho una transfusión, ¿Verdad?” “Sí,
el doctor dijo que no entendía como es que estuvieras vivo.” Dijo
Minako. “¿Dónde
está la persona que me curó?” Preguntó Wakagi, “El hombre del
tuxedo y el antifaz, ¿y la otra Sailor Scout?” “Ya
se fueron, pero prometieron visitarte mañana, cuando yo venga a
asegurarme que te tratan bien.” Minako hizo una pausa, “Wakagi,
ahora que sabes que soy Sailor V, ¿estás molesto conmigo?” “Bueno,
en realidad fue difícil de aceptar.” Respondió el detective, “Pero
no me molesta. Además, tenemos algo más importante que planear, como
cierta cita que mencionaste.” “¿Todavía
quieres salir conmigo?” Preguntó Minako, llena de emoción por lo que
escuchaba. “Por
supuesto que sí. Cuando salga iremos a donde quieras.” Dijo el policía,
que miraba a Artemis con curiosidad, “Minako, dime una cosa. Tal vez
lo imaginé, pero ese gato blanco tuyo, ¿habla?” “Pues...”
Minako miró a Artemis y le llamó con las manos. El gato bajó de la
ventana y saltó a la cama junto a Wakagi. “Hola.” Saludó el gato,
sentándose sobre el pecho del detective, “Espero que se recupere
pronto oficial. Pero también quiero pedirle que no vuelva a poner a
Minako en peligro como lo hizo el día de hoy.” La
reacción de Wakagi fue bastante normal: Torció los ojos y se desmayó. “Creo
que no estaba listo para una impresión tan fuerte.” Dijo Artemis.
“Tal vez no debí hablarle aún.” “Yo
pensé que si había descubierto mi identidad de Sailor Venus, no le
molestaría ver un gato que habla.”
“No sé cómo me convenciste de hablar con él.” Se lamentó
el gato. “Aceptaste
por que me quieres.” Respondió Minako. “¿Verdad? Fue por eso que
fuiste a salvarme hoy.” La joven abrazó al gato con cariño, “Yo sí
te quiero mucho Artemis, eres mi mejor amigo.” “Y
yo también.” Admitió el gato, “No me hagas preocupar de esta forma
otra vez Minako.” “Trataré
de no hacerlo.” Dijo ella y besó la frente del gato, “Gracias por
ser mi amigo, Artemis.” Por
un largo rato, la joven y el gato permanecieron allí en silencio, hasta
que Artemis habló, “¿Qué te dijeron tus padres cuando los llamaste,
Mina?” “Les
pedí que vinieran por mí en una hora más.” Dijo ella, “Quiero
estar otro poco con Wakagi.” Cuando
los padres de Minako entraron a la habitación, encontraron a su hija
dormida en el sofá con su gato durmiendo en su regazo. El matrimonio no
conocía al joven que dormía en la cama, pero según lo que les había
dicho su hija, era un amigo importante que había sufrido un colapso anémico.
Pero les parecía extraño que no lo conocieran. Ambos padres acordaron
hablar largamente con su hija sobre eso al día siguiente, en especial
su madre, que estaba segura que ese joven era más que un amigo. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ La
historia continuará en el capítulo siete. Notas: Para este capítulo también utilicé a Naruru, la hermana menor de Naru. Este personaje aparece en el manga en la última historia dedicada a Chibi Usagi. Tuve que usarla porque Naru no se hubiera arriesgado tanto por otra persona, bueno, también lo hubiera hecho por su mamá y por Usagi. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ ++Interludio
2++ Ami
Mizuno Ami
se alegró de llegar a su edificio, estaba cansada y necesitaba dormir.
Rei y Makoto habían decidido visitar el centro de Tokio y las tres
amigas habían, entre otras cosas, entrado al cine, caminado mucho y
cenado juntas. Ami tardó poco en llegar a su piso. Al caminar por el
pasillo y antes de dar vuelta para llegar a su hogar, tuvo que
detenerse. Allá estaba su madre, junto a ella (quizás demasiado cerca)
estaba Tanoshii. Cualquier otro día, Ami hubiera seguido caminando,
pero lo poco que escuchó de la conversación la detuvo. “...ella no
está...” Escuchó decir a su madre. Luego otra parte de la conversación
que no pudo descifrar y entonces, “Pero...” algo, y luego, “¿...quieres
entrar a...?” Entonces
vino la respuesta del doctor, de la que Ami sólo comprendió
“...esperando...la escuela...” Su
madre respondió, “Claro...yo también...¿Preocupa que...?” Lo demás,
no pudo entenderlo. De cualquier forma ya era bastante, y la joven pensó
que al menos debía hacerles saber que estaba allí. Entonces miró. Su
madre estaba de espaldas, el doctor, de pie frente a ella, se inclinaba
y entonces...Ami ya no quiso mirar. Se dio media vuelta y salió del
edificio. No sería bueno interrumpirles. Ami
Mizuno caminaba sin un rumbo fijo, meditando sobre lo que había visto y
escuchado y lo que sentía por ello. Lo primero que descubrió fue que
no sabía que era lo que sentía, lo segundo era que no sabía cómo
interpretarlo y en tercer lugar, se dio cuenta que estaba más cansada y
que los pies le dolían. Ami terminó sentada en una parada de autobús.
“Si estás esperando el autobús, el último pasó hace media
hora.” Ami
levantó la mirada y se encontró con Kuro Kizuko. “No estoy esperando
transporte.” Kuro
la miró por un momento, “¿Te molesta si te acompaño?” Ami
se deslizó un poco hacia la derecha, haciéndole lugar en el asiento.
Kuro se sentó y los dos se quedaron allí sin decir nada. Luego de un
rato, Ami habló. “Kuro, ¿qué haces en la calle tan tarde?” “Pensar
más que otra cosa.” Dijo él, “¿Y tú?” “No
tengo ganas de hablar de eso.” “Bien,
no te obligaré si no quieres.” Dijo Kuro, que continuaba mirando a la
calle. “Kuro,
¿cómo son tus padres?” Preguntó Ami, sólo por hablar y despejar su
mente un poco. “Jamás
los conocí en persona.” Dijo él, “lo único que tengo de ellos es
esto.” Y sacó de su bolsillo un broche dorado un poco más grande de
lo normal, que le prestó a Ami. Al abrirse, el broche tenía de un
lado, una foto de una pareja, la mujer sosteniendo a un bebé; el otro
lado tenía una piedra negra incrustada en el metal, “las monjas del
orfanato me lo dieron cuando el abuelo me adoptó. Es lo único que
tengo de ellos.” “Lo
siento.” Respondió Ami
devolviendo el broche, y el libro prestado. “No
tienes por qué. Me habría dolido más perderlos, o ver que se
separaran.” “Sí.”
Ami bajó la mirada y movió los pies. Kuro
guardó el broche y recordó que los padres de Ami eran divorciados, lo
había leído en un periódico que mostraba la biografía de la joven
Mizuno. “Me disculpo si lo que dije te molestó.” “No,
ya he aprendido a vivir con eso.” Contestó ella, “Aunque a veces es
difícil aceptar que los padres...busquen reemplazos.” “¿Tu
padre piensa casarse de nuevo?” Preguntó Kuro, tratando de ayudar si
eso era lo que tenía triste a Ami. “No.
Al menos no mi padre.” Ami sonrió amargamente y continuó hablando,
no le tenía a Kuro tanta confianza como a sus amigas, pero ya no podría
cambiar de tema con facilidad. “A veces, soñaba que ellos se
reconciliarían y un día mi papá llegaría y volvería a llevarme a
jugar al campo mientras él pintaba.” “¿Por
eso estás aquí, verdad? Tu madre conoció a alguien.” Ami
asintió, “No entiendo por qué no regresa simplemente con mi
padre.” “¿Has
pensado que eres lo único que queda del amor entre tus padres?” Dijo
él, “No puedo decir que entiendo tu pena Ami, pero lo menos que puedo
decirte es que ellos te quieren. Sé que un divorcio debe ser muy
doloroso. Pero al menos tus padres están vivos y los conociste a
ambos.” “Sí,
pero tú no entiendes.” Dijo Ami, estudiando con su mirada la punta de
sus zapatos. Al menos él tenía razón al decir que sus padres estaban
vivos. “¿Por qué tendría que aceptar de repente a alguien nuevo?”
“Ami,
tú eres la persona más inteligente que conozco.” Dijo Kuro, “Sé
que sabes la respuesta a tu pregunta.” “¿De
qué hablas?” “El
ser humano siempre busca el balance.” Comenzó él, “Cuando tenemos
sed, bebemos. Cuando tenemos hambre, comemos. Cuando estamos solos,
buscamos compañía.” “¿Y
eso qué tiene que ver conmigo?” “Seguramente
tú planeas ser una médico exitosa, ¿verdad?” Preguntó él. “Sí.” “Y
sabes que para lograr tu sueño tendrás que esforzarte mucho. ¿No?” “Sí,
pero...” Ami no entendía que buscaba demostrar. “Y
tu madre probablemente sabe todo esto, ¿no es cierto?” “Sí,
¿qué es lo que tratas de decir?” Preguntó Ami, aunque ya sabía a dónde
se dirigía Kuro. “Tal
vez tu madre no quiere ser un obstáculo para ti, Ami.” Dijo él,
“Si tu madre envejece sola, ¿crees que le gustaría ser una carga?” “¡Ella
no será una carga!” “Pero
tú no sabes qué es lo que ella piensa.” Respondió Kuro, “No si no
hablas con ella. De cualquier modo, quizás tu madre piensa que ya puede
abrirle su corazón a alguien nuevo. Alguien que la acompañará
mientras tú puedes triunfar sin tener que preocuparte por ella cuando
envejezca.” Ami
suspiró, ella había llegado a esa conclusión antes de sentarse en la
parada de autobús. Pero escucharlo de otra persona en verdad lo hacía
parecer más aceptable, “¿Y si está cometiendo un error?” Kuro
la miró con atención, “No creo que una mujer que teme a los errores
hubiera criado a alguien como tú.” Ami
ya había pensado en algo similar, “Yo nunca dejaré de preocuparme
por lo que le pase a mi madre.” “Lo
sé.” Respondió Kuro, “Probablemente no necesitas que te lo diga,
pero dale una oportunidad a tu mamá.” “Lo
haré.” Dijo ella. Ninguno de los dos dijo nada durante un largo
tiempo. “Gracias
Kuro.” Ami levantó la mirada, “Por escucharme.” “No
hay que darlas.” Contestó él, “Además, siempre es un placer
escuchar tu voz.” Ami
volvió a bajar la mirada, “¿Por qué dices eso?” “Tu
voz me relaja.” Dijo él, “No sé cómo explicarlo, pero así es.” Antes
de que Ami pudiera responder, el auto del doctor Tanoshii se detuvo
frente a ellos. Del auto bajó la madre de Ami, seguida por el doctor.
“Ami, ¡te hemos estado buscando por horas!” La mujer entonces tomó
la mano de su hija y la levantó, examinándola de pies a cabeza,
“Llamé a todas tus amigas de la escuela. Rei y Makoto no sabían en dónde
estabas, y los padres de Usagi y Minako me dijeron lo mismo. ¿Y quién
es él?” El
joven se levantó, se inclinó y respondió, “Kuro Kizuko, a su
servicio. Soy voluntario en la biblioteca, allí fue donde conocí a
Ami.” “Mucho
gusto señor Kizuko.” Dijo la mujer, que miró a Kuro con atención y
luego se concentró de nuevo en su hija, “¿Por qué no llamaste a la
casa?” Ami miró a Tanoshii y su madre comprendió. “Entiendo, pero
no hay nada, Ami. Ya te lo había dicho.” “Pero
yo vi...” Dijo Ami. “Hablaremos
de eso mañana.” Le aseguró su madre, “Si estás de acuerdo,
claro.” “Sí
quiero. Hay cosas que debo decirte.” Ami notó que Kuro se había
alejado un poco, probablemente no quería mezclarse en sus asuntos, lo
que ella apreció. “Bien,
sube al auto.” Pidió la madre de Ami, “Ya es tarde y las dos
necesitamos dormir.” Tanoshii
regresó al vehículo y se limitó a esperar a su amiga y su hija. No
quería causar más problemas. “Hasta
mañana Kuro.” Dijo Ami, “Gracias de nuevo.”
La
madre de Ami se acercó a Kuro cuando su hija ya estaba esperándola en
el auto, “Señor Kizuko, usted parece un joven educado. Espero que
podamos hablar sobre esta noche. Pronto.” Y entonces, la mujer subió
al auto y éste arrancó. “Hay
algo especial en Ami Mizuno.” Pensó Kuro mientras el auto se alejaba.
“Debí haberlo visto antes, pero ya no importa. Pronto sabré qué es
lo que la hace especial y entonces podré hacerlo mío.” Luego de un
rato, el joven bostezó y decidió regresar a su casa para dormir y
despejarse, el día siguiente sería bastante cansado.
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